Michael Kozak, ¡a quien Noriega dijo no!
- Análisis
La tradicional amabilidad del panameño, unida a una convivencia de amor y odio con EU, ha hecho que nos resignemos ante lo bueno, lo malo y lo feo que viene de Washington y que les disimulemos las barbaridades que nos hacen, aun cuando éstas incluyan el imperdonable genocidio de la invasión de 1989 y posterior ocupación territorial, tras la cual emergimos como el primer país del mundo con “soberanía limitada”, una doctrina que nació tras la caída de la Unión Soviética.
Para entender quién es o qué representa Michael Kozak, Subsecretario interino del Departamento de Estado para el Hemisferio Occidental, veamos antes qué vino a hacer a Panamá en marzo de 1988.
En 1983, el presidente Ronald Reagan – después de matar a Omar Torrijos -- invadió a Granada previo asesinato de su Primer Ministro Maurice Bishop y de 15 de sus seguidores.
El 10 de diciembre de 1985, el director del Consejo de Seguridad Nacional (CSN), John Poindexter, presionó al general Noriega, en violación de los Tratados, para que las FFDD (1) atacaran a Nicaragua sandinista; (2) autorizara la presencia militar de EU después del 31 de diciembre de 1999 y (3) Panamá se sometiera a su política exterior.
Noriega dijo su primer no, y así empezaron sus conflictos con Washington. (1)
En abril de 1986, el CSN organizó una campaña de operaciones psicológicas para (1) desestabilizar a Panamá; (2) restablecer el control estadounidense del Canal y abrogar los Tratados; (3) mantener la ocupación militar después del 2000; (4) expulsar a Japón del Canal; (5) evitar que el canal cayese en manos de la URSS o Cuba y (6) ahuyentar a inversionistas de Oriente – v.g., China. (2)
Como puede apreciarse, EU obtuvo éxito total: puso en escena una agenda oculta de agresión que contemplaba toda clase de sanciones ilegales, sin excluir el modelo de intervención que derrocó a Ferdinand Marcos en Filipinas.
En enero/febrero de 1988, Reagan invocó la Ley de Poderes de Emergencia Económica en tiempo de guerra y declaró al "régimen Noriega-Solís Palma" como "una amenaza a la seguridad nacional de EU.”
La CIA y la embajada apoyaron a la oposición de múltiples maneras para destruir a Panamá y, al fracasar, recurrieron a la provocación abierta a las FFDD. Pero el gobierno soportó el castigo y sobrevivió a las sanciones.
Reagan pensó sacar a Noriega del poder "honrosamente", pero con ultimátum: debía retirarse en la fecha impuesta por EU, una condición inaceptable para el militar que, como Comandante de las FFDD, tenía inmunidad según el Tratado de Montreal de 1969.
Tal era el escenario que encontró Michael Kozak cuando vino en marzo de 1988 a cumplir la orden de Poindexter de 1985 y el Decreto de Emergencia de Reagan del mes anterior para convencer a Noriega que abandonara el poder. Kozak vino como emisario – más bien sicario – del mediocre exactor de Hollywood.
Kozak no vino a tomarse un té con Noriega sino a ordenarle que se largara de Panamá y se fuera sine die a España a cambio de dinero y de anular sus falsos indictments en EU. Vino acompañado de William Walker para reunirse el 18 de marzo de 1988 con Noriega. William Walker era aquel otro mercenario de ingrata recordación que asoló Centroamérica en el siglo XIX y que, adelantándose siglo y medio a Juan Guaidó, se autodesignó su Presidente.
Pero Kozak no es Mike Pompeo, el Secretario de Estado que dejó a Arabia Saudita para venir a ladrarle como un Pitbull al presidente Juan Carlos Varela por lo de China. Kozak tampoco es el impresentable John Bolton, quien, por no haber sido militar, solo hablaba de guerras.
Menos aún Kozak es Maurice Claver-Carone, cubano, Director del CSN para el Hemisferio Occidental, experto catador de chocolate y de nombre afrancesado quien dijo que las relaciones de Panamá con China son “mucha espuma y poco chocolate”, a lo cual respondimos que él era un charlatán, “como las olas: mucha espuma y poco fondo”. (3)
Dos días antes de la cita con Noriega en Fort Clayton, William Walker y Mike Kozak venían precedidos de un golpe contra el primero (16 de marzo de 1988), auspiciado por la CIA, el Comando Sur y la DC, a raíz de cuyo fracaso EU decidió convencer a Noriega de irse “por su voluntad”. Kozak, el “gringo bueno” venía acompañado, como instrumento del golpismo de EU, por Walker, el “gringo malo”.
Walker le ofreció a Noriega un avión para viajar a España, dos millones de dólares y una placa de reconocimiento “por sus valiosos servicios”. Ni Walker ni Kozak habían leído la biografía de la CIA sobre Noriega: “Noriega es inteligente, agresivo, ambicioso y ultranacionalista. Es una persona astuta y calculadora”.
Ante la propuesta, Noriega opinó: “Ser un nacionalista no es compatible con venderse a sí mismo y traicionar a su país por dos millones de dólares.” (4)
Irónicamente, fue esa misma suma la que Noriega le había entregado al general Gustavo Álvarez al ser depuesto en Honduras, y eso le hizo pensar que Kozak y Walker podrían ser arrestados por intentar sobornarlo, pero se contuvo y simplemente cortó la conversación porque tenía un almuerzo con el presidente Manuel Solís Palma, a quien no hizo ningún comentario al estimar que dicha propuesta era “demasiado absurda” para darle consideración.
Al regresar a Fort Clayton, Noriega les dijo: “Su propuesta es un insulto inaceptable. Obviamente ustedes vinieron aquí pensando que ésta es su colonia y que nos pueden empujar como piezas de ajedrez como les da la gana. Panamá es una nación soberana y yo soy su jefe militar. Siempre he tratado a EU equitativamente. Ustedes no tienen derecho para hablarme de esta manera. ¡Lárguense de Panamá!”. Y Kozak y Walker se largaron.
Kozak regresó al mes siguiente (abril) pero sin Walker. Lo primero que hizo fue disculparse por la actitud de este último. Se sentía mal porque Walker no había sido “diplomático” y había insultado a Noriega. Pero repitió la misma cantaleta: Noriega saldría de Panamá por seis meses, se retiraría de las FFDD y no participaría en las elecciones de mayo de 1989. Kozak era, pues, la misma jeringa con diferente pitongo. Pero Noriega estaba dispuesto a llegar a un arreglo porque se sentía cansado de tanta presión.
“Sabía que tenía enemigos en Washington – recordó -- pero los sindicatos y campesinos me apoyaban. No estaban en juego mi popularidad ni mi salud física. No era un problema personal. Estaba simplemente calibrando la situación de mi país en el esquema internacional.” (5)
Después de semanas de negociaciones, acordaron una fecha límite, propuesta por EU: Reagan tenía una cita con Mikhail Gorbachev y quería anunciar que había resuelto la crisis panameña como una manera de contestar la Perestroika, demostrando cómo EU llevaría la paz a América Latina.
“Pero yo desconocía esa agenda, que no era la mía – confesó Noriega -- y el problema político no estaba resuelto. Mi equipo de trabajo decía que Panamá se desestabilizaría si yo salía. Habría una percepción de que Panamá estaba nuevamente capitulando ante el imperialismo.”
Los americanos siguieron presionando. Reagan había partido para Rusia, y George Schütz, su Secretario de Estado, también aguardaba a Noriega. “El presidente Reagan está esperando que firme. Vamos!”, dijo Kozak.
Noriega rememora: “Ese día el Estado Mayor se reunió en Calle 50. Les leí la propuesta y la rechazaron; me brindaron su apoyo y me pidieron que no aceptara. Lo pensé y regresé con los americanos. ‘No lo haré’, le dije a Kozak”.
“No puedo lamentar mi decisión y no me arrepiento de mis acciones. Mi único consuelo es que no entregué a mi país. Al final, el resultado fue el mismo: los americanos impusieron un gobierno y desmantelaron las fuerzas armadas. Pero necesitaron un acto de guerra para hacerlo, destrozando el tratado de neutralidad y barriendo todo trazo de conducta civilizada”.
Notas
(1) Julio Yao, “Para entender la invasión a Panamá”, Panamá-América, 18 de noviembre de 2000).
(2) Julio Yao, El Monopolio del Canal y la Invasión, EUPAN, 2019; Lithografía Chen, 2019).
(3) Julio Yao, “Lo espeso del chocolate”, La Estrella de Panamá, 16 de septiembre de 2019).
(4) Manuel Noriega y Peter Eisner, Prisionero de América – Las Memorias de Manuel Noriega; Random House, New York, 1997).
(5) Ibid.
Julio Yao Villalaz
Analista internacional y ex asesor de política exterior.
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