El paquetazo y la autonomía del Banco Central, algunas reflexiones…

10/10/2019
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El paquetazo anunciado por el presidente Lenin Moreno esta semana despertó justa indignación y resistencia. Sin embargo, el ejecutivo aún no presentó el paquete completo. Las revisiones al Código Orgánico Monetario y Financiero, y al Código Orgánico de Planificación y Finanzas Públicas no se encuentran; ni en las medidas presentadas por el presidente, ni en el proyecto de ley enviado a la Asamblea Nacional. En su declaración del 2 de octubre en apoyo a las medidas anunciadas el FMI explícitamente se refiere a “importantes reformas” a estos dos Códigos que están siendo preparados por el gobierno.

 

A este respecto, expondré algunos aspectos de estas reformas cuyo sentido general está claramente señalado en los reportes del FMI (p.ej. su first review under the extended fund facility arrangement…, IMF Country Report 19/210… publicado exclusivamente en inglés) como si no fuera de interés general para las y los ecuatorianos, así como también en las diferentes declaraciones de la Gerente General del Banco Central del Ecuador, Verónica Artola.

 

Aparentemente, el objetivo de estas reformas es el “fortalecimiento de la dolarización”. Sin embargo, en vano buscaríamos un análisis sobre la especificidad del régimen monetario dolarizado y sus problemas actuales. Se da por sentado de que la injerencia política afecta de forma negativa el manejo técnicamente responsable de la dolarización por parte del Banco Central Ecuatoriano. El hecho de que no existe una forma universalmente correcta de manejar un sistema monetario, y que los actores que pugnan el manejo de los bancos centrales no optan necesariamente por aquella que sería elegida en un proceso democrático, simplemente es ignorado. Las reformas en curso se inscriben en el largo proceso de búsqueda de estos actores de deshacerse del control político y jurídico externo y constituirse como poder de facto [1]. Se sobreentiende que la “autonomía” de la que se trata aquí es aquella con respecto al poder democráticamente constituido (con todos sus falencias y contradicciones), pero no con respecto al poder del capital bancario y financiero, nacional e internacional.

 

En el caso ecuatoriano, el énfasis no está en la inflación, sino en la sostenibilidad de la dolarización. El argumento implícito para cumplir este acometido es que con mayor autonomía del Banco Central frente al poder político éste podría llevar adelante políticas que fortalezcan el régimen de dolarización. Hay dos pilares de este manejo supuestamente técnico que el FMI y el Banco Central están promoviendo: El primero es la prohibición del financiamiento del sector público (el primer paso de esta prohibición ya fue dado en la “Ley Orgánica para el Fomento Productivo…”) y el segundo, es la ampliación de las reservas internacionales que son presentadas como “el fundamento” de la dolarización. La pertinencia de estas medidas se da por sobreentendido, la discusión es escasa; de hecho, el Banco Central invitó a presentar artículos sobre el tema de la “Autonomía de Bancos Centrales” para una fecha posterior a la entrega planificada a la Asamblea del proyecto de ley, es decir primero la ejecución y luego la legitimación.

 

Para develar las implicaciones de estas reformas y su relación con el resto del “paquetazo”, resulta útil discutir algunos aspectos del funcionamiento monetario de una economía dolarizada. Comienzo entonces con una breve presentación de éste, para luego discutir las reformas y sus implicaciones.

 

El régimen de dolarización significa, en primer lugar, que la “unidad de cuenta” o “medida de valor” que organiza la economía Ecuatoriana (la medida en que se expresan los valores producidos en el territorio nacional y en que se miden los activos no producidos, como la tierra) es el Dólar Norteamericano. Pero ¿qué significa que la medida de valor en el Ecuador sea la misma que en los Estados Unidos? Al fin y al cabo, se trata de una medida abstracta, que no puede “calibrarse” como se calibran por ejemplo las balanzas del mercado, usando como valor de medida la libra o el kilo. Para que este Dólar Norteamericano sea más que un mero nombre de la medida de valor ecuatoriana es necesario que haya un “mecanismo de anclaje” de la medida nacional a la medida norteamericana, a fin de que el propósito de la dolarización, la estabilidad en el tiempo de la medida de valor, tanto interna como externa, pueda realizarse.

 

Este anclaje se da porque el “medio de pago” también es el Dólar Norteamericano: las deudas existentes se extinguen cuando son saldadas con dólares, lo que da fundamento a la circulación del dólar para las transacciones económicas en el país. Sin embargo, una buena parte del “dinero” en circulación en la economía ecuatoriana no son billetes norteamericanos, sino pasivos líquidos de los bancos: los depósitos bancarios (con diferentes grados de “liquidez”) [2]. Estos depósitos (cuentas de ahorro, cuentas corrientes etc.) son reconocimientos de una deuda que tiene el banco hacia su cliente, la promesa de entregar “dinero propiamente dicho” a pedido del propietario de la cuenta. Para que estas promesas privadas sean cedibles y puedan circular como dinero (p.ej. permitiendo el pago de una deuda mediante la transferencia de un depósito bancario) la convertibilidad de estas “promesas” en “dólares de verdad” (billetes o conversión de estos depósitos en depósitos en el sistema monetario norteamericano) tiene que estar fuera de duda. El mismo fenómeno que convierte las promesas privadas (bancarias) en una economía con moneda propia en “dinero”, la confianza en la capacidad de los bancos para ”cumplir sus promesas” y entregar dinero propiamente hablando en paridad (sin descuento) se extiende en el caso de la dolarización, a la conversión en “dólares auténticamente norteamericanos”, billetes y depósitos en el sistema monetario US.

 

¿Qué papel ocupa el Banco Central en el sistema monetario dolarizado? En un sistema con dinero propio, los pasivos del banco central (billetes emitidos y depósitos de los bancos en el Banco Central) son dinero propiamente dicho (la “base monetaria”, y por ende la capacidad del Banco Central de emitir dinero cuando lo crea necesario es formalmente ilimitado) A diferencia de un sistema monetario dolarizado en el que el dinero es para el Banco Central, al igual que para los demás instituciones y “agentes” económicos un activo[3]. El Banco Central asegura la convertibilidad de las “promesas” bancarias en “dólares verdaderos” mediante la importación de billetes y la puesta a disposición al conjunto de la economía nacional de depósitos en el extranjero.

 

De ahí puede apelar al sentido común la idea de que mientras más grande sea la Reserva Internacional del Banco Central, más firme el fundamento del régimen de dolarización, y que en consecuencia la política monetaria del Banco Central así como la política económica en general deberían orientarse en esta meta. Así mismo podría parecer lógico prohibir todo financiamiento por parte del Banco Central al sector público pensando que el “dinero que se presta” a este sector es el “dinero que va a faltar” en las Reservas Internacionales.

 

Todo esto puede parecer lógico y sensato para el sentido común que se desarrolla a partir de las experiencias individuales sobre el dinero, pero que se revelan, en el mejor de los casos, como parciales, unilaterales, y si no son comprendidas como tales, simplemente como falsas. El hecho de que el FMI y el Banco Central que sin duda tienen la visión sistémica (no extrapolando la perspectiva individual al sistema en su conjunto) pero que implícitamente colocan estos postulados como argumentos, obliga sospechar acerca de las verdaderas intenciones de las reformas del Banco Central.

 

Veamos brevemente estos dos puntos; el financiamiento público y las reservas, para terminar con una discusión sobre la “autonomía” y el sentido de las reformas en su conjunto.

 

¿Cómo podría todo financiamiento del sector público por parte del Banco Central afectar “la sostenibilidad” de la dolarización? En contadas ocasiones se explicitan los sustentos teóricos y empíricos sobre los que supuestamente se apoya esta relación. La estrategia parece ser hacerlo pasar por una “evidencia” cuya validez ningún economista que se respeta se arriesga poner en duda. Parece que la idea es que un préstamo del Banco Central al Sector Público significa una expansión “inorgánica” de la masa monetaria, dinero que no corresponde a ningún producto real y que “aumenta el peso” de las promesas de entregar dólares en el sistema monetario nacional sin que se fortalezca su fundamento, poniendo en riesgo la viabilidad de la dolarización.

 

 

 

El problema aquí consiste en la postura absolutista (todo financiamiento debe prohibirse), y la falta de comparación entre diferentes opciones de financiamiento de un eventual déficit del sector público. ¿Qué ocurre cuando el Banco Central otorga un crédito al sector público? El Banco Central le acredita a este mismo el monto en su cuenta (pasivo del Banco Central, activo líquido para el Sector Público) a cambio de un reconocimiento de deuda del Sector Público para con el BCE. Se amplía el balance del Banco Central, y en la medida en que este préstamo es usado para pagar a agentes que tienen sus cuentas en los bancos, se va aumentando la “masa monetaria” (el pago significa: debitar la cuenta del sector público en el BCE y acreditar los “encajes” que tiene el banco hacia el cual se hace la transferencia en el BCE, a la vez que este banco acredita la cuenta de depósito que tiene el receptor de la transferencia, p.ej. (trabajadores del estado, proveedores de bienes etc.). Esta “monetización” de la deuda no tiene costo directo para el estado, y si el BCE le cobra interés al Estado por este “favor” le tendrá que devolver como parte de sus ganancias. No hay duda de que esta monetización puede potencialmente alcanzar niveles que dan lugar a un proceso inflacionario, cuyo costo es entonces distribuido sobre el conjunto de la población (muy desigual según la distribución de activos y pasivos monetarios). Pero ¿hay evidencias que todo financiamiento es inflacionario y debilitaría, en el caso ecuatoriano, la dolarización? ¿O que “infla” la masa monetaria de manera que “el fundamento” ya no lo puede sostener? ¿Son mejores las alternativas al financiamiento por el Banco Central?

 

Veamos algunas alternativas. Si los bancos privados financian el déficit del sector público mediante créditos, la “masa monetaria” aumenta de la misma forma. La diferencia es que en este caso son los bancos privados que “monetizan” el déficit y no el Banco Central, lo que implica que: a) La ganancia resultante del pago de intereses no regresa al estado, y b) que los términos de este crédito pueden ser mucho menos favorables para el sector público, ambos hechos tienen consecuencias importantes sobre posibles déficits futuros que también tienen que ser financiados.

 

El estado también puede forzar algunos sujetos a financiar su déficit, por ejemplo retrasando los pagos a proveedores, a empleados o a jubilados (p.ej. forzándoles aceptar bonos en vez de dinero). ¿Qué ocurre con la “masa monetaria” en este caso? Si estos sujetos se adaptan a este ahorro forzado reduciendo sus gastos, hay un efecto depresivo sobre la actividad económica. Si se “refinancian” con los bancos (los jubilados vendiendo por ejemplo los bonos a un banco) se expande la masa monetaria nuevamente, pero con la diferencia de que el banco se ha apropiado de una parte de la jubilación.

 

Si el estado vende bonos a sus ciudadanos, se transfiere dinero que se encuentra en manos de agentes de la economía nacional al estado, a costa de flujos de intereses que agravan la situación en el futuro. Si estos agentes utilizan los bonos como garantías de créditos bancarios, tenemos nuevamente aumentos en la masa monetaria, similar al caso del financiamiento directo por los bancos, salvo que la apropiación rentista pasa ahora por varias manos.

 

Y finalmente, también se puede financiar este déficit pidiendo préstamos externos, en este caso también aumenta la masa monetaria (el Banco Central integra los fondos prestados en sus reservas internacionales, y le acredita al Sector Público el mismo monto en su cuenta (tal como lo hacen el caso del financiamiento directo), pero a la vez aumentan las reservas internacionales y por ende el “fundamento de la dolarización”. Sin embargo, a la hora de pagar los intereses y el capital de este préstamo, este efecto positivo sobre las reservas será más que anulado: no solamente la situación fiscal futura es afectada, sino también la balanza de pagos.

 

Podemos ver a partir de esta breve discusión que el financiamiento directo por el Banco Central se revela como aquél que minimiza el costo para el sector público (y por ende tiene el menor impacto sobre futuros déficits que tienen que ser financiados) porque costos e ingresos de la “monetización” del déficit son para el sector público y se anulan, a diferencia de lo que ocurre en el caso de la participación bancaria (directa o indirecta). Vemos entonces que la prohibición del financiamiento de Sector Público por el Banco Central está más relacionada a la búsqueda de garantizar la apropiación rentista de riquezas públicas por parte del capital bancario y financiero nacional e internacional, que por razones técnicas de la “sostenibilidad” de la dolarización. Se sobreentiende que esto no implica de ninguna manera que todo déficit público puede ser monetizado en toda circunstancia sin consecuencias… simplemente significa que en sí, la monetización por el BCE no es necesariamente peor que otro financiamiento, y en muchos casos mejor, dado el impacto del interés sobre los presupuestos futuros.

 

A la vez, el déficit público no es la única causa de un aumento de la masa monetaria. Cualquier “monetización” por parte de los bancos privados de un reconocimiento de deuda tiene como consecuencia un aumento de la “masa monetaria”. Si esto es beneficioso para “la economía” o no, si afecta la dolarización o no, depende del uso que se hace de este nuevo poder adquisitivo creado; para remunerar trabajadores, para llevar adelante un proceso productivo, para adquirir activos no reproductibles especulando a la alza de sus precios, para crédito de consumo etc. los efectos serán distintos. Pretender que la prohibición del financiamiento público es indispensable para fortalecer la dolarización, pero no hablar de las consecuencias de la emisión monetaria de los bancos privados y la relación que tiene la política monetaria con ello es profundamente deshonesto, y la “autonomía” aspirada por el Banco Central (del poder político) puede ser nada más, que la expresión de un reconocimiento legal de su “heteronomía” con respecto al capital bancario.

 

Hemos visto que la libre convertibilidad de las promesas bancarias (depósitos; “ECUDólares”) en auténticos dólares “USDólares”: billetes o transferencias al sistema bancario (USD), es el anclaje del espacio monetario ecuatoriano al USD-americano y con ello el fundamento de la dolarización. Mencioné también que el aumento de las reservas internacionales es presentado como un elemento clave de la sostenibilidad de la dolarización. El FMI “proyecta” el aumento de unas reservas brutas (totales) de un poco más de US$ 5’000 millones en la actualidad hacia unos US$ 14’000 millones para el 2024. Está claro que tal Reserva Internacional (parcialmente siendo la contraparte de los pasivos del BCE hacia instituciones bancarias, parcialmente de “libre disponibilidad”) para garantizar la convertibilidad de los saldos contables (los depósitos: cuenta de ahorro, cuenta corriente) del sector bancario nacional en dólares”auténticos”. Está claro, sin embargo, que el monto absoluto de las reservas (acervo) en sí, no significa nada si no se contextualiza en relación con los flujos de “entrada” y “salida” de estas reservas. La variación de las reservas en un determinando tiempo es justamente la diferencia entre flujos entrantes y salientes. No hay reserva suficiente que pueda hacer frente a salidas continuas excesivas, como lo tuvieron que realizar los países del (sud)este asiático cuando buscaban defender sus monedas en la crisis financiera asiática a finales de los años 1990, así como no hay reservorio de riego que puede hacer frente a una larga sequía si no se abastece de agua. En otras palabras, las reservas pueden hacer frente a fluctuaciones temporales de los flujos de “entrada” y ”salida”, y permitir ”ganar tiempo” para atacar los problemas subyacentes, pero no son una solución en sí de estos problemas.

 

Adicionalmente, la manera como se “llena” esta reserva puede afectar los futuros flujos (y por ende justamente la necesidad de utilizarla). El Banco Central del Ecuador anunció hace poco en su cuenta de Twitter como un gran logro el aumento de la Reserva Internacional de US$ 3’281 millones a US$ 5’114 millones (56%) de una semana a la otra; sin mencionar siquiera en una nota al pie que esto simplemente es la contraparte de los US$ 2’000 millones obtenidos por la emisión de bonos a tasas de interés entre 7.8% y 9.6% (según la madurez de los bonos) [4]. Estos costos se contraponen a la remuneración de las Reservas Internacionales, probablemente alrededor de 2% (según la liquidez del portafolio de los activos,) [5]. Si partimos de un diferencial media del rendimiento de 6% anuales entre pasivos públicos ecuatorianos y los activos detenidos en el sistema norteamericano por el Banco Central (estimación probablemente baja), el costo de financiamiento de una reserva de US$ 14’000 millones (proyectadas por el FMI para el 2024) tendría un costo de US$ 840 millones anuales. Costos que justamente significan un incremento de la “salida” de la reserva y un aumento en la dificultad de mantenerla (a estos valores hay que adicionar el costo de tener billetes de dólares en circulación, que representan “la reserva internacional” que circula en el país para hacerse una idea sobre los costos reales de la dolarización).

 

Vemos entonces, que el mero monto de la Reserva Internacional no significa mucho si no se analiza cómo se ha constituido, y cuales factores permiten estabilizarla equilibrando “entradas” y “salidas” a estas reservas. La estabilidad de la dolarización depende por consiguiente de que en promedio no se conviertan más “ECUDólares” en ”USDólares” (salidas) que al revés (entradas). Así formulado, la problemática es mucho más amplia y compleja, y los intereses antagónicas de diferentes sectores sociales se manifiestan con mucha mayor claridad, demostrando que la gestión de la dolarización no es un asunto de “tecnicidad” sino profundamente político y, por ende, de poder.

 

Es importante recordar que las reservas internacionales no son el conjunto de activos monetarios y financieros que poseen individuos y empresas del Ecuador o incluso el estado en el extranjero. Se trata más bien de aquellos que son detenidos por el Banco Central, que les maneja en nombre del “conjunto del espacio monetario ecuatoriano”[6]. Se trata de aquellos activos que pueden ser usados por el Banco Central para su gestión monetaria; activos internacionales (p.ej. depósitos que tiene un banco ecuatoriano en un banco norteamericano) no son “utilizables” para este fin y no forman parte, en consecuencia, de las reservas, sino de las “Posiciones de Inversión Internacional”. Por esta razón es clave estudiar a la vez los cambios que ocurren en los activos detenidos por “agentes” económicos y las reservas internacionales detenidas por el Banco Central en nombre del “conjunto”. Si una persona “transfiere” dinero al exterior “convierte” en realidad ECUDólares en USDólares con la ayuda del Banco Central, las reservas se reducen en la misma cantidad en que las Posiciones de Inversión Internacional aumentan: se han “privatizado” estos activos internacionales.

 

El Banco Central es una instancia de mediación entre el espacio monetario nacional y el internacional y las reservas son a la vez expresión y parte del proceso de mediación. Mientras que el Banco Central puede producir libremente ECUDólares a cambio de USDólares (“entradas”), solamente puede convertir ECUDólares en USDólares en lo que sus Reservas Internacionales permiten (”salidas”). Mantener la solidez de la dolarización significa mantener las “salidas” a un nivel que no sobrepase, en promedio los “ingresos”. Pero hay muy diferentes formas de alcanzar este objetivo, con consecuencias sociales diferentes y con posibilidad de sostenerse a mediano plazo, así mismo diferentes. Lo que podemos ver en las estadísticas de las Posiciones de Inversión Internacional publicada por el BCE y el FMI es que los activos internacionales detenidos por agentes privados ecuatorianos son cada vez más, creciendo a la par con la deuda pública externa [7].

 

La insistencia en la magnitud de las Reservas Internacionales del BCE en las reformas que reducen restricciones a las importaciones y salidas de divisas (reducción de impuestos a la salida de divisas) así como en el ritmo acelerado de endeudamiento público, vemos que el tipo de “regulación” o manejo de la dolarización que está en curso y fomentado por las reformas en proceso de elaboración: apuntan a sostener las salidas (“particularización” o “privatización” de los activos del conjunto) por medio de una “socialización” de los costos de restablecer el nivel de las Reservas Internacionales. Que estos costos son distribuidos muy desiguales entre los diferentes sectores de la sociedad se sobreentiende.

 

Hemos visto arriba que este modelo tiene poca posibilidad de sostenerse en el tiempo por los límites al endeudamiento público externo, así como a los costos cada vez mayores en pagos de intereses que vuelve esta estrategia autodestructiva, salvo que se den en el futuro ingresos públicos en USDólares de tal magnitud que puedan sostener este esquema. Esto solamente podría darse por ejemplo, si se remata el conjunto de la riqueza natural del país (minera y petrolera) con consecuencias sociales y ambientales descomunales [8].

 

Tan importante como la falta de sostenibilidad de esta estrategia aparecen preguntas políticas. ¿Por qué razón se deberían socializar los costos implícitos en la transformación de activos ecuatorianos en internacionales (“fuga de capital”)? ¿Acaso no existen estrategias para mantener en equilibrio entradas y salidas que distribuyen los costos de la dolarización de forma más equitativo, cobrando el costo a aquellos sectores que se benefician de esta conversión de ECUDólares en USDólares?

 

Estas breves consideraciones nos permiten analizar que el tema de la “autonomía” del Banco Central no es condición necesaria para su buen funcionamiento, y para la gestión “técnicamente óptima” del sistema monetario ecuatoriano; por el contrario, es el fundamento jurídico para que el Banco Central tome decisiones libremente, sin necesidad de debates públicos, la manera en que (y en beneficio de quien) va a manejar la política monetaria. Hay muchas formas para manejar un sistema monetario dolarizado, y no una sola, técnicamente correcta. La “autonomía” del Banco Central implica la libertad de llevar adelante la política monetaria sin injerencia del poder público, y por ende sin riesgo alguno de subordinación de la política monetaria a una política económica más ampliamente definida. La aspirada “autonomía” del Banco Central es entonces la que crea las condiciones necesarias para una gestión independiente de todo poder establecido sino que es la codificación del desmantelamiento de las capacidades sociales de orientar el proceso de reproducción del capital en cauces menos destructivos. En lo que concierne el sistema monetario, esto implica renunciar a la posibilidad de concebirlo como un “bien público” (similar a algunas infraestructuras) donde una regulación pública es necesaria para su buen funcionamiento, para convertirlo en un bien privado que permite la extracción rentista por parte de los sectores que lo pueden controlar (p.ej. los bancos privados monopolizando la emisión monetaria) [9]. La autonomía es entonces una pieza más en el proceso de privatización de las riquezas y socialización de los costos que implica el “paquetazo” de Lenin Moreno, del FMI y de la oligarquía ecuatoriana (con sus matices). Complementa y da sentido a estos dos pilares discutidos, que son el aumento de las reservas internacionales y la prohibición del financiamiento del sector público por parte del Banco Central.

 

Como el resto de las medidas contenidas en este “paquetazo” y los que sin duda están en preparación, la “autonomía” del Banco Central debe ser rechazada por ser una pieza más en el vaciamiento de los procesos políticos democráticos y la construcción de una administración de la vida de las personas por instituciones autoproclamadas “técnicas” (FMI, BCE) al servicio de las fracciones dominantes del capital.

 

Notas

 

[1] Para una discusión sobre la lucha de los Bancos Centrales por su independencia y sus implicaciones profundamente anti-democráticos véase: Werner, R. (2016). Shifting from Central Planning to a Decentralised Economy: Do we Need Central Banks? Recuperado 6 de octubre de 2019, de https://professorwerner.org/shifting-from-central-planning-to-a-decentra... . Para un relato detallado del caso japonés, véase del mismo autor: Werner, R. (2003). Princes of the Yen: Japan’s central bankers and the transformation of the economy. Armonk, N.Y: M.E. Sharpe.

 

[2] El Banco Central del Ecuador estima para Agosto 2019 la existencia de billetes en la economía Ecuatoriana de 16’135 millones de US$, de 80 millones US$ de moneda y aproximadamente de 40’000 millones de US$ en forma de diferentes promesas de bancos que “circulen”, es decir que fungen como dinero propiamente dicho.

 

[3] Ver al respecto el excelente artículo de Andrés Arauz del 24 de enero 2019 en la página del Observatorio de la Dolarización: https://dolarizacion.ec/2019/01/24/dolares-y-xenodolares-el-sistema-de-pagos-como-politica-monetaria-en-el-ecuador-dolarizado/

 

[4]Sobre las comisiones pagadas a los bancos que organizaron la emisión no se ha informado al país, pero el hecho de que las reservas no aumentaron de US$ 2000 indica que este “trabajito” no se ha efectuado gratis.

 

[5] Para el 2018, el BCE indica que los ingresos de renta derivadas de las Reservas Internacionales se elevaban a US$ 77.8 Millones. Para unas reservas promedias de US$ 3’651 Millones (promedio calculado a partir de las cifras mensuales publicados por el BCE (idealmente sería un promedio calculado a partir de cifras diarias) se trata de una tasa de retorno de 2.1%.

 

[6] Para la noción de „conjunto“ (set) clave para el análisis monetario ver: Rossi, S. (2007). Money and payments in theory and practice. London; New Yok: Routledge.

 

[7] Ver https://coyunturaisip.wordpress.com/2019/07/04/como-interpretar-a-los-prestamos-del-fondo-monetario-internacional-fmi-demas-multilaterales-y-su-relacion-con-la-dolarizacion donde también puede encontrar las hojas de balance dibujadas que permiten visualizar el papel del Banco Central y de los bancos privados en la emisión monetaria.

 

[8] La extensión del ámbito de relaciones contractuales del estado en los”sectores estratégicos” protegidos por arbitrajes institucionales previstos en la propuesta de ley entregada a la Asamblea Nacional indica que este es efectivamente el camino planeado.

 

[9] Sobre el sistema monetario como bien público se puede consultar: Ricks, M. (2017). Money as Infrastructure. SSRN Electronic Journal. https://doi.org/10.2139/ssrn.3070270

 

[1] Agradezco los comentarios y sugerencias para mejorar el texto por parte de compañeros del ISIP. Los errores son, sin embargo, de mi única responsabilidad.

 

Fuente:

https://coyunturaisip.wordpress.com/2019/10/10/el-paquetazo-y-la-autonomia-del-banco-central-algunas-reflexiones/

 

https://www.alainet.org/es/articulo/202616
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