A lomo de la globalización ¿multilateralismo para un futuro de trabajo equitativo?
- Opinión
El Foro temático de la Organización Internacional del Trabajo “Un sistema multilateral eficaz, clave para un futuro del trabajo equitativo” reflexionó acerca de qué medidas pueden tomarse a nivel internacional y regional para reducir las desigualdades y cómo aumentar la coherencia de la colaboración en el marco del sistema multilateral
Lo que dejó en claro este foro –realizado el 18 de junio en ocasión del centenario de la OIT- es que el sistema multilateral no responde a las expectativas generadas, y se evidencia una insistencia de los estados más poderosos para actuar de manera unilateral en la defensa de sus intereses de seguridad y bienestar y hegemonía.
La desigualdad es uno de los retos decisivos de nuestra época. Las últimas etapas de la globalización, en particular en las finanzas y en el comercio internacional, han contribuido mucho a reducir las diferencias entre los países, y sin embargo en el ámbito nacional se está ahondando la brecha entre los más ricos y los más pobres.
Aunque se ha logrado reducir la pobreza extrema, los ingresos y la riqueza están cada vez más concentrados. La mayor parte de las economías está creciendo, pero la participación del trabajo en la renta nacional disminuye, y se ha constatado un estancamiento de los salarios reales de gran parte de la fuerza de trabajo.
Todos estos factores han fomentado el aumento de desigualdades perniciosas e inaceptables que ponen en peligro al conjunto de la sociedad. Ha llegado el momento de tomar medidas que aseguren un futuro equitativo, con respuestas firmes y coordinadas a nivel mundial.
El Foro Temático
En el marco de un foro temático, los oradores examinaron lo que es necesario hacer a nivel regional e internacional para reducir las desigualdades y cómo el sistema multilateral puede funcionar de manera más coherente a fin de lograr ese objetivo. Aquí destacamos las intervenciones de los participantes
Roberto Carvalho de Azevêdo, Director General de la Organización Mundial del Comercio (OMC), dijo que aplicar “parches viejos” en momentos de grandes cambios estructurales en todo el planeta “no va a funcionar”.
Las soluciones necesarias, agregó, se encuentran en gran parte “en las políticas nacionales, que es lo que los gobiernos pueden hacer. Por supuesto, las organizaciones internacionales tienen un importante papel que desempeñar, en particular al identificar los problemas, proponer soluciones e incentivar el debate a nivel nacional, de manera que avancemos y progresemos en la dirección correcta”.
Guy Ryder, Director General de la OIT, señaló la necesidad de abandonar la visión según la cual el incremento de las desigualdades “es el precio que tenemos que pagar para que la economía siga creciendo. Es tiempo de revisar estos viejos modelos”.
“Esto nos lleva al corazón mismo de lo que el mundo del trabajo está haciendo en esta Conferencia. Nos gustaría comenzar a formular las respuestas necesarias para tener un futuro del trabajo más equitativo. Aunque la OIT tiene que hacer una buena parte de ese trabajo… no nos corresponde sólo a nosotros”, añadió.
Mientras, Sharan Burrow, Secretaria General de la Confederación Sindical Internacional, declaró que “Es necesario cambiar la manera en que hacemos negocios, porque ese modelo expiró”. Luego añadió: “Tenemos que aprender a trabajar para una economía mundial que favorezca el crecimiento, pero un crecimiento que sea compartido, inclusivo y beneficie a las personas y las empresas sostenibles”.
Anousheh Karvar, delegado del Gobierno francés al Consejo de Administración de la Organización Internacional del Trabajo y Oficial de Tareas de Trabajo y Empleo del G7-G20, dijo que “Los países del G7, los ministros de Trabajo del G7, hacen un llamado a favor de una mejor integración de las normas internacionales del trabajo en tres ámbitos en los cuales la Declaración de Filadelfia ha sido nuestra inspiración: las finanzas internacionales, el comercio y el futuro del trabajo”.
Ibrahim Assane Mayaki de la República de Níger, Director Ejecutivo de la Nueva Alianza para el Desarrollo de África (NEPAD), recordó que diversos países de África tienen algunas de las economías de más rápido crecimiento y a la vez más desiguales del mundo.
“Pronto nos dimos cuenta de que el desarrollo no equivale a crecimiento económico fuerte, porque el crecimiento económico fuerte no conduce automáticamente a un crecimiento compartido. La mejor definición y la más simple que puede darse al crecimiento inclusivo, es la creación de empleos decentes”, indicó.
Mahmoud Mohieldin, Primer vicepresidente del Grupo del Banco Mundial para la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, las Relaciones con la ONU y las Alianzas, señaló que existe la necesidad de “invertir en el capital humano”, incluidas “las inversiones en la salud universal, la educación universal y en la primera infancia, dedicando atención suficiente a la dimensión de igualdad de género”.
Aseveró que también existe la necesidad de invertir en la infraestructura, “incluida la infraestructura digital, que requiere de un gasto enorme y alianzas honestas entre el sector público y el privado”, así como inversiones “relacionadas con la resiliencia, que abarca áreas que tienen que ver con el gasto social y la protección social”.
Gabriela Ramos, Jefa de Gabinete y sherpa de la OCDE ante el G20, destacó que el nivel actual de desigualdad es insostenible. “Cuarenta por ciento de la riqueza (está concentrada) en el 10 por ciento (de la población) más rica, y tres por ciento de la riqueza en el cuarenta por ciento más pobre; y esto en las naciones más avanzadas.”
“(Son necesarias) cinco generaciones para que una persona en el extremo inferior de la escala de distribución de los ingresos alcance un ingreso medio; esto significa ninguna movilidad social. Las clases medias están estancadas, porque los salarios no han evolucionado a lo largo de las últimas dos décadas, y el costo de la vida, la vivienda y la educación ha aumentado”, resaltó.
Peter Robinson, presidente del Consejo de Estados Unidos para el Comercio Internacional (USCIB), recordó que las desigualdades extremas son “socialmente desestabilizantes, dan lugar a una fuerte polarización, debilitan la confianza de las personas en nuestras instituciones”.
Dijo además que la falta de diversidad de género sigue existiendo en el lugar de trabajo y esto debe ser abordado. La diversidad y la igualdad de género en el lugar de trabajo, con frecuencia son obstaculizadas por las persistentes “barreras culturales y sociales, el estigma, prácticas y actitudes que hacen recaer de manera desproporcionada sobre las mujeres las tareas del cuidado de los niños y los ancianos”.
La otra mirada
El marco cuasi idílico de Ginebra permite sin lugar a dudas la proliferación de ideas, sugerencias, y hasta osadas proposiciones que ponen en tela de juicio a los principios fundadores del capitalismo.
Claro, alguna esencia perturbadora de La República de Rousseau, se respira en el ambiente, donde Marx participó en las primeras batallas por la emancipación de la clase obrera, o. Lenin estuvo refugiado, escribiendo sus Tesis de Abril: tal vez estas circunstancias hayan hecho de la ciudad de Calvino un cultivo de ideas y viejas aspiraciones de justicia social.
No es nuevo el asunto. Probablemente, quizás se estime a primera vista que el tratar actualmente estos temas, es llegar un poco tarde después de tantos trabajos en este sentido, de tantas y tantas promesas. Pero éste es un tema inagotable de reflexiones - profundas- mas esta cuestión siempre antigua y siempre nueva es un tema capital: la cuestión esencial del multilateralismo presente, a lomo de la globalización.
Sin embargo, parece ser que, en la práctica, el sistema multilateral no responde precisamente a las expectativas generadas, y por el contrario se evidencia una insistencia de los estados para actuar de manera unilateral en la defensa de sus intereses de seguridad y bienestar.
Muchos piensan que el estado en que hemos vivido en las últimas décadas no es un verdadero multilateralismo, sino un unilateralismo disfrazado de multiplural.
Varios países considerados potencias han hecho gravitar los asuntos de interés internacional en base a sus intereses nacionales particulares y, mediante el proceso de coaliciones, las negociaciones internacionales han reflejado un sesgo hacia varios grupos de países sin una plena participación o legitimidad de todos los miembros de la comunidad internacional.
“Una nación, un voto” no ha sido verdaderamente un principio que guíe a las organizaciones internacionales en los temas trascendentales de seguridad y bienestar., El multilateralismo tiene serias deficiencias que se han agravado últimamente.
La presencia de nuevas amenazas que involucra a la seguridad y la paz, así como la fuerte crisis que enfrenta el modelo económico capitalista, que supuestamente habría generado la prosperidad, deviene en serios cuestionamientos a la capacidad de la estructura de gobernanza internacional para solventar o impedir conflictos.
De igual manera, las instituciones internacionales generan una dinámica elitista en donde pocos actores son capaces de influir en el proceso, a diferencia de los procesos democráticos en los que el desarrollo de consensos y la participación inclusive de grupos de interés o de cabildeo da forma a la política pública, construyendo formatos de diálogo más extendidos.
Pero en realidad el principio de igualdad defendido por los países desarrollados, cuando se trata de equiparar sus capacidades políticas y económicas frente a los países empobrecidos, se convierte en una herramienta para sostener los privilegios de los más poderosos.
La igualdad formal de la ciencia jurídica no puede reemplazar la justicia como criterio de partida. Por eso no sirve la simple aplicación de la normativa internacional, ya que la ley en condiciones de injusticia suele ajustarse en función de los intereses de quien puede detentar los mecanismos de presión y sanción.
Un sistema de comercio, que no tenga la justicia y la vida digna de los seres humanos y de la naturaleza, como derecho imperativo general [ius cogens]), no está a la altura de las necesidades de los países empobrecidos, no ayudará a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y solo contribuirá a perpetuar las condiciones desiguales que nos tienen en la crisis actual.
Ahí están las declaraciones y recomendaciones: que cada uno saque sus propias conclusiones. Para, nosotros, los foros se repiten y se suceden, pero el principal protagonista de tanta injusticia, el sistema capitalista sigue ausente de los debates, cambiar la realidad significa confrontarse con el sistema. Todo lo demás son promesas, propias del Barón de Lampedusa.
-Eduardo Camin es periodista uruguayo acreditado ante la ONU en Ginebra, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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