Lobos disfrazados de corderos

20/06/2019
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El éxito de las mega iglesias evangélicas en Guatemala, la proliferación insólita de pastores evangélicos, la mayoría pentecostales, en dicho país no encierran ningún misterio: los guatemaltecos acuden a ellas, por así decirlo, a punta de pistola.

 

Allí los empujan las fuerzas policiales y para policiales a escuchar la verborrea pseudo-bíblica de los predicadores carroñeros licenciados en teología por la CIA. O abres las orejas a los predicadores o te las cortan los coroneles como el siniestro protagonista del relato “The Colonel” (en este caso de El Salvador que para el caso es lo mismo) de Carolyn Forché que debería de ser lectura obligada en todas las universidades de Centro América y de todas partes.

 

En Guatemala o estás delante de los fusiles o estás detrás y en el caso de algunos lobos disfrazados de corderos o de pastores delante y detrás, pero preferiblemente a la derecha -ultra- de los mismos. Desde que secuestraron la democracia en ese país con el golpe de estado orquestado por la CIA estadounidense que derrocó a Jacobo Arbenz, la única forma de ganarse la vida en Guatemala es con la muerte de otros y la única forma de escapar a la esclavitud es esclavizando al semejante o al prójimo, por utilizar un término muy familiar para cualquier conocedor del auténtico Evangelio de Cristo que los pastores evangélicos ignoran y tergiversan.

 

La mayoría de ellos son iletrados y carecen de educación es cierto, ¿Cómo podría ser de otra forma en un país reducido a la miseria a causa de la represión ejercida por los matones a sueldo de algunas grandes corporaciones que cambian de nombre con la misma frecuencia que las iglesias evangélicas, pero son todas hermanas e imitadoras de la United Fruit Company ahora conocida como Chiquita, y por los altos mandos de los ejércitos de la OTAN?

 

En Guatemala existe un dicho: “Si quieres hacerte rico, hazte pastor evangélico”. Ser pastor es la única forma de escapar a la miseria aparte de dedicarse al narcotráfico. Sin duda los pastores evangélicos predicarán fervientemente contra las drogas de vez en cuando en sus mega iglesias. Pierden el tiempo. No van a acabar con un negocio tan lucrativo como ése con sus prédicas, sobre todo porque se trata de un negocio del que la CIA siempre tuvo el monopolio. Todos conocemos su implicación en el tráfico de drogas a gran escala para financiar a los Contra enfrentados al gobierno legítimo de Nicaragua. Las cantidades ingentes de dinero empleadas en aplastar la revolución en ese pequeño país producen asombro. La pequeña Nicaragua merece desde luego el calificativo de heroica. Resulta increíble que haya resistido el terrible embate de todos los grupos paramilitares financiados por la CIA y por la OTAN y que haya conseguido mantener o rescatar su frágil democracia a pesar la oposición de los grandes de este mundo. Los grandes tiranos, por supuesto. No van a acabar con el narcotráfico ni van a conseguir legalizarlo aquellos que de verdad se oponen a las mafias porque los representantes del entramado financiero - militar de Occidente desean seguir disfrutando del monopolio del mismo. Su guerra contra los traficantes de drogas no es más que una guerra contra los narcotraficantes que no se encuentran en su nómina. La guerra contra las drogas es tan falsa como la guerra contra el terrorismo que es la misma.

 

 Por lo demás el tráfico de drogas no sólo es inmensamente lucrativo, también sirve para neutralizar a los inconformistas de Norte América que suelen acabar drogándose como único medio de escapar a una realidad opresiva, aunque no tanto como la que se vive en Centro América.

 

Hay que decirlo bien claro: La palabra de los pastores supuestamente cristianos en Guatemala no cuenta. Cualquier cristiano auténtico que viva o malviva en ese país está condenado a esconderse en las catacumbas, como sucedía durante el imperio romano que tanto se parece al imperio de la OTAN, aunque este último le aventaje en opresión e intolerancia. No podemos creer en un cristiano que salga a la superficie en Guatemala y viva para contarlo. La única forma de predicar el Evangelio en un país sin libertad como Guatemala es derramando tu sangre y convirtiéndote en un mártir.

 

¿Pero qué pasa con la predicación de los evangélicos de otros países no tan severamente sometidos al totalitarismo de la OTAN? Deberían ser los primeros en denunciar la persecución a la que se ven sometidos los inocentes y los indefensos en dicho país, incluyendo a las viudas y los huérfanos que tienen que emigrar huyendo del terror a Norte América, y cuya causa se defiende constantemente en el Antiguo Testamento que tanto citan los pastores evangélicos (con mayor frecuencia que el Nuevo y luego diré por qué) y del que sólo escogen los pasajes no censurados por los neoliberales o neofascistas de todo el mundo.

 

 ¿Qué pasa con la predicación de personajes de reputación tan dudosa como Edir Macedo, máximo representante de la Iglesia Universal del Reino de Dios (o mejor dicho del reino de su dios que me temo que no es otro que Satanás) que ha construido un Templo de Salomón en San Paulo, modelo imagino del que algunas organizaciones israelíes como el Temple Institute con la ayuda de fundaciones estadounidenses como la Biblical Faith Ministries conspiran por construir en la explanada de las mezquitas aunque ello implique desencadenar una nueva guerra mundial (¿suponiendo que no sea ese precisamente el objetivo que persiguen)? Están empeñados en acabar con un mundo que ellos han convertido en un lugar inhabitable. Muchos esperan, al parecer, ser arrebatados al cielo, los muy ilusos, después de haber logrado desencadenar la hecatombe y edificado un infierno en esta tierra.

 

 No creo que haya un fenómeno más preocupante para la paz y la prosperidad mundial ni más repugnante que el de la apropiación y tergiversación de las Sagradas Escrituras por parte de los corporativistas neofascistas y su escuadrón de predicadores neosatánicos. Ni siquiera se han tomado la molestia de pergeñar una nueva religión a su medida como hicieron los nazis recurriendo al ocultismo o a la mitología teutónica. Todo lo roban, hasta los textos sagrados. Es mejor apropiarse del trabajo de los primitivos evangelizadores de la misma forma que se apropian del trabajo de los campesinos y de todos los que trabajan y capitalizar la sangre de los mártires; algo que ellos no son ni lo serán nunca. Lo suyo es pasar el cepillo para robar la calderilla de aquellos que se han arruinado por su culpa.

 

 Se trata de una tergiversación que hay que denunciar de la mejor forma posible: con la Biblia en la mano. A los que vivimos en Europa no nos hace falta enarbolar el fusil con una mano y la Biblia con la otra para defender nuestros argumentos, como hacía Ríos Montt cuando encabezaba su monstruosa campaña destinada a exterminar indígenas. Una imagen que debería haber hecho enmudecer a sus mentores estadounidenses del Gospel Outreach si alguna vez hubieran tenido un poco de vergüenza.

 

No conozco de primera mano a los pentecostales de Latinoamérica, pero conozco muy bien a los de España. Estos últimos son los primeros que deberían denunciar la crítica situación que viven cristianos (y paganos) en Guatemala en vez de convertirse en voceros de los oscuros intereses de los sionistas asesinos del Israel de la “carne”. El Antiguo Testamento se acomoda mejor a su defensa de los intereses israelíes que el Nuevo -aunque no tanto como ellos piensan- por el que pasan casi siempre así como de puntillas, pisándolo en cualquier caso. A veces me da la impresión que lo que desean verdaderamente es convertirse al judaísmo. ¿Por qué no lo hacen y dejan de esa forma de torcer las escrituras?

 

La causa del estado totalitario de Israel y su infame “Apartheid”: esa es la causa de muchos pentecostales en España, junto con la defensa a ultranza de la familia burguesa, (la familia de Bush, especialmente), la promoción de un puritanismo intolerante (algunos de ellos ni siquiera beben vino en sus Eucaristías, lo cual es ya el colmo del despropósito y del ridículo, prefieren el mosto de uva o la sangre de los mártires de la libertad guatemaltecos), y por supuesto el fortalecimiento de la homofobia. La estigmatización y la persecución de las minorías sexuales o de los homosexuales, para ser más exactos. Alguien debería decirles que no hay nada en la Biblia que condene el amor entre adultos sean del sexo que sea; es el odio del que ellos están ebrios, ya que no de vino, lo que se condena. El pasaje de San Pablo en la epístola de los Romanos que tanto citan los intolerantes no es más que una condena de la “lujuria” (es preciso subrayarlo), condenable para un cristiano sea cual sea el sexo de los que incurren en ella, aunque no tanto como la extorsión, la violación, la tortura y el asesinato. Me temo, de todas formas, que sería inútil recordárselo; la gente cegada por el odio o los prejuicios sólo encuentran en los Evangelios aquellos pasajes que a su pobre juicio los alimentan.

 

La familia burguesa que defienden los pentecostales (y también los católicos, todo hay que decirlo, aunque quizás con menos vehemencia), la familia de “carne”, no tiene nada que ver con la sagrada familia, compuesta por una madre que era virgen, un padre que era un padre adoptivo, y un hijo que era el hijo de Dios y Dios hecho hombre. No creo que se pueda concebir una imagen menos burguesa de la familia.

 

El éxito de los pentecostales o evangélicos en Latinoamérica y también en España bebe también de la fuente turbia del autoritarismo de larga tradición por desgracia en dichos países. Un autoritarismo del que son herederos y que ellos alimentan. Sus métodos que consisten en exigir, de forma expresa o no, la sumisión absoluta al pastor y sus consignas sin mucho margen de réplica, sumisión que consiguen invocando a Dios y a las escrituras de los que ellos se consideran, cómo no, los auténticos intérpretes y representantes en la tierra, y entremezclando los pasajes de las escrituras que les convienen junto con su propia perorata, hacen que resulte muy sencillo imponer a los fieles o seguidores el programa de los líderes fascistas que se encuentran a menudo en la sombra. Tiene la fea costumbre de pedirles a los fieles a cada instante que digan amén a todo lo que ellos dicen. Se trata de una especie de inducción hipnótica que curiosamente ellos a menudo condenan en sus prédicas. Lo de siempre.

 

Se trata de una manipulación muy peligrosa (de la que algunos pastores no son conscientes, imagino, quiero ser justo al respecto) que está detrás probablemente del triunfo de ultraderechistas como Bolsonaro y que hay que combatir con una correcta interpretación de la Biblia. O por lo menos cada cual con la suya propia.

 

No quiero ensañarme demasiado, de todas formas, con los pastores evangélicos o pentecostales. O por lo menos no con todos ellos. No dudo de que el celo de algunos sea sincero y sus intenciones honestas, pero se hallan atrapados en esa cárcel que son muchos países centroamericanos y no han conocido libertad ninguna, ni más horizonte que el de las espadas.

 

Seguramente muchos de ellos rezan ardientemente esperando una ayuda providencial que lo más probable es que venga de fuera si es que viene, de allí donde uno no arriesga su vida por decir la verdad, aunque sí seguramente una “próspera” carrera. No todos serán como esos pastores que cuentan que recorren o recorrían los pueblos o las aldeas buscando a los pecadores para apalearlos. Pecadores cuyo único pecado probablemente era intentar vivir mínimamente su propia vida y no la muerte decretada por los oligarcas apadrinados por la Casa Blanca.

 

A los tiranos les gusta que el comportamiento del pueblo sea muy “correcto”. El libertinaje se queda para élites, sobre todo en sus viajes a París, por ejemplo. Puede también que en sus recintos acordonados por las fuerzas del nuevo orden mundial neoliberal o neofascista los fieles establezcan algunos lazos afectivos entre sí que no pueden establecer en las calles tomadas por las maras. Por lo demás si esta iglesia descabezada o con cabeza múltiple (pero pensamiento único) sigue creciendo le pasará lo mismo que a la iglesia católica que se convertirá en una iglesia conformista donde sólo unos pocos se atreven a romper alguna lanza por los desvalidos. Es la condición humana. No todos nacimos para héroes o para mártires. No podemos, de todas formas, dejar de ensalzar la memoria de figuras como las monjas Maryknoll o Monseñor Romero. Su valor y su sacrifico nos asombra y sobrecoge. El auge y declive de la Teología de la Liberación en Latino América saboteada por Roma merece capítulo aparte. Urge revitalizarla.

 

 Porque lo cierto es que no hay por qué negar la viabilidad de un movimiento religioso verdaderamente liberador en Guatemala. No tiene que ser necesariamente importado. Pero semejante movimiento tendría que tomar las calles controladas por generales y coroneles entrenados en la Escuela de las Américas y las maras que nacieron en los barrios marginales de Los Ángeles plagados de adictos a la cocaína vendida por la CIA para financiar su guerra contra todo tipo de insurrecciones populares. O sea por los mismos que les dictan, consciente o inconscientemente, sus sermones a la mayoría de predicadores.

 

¿Pero cuál es la causa de esta sumisión mental por parte de las masas a las élites financieras foráneas, su cohorte de caciques locales y sus múltiples cancerberos? ¿Se debe tan sólo al miedo a la fuerza de las armas? ¿O pecan también de alguna “idolatría” por utilizar un término que les gusta mucho a los evangélicos y de la que ellos pecan más que nadie? ¿Fue facilitado el fracaso de la reforma de Arbenz y la intromisión extranjera por los complejos de una gran parte del pueblo guatemalteco que cayó presa de la fascinación por el coloso norteamericano? ¿Y a qué se debe la resistencia heroica de los nicaragüenses? ¿Acaso son más inmunes al supuesto encanto del país del norte y sus cantos de sirenas que siempre se convierten en górgonas? Son cosas que cabe preguntarse.

 

Para comprobar el fraude que suponen los pastores evangélicos en Guatemala, con su evangelio de la prosperidad a ultranza, basta con comprobar la ruina en la que se encuentran inmersos los guatemaltecos. Conforme se multiplican las mega iglesias se multiplica la miseria. La palabra prosperidad debe sonar a música en los oídos de los guatemaltecos condenados a la pobreza por la intromisión foránea en sus asuntos, comprendo que no quieran que les hablen de sacrificios aquellos que han sido sacrificados de forma inmisericorde al dios del dinero de otros. ganando ilícitamente.

 

Algunos se lamentan de la falta de sacerdotes o de predicadores en Europa. En Guatemala, en cambio, hay demasiados. No se puede predicar el evangelio como Dios manda cuando estás obligado a predicarlo, no por vocación, sino a la fuerza si quieres escapar del infierno Made in USA en que se ha convertido Guatemala.

https://www.alainet.org/es/articulo/200560?language=es

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