El artista propone y la sociedad dispone

14/06/2019
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Foto: Olimpo Cárdenas
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Los artistas que de algún modo renuncian a la institucionalización y al aburguesamiento, los que no tienen como objetivo central el éxito económico, los que ambicionan no sólo entrar a la historia del arte sino provocar y conformar las imágenes, la conciencia y la cultura de su comunidad, aquellos que tienen la fuerza y la capacidad de imaginar y de crear, deben intentar,  entre otras cosas, la Utopía. Si la ciudad se extingue, los artistas serán los primeros en desaparecer”.

La ciudad es la utopía.

Gustavo Zalamea Traba

 

El lunes 11 de junio Bogotá amaneció fría y lluviosa.  Sin embargo, ello no fue impedimento para que llegaran a la Plaza de Bolívar 70 líderes sociales provenientes de distintas regiones y cerca de 300 voluntarios, entre artistas, estudiantes y miembros de organizaciones sociales. Todos venían con entusiasmo a cumplir la cita con la artista plástica Doris Salcedo. El objetivo era acompañarla a denunciar ante la sociedad colombina y ante el mundo el sistemático asesinato de líderes sociales (más de 600 según el Cinep, en los últimos dos años), a través de una puesta escena y de una obra artística colectiva.

 

En un lento y acompasado baile, no exento de cierto aire ceremonial, las primeras personas que aceptaron la convocatoria, se dedicaron a retirar el agua con trapos, baldes y escobas para que los responsables de escribir los nombres de 165 líderes sociales pudieran hacerlo con tiza blanca sobre el húmedo suelo, antes de esparcir cartulinas blancas sobre las que sellarían los nombres con tinta negra y cinta adhesiva, para martillar encima trozos de vidrios y unir fragmentos sobre cada nombre. La propuesta, llamada ‘Quebrantos’, simboliza la historia dolorosa y fragmentada de un país que se reinventa, se aleja y se integra en su llanto pero también en su esperanza, como el tejido social que se resiste a su ruptura definitiva y se niega a permitir que sean los violentos quienes dicten la última palabra.

 

El objetivo era reconstruir la historia y los nombres de algunas víctimas, arrebatárselas al olvido mediante una expresión estética, y evitar su doble asesinato como lo advierte el sociólogo argentino Daniel Feierstein en su texto El genocidio como práctica social, cuando afirma que en los contextos de criminalidad sistemática, el exterminio ocurre dos veces: La primera en forma física y violenta, y la segunda cuando se aplica el exterminio “simbólico” a través de la imposición de una determinada interpretación histórica de lo sucedido, en la que se establece la desaparición física de las víctimas por medio de su desaparición de la escena histórica. ‘Quebrantos’ es, en ese sentido, un grito de resistencia, de rechazo a un nuevo exterminio, al miedo y la indiferencia que lo acompañan, y un llamado a defender la verdad, la justicia, la memoria y la dignidad de las víctimas.

 

 

La Comisión de la Verdad y la Universidad Nacional, organizadores de la iniciativa de Salcedo, la definieron  “como una acción de duelo monumental que busca enaltecer y honrar la memoria de los líderes asesinados recientemente. Toda la acción es una elegía elevada que busca evocar las presencias de estas víctimas cuya memoria se debate en la fragilidad del olvido. Es la creación de un poema fúnebre en la Plaza de Bolívar, corazón político del país, donde se dibujarán los nombres de 165 de estos líderes para luego reescribirlos en vidrio fracturado”[1].

 

Para el transeúnte, el observador cercano o distante que se deja invadir por este maremoto de emociones que estremecieron la rutina de la Plaza de Bolívar es evidente la dimensión del daño social que genera el asesinato de cada líder social, defensor de derechos humanos o ambientalista; son pérdidas irreparables que marcan el devenir de la nación misma, nuestra concepción humana y la del país en su real estructura política y social. No es posible hablar de paz, de su consolidación y su defensa si se ignora el exterminio que se ha desatado en buena parte del territorio nacional, el mismo que determina indefectiblemente la percepción que tenemos acerca de nuestra propia historia y de la naturaleza de un sistema, cuyas prácticas y contextos facilitan la perpetración de crímenes y abusos de manera sistemática.

 

Para María Belén Sáez de Ibarra, curadora de ‘Quebrantos’ y directora de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional, “luego de esta acción, que es un poema fúnebre que busca traer los líderes asesinados a la vida, quedará una gran imagen que se fije en el corazón del posconflicto colombiano”[2].

 

 

No es la primera vez que Doris Salcedo convoca a una acción colectiva para articular una propuesta estética con el dolor que atraviesa, como hilo conductor, la historia de Colombia.

 

En diciembre de 2018, en cumplimiento del Acuerdo de Paz, se presentó el primero de los tres monumentos elaborados con las armas fundidas que entregaron los excombatientes de las Farc durante su proceso de desmovilización. El contra-monumento ‘Fragmentos’, realizado con la participación de decenas de mujeres víctimas del conflicto armado, se creó con placas metálicas en formato de baldosas, con un peso superior a las 37 toneladas para cubrir el piso de una casona en ruinas, ubicada a espaldas de la Casa Nariño, residencia del jefe de Estado, en el centro de Bogotá. Salcedo explicó en aquella oportunidad que hablaba de «Fragmentos», porque “hasta ahora lo que tenemos son fragmentos de paz, no estamos recibiendo una paz completa”. El Museo Nacional afirmó en un comunicado que, “a través de este proyecto la artista ha concebido un lugar que busca crear diálogos a partir de una nueva plataforma física y conceptual, que propone una reflexión constante sobre los efectos y rupturas del conflicto armado colombiano. Este lugar, que entrelaza los conceptos de superficie, silencio, vacío y ruina, va mucho más allá de la idea tradicional de un monumento que busca exponer una versión épica de nuestra historia reciente. Según Salcedo este lugar tiene una escala humana que gracias a la paz nos permite a los colombianos pararnos sobre una nueva realidad”.

 

Dos años atrás, en octubre de 2016, luego de la derrota del plebiscito, Doris Salcedo presentó ‘Sumando ausencias’, una iniciativa por la paz y una acción de duelo, que con el apoyo de más de tres mil personas cubrió la Plaza de Bolívar con una tela blanca sobre la que se tejieron los nombres de miles de víctimas del conflicto armado colombiano. Durante varios días estudiantes de artes, maestros, activistas y víctimas de la guerra y de la violencia se dedicaron a escribir 2.300 nombres con cenizas en cuadros de tela de 2,50 de ancho por 1,40 metros de largo. El resultado fue un rotundo impacto en la conciencia de un país acostumbrado a vivir con la muerte, la tragedia y el intencional olvido.

 

 

Sin embargo, como suele suceder frente a toda propuesta creativa, hay seguidores y detractores. Mientras algunos reconocen su obra y larga trayectoria como un invaluable aporte a la conciencia, la paz y la reconciliación, para otros resulta cuestionable abordar estas temáticas desde el arte al considerar que hay lucro en ello, no solo económico, también en términos de reconocimiento y de posicionamiento. Pero mientras escuelas, grupos y ciudadanos debaten sobre el asunto, si el arte debe mantenerse incólume a la acción política y la realidad local, o si por el contrario tiene el deber de participar, exponer, denunciar y visibilizar una problemática y convocar a la acción, lo cierto es que más allá de todo sesgo e interpretación, las propuestas artísticas de Salcedo llegan de modo rotundo y claro al alma del país, incluso define, sin pretenderlo, los tiempos de la historia.

 

Las obras de acción participativa que lidera Salcedo son de fácil lectura, son directas, no exigen mayor interpretación ni desglose conceptual alguno, y es por ello que logran llegar al corazón de la sociedad, incitar una reflexión individual y desatar una especie de indignación colectiva.  Algunos de su detractores las califican de obvias, evidentes y emocionales, incluso opinan que aunque lleguen y transformen, no es lo mismo leer a Mario Mendoza que a Marcel Proust, y es verdad, pero en cuanto a incidencia social y política la obra logra su cometido, porque justamente entre más diáfano y elemental sea el mensaje mayor es el impacto que genera en un amplio círculo social. Su trabajo además de permitir un ejercicio catártico de liberación de traumas, impotencia y dolor, resulta imperioso en un país tan duramente golpeado por la violencia, el miedo y la injusticia; y en esa medida, sin duda alguna, logra su propósito de impactar, conmover, convocar y afectarnos en nuestra dimensión más humana.

 

La labor colectiva a la que Doris Salcedo invita con sus instalaciones, es en sí una propuesta a la sociedad para que desde una contemplación silenciosa o la enunciación de una memoria del dolor individual,  puedan emerger otras narrativas que se encuentran en el mismo espacio para dejar un testimonio tan devastador como esperanzador. Salcedo nos interpela como sociedad, y para dar mayor fuerza y arraigo a su escena, articula a la Comisión de la verdad y a la Universidad Nacional con las víctimas, siendo ellas demostración de resiliencia, coraje y amor.

 

Pero no ha sido solamente Doris Salcedo. Otros artistas también se han propuesto plasmar la dolorosa realidad nacional y dibujar un interrogante en la conciencia del país. Beatriz González con su obra ‘Auras Anónimas’ decide honrar a las víctimas del conflicto armado al intervenir 9.856 lápidas con escenas de soldados o campesinos cargando cadáveres, en los columbarios del Cementerio Central de Bogotá. También  reconoce a las víctimas a través de sus grabados sobre Yolanda Izquierdo, líder campesina asesinada por paramilitares en 2007 y  sobre las rutinas de los desplazados de la violencia. El artista Miguel Ángel Rojas propone ‘El David’, en alusión a la escultura clásica de Miguel Ángel, para plantear a través de doce fotografías la paradoja de la violencia con la imagen de un soldado mutilado a causa de una mina. Yorlady Ruiz realiza las obras ‘Exhumaciones’ y ‘La llorona’ evocando en ésta última “las lágrimas de las mujeres que solo pudieron sepultar a sus hijos y esposos de manera simbólica en el Parque Monumento de la Memoria”. Y con ‘Magdalenas por el Cauca’, Gabriel Posada Montoya propone en el 2008 una obra participativa con la comunidad de Trujillo, donde pone a viajar por el río convertido en mensajero de la muerte, sus pinturas apoyadas sobre estrechas balsas de madera para rendir un homenaje a las mujeres violentadas y a los muertos desaparecidos en las profundidades de los ríos colombianos.

 

Doris Salcedo va más allá para denunciar la violencia sin renunciar a la poética que se oculta en la tragedia; y es así como sigue escudriñando en la grieta que atraviesa la historia de este país, la misma de hielo y sangre que Gustavo Zalamea dibujó en 1994 (“Memoria del palacio”) sobre una convulsa Plaza de Bolívar, y que ella osadamente perforó en el 2007, en el suelo de la prestigiosa galería Tate Modern, ‘meca’ del arte contemporáneo, cuando se convirtió en la primera artista latinoamericana en ser invitada a exponer en la Sala de Turbinas de esta galería londinense. “Motivada siempre por temáticas políticas y sociales, Salcedo ha vuelto a tomar como referente a las “víctimas”, a los “inmigrantes” y a las divisiones del mundo y de la humanidad para concebir esta obra. “‘Shibboleth’[3] representa fronteras, la experiencia de los inmigrantes, la experiencia de la segregación, la experiencia del odio racial.  La grieta simboliza, según ella, el agujero que hay entre la humanidad y la falta de humanidad. “Siempre oriento mi trabajo hacia la experiencia de las víctimas y lo adapto al espacio que se me ofrece; trato de combinar ambos elementos y mi intención es añadir al mundo la perspectiva que le falta en general”, explicó durante la presentación de la instalación” [4].

 

Entre su obra más intimista se recuerda ‘Atrabiliarios’ de 1993. “Una delicada evidencia de lo que fue la vida de alguien que ya no está (según los críticos, es uno de sus mejores trabajos). La obra está compuesta por zapatos pertenecientes a víctimas de la desaparición forzosa, que fueron introducidos por la artista en paredes y tapados con delgadas fibras de origen natural (como si fueran piezas de museo, que deben preservarse para siempre). Salcedo define su obra como “perturbadora, conflictiva y difícil”. Sin embargo, muchas de ellas, tienen una gran capacidad para conmover y hacer reflexionar a los espectadores sobre el mundo en el que vivimos”[5].

 

Valeria, una joven estudiante que se sumó al trabajo colectivo de ‘Quebrantos’, declaró al diario El Espectador la importancia de este ejercicio: “Estamos rompiendo el silencio. Estamos mostrando los nombres que el Gobierno prefiere ignorar. Pero queremos mostrarle hoy al país que en Bogotá recordamos a los casi 500 líderes asesinados desde la firma del Acuerdo de Paz. Por eso ponemos los nombres grandes y en vidrio. Debemos mostrar la magnitud de este problema social”[6].

 

La propuesta de Doris Salcedo se da en el momento justo, y resulta fundamental para un país que anhela superar sus estigmas y temores, que reclama memoria y justicia, que se esfuerza por despejar el horizonte de toda forma de violencia y que quiere sentar las bases de una genuina y sentida reconciliación.

 

‘Quebrantos’ es parte del programa de conmemoraciones que lidera la Comisión de la Verdad y la dirección de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional de Colombia, y funciona también como antesala para un primer diálogo hacia la no repetición. El desafío que nos deja como sociedad es lograr que a través de estas acciones de duelo colectivo se reconozca lo que jamás debe volver a suceder en el país, se le rinda tributo a toda expresión de vida y asumamos que más allá de la tristeza y del horror que nos embarga, los nombres sobreviven, y con ellos la historia de un país que se resiste a ser un silencioso olvido.

 

Fotos de: Olimpo Cárdenas

 

[1] Universidad Nacional de Colombia; “Convocatoria “Quebrantos” Acción de duelo monumental por los líderes asesinados / Doris Salcedo”. Bogotá, junio de 2019.

 

[2] El Tiempo; “‘Vuelvo a la Plaza de Bolívar para evitarles otro asesinato’”. Por Armando Neira. Bogotá,  10 de junio 2019. Consultado en:

https://www.eltiempo.com/cultura/arte-y-teatro/doris-salcedo-realizara-accion-artistica-en-la-plaza-de-bolivar-de-bogota-373254

 

[3] La grita fue bautizada por Salcedo como ‘Shibboleth’, que según la página de la Tate, es una costumbre, una frase o un modismo que sirve para detectar si alguien pertenece o no a un grupo o clase social en particular. El Tiempo; “Doris Salcedo abrió una grieta en la prestigiosa Tate Modern, ‘meca’ del arte contemporáneo”. Bogotá, octubre 10 de 2007

 

[4] Ídem;

Consultado en: https://www.eltiempo.com /archivo/documento/CMS-3761197

 

[5] Ídem;

 

[6] El Espectador; “Quebrantos: los vidrios rotos que los líderes no quieren volver a escuchar”. Por Laura Dulce Romero. Bogotá, junio 11 de 2019.

 

Consultado en: https://www.elespectador.com/colombia2020/justicia/verdad/quebrantos-los-vidrios-rotos-que-los-lideres-no-quieren-volver-escuchar-articulo-865322

 

Fuente: Revista Sur

https://www.sur.org.co/el-artista-propone-y-la-sociedad-dispone/

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/200447?language=en
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