Entre el viejo y nuevo orden geopolítico mundial
- Análisis
El asesor de Seguridad Estados Unidos, John Bolton, participó a finales de 2018 en un evento en Torre de la Libertad de Miami, donde pronunció la política exterior de la Administración de Donald Trump hacia Latinoamérica. En palabras de Bolton, “la troika de la tiranía en este hemisferio, de Cuba, Venezuela y Nicaragua, se enfrenta con su oponente”: los Estados Unidos y sus aliados.
Por una parte, la retórica de Bolton demuestra una proyección geopolítica, con un fuerte sentido hegemónico que implica la interferencia política estadounidense sobre los asuntos internos de los países latinoamericanos y caribeños. Por otro lado, la postura del asesor de Seguridad de Estados Unidos, que construye políticamente una representación llamada “troika del mal”, no es más que un reflejo de una Latinoamérica en creciente disputa geopolítica.
Considerando una región en disputa, y una construcción política como la “troika del mal”, en este artículo se abordará la coyuntura nicaragüense, vinculándola a su vez con el proceso de integración desde el espacio conocido Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), como una manera de presentar el impacto en nuestra región de la política exterior estadounidense.
Nicaragua en el nuevo orden
El retorno del sandinismo al gobierno hace más de 12 años, fue la apertura de una nueva época para Nicaragua en materia de política exterior, estableciéndose relaciones bilaterales con potencias extrarregionales, como es el caso de Rusia, o, sumándose al proceso de integración regional antisistémico promocionado por Venezuela desde el espacio del ALBA.
Por consiguiente, las acciones de política exterior nicaragüense se han materializado por tener en menor grado la influencia y dependencia de los Estados Unidos, reinsertándose en el mundo y transitándose hacia la multipolaridad como alternativa para buscar autonomía y promover el desarrollo del país.
En este sentido, la visita a Nicaragua del canciller iraní, Mohammad Javad Zarif, acompañado por autoridades y empresarios en el año 2016 fue una muestra de un vínculo bilateral de Nicaragua más allá de la región, el cual no tuvo cabida en gobiernos predecesores al sandinismo. Este tipo de acercamiento bilateral de Nicaragua, entre otros, han sido objeto de críticas y preocupación desde Washington.
Nicaragua hacia afuera
Nicaragua desde el año 2009 ha estrechado relaciones comerciales con China. De hecho, la presencia del gigante asiático se ha concretado convirtiéndose actualmente en el segundo socio comercial para Managua. Así, las relaciones bilaterales entre Managua y Pekín, se afianzan a través de una cartera de proyectos geoeconómicos, que van desde el sector de telecomunicaciones hasta el sector de transporte marítimo.
En este último, Nicaragua y China tienen desde el año 2014 firmado la posible construcción de un Canal Interoceánico en suelo nicaragüense, con inversión de empresarios chinos. Es en este proyecto, donde surgen críticas desde el Norte, porque el canal es visto como un claro cuestionamiento al dominio de los Estados Unidos en la región (Aguilar, 2017).
En suma, las preocupaciones estadounidenses con Nicaragua están in crescendo con la presencia de Rusia en sectores estratégicos para Managua. La cooperación en materia de seguridad, con la firma en el año 2012 de un acuerdo bilateral para la cooperación y combate al narcotráfico. Concretándose en el año 2017, con la construcción de una estación rusa de navegación de satélites y un centro de capacitación antidrogas en Managua (Detsch, 2018).
De esta manera, se puede sostener que la profundización de la cooperación rusa con Nicaragua es una apuesta de ambos países, de generar mecanismos de contención frente a Estados Unidos y sus aliados (Ghotme, 2015).
Reacción de los Estados Unidos
Para los Estados Unidos las crisis son oportunidades, porque hacen valer su posición geopolítica cuando se pone en evidencia alguna contradicción o conflicto interno en los países latinoamericanos y caribeños.
Así, la crisis que estalló en abril de 2018 en Nicaragua, fue leit motiv para revalidar su proyección geopolítica, mediante una Orden Ejecutiva firmada por la Administración de Trump en noviembre, la cual considera a Nicaragua como una “extraordinaria e inusual amenaza para la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos”.
Esa clasificación de Nicaragua como una amenaza no es más que la geografía ampliada estadounidense, que debe ser entendida como la expansión de la seguridad nacional de Estados Unidos hacia México y Centroamérica (Rodríguez, 2008)[1]. En tanto, trata de imponer condiciones objetivas y coercitivas para atraer, de cierta manera, a Nicaragua a un viejo orden internacional, más relacionado con Estados Unidos y sus aliados.
Por lo tanto, la crisis nicaragüense de abril de 2018, sin desconsiderar factores internos, debe ser interpretada y explicada en correspondencia a los intereses geoestratégicos y la influencia histórico-estructural de Estados Unidos hacia la región latinoamericana en general, y en lo particular, hacia Nicaragua.
Nicaragua en el viejo orden
Nicaragua se unió en el año 2007 al ALBA, proyecto político antisistémico de integración promocionado por Venezuela, en un contexto internacional favorable para este tipo de alianzas. Desde entonces, la cooperación diplomática y comercial entre Managua y Caracas aumentó significativamente.
Sin embargo, el contexto internacional dista mucho de aquel entonces; sumado a la profundización de la crisis venezolana; un proceso de integración del ALBA debilitado; la cooperación de Venezuela disminuyendo; todo lo anterior sintomático de un cambiante escenario internacional favorable para los intereses estadounidenses.
De ahí que, Estados Unidos ha salido en búsqueda de equilibrar los poderes en la región, su hegemonía, persiguiendo y sancionando a los países que conforman el ALBA. Por ejemplo, a comienzo de febrero del 2019, la Subsecretaria de Estado, Kimbely Breier, anunciaba en su cuenta de Twitter más sanciones a Nicaragua, por ser aliado de Maduro y contar con fondos de cooperación venezolana.
La respuesta estadounidense hacia Nicaragua se debe enmarcar como consecuencia de ser parte este de un proyecto de integración que buscaba un nuevo orden de la geopolítica regional y, por ende, alterar los equilibrios tradicionales del poder regional de Estados Unidos y sus aliados.
Troika del mal
Las implicaciones geopolíticas de dicha proyección estadounidense de generar la imagen de la “troika del mal”, no es más que una respuesta generada de los Estados Unidos para recuperar y afianzarse como potencia hemisférica frente a la presencia de nuevos actores en la región, como Rusia, Irán y China.
Referencias bibliograficas
Aguilar, Aleksander (2017): “Integración regional de América Central entre el significado vacío y colonialidad del poder” (Tesis para obtener el Grado de Doctor en Ciencias Políticas con énfasis en Relaciones Internacionales). Universidad Federal de Pernambuco. Recife, Brasil.
Detsch, Claudia (2018): “Escaramuzas geoestratégicas en el patio trasero China y Rusia en América Latina” en Nueva Sociedad N° 275, mayo-junio.
Ghotme, Rafat (2015): “La presencia de Rusia en el Caribe: hacia un nuevo equilibrio del poder regional” en Reflexión política, vol.17, N° 33: 78-92.
Rodríguez, Ángel (2008): “Seguridad nacional y geopolítica en América del Norte y Centroamérica” en Revista Enfoques: Ciencia Política y Administración Pública, vol. VI, N° 8: 129-140.
-Guillermo Pérez es sociólogo, Nicaragua
Este trabajo es parte del Boletín Integración regional. Una mirada crítica, N°4/5, mayo de 2019, editado por el Grupo de Trabajo Integración y Unidad Latinoamericana del Consejo Latinoamericano en Ciencias Sociales (CLACSO).https://www.clacso.org/wp-content/uploads/2019/06/boletin_clacso_mayo_2019.pdf
[1] Como punto de aclaración, por tema de seguridad, Estados Unidos puede extender las “fronteras”, como en el caso de Venezuela, para asegurar su hegemonía.