João Pedro Stedile: “Los militares saben que el gobierno de Bolsonaro no terminará bien”
- Opinión
El economista fue uno de los fundadores del Movimiento Sin Tierra (MST), a fines de la década de 1970, y actualmente integra su dirección. Además, es parte de Vía Campesina y de la alianza Frente Brasil Popular, que desde 2015 integra decenas de organizaciones provenientes del ámbito político, juvenil, feminista, sindical y pastoral.
¿Cuál es su lectura del momento que vive Brasil?
Es un momento muy complejo en la coyuntura brasileña, porque se conjugaron varios factores. En primer lugar, hay una profundización de la crisis del capitalismo a nivel internacional, que se refleja en Brasil, y esta crisis ha llegado a la economía brasileña: ha aumentado la desigualdad social y los problemas políticos. Esta crisis, que paralizó la economía desde 2012 hasta hoy, trajo como consecuencia una nueva correlación de fuerzas entre las clases dominantes. En las últimas elecciones, el candidato natural de los empresarios era [el gobernador de San Pablo, Geraldo] Alckmin, que no despegó. Entonces la burguesía brasileña tuvo que apelar a esa fórmula de la extrema derecha que representa Jair Bolsonaro. Ganaron las elecciones porque hubo una manipulación de la voluntad popular, porque hubo un montón de dinero involucrado, pero sobre todo, por la manipulación vía Whatsapp, que tuvo incluso asesoría ya comprobada del grupo de campaña de Donald Trump y del servicio de inteligencia de Israel. Por eso el vínculo ideológico tan arraigado entre Bolsonaro, Estados Unidos e Israel. Él cometió un gafe al hacerlo público y notorio. Debe haber sido el único presidente de una nación extranjera que estando en Washington fue a visitar las oficinas de la CIA y [el ministro de Justicia, Sérgio] Moro, al FBI, como agradeciendo los servicios prestados.
¿Pero no representa el voto de los brasileños?
Es un gobierno que no tiene una base social en Brasil. La sociedad brasileña no es de extrema derecha. Puede tener un sector conservador, pero la amplia mayoría de la sociedad brasileña es progresista, independiente de la vocación partidista. Entonces llegamos a una situación política en la que la crisis se agravó, porque tenemos un gobierno que no representa a la sociedad. Es sostenido por una pequeña base social, representada por los neopentecostales, que son entre 8% y 10% de la población, y por el poder económico, representado por el capital financiero y las grandes corporaciones internacionales. El gobierno está aplicando un programa que no resuelve ningún problema de la sociedad brasileña; al contrario, se están agravando los problemas de desempleo, desigualdad social, incluso de violencia, sobre todo contra la juventud por parte de la Policía Militar en todos los estados.
¿Cuál es el plan de este gobierno?
El plan es únicamente atender las necesidades del capital, que básicamente podríamos resumir en: acelerar la apropiación privada de los bienes de la naturaleza, de las inmensas riquezas que hay en Brasil, como las reservas petrolíferas del presal –que prácticamente ha sido privatizado del todo– o como el mineral de hierro. Cada semana hay una noticia de desnacionalización o de apropiación de recursos naturales. La semana pasada, la mayor mina de cobre que teníamos en Goiás fue comprada por un grupo de Canadá.
La segunda línea del plan es privatizar los servicios públicos. Transformar en mercancía lo que es el derecho de la población. Privatizar la educación, la salud, el transporte. Anunciaron que acelerarán la privatización del Correo.
Y la tercera base del programa es retirar los derechos de la clase trabajadora, para aumentar el lucro de esas grandes empresas. Ahí entra el decreto que corta la contribución sindical y los derechos de los sindicatos. También la reforma de jubilaciones, que va a excluir a la mitad de la población brasileña. Ofrecen 400 reales al mes a los más pobres, desvinculando incluso beneficios de seguridad social y el reajuste del sueldo mínimo, ya aprobado. Quieren pasar el sistema de jubilación al sistema financiero. Quieren privatizarlo. Lo que [el ministro de economía Paulo] Guedes dice, Bolsonaro lo repite como loro. El verdadero objetivo es transferir parte de los trabajadores a la jubilación privada, redireccionando a los bancos 388.000 millones de reales al año, que hoy van al sistema público de pensiones.
Los trabajadores que ganan un poco más, como profesores universitarios, bancarios, petroleros, serán inducidos a hacer aportes privados, contribuyendo con 300, 400, 500 reales al mes para los bancos. Los bancos no pagarán nada por ese ahorro compulsivo, con la promesa de que dentro de 30, 40 años devolverán ese dinero en forma de una jubilación complementaria.
¿Y cómo enfrentar ese contexto?
Es un contexto muy difícil, pero hay señales de que la clase trabajadora se viene reunificando para enfrentar ese período adverso. Nosotros como MST participamos en varias articulaciones, sea con las centrales sindicales o con el Frente Brasil Popular, que reúne a 80 movimientos. Tenemos una unidad de la clase trabajadora en torno a algunos puntos para enfrentar esa ofensiva del capital. Primero, la lucha Lula Libre, porque Lula fue secuestrado para impedir que fuera candidato. Él es el principal líder de la clase trabajadora brasileña. Su liberación no es una cuestión sólo de si es inocente, o de dinero público, sino que se trata del líder de la población, necesita ser liberado para ejercer el papel de liderar al pueblo brasileño e impedir ese desmontaje que está ocurriendo en el actual gobierno. El gobierno de Bolsonaro se caga de miedo de liberar a Lula. Lula es preso del capital, no es preso de Moro, porque Lula suelto puede aglutinar a las grandes masas y provocar reacciones populares contra esas medidas del gobierno. La clase trabajadora todavía está asustada, derrotada, por la crisis económica, que nos impone una alta tasa de desempleo que afecta la autoestima de la clase trabajadora, millones de desempleados. La clase trabajadora sabe que fue derrotada en las elecciones de octubre y la liberación de Lula le daría un nuevo ánimo.
El segundo punto que unifica todas las fuerzas es la lucha contra la reforma del sistema de pensiones.
Y el tercer punto que unifica a toda la clase trabajadora es lo que llamamos la lucha por la soberanía nacional y popular, o sea, impedir que privaticen Petrobras, Eletrobras, las estatales en general. Están queriendo privatizar todas, alrededor de 180.
Estas tres banderas están unificando a la clase obrera, entre los dirigentes y la militancia. Pero estos temas aún no están motivando la movilización popular. Nuestra esperanza es que con la unidad de las organizaciones, de los dirigentes, lentamente lleguemos a la base, al pueblo.
Y para eso hay que mantener un estímulo permanente de organización de la lucha popular.
¿Cómo mantener ese estímulo?
La Corte Suprema permitió que Lula dé entrevistas. Eso es importante, pues le permitirá hablar con la población. El 1º de mayo hubo actos unificados en todas las capitales, por primera vez desde la dictadura, lo que tiene una simbología importante, porque antes cada central hacía su acto.
El 15 de mayo será marcado por una huelga nacional de los profesores, que aunque no paran la producción, hablan con los alumnos, que hablan con sus padres. Si la huelga tiene éxito, eso tendrá repercusión en la opinión pública.
Hay señales en la categoría de camioneros, muy divididos y pulverizados, de que la cuestión del transporte no está resuelta, y es posible que algunos sectores paren, lo que tendría respaldo del movimiento popular.
En el horizonte está la idea de una huelga general, cuando se acerque la votación de la reforma de jubilaciones, que puede ser a finales de junio, julio, o agosto, después del receso parlamentario. Debemos convocar en las votaciones de la cámara una huelga general de toda la clase trabajadora. Hay unidad sobre la idea de la huelga, pero la fecha va a depender de cómo vamos a construir.
Finalmente, como un calendario de reacción de la clase trabajadora, está marcado el 14 de agosto, una fecha tradicional de los movimientos del campo, la llamada Marcha de las Margaritas, que originalmente comenzó con las mujeres del campo. Nos identificamos todos, y ahora van miles de mujeres y hombres, en Brasilia, con el foco principal de impedir la reforma.
¿Cuál es la frontera más agresiva del agronegocio?
Regiones más despobladas, como Piauí y el oeste de Bahía. Es fácil para ellos ir avanzando. Las fronteras agrícolas donde hay más población son Mato Grosso, el sur de Pará y Rondônia.
El cambio que hubo en nuestra táctica es que antes hacíamos ocupaciones de tierra para presionar al Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA) a resolver los problemas. Ahora adoptamos la táctica de denunciar a la sociedad que el INCRA está parado, que el gobierno de Bolsonaro no hace nada. Las manifestaciones tomaron otro carácter, fueron en las capitales. Nos movilizamos en prácticamente todos los estados. Hicimos marchas, en algunos estados ocupamos el INCRA, entramos. Y hubo hasta una simbología. En la época de Lula y Dilma nunca habíamos logrado marcar el 17 de abril en una sesión solemne en la Cámara de Diputados. Este año lo conseguimos, quizás porque Rodrigo Maia [presidente de Congreso] quiere probar que tiene independencia del gobierno. Marcó el día en una sesión solemne en homenaje a los Mártires de Carajás y al Día de la Reforma Agraria.
¿Cuál sería el interés de una maniobra del presidente del Congreso?
Quiere mostrar que el Legislativo es diferente. Mantener cierta independencia del Ejecutivo y distancia de Bolsonaro. Tal como los militares. Es verdad que los militares aumentaron mucho su presencia en el gobierno de Bolsonaro, pero el gobierno está compuesto de tres bloques de poder distintos, que no necesariamente dialogan entre ellos. Está el bloque de los militares, que se adueñaron del INCRA. Está el bloque de los Chicago Boys, que es comandado por Guedes, que representa a los banqueros. Y está el bloque de los neopentecostales, formado por Bolsonaro, el ministro de educación, el canciller; es el bloque más ideológico. Pero los tres bloques no se hablan. Porque ellos no tienen un proyecto único, ganaron las elecciones por manipulación, no por un proyecto elegido por el pueblo.
Los tres bloques que están en el poder tienen contradicciones entre ellos. Los militares, aunque son un bloque más cohesivo, no quieren identificarse con ese discurso ideológico de Bolsonaro. Contradictoriamente, esos mismos militares no mostraron señales de que quieran criminalizar el MST. Por el contrario, las señales que recibimos de ellos es que quieren hablar con nosotros. El grupo de Bolsonaro quiere guerra, dice que “sin tierra bueno es sin tierra muerto”. Dice que va a acabar con las escuelas de los “sem terrinhas”, que no son del MST. Las escuelas son municipales. Bolsonaro ni tiene poder para cerrarlas. Sólo las alcadías pueden cerrar una escuela en un asentamiento; en Brasil hay 5.700 alcaldías, y cada una tiene un partido diferente, un poder diferente, una correlación de fuerzas. Bolsonaro es tan ignorante que ni siquiera sabe quién rige sobre las escuelas que están en el asentamiento. Pero hace ese discurso ideológico. No hay una injerencia del MST en la escuela.
¿Cuáles son los sectores militares que estarían buscando contacto con el MST?
Todos. Porque ellos saben que Bolsonaro es un peso muerto. Saben que la mayoría de la población lo ridiculiza. El núcleo de los militares quiere apartar su imagen de Bolsonaro, porque saben que su gobierno no va a terminar bien. Tienen que preservarse a medio plazo para sustituirlo. Creo que Bolsonaro no va a terminar su mandato. Porque es tan ridículo, tan patético, que no tiene sentido ni para la burguesía. En algún momento, así como la burguesía sacó a [Fernando] Collor, que ya no le interesaba más, va a sacar a Bolsonaro. Creo que el sector militar se está preservando porque el vicepresidente es de ellos, [Hamilton] Mourão. Cuando la crisis se haga insostenible ellos lo sacarán y asumirá Mourão.
¿Usted prefiere a Mourão?
No, no preferimos a nadie. Preferimos a Lula [risas]. Es una pelea de ellos, aunque, por supuesto, haciendo la lectura de los tres grupos, los militares tienen más juicio. Porque los Chicago Boys de Guedes sólo quieren el plan ultraliberal, que es privatizar, quitar los derechos de los trabajadores y la jubilación privada. Y el segundo bloque, el de los neopentecostales, son locos, no dialogan. Uno habla en AM y otro en FM. No tienen conexión. Cómo hablar con un tipo que no quiere que haya escuelas para los niños de los sin tierra. ¿Los niños no son ciudadanos?
El presidente sólo dice idioteces. Dijo: “aprueben las pensiones, si no Brasil va a convertirse en Argentina”. Y él es aliado del gobierno de Mauricio Macri. Es tan tonto. Imagino que Cristina [Fernández] va a usar esa frase en su campaña. Él dijo que no quiere una Argentina de Macri para Brasil. Por las incongruencias que tienen entre los tres bloques, creo que el gobierno de Bolsonaroo no tiene futuro. Además, todos los indicadores de la coyuntura internacional muestran que la crisis económica va a continuar por mucho tiempo. Y mientras no se resuelva la crisis económica internacional, no hay gobierno nacional que tenga futuro, porque el papel del gobierno es resolver los problemas de la población, y si esos problemas económicos se agravan, la crisis se transforma en política, y el gobierno no tiene moral.
Fue lo que le sucedió a Macri, que fue elegido con un discurso parecido al de Bolsonaro pero aún es una derecha civilizada. Pero si Argentina no resuelve el problema de la crisis económica, no hay discurso ideológico que sostenga un gobierno. Ellos no entienden que los gobiernos no funcionan por ideología, no entienden que tienen la misión institucional de resolver los problemas del pueblo. Si los problemas se agravan, el pueblo reacciona. La población más pobre, que es la neopentecostal, le reclama al pastor. Por eso muchos parlamentarios de la base del gobierno ya se están manifestando contra la reforma de la Previsión. Yo ya estoy oyendo evangélicos renegar de Bolsonaro. Para ellos, que no tienen ideología, la reacción va a ser el negativismo, el anarquismo. Pero la clase trabajadora es más organizada.
A propósito, el encuentro en octubre en el Vaticano sobre la Amazonia ha generado preocupaciones en la agencia de inteligencia brasileña.
Es parte de la ignorancia de los militares: imaginar que el Vaticano puede tener alguna injerencia sobre la Amazonia. El encuentro sobre la Amazonia refleja la preocupación del papa por el cambio climático. Y él sabe que la Amazonia no es alardeo brasileño, sino el lugar dónde está el 30% del agua potable, la mayor biodiversidad en el mundo. Ellos están preocupados por la preservación. Será mucho más un debate ideológico sobre cómo proteger la Amazonía de los intereses del capital. Al contrario de lo que piensan, quien quiere la extranjerización de la Amazonía es Bolsonaro. Creo que la iniciativa es muy buena, y se trata de poner en práctica lo que el papa, también en diálogo con obispos que viven en la Amazonia, escribió en la encíclica. En el MST distribuimos la encíclica a cada militante, porque es la principal contribución de reflexión crítica, por no decir marxista, sobre los problemas del medioambiente. Porque el marxismo, como vivió otro tiempo, nunca tuvo una elaboración teórica más precisa sobre el problema del medioambiente. Entonces le digo a nuestra clase: “¿Quieres leer un texto marxista sobre el medioambiente? ¡Lean la encíclica del papa!”. Porque de hecho es una crítica reflexiva del capital, eso es dialéctica marxista, entender cómo es el movimiento del capital. Lo contradictorio es que un papa tenga que hacerlo.
Fuente: LaDiaria