¡El rey ha muerto! ¡Viva el rey!
- Opinión
La expresión del epígrafe alude concretamente a la idea de sucesión y de continuidad, dentro de la misma dinastía, grupos o concepciones políticas.
Hecha esta salvedad, vayamos al meollo de la cuestión y el desarrollo de la presente, que no tiene que ver con los usos monárquicos, sino con la realidad nacional y con el proceso electoral en ciernes.
Más allá de que muchos no lo expresen crudamente o a voz en cuello, la mayoría de los actores sociales y económicos tienen conciencia o intuyen que el presidente Macri ha agotado y dilapidado en poco tiempo su ciclo vital político, aunque él todavía pueda no haberse enterado o no lo perciba.
Dirían en la popular, es un cadáver político.
Sus otrora adalides y alfiles, que comandaban la Armada Brancaleone, han retirado o están retirando todos sus depósitos de la firma de los cambios y están mirando otras inversiones y oportunidades.
Frente al estandarte CAMBIEMOS, parecen haber enarbolado el de ¡RAJEMOS!, y a los botes ante el fatal hundimiento del Titanic.
En lo económico, se la ha escapado la tortuga y no tiene control de ninguna de sus variables y si algo queda de la horrenda gestión sobre el tema, no le pertenece, ya que el FMI es quién maneja los hilos de la misma, por supuesto que en su propio beneficio y no del país.
Todas su promesas, propuestas, medidas, sugerencias en dicha dirección, han quedado como meras bravatas de matón de barrio o en mentiras para nada piadosas.
El presidente hace acordar a ese emperador romano, que había gozado de glorias en épocas pasadas, y que mientras lo llevaban al cadalso, ante el abucheo generalizado de todo el pueblo, en un lapsus de lucidez, interroga a la multitud: “¿y entonces Uds. por qué me aplaudían”? Vaya pregunta…, que habría que trasladar a sus corifeos de toda laya para que la respondan.
En esta suposición malintencionada y en este contexto, hoy no hay ninguna certeza de que Macri pudiera llegar al final de su mandato en calidad de candidato.
Mientras tanto, los grupos de poder real que gobiernan el país, que no comen vidrio, ni se inmolan por sus abanderados, lo saben y no están dispuestos a renovar la confianza en un incapaz, que los lleve al abismo y alumbre el regreso de los tan odiados populistas.
En su pragmatismo cínico, pueden darse el lujo de tirar a los leones a sus servidores, pero jamás y bajo ninguna circunstancia están dispuestos a renunciar a sus negocios, ganancias y menos a seguir manteniendo sus prebendas y privilegios.
Con lágrimas de cocodrilo llorarán a quién fuera su hijo dilecto, pero me da la impresión cierta que ya han elegido al Delfín y se preparan para la asunción del nuevo monarca que les asegure su continuidad, su poder y las “efectividades conducentes”, al decir de Yrigoyen.
Sepan que sus jugosas ganancias, obtenidas con el sudor de la frente de los argentinos, no se tocan y menos para alimentar vagos y malentretenidos, que sólo sirven para cortar las calles, tener hijos y reclamar derechos y trabajo a los que desde siempre han puesto el lomo para hacer grande este país.
En esta nueva empresa y cuál emprendedores idóneos, se están alineando una corte de embajadas, empresas a las que le interesa el país, peronistas presentables (comprables o apretables), radicales vergonzantes, los Pro, servicios, viejos gordos del gremialismo y la patronal y toda una fauna variopinta de instituciones y personajes.
Tampoco faltan para cantar las nuevas loas, los augures pautadependientes, siempre prestos para el bombardeo de amor hacia sus remozados y futuros patronos.
No hay dudas que en las circunstancias apremiantes, ya ha comenzado el cónclave del patriciado nacional (pese a que no sepamos a qué nación responden, seguro que no a la nuestra), aunque todavía no se vea la fumarola blanca.
Ya la armada infernal, ha empezado a mover las piezas de la rosca del poder, para ungir pronto al único sucesor, contra viento y marea (sin internas), de cara a la contienda de octubre.
En ese armado para la continuidad del régimen, Roberto Lavagna, favorito de los medios y del círculo rojo, tiene un lugar destacado para llegar a la meta.
Quizás todo lo expuesto sean suposiciones infundadas, pero para despejar las dudas hay que sentarse a esperar, a que desde los minaretes, el camarlengo del poder anuncie que: ¡El rey ha muerto! ¡Viva el rey!
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