¿La película norteamericana sobre Venezuela se acerca a su climax?

22/04/2019
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La película norteamericana sobre Venezuela que produce, dirige y protagoniza Donald Trump con Mike Pompeo y Mike Pence actores de reparto y Juan Guaidó en un oscuro papel secundario, quema escenas del guion original y parece llegar atropelladamente a su climax.

 

El ritmo de la puesta en escena se ha destrozado porque a estas alturas de la filmación ya el malo, es decir, Nicolás Maduro, debió de haber sido abatido y el Palacio de Miraflores tendría que estar habitado por Juan Guaidó, pero la incapacidad de este acto mediocre lo ha fastidiado todo y ya no hay manera de sustituirlo.

 

Las escenas en las que Guaidó debía salir eufórico por las calles de Caracas exhibiendo alzada en una de sus manos la cabeza del malo montado en la caseta de un camión entre un atronador grito salvaje de sus seguidores, no se han podido filmar como hubiesen querido los guionistas y eso obliga a la improvisación, fatal en cualquier proyecto cinematográfico.

 

Ante la tozudez de Maduro de mantenerse en el gobierno y de las fuerzas armadas bolivarianas de respaldarlo, no ha quedado más remedio que buscar otro punto de viraje diferente al original que era crear un conflicto fronterizo en Cúcuta, Colombia, y escaramuzas en los límites con Brasil, para encender las mechas de la pólvora.

 

Pero la lluvia de denuncias públicas desde todas partes, incluidos los países europeos aliados, mojaron los explosivos y la dinamita no pudo estallar en aquel momento. Mientras se reescribía el guion se fue ganando tiempo con los apagones cibernéticos y el robo de fondos internacionales de los malos para dejar sin luz, ni comida, y ni siquiera agua, a los millones de venezolanos a fin de que apoyaran a los buenos que vendrían a rescatarlos.

 

¡Ah… qué contrariedad! Parece que algo no salió bien o la fotografía fue mala porque la oscuridad de la noche no causó el pánico ni el caos esperado a pesar de las agonías que familias enteras padecieron en los hospitales donde morían enfermos por falta de electricidad y los alimentos perecederos se corrompían antes de llegar al fogón del hogar.

 

Se le volvió a quitar más dinero a los malos en el exterior y se ideó un plan genial que ni al mismísimo Fondo Monetario Internacional se le hubiera ocurrido: elevar al millón de millones la inflación y obligar a la gente a comprar el pan cuando aparecía no por precio, sino por libras de bolívares pues un papel de estraza o celofán tendría más valor de cambio que la moneda corriente.

 

Pero, ¡caramba! ¿Cómo era posible que aun así las manifestaciones en favor de Guaidó en el consentido este no tuvieran el grosor y la masividad que las de Maduro en la Avenida Bolívar que tiene como dos kilómetros de largo y 12 metros de ancho sin contar las aledañas Libertador y Lecuna que se llenan también hasta los topes?

 

Bueno, algo no funciona bien al interior de Venezuela para Trump y su cast de figurines, pero fuera del país, con la grandísima ayuda de una prensa creativa, estrella del fake news y gobiernos como los de Pedro Sánchez en España o Iván Márquez en Colombia, e incluso repugnantes como el de Lenin Moreno en Ecuador, se pueden hacer maravillas, aunque el Grupo de Lima no haya logrado ser creíble.

 

Ya, por ejemplo, se han acuñado clichés más duraderos que las monedas españolas, francesas o británicas: “más de cincuenta gobiernos apoyan a Guaidó”, “Maduro, el presidente ilegítimo”, y unas cuantas más que por mucho repetirse pocos las van a creer, es decir, todo lo contrario a lo que profesaba Joseph Goebbels en la Alemania hitleriana.

Bueno, todo esto fuera como un guion para Cruella de Vil, la villana que quería asesinar a los 101 dálmatas para tejer su abrigo, si no se tratara de un peligro real derivado de una obsesión peor que la de aquella malvada mujer de la ficción.

 

En el gobierno de Estados Unidos no hay ficción, hay borrachera de poder, y eso queda demostrado en las barbaridades que está pergeñando el gobierno de Trump casi de manera impune porque no se observa ni en Estados Unidos ni en la Europa sometida una oposición convincente a las locuras que pueden hacer desaparecer a la humanidad como los meteoritos a los dinosaurios.

 

La denuncia del periodista de investigación estadounidense Max Blumenthal que recorre estos días como un fantasma las redes sociales una reunión secreta del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales para evaluar una acción militar contra Venezuela, y la retoma de un fósil político para revivirla en una época nuclear como es la Doctrina Monroe, de América para los americanos (para los yanquis), no se pueden tomar a la ligera.

 

Y, ojo, la Casa Blanca no es un manicomio. Hay plena conciencia de las mentiras que allí se fabrican y, sobre todo, del por qué. Lo recomendable es mantener la alerta sobre la cercanía al climax de esta peligrosa película sobre Venezuela.

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/199415?language=es
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