Un pueblo sin nombre
- Opinión
La Unión Europea de mercachifles de todos los países (o sea que de europea no tiene más que el nombre robado) prosigue infatigable en su tarea de destrucción de todas las naciones y sus respectivas culturas del continente y está a punto de robarle el nombre al pueblo macedonio. [1]
Si no fuera por la cantidad de sufrimiento que desencadena en todas partes y porque en vez de hacernos reír nos hiela la sangre la política en Europa tanto la del Sur como la del Norte, del Este como del Oeste, podría compararse a una comedia de los hermanos Marx, a “Una Noche en la Ópera” por ejemplo, sólo que sin ópera porque la ópera está muerta y además la fusilan cada noche los directores de escena sin talento, ninguno de los cuales se atreve a llevar a escena el gran drama de nuestro tiempo: la guerra emprendida por los banqueros contra todos los pueblos de la tierra. Sí, la ópera está muerta y la música popular medio muerta como lo demuestran eventos como el concierto que tuvo lugar en Cúcuta protagonizado por los músicos destripa-gatos alquilados por Richard Branson para que instiguen la guerra contra el pueblo venezolano con su música para zombis. No creo que sea ninguna coincidencia que Cúcuta constituya uno de los centros donde se efectúa el lavado de dinero sucio procedente del narcotráfico y donde los grandes expertos en fraudes financieros llevan a cabo sus prácticas criminales con la venia del presidente de Colombia y a las órdenes, por supuesto, de los banqueros ladrones que mandan en Washington encaminadas a estrangular la economía venezolana y hundir su moneda.
La cultura europea ya no existe, la cultura europea ya no tiene más esencia que la esencia de un perfume: el de las tiendas de lujo que destrozan a su paso cada sábado en París algunos alborotadores. Lo malo de la alta costura, contra la que no tengo nada siempre que no se disfrace de alta cultura y se quede en su sitio marginal y no central, es precisamente que ha remplazado a la alta cultura y es ahora la que nos cose la mortaja a todos; prospera porque viste a los nuevos ricos del Cuarto Reich a los que le aburre la lectura y odian la poesía que nunca prospera bajo la tiranía; sólo prosperan las tiendas de perfume, y ahora entiende uno el sentido de esa novela disparatada que se llamaba así precisamente: “El Perfume” y que arrasó en toda Europa hace algunos años, el perfume del que se habla es aquel que disimula el olor de la pólvora y de la carroña.
Putin está a punto de traicionar nuevamente, si los rusos no lo remedian, a sus hermanos eslavos con sus piruetas de saltimbanqui bailando en la cuerda floja (con red) del circo que es la política de nuestro tiempo. Y no por miedo a los misiles de la OTAN, los suyos son iguales de efectivos y mortíferos, si no por miedo -si es que lo tiene- a su propio pueblo que podría rebelarse contra el robo perpetuado de que fue objeto a las manos ebrias de Yeltsin; y es que las oligarquías de todos los países tan sólo son leales a su fortuna. Si a mí me gustase apostar, apostaría la fortuna que no tengo a que a Alexander Zakharchenko lo mataron por “izquierdista” o por demasiado implicado con los intereses reales de su pueblo de acuerdo con las órdenes de algún mafioso ruso o novorruso.
Al pueblo de Macedonia los banqueros de Europa están a punto de robarles hasta el nombre que es el paso previo a borrarlos del mapa como ya borraron a Yugoslavia. Los políticos griegos cómo Alexis Tsipras (y otros de su misma calaña) que traicionaron a sus votantes a cambio de un asiento permanente en el Parlamento Europeo dedicado a desmaterializar a Europa y quizás un traje de Armani para asistir a los plenos donde se conspira para vaciar las cuentas corrientes de los ciudadanos a los que representan se niegan a que los macedonios se llamen macedonios, les parece una amenaza a su mera existencia; que los banqueros a los que sirven como lacayos estén destruyendo a Grecia y borrándola del mapa no les preocupa gran cosa. Ellos tienen sus asientos comprados con las lágrimas del pueblo griego en el Parlamento Europeo que si existiera sería el único que existe, porque lo cierto es que tampoco existe; lo único que existe es la mesa que ni siquiera es redonda de los banqueros centrales en Basel, y no es redonda porque unos banqueros centrales mandan bastante más que otros. En la clase de los banqueros sin clase también existen clases y unos son más gordos que otros o tienen más gorda la panza. Aparte de la clase de los banqueros centrales tan sólo queda la clase de los sirvientes y la clase media de Centroeuropa y de Europa del Norte convenientemente engordada para que hagan de almohadilla donde sienten los primeros, que siempre serán los últimos, sus reales traseros.
Los banqueros alimentan y engordan a los escandinavos para que no se entiendan con los rusos que son la nueva cabeza de turco de las élites y a los centros europeos para que rodeen y defiendan a los banqueros de los millones de hambrientos del tercer mundo que se apiñan en torno a la fortaleza de los retóricos. Sus habitantes engordados con la sangre del mundo tienen que rodear a las élites carroñeras para salvarlas de la ira del populacho de las regiones periféricas. El pueblo de países como Alemania, Bélgica, Holanda o Dinamarca se han salvado en gran medida de la rapiña de los banqueros porque por alguna parte tienen que pasearse a sus anchas y dormir plácidamente la siesta que es lo único español que pronto quedará en España o en cualquier parte (los toros están desapareciendo al igual que la tonadilla). En países como México controlados por las mafias cuyas ganancias ellos lavan y reciclan convenientemente no son seguros para ellos, ni para nadie. Los mafiosos de los cárteles tienen el gatillo demasiado fácil y cualquiera puede ser víctima de una bala o una bala perdida por muy banquero que se sea.
Si los macedonios están a punto de convertirse en un pueblo sin nombre, los griegos serán muy pronto un nombre sin pueblo, o el nombre quizás de algún postre hecho a base de yogur griego prefabricado en Macedonia o vete a saber dónde, (la Macedonia de frutas se prefabrica probablemente en Grecia). Los financieros gubernamentales de Occidente siguen promoviendo la guerra de unas naciones contra otras (la guerra es su negocio, es el más lucrativo y además no gustan de ningún otro); y en España, por ejemplo, los políticos comprados con el dinero falso del Banco Central Europeo, se desgañitan en el parlamento con sus trifulcas nacionalistas y se parten el pecho defendiendo la realidad menguada de España frente a la realidad menguada de Cataluña ambas mantenidas en respiración asistida por esa entidad abstracta y fantasmagórica que es el euro. Si Cataluña se desmarcara de las intrigas del FMI y otras instituciones cómplices y se decidiera a crear una moneda propia que es el verdadero signo de independencia y es lo único que cuenta en nuestra realidad o irrealidad diaria (moneda fantasmagórica digital se entiende, los billetes están a punto de desaparecer completamente convertidos en números en la pantallita de un móvil o de un ordenador portátil), las potencias oscuras de la OTAN la borrarían del mapa, como borraron a Irak o Yugoslavia convertida en una serie de cuarteles de la OTAN alrededor de los cuales merodean las prostitutas a la fuerza; las prostitutas gustosas o voluntarias son las que administran las cuentas de la OTAN, es decir las que nos roban a todos el producto de nuestro trabajo para alimentar la máquina de guerra y que juraron lealtad eterna a su suprema majestad el dólar o peor aún: a los Derechos Especiales de Giro del Fondo Monetario Internacional, esa moneda fantasmagórica con cuya imposición puede que nos amenacen mañana los ejércitos de la OTAN. Una moneda única universal y obligatoria que ellos emitirán a su antojo es el sueño de los brujos de las finanzas en su afán descabellado de controlarlo todo.
¿Los gobernantes de China le vendieron su alma al HSBC a fin de que el yuan entrara en la cesta de las monedas de los Derechos Especiales de Giro? Es decir: ¿Echó Christine Lagarde a China en su cesta de la compra o en el bolso, ella que va por ahí comprando países en el supermercado que es el planeta con el dinero ganado con los bonos de guerra que son los únicos bonos que quedan al menos en Occidente? ¿O fue tan sólo un movimiento táctico por parte de los gobernantes chinos que más que comunistas son confucianos (y si no lo son, quizás deberían serlo) y que saben que para navegar las aguas cada vez más turbulentas de las finanzas internacionales sin hundirse hay que saber manejar el timón con muchísima soltura?
Eso lo sabremos dentro de poco, pero lo cierto, lo único cierto de momento es que conforme el dinero se vuelve más fantasmagórico (por digital y es escondido y evadido en los paraísos fiscales de toda laya) nosotros nos volvemos más inexistentes y los países se esfuman y volatilizan de los mapas para dejar paso a los gaseoductos y los oleoductos con su trayectoria diseñada e impuesta por las grandes corporaciones. La trayectoria de los gaseoductos se mueve más que la cola de una culebra y es que los dirigentes de la nueva corporatocracia mundial no saben qué países inventar y donde situarlos. Es el nuestro un mapa político convulso que baila en la cuerda floja de la ausencia de derecho internacional y hace más piruetas que Putin. Si los Derechos Especiales de Giro propios de un mundo sin derechos humanos y con deberes inhumanos se convirtieran (que no lo harán) en la moneda única emitida por un banco central único alimentado por el pensamiento único que no es más que ausencia de pensamiento, el mundo se convertiría definitivamente en un burdel gigantesco donde los trabajadores famélicos del sexo sadomasoquista se apiñarían en torno a la fortaleza única de los 199 personajes que administran el mundo según el profesor Phillips. [2]
La alianza auténtica de los pueblos auténticos sería la ruina de los grandes mercaderes de la muerte como los ejecutivos de Lockeed Martin o General Dynamics, es decir: de todos aquellos que promueven la guerra de unos pocos (digamos los 199 individuos previamente mencionados, o mejor los 666 para ser más simbólicos) contra todos los países del mundo cuya realidad fulminan o desfiguran. Necesitamos una nueva internacional no comunista, ni socialista sino meramente “democrática” compuesta por pensadores libres que defiendan la identidad de sus pueblos y sus culturas autóctonas y propongan un modelo de sociedad donde se premie el trabajo y el ingenio y no la fuerza bruta a cuya sombra medran los marrulleros de las altas finanzas que son las más bajas. Que el modelo económico que posibilite la democracia consista en un nuevo socialismo que se enfrente al fascismo, es otra cuestión. En Estados Unidos la palabra socialismo está tan desprestigiada que los opositores al sistema la utilizan para desacreditar a los ricos y hablan de socialismo para ricos que es un contrasentido.
Ahora sabemos cuál es el verdadero proyecto de las élites financieras: la desaparición del mundo, que ellos se han metido bajo la manga. Su filosofo quizás sin saberlo, fue Braudillard, el gran ocultador del sentido de sus textos que apuntan como un revolver con silenciador consciente o inconscientemente hacia las élites fascistas, textos como “El Crimen Perfecto” que es el crimen de las élites que se ocultan tras sociedades anónimas. Uno tras otro se esfuman los países que se oponen a sus diabólicos y delirantes proyectos, como se esfuman igualmente los países que los secundan convertidos en burbujas de aire comprimido.
Arabia Saudí, por ejemplo, ya no existe De su cultura sólo conserva sus prejuicios o su barbarie porque le conviene a los grandes mercaderes de la muerte dedicados a comprar y vender naciones o mejor dicho a destruirlas; a los que trafican con la muerte, los que borran las ciudades del mapa para construir cuarteles de la OTAN como Kosovo dirigidos por asesinos de masas. ¿Se aliarán alguna vez contra ellos los pequeños mercaderes que son los que sudan la gota gorda para vender sus pequeñas y valiosas mercancías como las alfombras persas, voladoras o no? Tienen en contra las fronteras artificiales que trazan los ejércitos de mercenarios. Arabia Saudí es un espejismo que devora a los trabajadores sedientos que atraviesan el desierto para morir en las entrañas de esa bestia sin entrañas, Al Riyad, o Doha, la ciudad de los rascacielos, esa especie de Nueva York en el desierto ¿Qué cosa puede ser sino un espejismo o el delirio de un árabe que quiso o se resignó a dejar de serlo? Las ciudades árabes medievales eran bellas, uno podía soñar con perderse en ese laberinto de calles donde en cualquier esquina te podía sorprender la vida, también la muerte desde luego; pero la muerte en Arabia Saudí no es ninguna sorpresa; la muerte es la única mercancía que exporta. Es una realidad vivida, mamada por millones desde la infancia como la maman los yemeníes de los pechos secos de sus madres desnutridas por la guerra. Hay que decirlo bien claro: las nuevas élites fascistas no son cosmopolitas, por mucho que viajen nunca cambian de residencia, sus ciudades de cultura muerta se repiten por todas partes y son todas un calco las unas de las otras, como si los arquitectos que las edifican se robaran los planos los unos a los otros. A falta de ideas, mejor sería que copiasen sus propias tradiciones. Esas ciudades de acero que parece que nos enseñan las tripas son todas una y la misma, y brillan con el brillo homicida de una espada desenfundada. Odian la diversidad de las diversas culturas nacionales porque su verdad y su realidad amenaza la pesadilla que es su mundo programado y prefabricado donde la espontaneidad que es el índice de la libertad no existe. El pueblo que defiende su cultura defiende la de todos porque la cultura no entiende de fronteras y mucho menos aquellas que trazan las corporaciones. La cultura se metamorfosea cuando cruza las fronteras naturales de las naciones, pero muere en las trincheras cavadas por los lacayos de los grandes mercaderes de la guerra. Como mueren sus soldados.
Notas
[2] https://www.globalresearch.ca/wealth-concentration-drives-new-global-imperialism/5671426
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