Las objeciones

11/03/2019
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“Si nos vamos a morir vayámonos enfermando”, dice el refrán que, en su misma frivolidad, refleja la confrontación política inmersa en el discurso del presidente Duque sobre sus objeciones a la ley estatutaria de la JEP.

 

Podrá criticarse todo lo que se quiera a Duque, pero nadie podrá llamarse a engaño. Dramáticamente, la única promesa de campaña que ha impulsado el presidente elegido por el Centro Democrático, con el apoyo paradójico de los partidos que habían sacado adelante los acuerdos de paz, se viene consumando: hacer trizas los acuerdos de paz.

 

Lo que sigue ahora es la resistencia al Gobierno Duque a través de una convergencia estable y duradera para coordinar la lucha por la paz de Colombia. No difiere mucho este propósito de lo que proponía Petro en la campaña en la que los colombianos, con la más alta votación registrada por la oposición en toda la historia, pusieron por primera vez en jaque al régimen y pudo alcanzar la Presidencia si hubiera soltado el pin que se atravesó en la segunda vuelta.

 

Las paradojas de la política colombiana son de colección: en el 2014 reelegimos a Santos con la bandera de la paz; y en este 2019, vamos camino a renovar alcaldes y gobernadores – asambleas y concejos, bajo la bandera de la guerra. Porque la sustancia de las objeciones a la ley estatutaria y el anuncio de una reforma constitucional que reforme lo que se reformó hace poco para apuntalar la paz con las Farc, no es otra que la bandera política del Centro Democrático en esta campaña de elecciones locales. “Cosa es de volverse locos…”.

 

Si alguien, absolutamente ajeno al intríngulis de la política colombiana, analiza la situación a la luz del inmenso rechazo que en estos momentos muestran las redes sociales a las objeciones de Duque, se preguntaría: ¿A qué tanto escándalo cuando los electores pueden cambiar el panorama transformando su desacuerdo en votos? Pues, no señor, habría que responderle: aquí la oposición es más de forma que de fondo; tiene más cuerpo en lo que se dice que en lo que se hace. Llegado el momento, la gente vota al régimen en una especie de masoquismo político para seguirse quejando. ¿Por qué? Ah, bueno, es tema largo y ancho…

 

Para defender al régimen pudimos ver en las pasadas elecciones unidos a Uribe, Gaviria y Pastrana, que se han sacado chispas gruesas en el pasado reciente al punto que, por recordar solo un ejemplo, en la campaña del 2014, el expresidente Gaviria dijo de la campaña impulsada por Uribe que “tenía las manos untadas de sangre”. ¡Por Dios!: y cuatro años después lo apoya. Pero, para defender a la gente de “pata al suelo”, pudimos ver a un aguerrido senador socialista como Robledo votando en blanco por no apoyar a Petro; ni para qué hablar de Fajardo.

 

Así que el llamado lógico a una convergencia entre la Colombia Humana, el Polo, los Verdes, el liberalismo y Compromiso Ciudadano a la resistencia, o “resiliencia” que se dice ahora, parece una linda oportunidad de repetir y superar la última convergencia política registrada en cerca de 12 millones de votos contra la corrupción. Y la ecuación es muy sencilla: si realmente los colombianos queremos la paz, debemos empezar por derrotar en las urnas a los candidatos del Centro Democrático que siguen las orientaciones de Uribe que no quiere la paz. Ese es el sentido de la frivolidad con que se inicia este editorial: “Si nos vamos a morir vayámonos enfermando”. Estamos ya inmersos en el debate electoral de este año en que se renuevan las alcaldías y gobernaciones, los concejos y las asambleas. Vamos a darnos la pela, y copio a Fajardo: “Se puede”.

 

Octavio Quintero

Director

Editorial REDGES

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/198647?language=es
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