Antes del primer beso, primero la educación sexual
- Opinión
Dicen que febrero es el memorable mes de los enamorados, pero las catorce flechas de Cupido que se disparan en el Día de San Valentín, nos invitan a meditar sobre el supuesto amor celebrado el 14 de febrero.
Vivimos dentro de una sociedad moderna plagada de erotismo, vulgaridad y frivolidad, donde la sanidad del amor no existe, y donde la aberración del sexo es el nuevo amor.
En las calles, en la televisión, en las escuelas, en las oficinas, en las universidades, en las redes sociales, en los hospitales y hasta en los cementerios, absurdamente se glorifica el instinto tribal de practicar el coito, que se ha convertido en una fantasiosa expresión de rebeldía, para que la adultez sea consumada aunque seas menor de edad.
Nuestra colectividad latinoamericana se olvida de los valores cristianos, y permite que el sexo sea endiosado en las comunidades, por medio de prendas de vestir sexualmente provocativas, por medio de contenidos pornográficos difundidos en los medios de comunicación de masas, por la falta de recursos pedagógicos que incentiven la educación sexual en los colegios, y por la carencia de moralidad en los hogares donde viven los niños y adolescentes.
Jóvenes obligados a transformar la curiosidad infantil en una perversa necesidad fisiológica, porque aunque sus cuerpos todavía se encuentran en proceso de expansión, vemos que la sexualidad ya se apoderó de sus quebrantables cerebros, y la confusa salud mental se ha convertido en el placer carnal, que juega con el libre albedrío de la desnudez, de la masturbación, de la obscenidad y de la promiscuidad.
Repiten lo que papi y mami hacen el viernes por la noche, aunque nunca comprendieron lo que papi y mami hicieron el sábado por la noche. Pelear, bailar, gritar, jugar, saltar, reír y llorar. Repiten los legendarios errores de papi y mami, porque papi y mami repitieron los errores del abuelo y de la abuela, y ahora el nieto y la nieta repetirán la trágica escena del crimen, en la clásica cama de la irresponsabilidad sexual.
Es un círculo vicioso que se repite de generación en generación, y la sobrepoblación es un chiste sin ninguna gracia, porque robamos la inocencia de los niños y de las niñas, mientras fabricamos nueve meses de absoluta irreflexión, donde el poder supremo recae en la presión que ejerce la sociedad, acostumbrada a señalar las equivocaciones cuando ya nacieron los problemas.
No hay métodos anticonceptivos que aseguren la fertilización de la sabiduría, porque las travesuras de los niños no se curan con pastillas, condones, parches, brujerías, gotas, pomadas, brebajes, cirugías, sangrados y cenizas.
La niña es tirada a la calle como una perra prostituta, el niño es todo un hombre lleno de envidiable virilidad, y la familia se olvida del bautismo para evitar los chismes de la gente, y para que la culpa no se coma el último reclamo de Dios.
Miedo, estupor, ignorancia, hipocresía e indiferencia, son algunos de los más famosos dogmas de fe, que convierten en peligroso tema tabú a la Educación Sexual, pese a que debería ser un cotidiano tema, abiertamente discutido en el seno de nuestros pueblos.
En nuestros pueblos hispanos no se diferencia el azul del rosado, y se sigue evocando el cuento chino de la romántica cigüeña que entrega el esperadísimo regalo, se sigue evocando el cuento chino del ombligo que rompe el cascarón del pollito, y se sigue evocando el cuento chino de la dulce sirenita que buscaba a un pececito llamado Nemo.
¿Pene, espermatozoide, vagina, orgasmo, útero, óvulo?
No queremos perjudicar a nuestro hijo, hablándole del sexo antes de tiempo, pero en un abrir y cerrar de ojos se pasó el tiempo, y nunca le hablamos de sexo a nuestro hijo.
Entonces nos preguntamos: ¿Quién le habló de sexo a tu hijo?
Probablemente la educación sexual que recibió tu hijo, provino de la más popular canción de reguetón, provino del viejo violador que interactúa con jovencitas en la Internet, provino del carnicero que se saborea hasta la sangre del puerco, provino del musculoso proxeneta que regala chocolates a las conejitas en minifalda, o provino del encantador tío que súbitamente se marchó de nuestra casa.
Los padres no imparten la educación sexual en sus hogares, porque no tienen suficiente tiempo para dedicarles a sus hijos, ya que deben trabajar y conseguir dinero para alimentar a la familia.
Los maestros no imparten la educación sexual en los colegios, porque ellos no son los padres de los muchachos, y porque ni siquiera conocen el significado del prepucio del clítoris.
Por eso el reguetón es tan popular, porque te explica lo que nadie se atreve a explicarte.
La pubertad de los jóvenes ocurre en la oscuridad del analfabetismo existencial, donde hay una montaña de preguntas sin respuestas, y donde hacer lo que todo el mundo hace, termina siendo el mejor ejemplo gráfico y geográfico, para bajarse los pantalones y penetrar hasta los confines de la inconciencia sexual.
Esa castidad que afloraba a flor de piel, ese nerviosismo por superar lo prohibido, ese polvo lleno de sudadas cosquillas, y ese furor de perforar el pozo de la rabia, permitió que los polluelos se contagiaran de horribles enfermedades de transmisión sexual, como el VIH, la gonorrea, el herpes genital, la clamidia, el virus del papiloma humano, y la sífilis.
Aunque los sidosos polluelos están infectados de parásitos, hongos y bacterias, vemos que ellos siguen escuchando la música del reguetón, siendo el mejor refugio para escapar de los problemas, y así no afrontar la realidad del gran pecado cometido.
Ella tiene pensado abortar la mancha del clandestino pecado, y él tiene pensado seguir perforando pozos de terciopelo, porque si estoy condenado a morir por culpa del pecado, entonces voy a disfrutar mis últimos días de fiesta en la Tierra.
No hay duda que el reguetón, es el mejor consejero para los adolescentes hispanos.
Jóvenes que tienden a caer en el laberinto del sexo, por culpa de una vida llena de mediocridad y aburrimiento, que puede ayudarnos a identificar el origen de la falencia mental, que se esconde detrás de la promiscuidad juvenil.
Conscientemente violan la sagrada dignidad de sus cuerpos, conscientemente soslayan la ley divina de Dios, y conscientemente fornican como animales de la selva.
Vemos que no es necesario construir una sólida relación interpersonal, que pueda convertir la amistad en un bello noviazgo, donde exista una oportunidad de matrimonio para la pareja, y por ende, se llegue a consagrar una relación sexual entre los cónyuges.
Por el contrario, vemos que la relación sexual puede ser la consecuencia de un capricho entre dos jóvenes libidinosos, puede ser la consecuencia de una divertida apuesta callejera, y hasta puede ser la consecuencia de un embrión embriagado en las drogas.
Como venezolano, lamento que más allá de la crisis económica que sufre el país, viene aumentando el índice de embarazo precoz, porque la frustración e impotencia que causa la amarga problemática en Venezuela, genera un mayor apetito sexual en la irresponsable juventud venezolana, que no se cansa de inflar gigantescos globos en los pálidos vientres, para que sus apellidos se recuerden con tristes caritas de pobreza.
Me entristece reconocer que la juventud venezolana, es incapaz de entonar la gloriosa letra del Himno Nacional de Venezuela. Los jóvenes venezolanos no se atreven a cantar con entusiasmo el himno venezolano, porque sienten pena y vergüenza de entonarlo públicamente, y porque no quieren memorizar ninguna de las estrofas del revolucionario himno.
Me entristece reconocer que la juventud venezolana, es incapaz de rezar la oración del Padre Nuestro dentro de las iglesias cristianas. Aunque la mayoría de los jóvenes venezolanos recibieron el bautismo de la Iglesia Católica, no se atreven a rezar públicamente la oración del Padre Nuestro, porque no quieren asistir a la santa misa dominical, y porque sienten pereza y flojera de vivir en comunión con Dios.
Me entristece reconocer que la juventud venezolana, es capaz de cantar con devoción todas las canciones reguetoneras que gozan de popularidad. Aunque las canciones del género musical reguetón utilizan un lenguaje grosero y soez, vemos que los jóvenes venezolanos se sienten libres y felices de gritar el coro de la mejor canción reguetonera, pero ellos son incapaces de entonar el Himno Nacional de Venezuela, y ellos son incapaces de rezar la oración del Padre Nuestro.
Pero la epidemia de jovencitos descarriados y jovencitas embarazadas, sobrepasa la patria venezolana que libertó Simón Bolívar, porque sabemos que de norte a sur y de este a oeste, se apagan las luces de la conciencia y se prenden los motores de la irracionalidad, buscando que los labios ensalivados y la fetidez del olor de la pesca, transformen la cochinada sexual en una mojada expresión de genuino amor.
No hay magia de los quince años, no hay damiselas y caballeros, no hay jueves de santísimo sacramento, no hay pupitres con calzoncillos limpios, no hay afilados lápices de respeto, no hay santo rosario de María, no hay trompetas de ángeles en la recámara.
Tan solo hay devoción al sexo, devoción al dinero, devoción a las drogas, devoción al reguetón, devoción al adulterio, devoción al bullying, devoción al Mundo.
Los niños y adolescentes son neófitos del crepúsculo. Frágiles cristales creados a la imagen y semejanza de sus padres.
Si los cristales se rompen y se astillan, obligatoriamente tenemos que culpar a sus apáticos padres, porque ellos no supieron cuidar los tesoros, con la responsabilidad que implicaba el don de la vida, permitiendo que se astillaran los espíritus del cofre, y permitiendo que se rompieran las almas del purgatorio.
Puedes modificar el tiempo verbal de los hijos, pero sus padres siempre cargarán la pesada cruz de la culpa, en esos hombros que ayer fornicaron por la espalda, sin recibir ninguna clase de educación sexual.
Pasan los años de la vida mundana, y nuestros jóvenes se casan, se reproducen y se mueren. Algunos compraron la mentira de una familia perfecta, y otros compraron la verdad de una imperfecta familia.
Pero aquí no hay derecho de arrepentirse, porque solo podemos confrontar la realidad de la pecaminosidad sexual en la que vivimos, agarrando al bendito toro por los malditos cuernos, y aceptando la ausencia de educación sexual, tanto en los hogares como en los colegios latinoamericanos.
Si hubiera existido la pronta educación sexual, nuestro artículo de opinión jamás se hubiera escrito, pero considero importante generar voces de alarma y luces de cambio, dentro de un Mundo que sigue censurando y reprochando la penetración anal, mientras sigue bailando el más sucio y famoso reguetón.
Nuestros jóvenes consumen lo que el Mundo les ofrece, porque se sienten indefensos, huérfanos, y sin empatía en el corazón del hogar. No sienten la confianza necesaria para hablar con sus padres sobre la educación sexual, en aras de aclarar dudas, resolver misterios, y fortificar el vínculo afectivo del padre y su hijo.
Pero por desgracia, la mayoría de los padres no se encuentran holísticamente capacitados, para afrontar el desafío de la orientación sexual con sus hijos.
El resultado de tanto silencio familiar, se paga con el nacimiento de miles de niños no deseados por sus progenitores, y se paga con la muerte de miles de fetos no deseados por sus asesinos.
Con los lápices se puede culturizar, pero también se puede quemar el destino.
¡Padres, no sean inmaduros! Sus hijos vienen cuando ustedes apenas van, y esperar que la fruta madure por obra y gracia de la Naturaleza, es una gravísima imprudencia que no tiene perdón de Dios, porque están sembrando a ciegas el milagro de la vida.
Antes del primer beso, antes de la primera erección, antes de las primeras maripositas en el estómago, y antes del primer latido de ilusión, primero necesitamos que nuestras neuronas reciban la gran enseñanza de la educación sexual.
Si usted es normal y le gusta el sexo opuesto, tenga mucho cuidado con las decisiones que tome a diario, porque jugar con la vida es un delito, que se paga más abajo del infierno.
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