El origen de la contaminación espiritual en la Tierra
- Opinión
Comamos y bebamos que mañana moriremos.
No me arrepiento de haber maldecido a la higuera, porque el tiempo de Dios es tan perfecto en la Tierra, que puede hacer brotar un millón de benignos higos, durante la peor temporada de sequías en la historia.
Yo no soy caprichoso, pero el que no está conmigo, está contra mí. Y el que no recoge conmigo, desparrama una y otra vez.
La rebeldía de aquella legendaria higuera, me obligó a secar su estéril presencia en la vida, porque hasta las brevas aclaman el clamor de la justicia.
Yo sé que muchos señores me dirán: ¡Señor Señor!
Yo sé que muchas señoras también me dirán: ¡Señor Señor!
Pero os digo que no todos los que me llamen Señor, entrarán por la puerta angosta hacia el eterno reino de los cielos, pues cumplir la voluntad de mi Padre será el único camino despejado, que permitirá abrir la puerta de la innegociable eternidad.
No todos los que guarden el sábado van a subir, no todos los que guarden el domingo van a bajar, no todos los que guarden el lunes van a subir y a bajar.
Estoy viendo mucha maldita higuera a mi alrededor, y estoy viendo poco bendito higo a tu alrededor. No puedo pedirte que seas un bendito higo, porque naciste de una maldita higuera. Pero realmente puedo quemar tus mediocres hojas en blanco, que jamás se escribirán con palabras de gloria.
Maldito el hombre que confía en el hombre, maldita la mujer que confía en la mujer, malditos los hombres y las mujeres, que confían en los hombres y en las mujeres.
Si quieres ponle precio a la higuera, ponle precio a todos los higos, ponle precio a la Madre Naturaleza.
Por eso sus cuerpos siempre mueren, porque siempre venden los higos de la higuera.
El día que regalen los higos a quien no tenga higuera, se cansarán de vivir felices en el paraíso de Jehová.
Un paraíso que no yace arriba ni abajo, un paraíso que no fue ni será, un paraíso que está aquí y ahora. No puedes verlo, porque eres la higuera. Yo puedo verlo, porque soy el higo, soy el tiempo, soy el Universo.
Señor Mundanismo y Señora Mundanidad. La pareja perfecta de nuestro imperfecto siglo XXI. Fabricados a imagen y semejanza del Mundo.
Un pene en la cama y una vagina en la estufa. Carne ahumada y balones de fútbol. Culos cagando en alta definición, vulgaridades en las bulliciosas calles, chistes picantes en la polvorienta oficina.
Aquí son populares los sensuales músculos de esteroides, y aquí son impopulares los peligrosos asteroides de Belcebú.
Políticos, prostitutas y predicadores. Descerebrados por el reguetón, pirateados en el androide, y ensalivados con el vallenato, pero felices porque son los mejores amantes de la ignorancia sideral.
“Mujer, si puedes tú con Dios hablar, pregúntale si yo alguna vez, te he dejado de adorar”.
Así dice la famosa canción de amor.
¡Qué barbaridad!
Suponemos que dios le dirá a la mujer cristiana, que su hombre cristiano siempre la ha adorado, aunque dios tenga que tragarse el orgullo, y tenga que reconocer que su infinito poderío, no genera adoración para los hijos de su propia creación divina.
¡Sinvergüenzas!
Me traicionaron comiendo el fruto prohibido, fueron expulsados de mi majestuoso Edén, y ahora yo debo ser la angelical flecha de cupido, para testificar la idolatría del hombre hacia su impía mujer.
Ellos y ellas se llaman cristianos y cristianas, pero no adoran la cruz del calvario que los absolvió del pecado, porque realmente adoran el pecado que los consume a diario.
¡Hipócritas!
Desde hace veinte años duermen en camas opuestas, pero siguen compartiendo el techo de la misma casa.
Él vive enjaulado en una cueva viendo la televisión. Ella vive resignada a una cocina sazonando la mentira. No se huelen las pieles, no se manosean por la noche, no se divorcian por ley, porque toda la gente admira la longevidad de su matrimonio perfecto, siendo un testimonio de amor sacrosanto y un ejemplo de fidelidad.
Vivimos de la apariencia, porque la vida mundana se basa de perfidias y apariencias.
Todos son felices aparentando ser cristianos, todos son felices cometiendo apostasía, y todos son felices glorificando mi pasado, aunque un miserable ateo es más cristiano que usted, es más sincero que usted, y es más auténtico que usted.
Por eso Génesis 6:6 decreta lo siguiente: “Y se arrepintió Jehová de haber creado hombre en la Tierra, y le pesó en su corazón”.
Mi padre fue contundentemente claro. Es lógica su decepción, pues los Seres Humanos son la basura del Mundo. No es necesario reinterpretar la aseveración de Jehová.
Pero ustedes no se cansan de adulterar, la supuesta bíblica palabra revelada por mi padre, convirtiendo lo canónico en apócrifo y transformando lo apócrifo en canónico.
Las Santas Escrituras son las palabras del hombre, inspiradas por el hombre, redactadas por el hombre, editadas por el hombre, traducidas por el hombre, impresas por el hombre, difundidas por el hombre, vendidas por el hombre y compradas por el hombre.
Los hombres fueron quienes aprobaron los espectaculares textos canónicos, y fueron los hombres quienes satanizaron los incómodos textos apócrifos.
¡Mentirosos!
De cierto os digo que por muy enfurecida que estuviera mi alma, juro que mi Padre no me enseñó a castigar los pecados, con el brazo arqueado y con el puño cerrado.
¿Realmente piensas que yo utilicé la violencia de un furioso látigo, para expulsar a todos los mercaderes que irrespetaban el templo de Jerusalén?
¿Realmente piensas que yo me convertí en la típica bestia cavernícola, que necesita rebuznar como un animal en celo, para llamar la atención y resolver los problemas?
Si realmente piensas que el cordero lleno de pacifismo, que venció a la tentación del Diablo en el desierto, que con paciencia supo desenmascarar a miles de fariseos, y que usaba su espléndida retórica para ganar ovejas al rebaño, finalmente tuvo que recurrir al gran látigo hollywoodense de Indiana Jones, para golpear a la inconciencia y lograr el respeto a la ley de Dios, pues déjame decirte que desconoces la virtud de mi nombre.
Yo no fui Indiana Jones, yo soy Jesús de Nazaret.
Si aceptáis lo apócrifamente canónico que relata la Biblia, entonces también acepta lo canónicamente apócrifo, que no se relata en ningún versículo de la Biblia.
Ustedes han viciado mi verbo, y tildan de chiflado al poeta más sensato.
Me miman en tiempos de mimos, pero me olvidan en tiempos de prueba. Siguen tildando la palabra fe, aunque les dije que la fe no lleva tilde.
No sé qué buscan de mí, realmente no lo sé.
Aceptan que nací el 25 de diciembre y aceptan que morí a los 33 años, pero no aceptan que en mi infancia cometí algunas malvadas travesuras, como por ejemplo, entrando sin permiso en una tintorería y manchando todas las prendas de vestir, mientras presumía de mis mágicos poderes con los demás niños.
Aceptan que mi abuelo fue Joaquín y aceptan que mi abuela fue Ana, pero si les digo que compartí la luz de la luna con otro hombre, sin la telilla de los calzoncillos y en absoluta desnudez, seguro que me asesinan los cuernos hasta el fatal amanecer.
Aceptan que María fue virgen, antes, durante y después del parto, pero no aceptan que a veces ridiculizaba a los apóstoles, con risas llenas de sarcasmo para mofarme de sus limitaciones, por no entender las parábolas y enseñanzas provenientes de Jehová.
Aceptan toda la charlatanería del 22 de octubre de 1844, pero si prohíbo el pago del diezmo y si prohíbo las ofrendas en mis mansiones sabáticas, seguro que nunca más doblarán sus rodillas sobre el oso del gran chasco, y seguro aplaudirán con las manos del campesino que descubrió la vasija de cerámica.
Aceptan todo lo que conviene aceptar, y vomitan todo lo que no conviene saber.
No hay legalización del aborto, no hay parche anticonceptivo, no hay condón con olor a fresa, y no hay hospital con vasectomía gratuita, para que el pueblo de Satanás circuncide su irresponsable impulso sexual.
Ichabod por culpa de tanto señor Mundanismo, Ichabod por culpa de tanta señora Mundanidad, Ichabod por culpa de una eternal trombosis hemorroidal, que amarga la más amarga madrugada del dramaturgo.
Si les exijo cumplir con la castración, se espantan, se asustan, se apartan. Si les pido cumplir con la fecundación, se alegran, se animan, se acercan.
Se acercan tanto que terminan eyaculando y mojando, por culpa de los sucios amores mundanos, que excitan a los pétalos de la flor primaveral, otoñal, invernal y veraniega.
Amor fruto de una cara, porque me encanta su belleza exterior, aunque su interior sea una manzana podrida.
Amor fruto de la plata, porque convierte lo feo en bonito, con una interesada billetera tallada en oro.
Amor fruto del miedo, porque más vale vivir mal acompañado, que vivir solo en la solitaria soledad.
A veces la desesperación puede generar espejismos, que se disfrazan de amor a primera vista. Y a veces la admiración, también puede generar sentimentalismos mundanos.
Magdalena se había enamorado de mí, porque la salvé de un funesto apedreamiento. Su amor no nació por obra y gracia del espíritu santo, pues su amor nació del agradecimiento hacia ese poderoso Hombre, quien con tan solo abrir la bendita boca, hizo que las piedras se pulverizaran en las manos de los pecadores.
Magdalena se enamoró de la faceta de un hombre, pero si ese hombre hubiera sido una asquerosa rata de alcantarilla, ella no hubiera derramado un costoso perfume sobre mis pies, porque le habría causado repulsión ungir la piel de un asqueroso roedor.
Quienes afirman tener fe en mi persona, necesitan la figura imaginaria de un valeroso rostro, de una corona de espinas, de unos pies ensangrentados, y de tres punzantes clavos en el madero de la cruz, para despertar el sentimentalismo que despierta la oración, el ruego, la mansedumbre.
Pero si no hubiera rostro, si no hubiera cruz, si no hubiera historia detrás de mis hombros, les aseguro que nadie predicaría el evangelio de norte a sur y de este a oeste.
Dios no quería la adoración de imágenes, no quería la adoración de cuerpos, no quería la adoración de representaciones visuales.
Pedro, Santiago, Pablo, Mateo, Juan. Cualquier amistoso discípulo de Cristo, pudo haber descrito perfectamente los rasgos físicos del hijo de Dios. Sin embargo, aunque la Biblia es un libro más extenso que el Cosmos, misteriosamente rechaza ofrecer detalles precisos y verosímiles, sobre la apariencia personal que exhibía el gran redentor.
Dios quería que la verdadera fe de los hombres, naciera por obra y gracia del espíritu santo, sin la necesidad de ver para creer, y sin poner condiciones a la justificación por fe.
¿Por qué Dios no quería la idolatría de imágenes?
Porque si yo te digo que fue una asquerosa rata de alcantarilla, la que murió en la cruz del calvario para absolvernos de los pecados, y no fue el famoso hombre judío con hermoso cabello largo, que se idolatra diariamente en todas las iglesias del Mundo, entonces no creo que usted sea capaz de arrodillarse y le ore con devoción, a una asquerosa y santificada rata de alcantarilla.
Yo sé que mis palabras aparentan ser ofensivas, pero si te sientes ofendido, significa que tu fe está sujeta a una histórica imagen cristiana, y realmente no has conocido el poder del espíritu santo dentro de tu ser.
Si realmente el espíritu santo obra dentro de tu ser, entonces puedes adorar en plenitud a nuestro amado Jesús, sin que te importe su apariencia física, sin que te importe el color de sus ojos, y sin que te importe el origen de su raza.
“Niño lindo ante ti me rindo, niño lindo, eres tú mi Dios, niño lindo ante ti me rindo, niño lindo, eres tú mi Dios”.
Así dice el famoso villancico navideño, que cantan todas las familias católicas venezolanas, para glorificar al Niño Jesús durante el mes de diciembre.
Pero qué pasaría si ese niño tuviera enormes cicatrices en el rostro, y qué pasaría si ese niño tuviera una terrible deformación congénita.
¿Sería tu dios un niño enfermo y con la cara desfigurada?
Dios nos regaló el derramamiento de su espíritu santo, para encontrar dentro de nosotros mismos, las respuestas a todas las preguntas que atormentan la razón de los creyentes, quienes por ignorancia depositaron su fe en el altar de las imágenes.
El problema es que la sociedad moderna, ha rentabilizado el rostro de Dios a su propia conveniencia, porque es más fácil abrir los ojos y empezar a creer, y porque es más difícil abrir el corazón y comprender la fe.
En aquella cruz del calvario, yo no morí caucásico, ni caramelo, ni copacabana.
En aquella cruz del calvario, yo morí ardiendo en el más rojizo de los fuegos, para destruir el pecado de la vanidad, de la frivolidad, de la superficialidad.
Pero contradictoriamente, los cristianos rechazan ver la infame apariencia de mi cuerpo, después de morir en aquella pasional cruz del calvario. Ellos prefieren reconstruir la senda del pecado en las iglesias, endulzando las violentas heridas de mi cuerpo, y censurando el más rojizo de los fuegos ardientes.
Condenan y denuncian la homosexualidad de mi ejército de sacerdotes, pero en todos los seminarios cristianos de Hispanoamérica, se obliga a que los jovencitos adoren a un cristo que luce guapísimo posando semidesnudo, para que el semen de los seminaristas transfigure el celibato, en una gigantesca cruz tan erecta como eyaculada.
Todos quieren fotografiarme con un trillón de megapíxeles, todos pretenden filmar mi gracia salvadora en 4k, todos sueñan con besarme en 500k, y todos me verán resucitar en 1000k. Pero os aseguro que mientras mayor sea la resolución de anarquía, menor será la posibilidad de entrar en el reino de los cielos.
Pese a que me duele admitirlo, Jesucristo fue transformado en una fabulosa marca comercial, que pertenece a la agresiva plataforma del capitalismo salvaje.
El cristianismo se ha convertido en un lucrativo negocio, que se expande con la acelerada canonización de milagrosos santos y de milagrosas santas, que permiten la millonaria construcción de más y más templos terrenales, para generar ingresos económicos entre el fuego de las velas y el olor del incienso.
Por eso trabajaste como un burro por diez años, para ahorrar dinero y comprarte ese bellísimo automóvil.
Pero con una simple pistola, te robé el bellísimo automóvil.
Pero con una simple pistola, te robé el esfuerzo de diez años.
Pero con una simple pistola, te robé la esperanza.
En menos de un minuto, te robé la energía de diez años.
¿Quieres seguir siendo un buen samaritano, o compramos el poder de una pistola?
Podéis culpar al pistolero, pero os digo que la pistola no proviene de mi Padre.
Llorarás la tragedia como una Magdalena, pero hay un espíritu santo que consuela a los arrepentidos, y que te espera con sus brazos bien abiertos.
Recuerda que si vas por la vida, idolatrando y ambicionando la tenencia de más cosas materiales, como el dinero, las joyas, las tarjetas de crédito, los automóviles lujosos y los más avanzados teléfonos inteligentes, pues más temprano que tarde, te ahogarás en un incontrolable estado de depresión, que aunque intentes maquillar con tres máscaras sociales, solo terminarás confundiendo el color de la amarga realidad, que te transformará en una pesadilla esclavizada a tus neuronas.
Las monedas de oro se cotizan en la bolsa de las viejas enemistades, pero es nuestro corazón el que sufre la frialdad de un endeudado Mundo, que encapilla la endurecida idea del suicidio en la mente de todos los Seres Humanos, porque ellos siguen naciendo sin comprender, el holístico significado de la existencia humana.
Mi padre no castiga, mi padre alecciona. La lección más difícil que afrontarán los descendientes de Caín, será reconocer la incapacidad mental de todos sus herederos, quienes jamás descifrarán el verdadero origen del Universo.
Viajarán en primera clase alrededor de todos los exoplanetas, colonizarán todos los rincones de nuestro sistema solar, y jugarán ajedrez con los más sofisticados ciudadanos extraterrestres.
Pero la equivocada ciencia de los Seres Humanos, jamás tendrá la unívoca respuesta sobre el unívoco origen del Universo. He allí el peor castigo destinado para la vileza humana, que seguirá construyendo castillos siderales sobre tambaleantes carreteras de salitre, porque nunca compartieron el legendario sabor del pan, con los pobres niños africanos y latinoamericanos que sufren por la maldad del orbe.
Las absurdas teorías sobre el Big Bang, causan melancolía en la faz de mi padre, y os digo que las matemáticas de los científicos, tienen la misma sabiduría de un cangrejo.
Los hombres piensan alcanzar el cielo erigiendo rascacielos, pero os digo que mientras más altas sean sus ambiciones, más grandes serán las grietas del terremoto.
Los avances tecnológicos romperán el velo de la ficción, pero os digo que no habrá cura para el cáncer, hasta que la hambruna infantil desaparezca del triste horizonte.
Cada efímero segundo nace una nueva criatura en el segundero, y cada efímero segundo muere una criatura que pudo ser apadrinada, adoptada y amada.
No hay bofetada bautismal francesa que calme el consumismo, no hay don profético mesiánico que controle la ansiedad, y no hay amenaza de bomba atómica que revierta el libertinaje.
El ego siempre tiene hambre de Mundanismo y siempre tiene sed de Mundanidad. Por eso, siempre querrá una fastuosa boda, siempre querrá nueve meses de embarazo, y siempre querrá una fecha de nacimiento.
Seamos honestos, estamos sencillamente condenados al fracaso.
El ego babilónico exige más vida en Babilonia, mientras exige más guerra, más venganza, y más muerte en su planeta Tierra.
Seguirán endiosando la grosería de la sobrepoblación mundial, pero os digo que todos sus descendientes babilónicos, son higos secos de una misma higuera quemada.
Todos ustedes son la cizaña del mismo trigal, y sus envidias me clavaron en lo más alto de una injusta cruz, pero os digo que en la cruz encontré el perdón para sus pecados.
Son libres gracias a mi genuino sacrificio de amor, pero eligieron vivir presos en la fascinante esclavitud del Mundo.
Sigan endiosando a la miel del pecado, y que nada ni nadie detenga tu andar.
Comamos y bebamos que mañana moriremos.
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