Francisco y la realidad argentina

20/12/2018
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Escribir sobre el Papa Francisco y sobre la Argentina no es fácil porque generalmente –a mi juicio, a mi entender- se han confundido los elementos. Aquí en Buenos Aires al menos, es lo que ocurre habitualmente.

 

Cuando se habla de la no visita del Papa a su país de origen, lo general es que siempre todo comience a girar sobre las relaciones “partidarias” ya que Bergoglio es de origen peronista –Guardia de Hierro para ser más exacto- y quien gobierna se encuentra en el otro extremo del paisaje. En general, desde ese punto de vista es desde donde siempre se termina el análisis, para concluir corrientemente en que “no viene ya que no quiere ser factor de una mayor “grieta” –como la llaman- de la sociedad argentina”.

 

Antes de entrar en el tema específicamente, voy a hacer una advertencia. En la Argentina desde hace algunos años, como sostiene Andrea Tornielli el nuevo Director Editorial del Vaticano respecto a ese Estado, también “hay una creciente necesidad de que el periodismo cuente los hechos antes de comentarlos".

 

En este país, desde hace mucho, el periodismo no es informativo, es “habladólogo”. Sólo se habla, no se informa. Eso lleva –lamentablemente- a que no midamos los reales motivos de los acontecimientos. En los noticieros de la TV, encontramos a una pléyade de periodistas que “comentan”, acompañados de abogados, médicos, “peritos”, vecinos, o transeúntes que pasan casualmente por algún lugar. Todos hablan, no importa lo que dicen o porqué lo dicen.

 

Desde mi punto de vista, que es el de un periodista católico militante, que llegó al país hace más de 40 años, los motivos por los que el Papa argentino no visita su patria no son político-partidarios –que algo de ello puede haber- sino fundamentalmente relacionados con la realidad de la Iglesia Católica en este país. De la forma de ser Iglesia de la clase episcopal y por ende de cómo piensan y sienten a la Iglesia una importante mayoría de los feligreses argentinos.

 

Cuando llegué a este país huyendo de la dictadura de Pinochet, me encontré con la dictadura del general Videla. Como periodista acreditado en el Ministerio de Economía de este país, miraba con no poca extrañeza la poca participación de los obispos en la defensa de su pueblo, al contrario de lo que ocurría en Chile con el Cardenal Silva, mi tío Carlos Oviedo y en general todos los obispos chilenos.

 

Hoy, transcurridos largos años durante los cuales se llegó a celebrar un Juicio contra los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas –quizás más destacado que el de Nuremberg por no ser de los vencedores sobre los vencidos-, fueron transparentadas las actitudes de tantos sacerdotes y obispos en ese juicio y condenadas.

 

Cuando se ha sido testigo de cómo “desaparecieron” a los defensores de los derechos humanos, incluyendo a la fundadora de la Madres de Plaza de Mayo, amiga del padre Bergoglio; cuando el Arzobispo de Buenos Aires fue elegido Papa y este Papa está transformando la Iglesia, lo que quizás debería ser fundamental para los católicos, especialmente para los obispos de la Iglesia de la Argentina, nada ha cambiado o casi nada.

 

Desde la militancia cristiana, creo entender porqué Francisco, el argentino que guía a la Iglesia Católica, no viene a este país. Me ha tocado ser testigo de cómo, salvo los curas villeros y algunos otros, el aparato eclesial de este país jamás ha salido a defender las posiciones del Papa argentino. Eso lo he discutido personalmente con mi párroco, que siempre encontró una excusa para hablar de lo divino y no de las mujeres, hombres y niños que somos parte de la Iglesia y menos de lo que afirma Francisco como función de la Iglesia de Jesús y la Opción por los Pobres.

 

Estas razones son las que me han convencido que el Papa no viene a la Argentina porque su pueblo, sus amados compatriotas y su clero no son parte del movimiento universal que encabeza para transformar la Iglesia que Jesús fundó cuando le dio la responsabilidad a Pedro.

 

Si viniera a la Argentina ahora, justificaría la actitud reaccionaria de su episcopado –salvo escasas excepciones- de su clero y por lógica de los católicos argentinos que están o son más la forma de católico que Francisco quiere cambiar.

 

No puede venir a su patria porque sus compatriotas no se han decidido a ser franciscanos, militando con Francisco en la renovación de ella. No es que no venga por diferencias partidarias. No viene porque no se ha entendido el Mensaje Evangélico.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/197276?language=en
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