De la invasión a Panamá a la dictadura empresarial
- Análisis
La importancia de recordar y dialogar sobre los acontecimientos históricos corresponde a que estos ejercicios nos brindan las herramientas reflexivas para entender nuestro presente y el lugar que ocupamos como sociedad dentro de un mundo fluctuante y complejo. Examinar el pasado -con seriedad y criticidad- nos esclarece el ahora y nos posibilita construir un futuro compartido y deseado por las mayorías, con dirección a que se superen las tragedias del pasado. Por esta razón es importante peguntarse cada 20 de diciembre, y fuera de la fecha, que pasó antes y durante diciembre de 1989, pero principalmente que ocurrió después. No solo en Panamá, también en el mundo.
Sobre la invasión norteamericana a Panamá existen decenas de análisis que tratan de explicar los motivos de los acontecimientos. Sin embargo, son menos los que se ocupan de interpretar lo posterior y su relación con la tragedia. La tendencia de los medios de comunicación y la opinión pública es ir directo al tema. Inician con el primer bombazo y concluyen con la captura del General Noriega. Lo cual está bueno, pero los temas hay que contextualizarlo con lo previo y lo posterior para darle un marco. No se puede dialogar en abstracto. Se debe discutir en un contexto y a partir de una historia y dentro de ese contexto y de esa historia es posible que se tomen posiciones políticas.
En ese sentido, la línea histórica -que no es lineal- nos señala que un pueblo fue separado (Panamá) de sus pares (el resto de los departamentos colombianos), pero simultáneamente le fue secuestrado una parte de su territorio que serviría de plataforma para el desarrollo de la posición económica y militar de EEUU en el mundo. Esto generó contradicciones en el seno de la sociedad panameña: culturales, sociales, políticas y económicas. A la medida que esas contradicciones se iban desarrollando también maduraba la conciencia del pueblo panameño y su capacidad organizativa, hasta el punto de que sus exigencias se convirtieron en la religión de la gran mayoría. Paralelamente otra pequeña parte de esta misma sociedad continuaba en complicidad con los intereses foráneos y a su vez detentaba el poder político. Exactamente como ocurría desde 1903.
En ese desarrollo la hegemonía de esta pequeña minoría -apátrida- que controlaba el poder político y económico (entendida el concepto como el poder de hacer a otros que piensen igual hasta el punto de instalar un pensamiento dominador y único) inició a entrar en crisis en la década del 40 hasta sucumbir el 9 de enero de 1964, lo cual puso en aprietos la estaca colonial del ocupante foráneo.
El invasor entendió el momento histórico y rápidamente buscó solucionar las contradicciones de una manera que inclinara la correlación de fuerza a su favor. Su carta para solucionar la crisis fue la Guardia Nacional. Por una parte, asesinarían a los más radicales, se detuvo el avance de las organizaciones populares, para ello las cooptaría hasta corroerla y desvanecerla, como a su vez aseguraron su triunfo contra el comunismo por estas tierras (en medio de la guerra fría).
Todo este largo proceso estaba acompañado de políticas económicas que marcaban etapas. Para inicio de los años ochenta EEUU impuso una agenda económica que daba inicio a un tercer periodo económico basado en la desregulación del mercado. Esta tarea dada a la recién creada Fuerza de Defensa no pudo ser cumplida, lo cual condujo a que EEUU utilizara otra herramienta para sus nuevos propósitos. Una vez más entendida la situación el ocupante cambia de carta e imponen a sangre y fuego a sus aliados históricos (los empresarios). Esto no niega que los estamentos de seguridad en el poder jugaran a múltiples y propios intereses, como de tener sus contradicciones con los mandatos del gobierno norteamericano, ni que estos tampoco tuvieran relaciones de intereses con la clase dominante que había perdido su hegemonía.
De esta manera se pasó de una dictadura militar a una dictadura empresarial que marca nuestro presente. Entendida ésta como la RAE describe en su diccionario: Régimen político que, por la fuerza o violencia, concentra todo el poder en una persona o grupo u organización y reprime los derechos humanos y las libertades individuales.
La dictadura empresarial se instaló -el 20 de diciembre de 1989- derramando chorros de sangre y se mantiene vigente por medio de un pensamiento único: el del mercado (negocios-dinero) que es reproducido desde los partidos políticos, medios de comunicación, universidades y escuelas. En ocasiones utilizan la represión en las calles cuando consideran necesario o satanizan las protestas. Para esto disponen de un aparato comunicacional militante del mercado y de estamentos de seguridad -bien armados y amaestrados- fieles al mandato del presidente de turno (como caballos en una carrera), con la excusa del respeto a la institucionalidad.
El régimen vigente es una dictadura porque concentra todo el poder. Los empresarios han secuestrado los partidos políticos sin excepciones. Tienen a su servicio los tres órganos del Estado y con ellos a los estamentos de seguridad y al Tribunal Electoral. Controlan todos los medios de producción y de comunicación, como a la vez han cooptado a ciertos líderes y organizaciones sociales. Tampoco, se escapan de ellos algunas organizaciones y líderes religiosos.
Esta dictadura empresarial imposibilita el cumplimiento de los derechos humanos y las libertades individuales. Ellos han logrado convertir los derechos básicos en grandes negocios; como ocurre con los servicios de energía eléctrica y agua potable, la salud, la educación, la vivienda, el transporte y la alimentación. Quién desea cubrir estas necesidades de manera “decente” está obligado a negociar con ellos porque el Estado no puede garantizar ni regular estos servicios mientras siga secuestrado por la lógica del mercado. Lo planteado imposibilita a que los individuos se desarrollen libremente bajo estas condiciones. En una sociedad donde los derechos humanos son castrados no puede ser terreno fértil para el florecimiento de las libertades.
Conocer nuestro pasado es útil para analizar nuestro presente de cara al futuro. Este ejercicio nos esclarece quienes son los opresores y los problemas de raíz. Por esta razón es prohibido olvidar. ¡20 de diciembre duelo nacional!
20/dic/2018
Mario Enrique De León
Sociólogo, Universidad de Panamá.
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