Explicar Brasil: unas observaciones e interrogantes desde fuera

06/11/2018
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La perplejidad fue quizá el denominador común ante los hechos que se precipitaron o se revelaron en torno a las elecciones en Brasil. Tomará tiempo explicar lo sucedido, se ha dicho. Una explicación que empieza a darse desde variadas aproximaciones, en unos casos con el imperativo de proseguir sin tregua en acciones de lucha, de resistencia, de defensa ante lo que ha sido evidente para el mundo: el gobierno de ultraderecha supone amenazas y peligros que ponen todo en riesgo, hasta los mínimos de democracia.

 

Ya circulan pautas explicativas tan lúcidas como comprometidas, profundamente conocedoras desde lo académico y lo político, que se remiten a lo histórico o exploran en nuevos fenómenos, que iluminan la comprensión y en unos casos trasmiten fortaleza y esperanza. Este acento en el análisis de procesos permite remontar una latente tendencia a ‘hallar culpables’, que invariablemente ha ubicado en las acciones u omisiones del progresismo y la izquierda las causas para el crecimiento de la derecha y la ultraderecha, haciendo abstracción de complejidades, contradicciones y paradojas inherentes a todo proceso histórico.

 

Las miradas ‘desde fuera’ están llamadas también a abonar a la explicación en ciernes. Los acercamientos no expertos, las percepciones y hasta las intuiciones que se han producido desde el compromiso y el interés en el destino de este país, indisoluble del de la región, son un insumo. América Latina vivió, con todos los matices, un proyecto común de transformación en disputa nada fácil con el neoliberalismo. Un período intenso en el que se multiplicaron o profundizaron iniciativas compartidas, acciones comunes, redes y relaciones que nos hicieron conocernos o reconocernos en este nuestro Sur.

 

De ese acercamiento fragmentario, episódico han surgido observaciones y preguntas en el camino, con los límites de una mirada externa y parcial, pero que quizá sirvan en la tarea colectiva de explicar al tiempo que se recupera y pone en perspectiva el acervo de movimiento y pensamiento generado, fundamental para afrontar esta nueva etapa. Algunas de estas se esbozan aquí.

 

1) Las mujeres brasileñas se anticiparon en percibir y denunciar la escalada de una derecha con agenda tan recargada en lo neoliberal como en lo patriarcal. Han estado por eso en la primera línea de la acción política en esta coyuntura. Previamente pudimos apreciar el crecimiento y protagonismo del movimiento de mujeres, con un liderazgo que irradió al mundo –el caso de la Marcha Mundial de las Mujeres–, que se involucró por igual en la movilización y en la construcción de políticas públicas de cambio. Tomó especial relevancia política en la reelección de Dilma, en su defensa ante el impeachment, en la resistencia al golpe, en la defensa de Lula, en la denuncia del peligro que representaba el ultraderechista Bolsonaro en las últimas elecciones.

 

En los momentos de escalada golpista en 2015, desde el ámbito regional atestiguábamos y denunciábamos también que ‘Las fuerzas e intereses hostiles al cambio, defensores de ese orden neoliberal inseparable de formas exacerbadas de poder patriarcal, han desplegado en estos años estrategias tramposas, que van desde la manipulación de los poderes legislativo y judicial, las guerras mediática y económica, hasta la violencia directa, para disputar y debilitar los proyectos progresistas[1].

 

En Brasil vimos florecer la movilización e iniciativa permanentes de un feminismo comprometido con los destinos de nuestros pueblos. Rescatar e interpretar ese papel hace parte de la explicación buscada.

 

2) En el golpe de 2016 contra Dilma ya se exhibieron los elementos que ahora no han dejado de sorprender. Los tintes patriarcales, la misoginia, homofobia, racismo, fanatismo religioso, ataque a lo público, estuvieron presentes en los pobres discursos de los diputados en la jornada de votación del impeachment. Así registramos entonces esas impresiones:

 

‘Fue, sin duda, la exhibición de la estructura de ese Congreso, con el anunciado ‘efecto manada’ en escena.Seguramente la mayoría de latinoamericanas/os no teníamos indicios del perfil de semejante grupo humano, imposible de intuir tras las noticias en general sesgadas que nos llegan.

Como una suerte de clones, desfilaban en el micrófono hombres cuyas intervenciones juntaban lo banal con lo ridículo. Un espectáculo burlesco, en que iba subiendo de tono un irrespeto cínico a la democracia, al pueblo movilizado, a la integridad de la Presidenta Dilma. Se hizo derroche de degradación de la política.

Invocando a dios, a sus familiares descritos con nombre y apellido, a sus amigos, a antivalores retrógrados, a afanes privatizadores, votaban sí, sí, sí, en un tono de feria, de vulgar festejo. Un sí que apunta deliberadamente a destruir, cual terremoto, esfuerzos de años hacia la justicia social, a privar a los empobrecidos de antes de condiciones de alimentación, salud, educación, a debilitar lo público -cuyo valor estratégico resalta precisamente en situaciones de catástrofe-, a desmantelar la integración regional soberana’.[2]

 

Ante la evidencia de que algunos de estos voceros fueron en su momento aliados políticos, resurgía una pregunta previa: ¿por qué se hicieron alianzas de gobierno que suponían abdicar de la agenda propia y asumir la opuesta?

 

Al parecer una parte de los partidos que ahora pueblan la ultraderecha crecieron, cual cuervos, aprovechando la necesidad de alianzas para asegurar ‘gobernabilidad’. El régimen político prevaleciente determinaba alianzas partidarias en función de condiciones para el ejercicio del gobierno, para avanzar en políticas de redistribución e inclusión que constituían el objetivo central del gobierno del PT.

 

Una necesidad comprensible pero que llevó a un esquema perverso. En el segundo mandato de Dilma se observó una conformación de gabinete que concedía espacios de decisión a otros, especialmente en el frente económico se veían representados de manera directa intereses del sector financiero y de los agro negocios. ¿Cuánto peso tuvo ese hecho en el resultado de perder-perder para el gobierno?: perdía espacios de poder, se sometía a la agenda de los opositores y asumía el costo político de tomar medidas ajenas a su propuesta de gobierno.

 

Producido el golpe, desde fuera vimos una Presidenta activa en la denuncia, con claridad de enfoque en medio de una etapa turbia y confusa: “En Brasil, luego de un año de haber destituido a la presidenta Dilma Rousseff sin ninguna prueba de las falsas acusaciones, el principal derrocador, Eduardo Cunha, ya preso por su prontuario de corrupción, admite la evidente trama de conspiración con Michel Temer para dar ese golpe. La Presidenta identifica los móviles de tal acción: alinear a Brasil en el neoliberalismo, frenar las investigaciones sobre las redes de corrupción de los golpistas, y una misoginia que abarcó todas las esferas del golpe y fue utilizada como base del discurso para destruir su imagen ante la opinión pública”[3].

 

3) ¿Por qué ante el golpe no se desplegó una movilización y solidaridad internacional recíproca? A diferencia de otros episodios de esta nueva generación de ‘golpes blandos’ consumados o frustrados -como los casos de Honduras, Bolivia, Ecuador-, que concitaron acciones y pronunciamientos importantes de denuncia y solidaridad, para el caso brasileño estas expresiones fueron bastante menores.

 

Las firmas de adhesión a comunicados de solidaridad ya no fluían, sorprendieron silencios y hasta negativas al amparo de caracterizaciones de neoliberal, extractivista o neodesarrollista. Quizá posturas comprensibles, pero que no ponderaban el balance de poder en juego.

 

Más allá de eso, quedó en entredicho la reciprocidad. En la dinámica de cambio de estos años, Brasil se abrió a la región de distintas maneras. Fue parte o apoyó tanto iniciativas de resistencia como de integración alternativa.  Gestó y sostuvo experiencias inéditas como el Foro Social Mundial, impulsó y así mismo sostuvo la Marcha Mundial de las Mujeres, generó acciones de solidaridad internacional sin condiciones como las lideradas por el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra –MST-. Grandes aportes de movimiento y pensamiento. La pregunta sigue flotando en el aire….

 

4) ¿Por qué no una campaña pro Haddad? Desde fuera se percibían los ecos de una campaña electoral que arrancó con aparente normalidad, refrendada o legitimada por la presencia de varios candidatos, mientras subsistía el dilema del PT de jugar todo y hasta el final en defensa de su líder y carta electoral, o apostar a un plan B. Lo ajustado en el tiempo de la inscripción de su candidato Haddad se combinó con una campaña que pareció optar por un acento casi total en ‘El No’, antes que en la denuncia de las consecuencias nefastas del golpe, ya evidentes, y en la propuesta para un nuevo gobierno PT.

 

Los siniestros personajes que rodean al señor Trump han sido pródigos en contar sus estrategias de propaganda, de construcción de imagen mediático-política. Así, han subrayado como básico buscar presencia noticiosa permanente y destacada en los medios, estar en los titulares ojalá cada día, no importa si tales noticias son buenas o malas. Colocar a Bolsonaro en el centro absoluto de la escena ¿no contribuyó a elevar su perfil y agrandar su imagen?

 

A nivel internacional se hizo eco también del horror o la indignación ante los dichos del ex militar, creció la denuncia sobre los tintes fascistas de sus mensajes y ‘propuestas’. La mención al programa económico que representa y enarbola, sin duda el corazón o meollo de lo que está en juego, quedó en plano muy secundario.

 

También al considerar el fenómeno mediático, saltaba la duda: ¿la repetición de sus mensajes llegaba como denuncia, como alarma que cae por su propio peso, o llevaba, perversamente, a percibir como ‘normales’ enunciados que en principio son inaceptables o condenables, a ubicarlos dentro de los límites de lo posible?

 

Era, así mismo, inevitable preguntarse ¿qué le dicen al común de los votantes los términos misoginia, homofobia e incluso fascismo? –este último aún con la connotación de un uso de sentido común y no con el rigor de un producto histórico situado-.

 

La campaña Él No tuvo una línea de continuidad con el proceso previo de denuncia ya mencionado y logró el cometido de interpelar a las electoras, con un resultado visible en la disputa de ese voto. Fue una línea necesaria y exitosa, pero la campaña como un todo podía sumar y combinar otros focos.

 

Mientras tanto, las expresiones de adhesión de dentro y de fuera no dejaron de tener un toque vergonzante, como si hiciera falta un pretexto externo para apoyar la candidatura del PT, su plan de gobierno. Se percibían como adhesiones desde la debilidad, reconociendo fuerza superlativa al ‘denunciado’. Así, se repetía que ‘a pesar de los muchos errores del PT’ sus gobiernos significaron avances sociales. O que más allá de cualquier posición u opción política era necesario ‘defender la democracia’, cuando ésta ha sido asediada y debilitada precisamente desde la anti política, el no compromiso, la supuesta invalidez de las diferencias entre izquierda y derecha.

 

5) Mucho se ha insistido en la disputa cultural e ideológica necesaria para enfrentar el proyecto neoliberal y abrir un cauce duradero de transformaciones. En este campo, siempre desde fuera, han surgido interrogantes sobre una posible brecha entre los cambios propiciados por los gobiernos del PT y el discurso al respecto.

 

Un modelo de inclusión que conjugaba justicia social, construcción de igualdad, fortalecimiento de lo público y del bien común, se confundía o ensombrecía al ser aludido en otros términos, por momentos se solapó un discurso que enfatizaba en una inclusión de mercado, en logros individuales vía acceso al consumo. Balances sobre las percepciones de la movilidad social ocurrida ofrecían inquietantes pistas: las personas que salieron de la pobreza atribuían ese cambio en primer lugar a Dios, y sólo en cuarto lugar a las políticas públicas[4].

 

 

La tarea de leer en sentido de proceso es necesaria para Brasil, la región y el mundo. No sólo se trata de interpretar qué falló, sino, ante todo, de rescatar el acervo de movimiento y pensamiento generados en estas experiencias históricas, afirmar el sentido de izquierda de las transformaciones. La ultraderecha tiene claros los objetivos de su ataque, no sólo los que se han amplificado con su carga de sensacionalismo, sino los que reitera de modo más sistemático: acabar con la izquierda y cualquier proyecto de transformación ‘comunista’.

 

Quito, 31 octubre 2018

 

 

[1] ‘Con Dilma y las mujeres brasileñas’, pronunciamiento del GT Feminismos, transformaciones y alternativas en América Latina de CLACSO, diciembre 2015.

[2] León, M., ‘El golpe visto desde el terremoto’, ALAI, Quito, abril 2016.  https://www.alainet.org/es/articulo/176942

 

[3] León T., Magdalena, ‘El huevo de la serpiente’, Quito, 29 abril 2017,  https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/cartas/1/el-huevo-de-la-serpiente-2
 

[4] Información mencionada por Dilma Rouseff en el programa ‘Conversando con Correa’, RT, 18 abril 2018.

https://www.alainet.org/es/articulo/196365
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