Llegó la hora de la consulta

26/10/2018
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Foto: eldiariodecoahuila.com.mx
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Comenzó la consulta sobre la ubicación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México y permanece a la orden del día la confrontación entre los que pretenden que todo siga igual como en los últimos 36 años y que no se produzca un cambio en el paradigma político y económico, así sea parcial, como lo prometió Andrés Manuel López Obrador durante la campaña que lo convirtió en presidente electo.

 

En rigor es una medición de fuerzas entre la plutocracia, los políticos y comentócratas a su servicio, acostumbrada como está a usar al “gobierno de la república” como comité a su servicio, no pagar impuestos y hacer grandes negocios a su amparo, con el capitalismo de compadres que cada sexenio arroja camadas de millonarios asociados al presidente en turno.

 

Cancelar el NAIM en Texcoco equivale a comparar el más que costoso “error de diciembre” de 1994 (de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo) –el que aún pagan los mexicanos con el Fobaproa, la deuda que la generación del milenio cubrirá hasta morir–, con el “error de octubre” de 2018, inventado por el periódico Reforma y retomado sin mayor explicación y tampoco el crédito por cinco analistas de Citibanamex que, por lo visto, no destacan por la creatividad.

 

Sin duda que no es ético sino inmoral asustar a la sociedad con el fantasma de una terrible crisis a la vuelta de la esquina si los consultados, pocos o muchos, representativos o no del conjunto de los ciudadanos, deciden a favor de Santa Lucía. Personalmente no votaré, pues no tengo claridad sobre cuál de las sedes es la mejor para el México de hoy y sobre todo del futuro, más allá de la disputa en curso. Y sobre la que no tengo la menor duda de apostar por el cambio de paradigma en las formas de hacer política y de dirigir al país desde la institucionalidad democrática, que no es para confundirse con la plutocrática o de los poderes fácticos.

 

Juegan con el miedo social, como lo hicieron en 2006 con “López Obrador es un peligro para México”, y tuvieron un éxito sumamente cuestionado porque su candidato, Felipe Calderón, desató una guerra con la que nunca pudo legitimarse en Los Pinos y subordinó al Ejército y la Marina al Pentágono estadunidense.

 

Como lo mostró la ciudadanía el primer domingo de julio, casi todo el aparato mediático, propiedad de la misma plutocracia o alineado a ella, fue incapaz de colocar al candidato tricolor siquiera en el segundo sitio, a pesar de la evidente preferencia brindada a José Antonio Meade, el abanderado del muy desacreditado Enrique Peña, su grupo gobernante y agónico partido.

 

Ahora cuestionan la organización y transparencia de la encuesta, sabedores de que las posibilidades de atemorizar son limitadas, entre otras causas porque es baja la credibilidad de los dueños de México, tanto que nunca se miden en forma directa sino bajo el marbete de “empresarios”, lo que incluye lo mismo al microempresario que a los magnates enlistados en Forbes de los 200 más ricos de la aldea.

 

E igual o peor está el panorama de los líderes de opinión, los escuchan y ven millones para medio informarse, pero su credibilidad está casi a nivel del suelo. Así que unos y otros se harían un favor a sí mismos al no sobrevalorar sus posibilidades con las audiencias, anunciando sin ton ni son: Allí viene el coco.

 

AMLO votó y aseguró que buscará a Carlos Slim, Jerónimo Gerard, Olegario Vázquez Raña, así como al Grupo ICA para tranquilizarlos sobre el destino del NAIM. El mejor tranquilizante es la reproducción de sus ganancias, pues el capital no tiene patria, como lo explicó hace 150 años Carlos Marx.

 

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