El contragolpe de Lula y la crisis de identidad de la élite brasileña
- Opinión
A dos semanas de las elecciones, parece que el genial contragolpe de Lula dio resultado. Y la derecha no sabe a dónde correr. Fernando Henrique Cardoso, pobrecillo, hace declaraciones que se parecen a un principio de infarto. Con razón. Si la élite va al encuentro de la irracionalidad fascista (estacionada en el 1/3 de los votos de la clase media y alta golpista), arriesga a agravar el cuadro de la economía que cae. Por otro lado, si a esta altura se calla, acaba aceptando la derrota por el lulismo, que es lo que se dibuja.
Según indican los movimientos de las tendencias de voto, "Haddad es Lula" ganó. Y hasta el sociólogo tucano (FHC), padre de los golpistas, ya trabaja internamente su aceptación del hecho.
El genial contragolpe de Lula
Según la última encuesta del conservador Ibope (18/sept), Fernando Haddad alcanzaba, a mediados de la semana pasada, el 19% (contra 28% del apuñalado Bolso-nazi, también llamado “la Cosa”), y el 11% de Ciro Gomes. Al final de la semana (21/sept), el Data-Poder-360 (no menos conservador) daba al candidato lulista el 22% (crecimiento meteórico de 4% en media semana) (1)
Es decir, por la media histórica de las trampas de los institutos de investigación, Haddad ya puede estar en primer lugar.
Mientras tanto, la “Cosa” ingresa en caída libre: de su clímax del 28%, bajó al 26%, lo que lo coloca en empate técnico con el petista (a pesar de que Data-Poder no sólo oculta eso, sino que destaca amenazadoramente que en la segunda vuelta Haddad solamente "empata" con el neofascista, a pesar del 3% de ventaja del candidato de Lula y de su fuerte curva de ascenso).
En cuanto a Ciro, sigue estancado en su orgulloso auto-aislamiento.
Ya el candidato "puro" del Mercado, el tucano Alckmin (PSDB), aparece con un risible 7%, denotando la derrota de su partido neoliberal en el golpe – ya que ¡pierde el puesto de segunda fuerza que ocupaba hace años!
A su lado, la candidata de los banqueros Setúbal, Marina Silva, bajo la fachada de un Banco Itaú “flexible” (al mismo tiempo plantador de bosques y promotor del grilaje de tierras), "alcanza" sólo el 6%.
Así, al final, quien ocupó el vacío existencial de la derecha fue el ex militar neofascista, con su ladrido amenazador que incluso asusta hasta el propio Mercado – este ente supremo de la alta élite que en el 2016 sacó a ese rufián de la escoria parlamentaria, creyendo que él era un buen títere en la construcción de su proyecto antipetista.
El reformismo sigue fuerte
El discurso keynesiano centro-izquierdista, que conduce tanto al PT como al PDT (este, con la excepción de algunos oportunistas pro-golpe), sigue firme en la opinión popular, con su siempre acentos a la conciliación de clases.
Se trata de un reformismo laboral de sesgo nacionalista: antineoliberal, aunque no anticapitalista, línea que, a pesar de nuestra posición periférica en las estructuras del sistema global, ha permitido un interesante alineamiento internacional antihegemónico (altivo y activo), lo que es fundamental en tiempos de crisis y reorganización del sistema de poder mundial.
Pero, ¿y las otras alternativas progresistas, como el Partido Socialista Brasileño (PSB)? Murió en el golpe. ¿Y el ex comunista Partido Popular Socialista (PPS)? Ya nació como chiste tras la caída soviética.
En el campo de la izquierda, el que sigue en la vida política post-golpe de 2016 es el Partido de los Trabajadores, con sus muchos errores y aciertos, tal vez ahora más vacunado en cuanto a los peligros de sus alianzas subalternas y de su burocrático "desapego" de las bases populares.
El PT continuará, probablemente, por esta etapa, con su proyecto conciliador: de reformismo lento y de partido fuerte (especialmente en las urnas, donde siempre cuenta con al menos un tercio de los votos).
En el PDT (P. Democrático Laborista), lo que sobró de la agrupación del fallecido gran líder Leonel Brizola, encontró ahora por representante a un personalista, una especie de caudillo nacionalista de discurso, digamos, "petista descarriado". Su pre proyecto, también reformista, parece estar ora a la derecha, ora a la izquierda del centrismo en que estacionó el PT (conforme el aspecto político que analizamos). Es decir: esto, en la hipótesis de que sus promesas pueden ser tomadas en serio. Pero en la marea de los caprichos personales de Ciro, y teniendo como base sus acentos precoces hacia el sector conservador (empresarios golpistas, agronegociantes), la tendencia es que, caso que sea gobierno, se asiente "bien" a la derecha del lulismo.
En el caso de los viejos aventureros de causa propia, algunos hoy vienen revestidos de "novedad", como: la propia Marina “Verde-Itaú” (candidata del llamado "capitalismo ecológico", de cuyo predadorismo económico emana un paradójico aroma floral); o el banquero del viejo sistema, Amoêdo, autodenominado "el Nuevo", y hay aun el hijo del ex presidente progresista Goulart, curiosamente cercano al grupo del periódico Hora del Pueblo (supuestamente de ultraizquierda, pero partidario de la derecha en el golpe de 2016); y no olvidemos al pobre banquero Meirelles, candidato del presidente golpista Temer, que siendo súper expuesto en la televisión hace que un alma más sensible venga a sentir mucha vergüenza ajena.
La verdadera política capitalista
Con el lema “Haddad es Lula”, el PT es hoy el voto “real” que debe aglutinar a la izquierda en el ballotage. Este es el juego "democrático" (o antes "electoral), en su práctica capitalista rasa, sucia, fallida. El buen candidato socialista Guilherme Boulos, líder del Movimiento de los Trabajadores Sin-Techo, ahora en el PSOL (P. Socialismo y Libertad), no debe pasar del 1% o el 2% de las intenciones de voto.
Con todos los problemas y equívocos del PT ya apuntados por la izquierda crítica (y con razón), el candidato del ex presidente Lula es de lejos el más progresista que tiene chances de ser elegido. Aunque el PT mantenga su temerario y flojo discurso "paz y amor" (apuntando a los votos de la centro-derecha), en un nuevo gobierno deberá retomar la efectividad de las políticas sociales urgentes (si no contra toda la pobreza, al menos contra la miseria extrema, que aún son algunas decenas de millones de brasileños). Además, Haddad ciertamente realineará más inteligentemente a Brasil en el tablero global, en el cual fuimos perdiendo espacio desde el golpe – y la orientación geopolítica no-hegemónica es hoy esencial para que dejemos los grilletes estructurales que nos rebajan a mero productor de materias primas.
¿Y en cuanto a Ciro? – muchos preguntan. El extucano (fundador del PSDB) pecó por querer volar demasiado alto, y en una hora inoportuna, exponiendo demasiado su vanidad y formación autoritaria. En la táctica de insistir en estar solo, gritando contra todos a la derecha y a la izquierda, poniendo su personalismo por encima de cualquier proyecto o perspectiva de construcción colectiva. Y sobre todo, siempre distante de los movimientos sociales. Ciro llegó incluso a atacar a su propio ex padrino (aunque con inusual delicadeza, lo que muestra menos inmadurez), en un momento de un cuasi régimen de excepción, en el que Lula es un perseguido político viviendo una situación de violación de sus derechos. Esto no fue limpio – y ahora él paga el precio. Él es él, Ciro Gomes. Y eso es todo.
O al menos era, hasta que Luiz Ignacio Lula da Silva definió la contienda. ¿Ciro cambió? Bienvenido a la resistencia popular. Pero venga con más humildad. Además, sus correligionarios ocultan su coqueteo con el sistema, y, como argumento de peso, lo mejor que encuentran es afirmar que "el antipetismo no gana al fascismo en la segunda vuelta". Inflado "temor" del antipetismo, que si bien examinado, más se asemeja al propio antipetismo.
¿Giro (aunque suave) a la izquierda?
La hinchada ahora es para que el lulismo, que de la experiencia sufrida, se espera que haya obtenido aprendizajes más profundos sobre los incontables debates teóricos en torno a nuestra cuestión nacional de América como un todo, o sea: acerca de la "inexistencia" entre nosotros de una burguesía realmente "nacionalista". Nuestras clases dominantes son socias menores del imperialismo; desprecian sus raíces, cultura, pueblo; se creen extranjeras.
Ante estos enemigos bajos, entreguistas involucrados con la negociación imperialista, el ocupante del poder ejecutivo (que es sólo una parte del poder, ¡vale siempre recordar!) tiene que mantener la guardia mucho más elevada de lo que ha sido la praxis.
Alianza de clases, en Brasil, no es alianza, es tregua.
No se puede titubear frente a una élite que se siente orgullosa de privilegios inhumanos e insostenibles (véase el impacto en el presupuesto nacional de los super sueldos y del "asistencialismo" destinado a nuestros pobres jueces y parlamentarios, o de las exenciones millonarias a los banqueros y medios de comunicación corporativa). Este desleal oponente suele tener mucho que perder, y así va a intentar a toda costa mantenerse mamando en el Estado, independientemente de tener que cambiar la regla del juego o atropellar la mal llamada "democracia". Y aun sabiendo que el "basta" social se acerca.
Cualquier proyecto que pretenda efectivamente transformador tiene que aliarse con las calles. La palabra final viene de las calles (lo mostró la caída de Dilma). Viene de las bases populares organizadas de Las que el PT nunca debió haberse alejado.
Nota
(1)Después de concluir este artículo, otra encuesta (del 24/sept), pagada por el Banco Pactual, reafirma que Haddad se consolida en el ballotage: el ex alcalde paulista sigue subiendo, ahora con el 23% (ganó 1% de los votos en tres días).
Yuri Martins Fontes, filósofo e historiador brasileño, es ensayista, educador popular y coordinador del Núcleo Práxis de la Universidad de San Pablo.
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