La influencia de la Revolución Cubana en el Socialismo del Siglo XXI
- Análisis
Resumen:
En América Latina, el Socialismo del Siglo XXI es un proceso cuyos orígenes se remontan al menos a las luchas por la Independencia del colonialismo español. Antecede con mucho a la instauración del socialismo real de la Unión Soviética que tiene antecedentes históricos, contexto y características diferentes. Si bien los objetivos del Socialismo del Siglo XXI están definidos, no lo está su meta temporal porque el socialismo es un proceso siempre perfectible. Se avanza a velocidades distintas en cada país de acuerdo con sus condiciones objetivas propias. Por eso mismo, tanto se avanza como se retrocede, aunque manteniendo siempre el futuro socialista como objetivo, en tanto se frena al neoliberalismo y se pone en evidencia al capitalismo y al imperialismo. Al ideario de Martí, Fidel y el Che se le suman los idearios de Bolívar, Mariátegui, Allende, Chávez, y de los pueblos indígenas, entre otros, para inspirar este proceso cuyas características fundamentales son la solidaridad; la democracia participativa e inclusiva; una nueva ética; y una nueva forma de gobernar y hacer política.
Abstract:
In Latin America, Socialism of the XXI Century is a long historical process originated as early as during the struggle against Spanish colonialism. It long precedes the establishment of real socialism in the Soviet Union which responds to completely different historical, contextual and programmatic characteristics. Even though Socialism of the XXI Century has clearly defined objectives, no deadline has been established because socialism is a process which can always be developed further and improved. Different countries advance at a different speeds according to their particular objective conditions. For the same reason, there are advances as there are setbacks, even though a socialist future is always present as an objective. During the process the breaks are slammed on neoliberalism while capitalism as well as imperialism are systematically denounced. Added to the ideologies of Martí, Fidel and Che are those of Bolivar, Mariategui, Allende, Chávez and of diverse indigenous cultures, among others, inspiring this process of which the main traits are: solidarity; participatory and inclusive democracy; a new ethics; and a new way of governing and policy-making.
Introducción
Creo deber de justicia el comenzar con una de las influencias ideológicas precursoras a la Revolución Cubana como es la de uno de sus mentores, José Martí. Al igual que Miranda y Bolívar antes que él, Martí convoca a la lucha por la soberanía y a la unión entre los pueblos latinoamericanos.
Bolívar, ha sido consagrado en la Historia como El Libertador de América, pues en su día dirigió la independencia de Venezuela, Colombia y Ecuador, buscando constituir La Gran Colombia. Influyó, además, de manera definitiva en las victorias militares para la independencia de Perú y Bolivia. Su sueño era una América unida y libre de colonialismos. Al reconocer el valor de Bolívar en la emancipación y renacer de América, en su Discurso en la velada de la Sociedad Literaria Hispanoamericana el 28 de octubre de 1893, Martí expresó estas hermosas palabras:
¡Pero así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de la bandera a los pies, así está él, calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer hasta hoy: porque Bolívar tiene que hacer en América todavía!
¿Adónde irá Bolívar? ¡Al respeto del mundo y a la ternura de los americanos!
¡Así, de hijo en hijo, mientras la América viva, el eco de su nombre resonará en lo mas viril y honrado de nuestras entrañas! (Martí, 1893a).
Cuando Estados Unidos convocó a los países latinoamericanos a un congreso precursor del panamericanismo en 1888, Martí ya comprendía la naturaleza y el destino de nuestros países ante la amenaza del imperialismo norteamericano, y lo advirtió diciendo: “Cambiar de dueño, no es ser libre” (Martí, 1889a).
Jamás hubo en América, de la independencia acá, asunto que requiera más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los Estados Unidos potentes, repletos de productos invendibles y determinados a extender sus dominios en América, hacen a las naciones americanas de menos poder, ligadas al comercio libre y útil con los pueblos europeos, para ajustar una liga contra Europa, y cerrar tratos contra el resto del mundo. De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia.” (Martí, 1889b).
Fidel Castro, y con él todo el Movimiento 26 de julio, sitúan a la figura de Martí como símbolo del Programa Político Revolucionario del Moncada. En su alegato de defensa al ser capturado tras el asalto al Cuartel Moncada, Fidel lo nombraba como “el autor intelectual” del levantamiento (Castro, 1953). A partir de esta herencia independentista, Cuba se proyecta hacia un futuro esperanzador, soberano y liberador para su propio pueblo y para lo que Martí llamaba “Nuestra América”. La Constitución Cubana de 1976, y hasta el día de hoy, reconoce en su Preámbulo, ser guiada por el ideario de Martí.
La Revolución Cubana: ejemplo emancipador
Durante la lucha contra la corona española por la tardía independencia cubana, Martí fue reconocido como líder revolucionario y como delegado (director) del movimiento libertador. Los exiliados cubanos adoptaron el 28 de Noviembre de 1891, en Tampa, una serie de resoluciones, entre otras: “la organización revolucionaria (del Partido Revolucionario Cubano PRC)… [ha de trabajar] por el respeto y auxilio de las repúblicas del mundo” (Martí, 1891a).
Décadas más tarde, el Che escribía a su amigo Carlos Quijano, editor del semanario uruguayo, Marcha: “Cuba es la vanguardia de América y debe hacer sacrificios porque ocupa el lugar de avanzada, porque indica a las masas de América Latina el camino hacia la libertad plena” (Guevara, 1965).
La Revolución Cubana, primera revolución socialista del Siglo XX en un país de la periferia del mundo occidental, a solo a 150 Km. de la Florida, marcó un hito en la política latinoamericana declarándose socialista, anti capitalista y anti imperialista. Influyó en toda América Latina, en todos sus gobiernos progresistas y en todos los movimientos sociales, en la definición de sus objetivos de lucha. Representó el primer desafío real a la hegemonía estadounidense en la región y continúa siéndolo más de medio siglo más tarde. El Consenso de Washington1 jamás influyó en lo más mínimo su política pública.
Durante la Segunda Asamblea Nacional del Pueblo de Cuba, Fidel dijo:
El deber de todo revolucionario es hacer la revolución... Ningún pueblo de América Latina es débil, porque forma parte de una familia de 200 millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todos un mismo mejor destino, y cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres honrados del mundo entero... Porque esta gran humanidad ha dicho “¡Basta!” y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia (Castro, 1962a).
Más adelante, las palabras de Fidel el 1 de mayo del año 2000 en la Tribuna Abierta de la Juventud, los Estudiantes y los Trabajadores por el Día Internacional de los Trabajadores, en la Plaza de la Revolución, nos definen claramente el sentido de ese proceso.
Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es lucha por nuestros sueños de justicia para Cuba y el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo. (Castro, 2000).
La Revolución Cubana inspiró a multitud de movimientos sociales, que junto con sus propios antecedentes históricos, se constituyeron en importantes soportes ideológicos que potenciaron a la Región e impulsaron a la lucha popular por la recuperación de la soberanía nacional y regional. Otros procesos le siguieron, aunque con características propias, ninguno de ellos por la vía armada, como el chileno a principios de los años setenta, el nicaragüense en los años ochenta y los de Venezuela, Bolivia y Ecuador a principios del Siglo XXI, estos tres últimos denominados países miembros del Socialismo del Siglo XXI.
Salvador Allende, al referirse a la visita que Fidel Castro hiciera a Chile en 1971, dijo:
Chile oyó su palabra [la de Fidel]: nos entregó su experiencia, nos habló con el lenguaje de la realidad, y fortaleció la fe de nuestro pueblo en sus propias fuerzas. Y al hablar de su pueblo y de ustedes, hizo entender a muchos que la revolución es sacrificio, generosidad y renunciamiento; que los revolucionarios tienen que sentir la necesidad de entregarse plenamente para afianzar la independencia de su patria, y trabajar para que las generaciones del futuro no sufran lo que hemos sufrido estas generaciones. Por eso, la presencia de Fidel significó fortalecer la fe revolucionaria del pueblo chileno y la fe revolucionaria de los pueblos latinoamericanos (Allende, 1972a).
Después de la implantación del tándem neoliberalismo/dictaduras, el retorno a gobiernos civiles hacia finales del Siglo XX se produjo sin ninguna garantía de democracia ni de mejores niveles de vida para la población. Por el contrario, los resultados no fueron más que fuertes incrementos de la pobreza y de la malnutrición, la disminución de los servicios básicos, el desprecio por sus poblaciones indígenas y la destrucción de la naturaleza, lo que convirtió a América Latina en la región con las mayores disparidades del mundo.
A comienzos del Siglo XXI, con la elección de líderes anti-neoliberales y anti-imperialistas en un grupo de países, dispuestos a escuchar y a responder a sus pueblos, se lograron desarmar algunos de los mecanismos de dependencia y sacar a buena parte de América Latina fuera del vertedero creado por el neoliberalismo para los sectores populares. Aunque ha habido serios retrocesos en los años recientes, la Cuba incólume y el acumulado revolucionario en la Región, sin duda alguna volverá a florecer. Al decir de Salvador Allende: “Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor” (Allende, 1973).
¿Qué es el Socialismo del Siglo XXI?
Tanto Bolívar como Martí han sido reconocidos como los máximos ideólogos primigenios del Socialismo del Siglo XXI, aunque no son los únicos. Por ejemplo, ya a comienzos del Siglo XX, es indudable la influencia del peruano José Carlos Mariátegui quien proclamaba que había que pensar en forma descolonizada y creativa y consideraba que el socialismo peruano no debía ser, “ni calco ni copia sino creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indo-americano” (Mariátegui, 1928).
El Che en los años 1965, 1966, ya desvinculado de sus cargos formales en Cuba, fue intensificando su crítica al socialismo realmente existente, y desmontando las consignas dogmáticas que lo sostenían. Incluso señaló que algunas de las mismas contradicciones estaban presentes en la Revolución Cubana y advirtió que el marxismo soviético no era estrictamente aplicable a otras realidades y en especial al subdesarrollo (Guevara, 1965-1966). Fidel agregaba: “...el proceso se construye sobre la realidad. El proceso no se construye de una manera idealista en la cabeza de los hombres. El proceso se construye como una realidad viva sobre una determinada realidad económica, social y política. (Castro, 1962b).
Casi medio Siglo más tarde, cuando Ignacio Ramonet le preguntó sobre la frecuente acusación a Cuba de exportar su Revolución, Fidel le respondió: “La revolución no puede ser exportada porque nadie puede exportar las condiciones objetivas que hacen posible una revolución.” (Ramonet, 2010). “Nuestro triunfo no habría sido jamás factible si la Revolución misma no hubiese estado inexorablemente destinada a surgir de las condiciones existentes en nuestra realidad económico-social, realidad que existe en grado mayor aún en buen número de países de América Latina” (Castro 1962a)
Desde los años 80 la dirección cubana había reconocido que la sobre-asimilación del modelo soviético había comprometido gradualmente carácter participativo del proceso revolucionario. Se hicieron esfuerzos sistemáticos para revitalizar los distintos elementos cubanos que lo habían caracterizado durante la mayor parte de los años 60. En 1986 el proceso de discusión nacional dio paso al proceso de “Rectificación de Errores y Tendencias Negativas”. Éste quedaría brevemente interrumpido a finales de esa década debido a la crisis asociada al Periodo Especial, para ser reanudado vigorosamente cuando el advenimiento de las elecciones directas a las Asambleas Municipales, Provinciales, y Nacional estableció un claro mecanismo para la participación y un camino para que los ciudadanos pudieran expresar directamente la insatisfacción con el gobierno (de la Barra, Dello Buono, 2015).
Salvador Allende, también proponía un socialismo distinto, la “vía democrática y pacífica al socialismo”. Una vía propia que respondía a las condiciones objetivas chilenas, enraizada en las tradiciones nacionales y populares, lo que se denominó coloquialmente, “socialismo con vino tinto y empanadas2”.
Por su parte, el Presidente Chávez estaba convencido de que era necesario reexaminar la historia del socialismo para recuperar el verdadero significado del socialismo. Se trataba de crear un modelo propio, bolivariano, cristiano, robinsoniano3, e indo-americano, corregir los errores del socialismo implementado en la Unión Soviética en el Siglo XX y garantizar el protagonismo popular, con una opción preferencial por el pueblo, los pobres y los humildes, y solidarizándose primeramente con las reivindicaciones indígenas. El Chavismo es “el proyecto más innovador y más atrevido que ha tenido Venezuela desde Bolívar” (Ramonet, 2017).
En el Foro Social Mundial de Porto Alegre en enero de 2005, Chávez declaró que era necesario reinventar el socialismo como algo muy distinto al capitalismo de estado. Un mes más tarde, en la Cumbre de la Deuda Social, declaró al socialismo como la única alternativa posible al capitalismo y utilizó por primera vez en público el término Socialismo del Siglo XXI, cuyos elementos fundamentales serían: la transformación económica, la democracia participativa y protagónica en lo político, y la ética socialista.
...no habrá socialismo sin transformación económica, no habrá socialismo sin democracia participativa y protagónica en lo político, no habrá socialismo sin ética socialista, el amor, la solidaridad, la igualdad entre los hombres, las mujeres, entre todos, esos son elementos fundamentales del socialismo, de nuestro socialismo en construcción (Chávez, 2006b).
Cuando cayó la Unión Soviética qué trabajador salió a defender y se supone que era el régimen o el sistema de los trabajadores y no salieron los trabajadores a defenderla ¿qué cosa tan extraña, no? porque se elitizó, se convirtió en un régimen elitesco que no pudo construir el socialismo, nosotros aquí vamos a construir el socialismo venezolano, el modelo original socialista venezolano. (Chávez, 2006b).
En consecuencia, la construcción del Socialismo del Siglo XXI constituye un proceso prolongado de profundas transformaciones, en el que son determinantes una certera conducción y la participación activa del pueblo, con la intensión de avanzar hacia una sociedad superior. Con objetivos y rasgos esenciales comunes, posee características propias en cada país, en concordancia con sus peculiaridades políticas, económicas, sociales, culturales e históricas, así como las condiciones internacionales en que se desarrolla. Al decir de Chávez: “el socialismo es un proceso de todos los días, de construcción diaria, avanzaremos hasta donde podamos, porque el socialismo que soñamos ni siquiera depende solo de las circunstancias nacionales; depende mucho de las circunstancias internacionales. Pero aquí hemos comenzado, vamos hacia el socialismo, ese es el camino de la salvación de la especie humana” (Chávez, 2006b).
En Bolivia, también se habla de un socialismo propio: el socialismo comunitario. En este país, el neoliberalismo no ha logrado permear a toda su población, en especial a la población indígena que aún se rige por estructuras económicas y culturales no industriales y con prácticas políticas diferentes con una enraizada identidad colectiva y deliberativa (Linera et all, 2007).
Del Mismo modo, Correa en Ecuador estimó que uno de los errores del socialismo tradicional fue creer que había un modelo y que debía aplicarse a todos los países, como si hubiera un manual. Para poder adelantar la Revolución Ciudadana, según declaraba se necesitaba del Socialismo del Siglo XXI, ligado a corrientes andinas y nutriéndose de la teología de la liberación, el Socialismo del Buen Vivir.
En lo que sí coincidimos con ese socialismo tradicional, es en la importancia de la acción colectiva, y superar esas falacias que dicen que el individualismo y la competencia es el motor de la sociedad... solo la acción colectiva y ponerse de acuerdo en puntos comunes es lo que saca adelante los países algo que el individualismo destruye” (Correa, 2007a).
Yo no voy a negar el rol del mercado, pero una cosa es la sociedad sometida a sus deseos y otra distinta es que los mercados se sometan a los Estados. (Correa 2007b).
Una de las características fundamentales del socialismo del siglo XXI es la supremacía del trabajo humano sobre el capital, es lo que nos define más cuando enfrentamos a un mundo completamente dominado por el capital (Correa 2014).
Una característica común en los procesos tendientes al Socialismo del Siglo XXI, ha sido que una vez resquebrajada la hegemonía burguesa, y con ella, el poder de los partidos políticos tradicionales, surge la necesidad de crear un nuevo instrumento político para crear la nueva hegemonía popular. Todos estos procesos fueron emprendidos por movimientos sociales unitarios o frentes amplios con líderes populares carismáticos y visionarios a la cabeza, que no por las cúpulas de los partidos tradicionales existentes hasta ese momento: el Movimiento 26 de Julio liderado por Fidel Castro; La Unidad Popular, UP, liderada por Salvador Allende; el Movimiento V República, MVR, liderada por Hugo Chávez; el Movimiento al Socialismo, MAS, liderado por Evo Morales; y el Movimiento Alianza País, liderado por Rafael Correa.
La construcción del socialismo; la defensa de la soberanía y la autodeterminación; el rechazo al imperialismo y sus injerencias; el rechazo al neoliberalismo; la solidaridad entre los pueblos; una ética revolucionaria; la democracia participativa aunque incluyendo la democracia delegada; una concepción socialista de la descentralización; un nuevo modelo económico con intervención del Estado, dirigido a satisfacer las necesidades humanas e impulsar la justicia social, forman parte de las orientaciones principales de estos procesos.
Se marca un hito histórico en América Latina: comienza a colapsar la idea generalizada de que el orden neoliberal es de alguna manera “natural”, “inevitable”, “la única alternativa posible”. Sin embargo, a pesar de que aumentan las grietas en el edificio neoliberal, las oligarquías son resistentes y el neoliberalismo de ninguna manera se ha transformado en residual. Se avanza pero también se retrocede. La respuesta de Washington a su pérdida de hegemonía global, vuelve a ser, entre otras, la de aumentar la presión en su propio “traspatio” con políticas intervencionistas aún más duras. Por esto, la lucha es cada vez más intensa y compleja (de la Barra, 2017).
La ética revolucionaria: el hombre nuevo
Martí siempre pensó que la revolución implicaba un cambio en el hombre. Un hombre con la conciencia social renacida junto con una conducta intachablemente desinteresada. El mensaje de Martí insistía en la premisa de que todos los hombres tienen la absoluta obligación de dedicar sus talentos, cualquiera que ellos fueran, al mejoramiento de la sociedad a la que pertenecen (Kirk, 2015).
Ya lo decía Martí en 1893:
“A la raíz va el hombre verdadero. Radical no es más que eso: el que va a las raíces: No se llame radical quien no vea las cosas en fondo. Ni hombre quien no ayude a la seguridad y dicha de los demás hombres.” (Martí, 1893b).
Desde el inicio de la Revolución, el socialismo cubano con Fidel y el Che al frente, comenzó un proceso de educación respecto a la ética que debe acompañar a la política revolucionaria socialista, y al desenvolvimiento de la conciencia como componente central del proyecto revolucionario liberador: el “hombre nuevo” de la Revolución Cubana. Esta verdadera refundación cultural se llevó adelante en un marco de múltiples debates públicos que recorrieron Cuba y que contaron con un masivo número de participantes.
Fidel, explicando al pueblo que la ética debe acompañar a la política revolucionaria socialista, y convirtiendo las proposiciones en políticas públicas para el beneficio de las mayorías. El Che, enfatizando que junto a las nuevas estructuras de funcionamiento económico deben proponerse la eliminación del egoísmo y el individualismo de la conducta humana. Sostenía que el socialismo debe basarse en un tipo de hombre nuevo, con una conciencia clara y bien formada en valores humanistas. Con una dedicación total a la causa del pueblo, altruista y que no actúe solo por su interés material. Su carta a Carlos Quijano (op cit), documento también llamado el Socialismo y el Hombre, ha inspirado a generaciones de latinoamericanos:
No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni «becarios» que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas. Ya vendrán los revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo con la auténtica voz del pueblo.
En una revolución verdadera, a la que se le da todo, de la cual no se espera ninguna retribución material, la tarea del revolucionario de vanguardia es a la vez magnifica y angustiosa.
En este período de construcción del socialismo podemos ver al hombre nuevo que va naciendo...Lo importante es que los hombre van adquiriendo cada día más conciencia de la necesidad de su incorporación a la sociedad y, al mismo tiempo de su importancia como motores de la misma...La última y más importante ambición revolucionaria que es ver al hombre liberado de su enajenación. (Guevara, 1965, op cit).
Al mismo tiempo, el Che desmonta las críticas en referencia a que en el socialismo existe una pérdida de la individualidad y una estandarización del ser humano. Su mejor argumento, el preponderante rol del individuo en el proceso revolucionario desde sus inicios en la lucha guerrillera y clandestina, y más adelante, en su rol de creador de las nuevas estructuras sociales. Adicionalmente se refirió a la educación, la cultura y el arte, insistiendo en la importancia de la conciencia para el surgimiento de una nueva ética en la relación del ser humano con su entorno.
Los jóvenes cubanos se habían distinguido en combate y más adelante como pieza clave en la magna tarea de erradicar en un año el analfabetismo en Cuba. Al Dirigirse al Primer Congreso de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, Fidel les dijo:
Creer en los jóvenes determina una conducta, y nuestra conducta de dirigentes revolucionarios no sería la misma si no tuviéramos fe en los jóvenes. Creer en los jóvenes es ver en ellos, además de entusiasmo, capacidad; además de energía, responsabilidad; además de juventud, pureza, heroísmo, carácter, voluntad, amor a la Patria, fe en la Patria! Amor a la Revolución, fe en la Revolución, confianza en sí mismos, convicción profunda de que la juventud puede, de que la juventud es capaz, convicción profunda de que sobre los hombros de la juventud se pueden depositar grandes tareas!… Todos trabajaremos para todos, todos trabajaremos según sea nuestra capacidad, y todos recibiremos cuanto seamos capaces de necesitar (Castro, 1962c).
En el contexto de los agitados años 60´s y 70´s la izquierda chilena en conjunto con el gobierno de la Unidad Popular se propone desarrollar una nueva cultura y un nuevo hombre que sirviera como sustento para la construcción del socialismo en Chile.
Nosotros partimos de la base, compañeros, que el capitalismo es por esencia anti-humanista, desde el momento en que esencialmente descansa en la explotación del hombre por el hombre...Nosotros creemos que el socialismo es humanista… desde el momento que libera al hombre de la alienación. El hombre alienado es un hombre que no puede desarrollarse...El hombre nuevo lo concebimos con el producto de una nueva sociedad...Pondremos indiscutiblemente como preocupación esencial el hombre y la economía al servicio del hombre. (Allende, 1971).
A escondidas en la Academia Militar, Chávez leyó, al Che, entre otros marxistas (Ramonet, 2013). “Chávez, la epifanía”. Le Monde Diplomatique, Abril. Editorial), sin haberse declarado marxista sino revolucionario y bolivariano. La admiración por las enseñanzas del Che, y el encuentro, en 1994, con Fidel Castro demostró ser decisivo en su pensamiento.
Martí ya había advertido que los hombres se dividen en dos bandos: los que aman y fundan, los que odian y destruyen. El Che desarrolló la idea martiana en una frase que Hugo Chávez repetía más frecuentemente:
Déjenme decirles, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario autentico sin esta cualidad…Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización (Guevara, 1965).
Chávez, profundamente cristiano, exhortaba a su pueblo a ser como el Che: Para asimilar al Che con Cristo, y a la revolución con el cristianismo y con el amor, Chávez decía:
Lo colectivo debe estar por encima de lo individual. Que no haya egoísmo en ustedes, que no haya ambiciones bastardas, que no haya la ambición del lucro material, de la riqueza material, que lo que lleva es a la corrupción, indudable e inevitablemente. Despréndanse de ustedes mismos. Sean como el Che, como Cristo, como Bolívar” (Chávez, 2011).
Cuando la Revolución Venezolana se profundizó, Chávez extendió la mano hacia Cuba, formando una relación simbiótica que ha potenciado a las corrientes emancipatorias en “Nuestra América”. En Octubre de 2007, durante las conversaciones que sostuvieron en Santa Clara en recuerdo de los 40 años del asesinato del Che Guevara, Chávez se refirió a Fidel diciendo: “Tú, forjador de historia, maestro, yo lo digo sin complejos, tú eres padre de los revolucionarios de este continente, tu eres el padre nuestro”.
Ya Chávez había asumido el pensamiento martiano y había llegado al convencimiento de la necesidad de la colaboración entre Cuba y Venezuela, y entre todos los pueblos de la América Latina. La fundación del ALBA, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, es la máxima expresión de la alianza entre estos dos líderes. Chávez afirmaba: “Abrimos y abriremos el sendero de un mundo nuevo, aunque nos cueste la vida” (Rodríguez, 2013).
En los procesos emancipatorios de Bolivia y Ecuador, la ética revolucionaria fue complementada por las enseñanzas indígenas andinas. Evo Morales en su Carta Abierta del Presidente Evo Morales dirigida a los presidentes Suramericanos y los pueblos de la región en ocasión de la preparación para la Cumbre Suramericana de Cochabamba el 8 al 9 de diciembre de 2006 ha afirmado que:
Nuestra meta debe ser forjar una verdadera integración para “vivir bien”. Decimos “vivir bien” porque no aspiramos a vivir mejor que los otros. Nosotros no creemos en la línea del progreso y el desarrollo ilimitado a costa del otro y la naturaleza. Tenemos que complementarnos y no competir. Debemos compartir y no aprovecharnos del vecino. “Vivir bien” es pensar no sólo en términos de ingreso per-cápita sino de identidad cultural, de comunidad, de armonía entre nosotros y con nuestra madre tierra. (Morales 2006).
Evo Morales explicó además que vivir bien – sumak kawsay en quechua - significa vivir con equidad y justicia, donde no hay explotadores ni explotados, ni excluidos ni aquellos que excluyen a otros. Vivir bien no es lo mismo que vivir mejor que antes, ni vivir mejor que otros, pero significa vivir en solidaridad y reciprocidad con otros. Vivir bien significa vivir en condiciones de igualdad, en cambio vivir mejor significa egoísmo, falta de interés por los otros, e individualismo que no sólo destruye a otros pueblos sino que también al medio ambiente. Vivir bien es por consiguiente la antítesis de la ética capitalista, que en Bolivia es personificada por una minoría individualista, racista, agresiva y belicosa.
En Bolivia, como en otras áreas de la región, la presencia indígena ha hecho contribuciones decisivas a la reformulación de una agenda emancipatoria en la región. En un mensaje enviado por el presidente Morales a la Tercera Cumbre Continental de los Pueblos Indígenas, declaró:
…los pueblos originarios indígenas, representantes de pueblos y culturas ancestrales, ofreceremos al mundo los valores de nuestra cultura, de la Cultura de la Vida que, fundamentada en el dar y recibir, en el complementarnos, en el bien común, el apoyo mutuo organizado, desarrolla sus capacidades sin destruir al hombre y la naturaleza, y levanta el consenso, el siempre ponernos de acuerdo, para que nadie oprima a nadie (Morales, 2007).
Del mismo modo, en el Ecuador, el Gobierno de la Revolución Ciudadana, recogiendo los planteamientos de los pueblos andino-amazónicos, plantea la noción del Buen Vivir como el objetivo central de la política pública.
El horizonte político de la Revolución Ciudadana es el Socialismo del Buen Vivir. Este articula la lucha por la justicia social, la igualdad y la abolición de los privilegios, con la construcción de una sociedad que respete la diversidad y la naturaleza. En tal sociedad podremos desarrollar nuestras capacidades y vivir digna y libremente. El fin del Socialismo del Buen Vivir es defender y fortalecer la sociedad, el trabajo y la vida en todas sus formas. El primer paso es resolver el acceso a bienes, oportunidades y condiciones que garanticen –al individuo, a la colectividad y a las generaciones futuras– una vida digna sin perjudicar a la naturaleza. El Buen Vivir es una práctica diaria... El Buen Vivir se planifica, no se improvisa. El Buen Vivir es la forma de vida que permite la felicidad y la permanencia de la diversidad cultural y ambiental; es armonía, igualdad, equidad y solidaridad. No es buscar la opulencia ni el crecimiento económico infinito. (Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo, 2013).
Una nueva forma de entender la democracia
En América Latina, la “democracia” que promueve Washington por medio de múltiples organismos de pseudo-cooperación; de medios de desinformación que implantan un pensamiento único; y de acciones punitivas, socava la voluntad de los pueblos. El objetivo no es más que el afianzar su hegemonía sobre una América Latina sometida, y capturar sus recursos naturales.
Así como la democracia liberal burguesa es un producto del capitalismo, la transición socialista trae consigo su propia forma de democracia. De ella dependen tanto la justicia social como la concientización de las masas, acrecentando su capacidad para transformar a la sociedad y ejercitar el poder popular.
¡Unámonos, cubanos, en esta otra fe: con todos y para todos… la revolución de justicia y de realidad, para el reconocimiento y la práctica franca de las libertades verdaderas! (Martí, 1891b).
El 1 de mayo de 1960, Fidel Castro planteó:
Democracia es aquella en que las mayorías gobiernan. Democracia es aquella en que la mayoría cuenta; democracia es aquella en que los intereses de la mayoría se defienden; democracia es aquella que garantiza al hombre, no ya el derecho a pensar libremente, sino el derecho a saber pensar, el derecho a saber escribir lo que se piensa, el derecho a saber leer lo que se piensa o piensan otros. El derecho al pan, el derecho al trabajo, el derecho a la cultura y el derecho a contar dentro de la sociedad...Y eso no quiere decir, que los derechos del resto no cuenten. Los derechos de los demás cuentan en la misma medida en que cuentan los intereses de la mayoría, en el mismo alcance en que cuenten los derechos de la mayoría; pero son los derechos de la mayoría los que deben prevalecer por encima de los privilegios de minorías (Castro, 1960).
Fidel llamó a la población a organizarse en cada calle, en cada cuadra, en cada manzana, en cada edificio y que se constituyeran comités de vigilancia revolucionaria. Así nacieron los Comités de Defensa de la Revolución, CDR, la más plural de todas las organizaciones creadas desde entonces y hasta hoy. Más adelante, se decidió la institucionalización de todas las estructuras socio económicas y la creación de los nuevos órganos representativos del Estado, el Poder Popular.
Después del triunfo, la unidad del pueblo en función del proceso de cambio social que avanzaba se fue construyendo desde las cuadras y barrios en las ciudades hasta los más remotos asentamientos rurales, centros laborales, escuelas, universidades; también los niños y jóvenes se iniciaron en la práctica de la unidad y la movilización. Más adelante, tareas de solidaridad fueron esenciales para su crecimiento orgánico, con las que también crecieron y maduraron sus integrantes. Una civilidad desconocida asomaba a las puertas de la sociedad cubana en revolución.
Recrear el ideal socialista desde concepciones revolucionarias, realidad histórica e idiosincrasia, lleva implícito el perfeccionamiento de su democracia, de su Estado, de sus normas legales, de sus bases de representación, de sus mecanismos de participación y sobre todo de la generalización de los valores socialistas, base de la liberación cultural inherente a todo cambio social revolucionario... El ejercicio sistemático de recrear una y otra vez la democracia socialista desde la realidad de una sociedad de la periferia del sistema mundial capitalista es asunto que atañe a la propia supervivencia de la Revolución. (López, 2017).
La preocupación por garantizar la democracia es constante en Cuba. Entre los Principios que sustentan el Modelo y su Principales Transformaciones del 7o, y más reciente Congreso del Partido Comunista Cubano, PCC, se consigna los siguientes:
3) La democracia socialista, fundamentada en la activa participación de los ciudadanos en el ejercicio del poder soberano, expresada de forma directa o indirecta a través de los órganos representativos, como son las asambleas del Poder Popular y demás órganos del Estado y del Gobierno que de ellas se derivan, los delegados de circunscripción, los Consejos Populares y la sociedad civil con un activo papel, según las normas fijadas por la Constitución de la República y las leyes.
El control popular como un contenido fundamental de la participación democrática del pueblo en el gobierno de la sociedad, el respeto a la legalidad, el enfrentamiento y prevención de violaciones e incumplimientos de lo establecido.
4) El Estado socialista es garante de la igualdad y libertad, la independencia, la soberanía, de la participación y control populares, del desarrollo del país, de la preservación de la integridad territorial, la defensa y fortalecimiento de la identidad nacional, el patrimonio de la nación, su memoria histórica, la cultura y demás conquistas.
Garantiza, a su vez, el ejercicio y la protección de los derechos y deberes económicos, sociales, culturales y cívico-políticos, individuales y colectivos, conforme con la Constitución de la República y las leyes. (PCC, 2017).
Esto significa que todo ciudadano, sin militancia política alguna, puede ser elegido para ser candidato a delegado a las Asambleas Municipales del Poder Popular. El Partido Comunista no propone, no postula y no promueve candidatos. Solo un 14 % del padrón electoral corresponde a militantes del PCC y la Unión de Jóvenes Comunistas, UJC, (Guanche, 2018). Las Asambleas Municipales eligen a los candidatos a delegados a las Asambleas Provinciales del Poder Popular y a los candidatos a Diputados a la Asamblea Nacional (ANPP). Esta última elige a las autoridades del Consejo de Estado cuyo Presidente es, a su vez, el Presidente del Consejo de Ministros y Jefe de Estado de Cuba.
El diseño del sistema electoral cubano, garante de la democracia de transición socialista es el de un sistema que expresa su carácter clasista para posibilitar el acceso al poder y su control por la mayoría del pueblo” (López, 2017).
El 50% de los candidatos a Diputados de la Asamblea Nacional provienen de los delegados electos a nivel municipal y el otro 50% de personas “de interés nacional” electos por la Comisión Nacional de Candidaturas.
Contrario al argumento falaz respecto de la inexistencia de la democracia en Cuba, dado que esta se sale del estrecho marco de la democracia representativa liberal burguesa, y de la partidocracia, sin lugar a ninguna duda, la Revolución democratizó a la nación “porque democratizó la estructura de poder que está detrás de todo sistema político y que es la que realmente define cuáles intereses prioriza el funcionamiento del sistema político mismo.” (Blanco, 1989).
El control político popular sobre sus representantes se realiza a través de la rendición de cuentas y la revocación de mandatos. Los representantes del pueblo en el sistema asambleario de dominación/gobernanza son mandatarios en sentido estricto es decir, son ejecutores de mandatos. Se deben a quienes los eligieron, en consecuencia rinden cuentas de su gestión por lo que pueden ser revocados en cualquier momento... La revocación de mandato constituye una de las variables de la democracia socialista del sistema electoral. En sentido estricto solo los que confieren un mandato tienen derecho a revocarlo (López, 2017).
Con anterioridad a la Revolución Cubana, ya Salvador Allende intentaba resignificar el concepto de democracia. La democracia la entiende como forma de vida, no como instrumento sino como armazón o estructura de nuestra vida nacional. “Pero la democracia política no basta y hay que ir a la democracia económica, a la democracia social” (Allende, 1943).
Esta conceptualización temprana, unido al de la Revolución Cubana, constituyen los antecedentes que conformaban la democracia postulada desde la Unidad Popular en la década del 60 y hasta 1973 en Chile. Salvador Allende en su vía democrática al socialismo se basa el reconocimiento de que el socialismo no significa ruptura de la democracia y del Estado de derecho, sino por el contrario, su plena realización.
Por eso, los hombres de nuestras naciones miran con profundo y apasionado interés a la Revolución Cubana, pues es un símbolo anti-imperialista y anti -feudal. La revolución latinoamericana -pensamos y lo hemos dicho- deberá ser, además de anti-imperialista y anti-feudal, democrática, a fin de que la sientan, compartan y comprendan las masas ciudadanas. Deberá ser profundamente humana, al preocuparse de la realidad de la vida opaca, gris, sin destino ni juventud del hombre común latinoamericano, y darle un futuro de trabajo, salud y educación. Por ello, no puede extrañar a nadie que a lo largo y ancho de América del Sur exista un pensamiento solidario y de lealtad hacia Cuba, su gobierno y su Revolución (Allende, 1960).
Si en lo económico tenemos como tarea la de realizar una política de guerra, debemos tener conciencia de que en el campo político hay que afianzar el poder de los trabajadores. Esta es la mayor garantía de la democracia, de la auténtica libertad y del pluralismo. Es garantía de estabilidad y progreso para Chile. Es garantía de paz (Allende, 1972b).
Terminadas las dictaduras, en el estado neoliberal latinoamericano, no se termina del todo el déficit democrático. Éste es generado por sistemas electorales deficientes, apoyado por partidos políticos cupulares y corruptos, mecanismos de desinformación y por constituciones políticas dependientes, represivas y excluyentes. Se hace visible en las crisis paralelas, tanto de partidos políticos, como de sindicatos, y en la criminalización y represión de los movimientos sociales, especialmente exacerbado en contra de los movimientos indígenas. Se hace visible también, y con intensidad, en el conglomerado mediático que ha impedido una democratización genuina en la región. Aram Aharonian lo expresa claramente: “Hoy en día, en nuestra América, la dictadura mediática quiere suplantar a la dictadura militar” (Aharonian, 2007).
La democracia entendida solo como procesos electorales “libres”, se limita a procesos electorales donde se vota por candidatos elegidos por las cúpulas de los partidos, excluyendo automáticamente a los desconocidos militantes de base y a los independientes. Las campañas electorales son financiadas ilegalmente por empresas nacionales o transnacionales con la contrapartida para los candidatos de servir, no a los intereses del pueblo, sino a los de sus financistas. Diversos analistas han calificado a estas democracias en la América Latina pos-dictaduras como democracias tuteladas, restringidas, o democracias de baja intensidad. Cabe recordar que Latinoamérica, con inserción mundial dependiente, es la región con las mayores disparidades del mundo lo que de por sí refleja la carencia de democracia en el reparto de los activos de la sociedad.
Una asociación de élites compleja y corrupta, dentro y fuera de la región, se coludió para expandir el ámbito de las prácticas antidemocráticas en apoyo a intereses transnacionales y al expolio de los recursos regionales. El aparato estatal permanentemente impulsó políticas públicas que reprodujeron y mantuvieron las relaciones sociales de dominación por parte de la élite. Como resultado de ello, la legislación no ha sido neutra sino que siempre ha estado al servicio de los grupos de poder que la pusieron en vigor. Más grave aún, se evolucionó rápidamente hacia una estrategia regional de mayor trascendencia, la de implantar principios neoliberales a nivel constitucional vinculando eficazmente a la región con el orden legal global no democrático, donde las políticas públicas fundamentales son dictadas por las Instituciones Financieras Internacionales, IFIs.
De la crisis de las democracias representativas surge la movilización social por cambiar las constituciones y las legislaciones que impiden la real participación social. Se denuncia además la falsa participación en mesas de debate de limitada representación y cuyos resultados no forman parte del sistema de toma de decisiones de las cúpulas políticas en el poder. Asimismo, se buscan formas de comunicación alternativas propias, libres de ataduras mercantiles, capaces de producir la tan necesaria contra-información para contrarrestar la complicidad de los medios de comunicación existentes con los poderes hegemónicos.
En varios países se ha dado paso a nuevas formas de amplia participación democrática desde la base cuyo origen se encuentra en sus tradiciones culturales y de lucha. Se otorga preferencia a la toma de decisiones por consenso y si no es posible, por mayorías muy amplias. Tampoco se descartan a las minorías porque pudieran estar más informadas. Por otra parte el poder del pueblo no sólo se limita a instituir a sus gobernantes. Se mantiene activo acompañando y controlando al poder instituido, tomando decisiones y vigilando que estas se pongan en práctica.
El golpe militar en Chile, terminó de convencer a Chávez que la revolución debería ser pacifica pero no desarmada. Venezuela se ha convertido en un caso único en América Latina en que llegando al poder por la vía electoral, los militares apoyaron activamente a un proceso democrático revolucionario lo que sumado al apoyo popular, fortaleció al gobierno en su intensión de conducir una revolución democrática y pacífica. Chávez pensaba que para ser revolucionaria, la democracia debía ser directa, participativa y protagónica y abrir espacios para que en la lucha por el cambio de las circunstancias, el sujeto político se fuera transformando a sí mismo y se mantuviera permanentemente en su rol constituyente.
El Proyecto Nacional Simón Bolívar debe romper los límites de la farsa representativa, para avanzar hacia la conquista de nuevos espacios participativos en una primera fase de su desarrollo…Pero el objetivo estratégico debe ser la democracia popular bolivariana como sistema de gobierno. Y más aún, como expresión de vida económica, social y cultural del modelo de sociedad original Robinsoniano3 … La democracia popular bolivariana rompe con este esquema de engaño y vasallaje, para llevar los límites de la acción hasta el nivel de protagonización en la toma de decisiones ... La democracia popular bolivariana nacerá en las comunidades, y su savia benefactora se extenderá por todo el cuerpo social de la Nación, para nutrir con su vigor igualitario, libertario y solidario al Estado Federal Zamorano4. Y su follaje abarcará las estructuras del modelo de sociedad Robinsoniano (Chávez, 2007).
Más tarde, ya desaparecido el líder, Maduro, quien lo sucedió ha definido la democracia como una democracia protectora.
Porque para nosotros es esencial en nuestra democracia que la economía esté al servicio del pueblo y no el pueblo al servicio de la economía. Para nosotros, los bolivarianos, la economía es justicia y la democracia, protección. (Maduro 2018).
Esta nueva forma de entender la democracia, la democracia directa, asamblearia, plebiscitaria, se complementa con una serie de elementos novedosos: la delegación o “vocería” y con ello la figura de la “revocación del mandato” tan pronto el representante deje de luchar por los intereses de sus electores; las Asambleas comunales; los referéndum descentralizados para abordar problemas que necesitan ser resueltos a ese nivel; los gobiernos en la calle; etc. La participación en la formulación y aplicación de los procesos de desarrollo social, comienza a enraizarse política e ideológicamente.
Por una parte se pretendía construir una democracia bolivariana5, que diera la máxima suma de felicidad al pueblo, pero por otra, se advertía que no se trataba solo de darle un contenido social a la democracia sino que de transformarla en construcción popular cotidiana. La igualdad social y la redistribución de la riqueza colectiva serian componentes esenciales de ella. Nada de esto quedaba en la mera retórica. Chávez confiaba en la inteligencia colectiva de los ciudadanos y por eso acató sus decisiones como guía fundamental, aun cuando no coincidieran con las suyas. Por lo mismo, el ritmo del proceso lo determinaba el ritmo al que el pueblo se educaba para poder ser libre.
Estas y otras fórmulas democráticas para la reforma legal han estado proliferando rápidamente en la región. El uso de referéndums nacionales de varios tipos: el consultivo, el aprobatorio, y el revocatorio, ha marcado un paso significativo hacia la representación directa permitiendo igualdad de oportunidad de participación en la toma de decisiones. Los referéndums revocatorios agregan otro elemento de garantía democrática, pues los líderes que no escuchen a sus bases o renieguen de sus compromisos, pueden ser legalmente destituidos en cualquier nivel de gobierno. Las asambleas comunales y municipales, y los procesos constitucionales, abren la posibilidad de referéndum descentralizados, centrados en problemas que necesitan ser resueltos a ese nivel. Tanto Chávez como Morales y Correa, no trepidaron en someterse a procesos revocatorios de los que salieron victoriosos.
Las nuevas formas de ejercer la democracia en América Latina no son necesariamente invenciones de años recientes. Algunas están basadas en procesos de toma de decisiones ancestrales o tradicionales de las poblaciones indígenas. Su utilización como formas contemporáneas de democracia directa está desafiando la legalidad existente. Cualquier estrategia emancipatoria para América Latina necesariamente deberá contemplar la transformación de los órdenes legales existentes y confrontar los principios constitucionales originalmente diseñados para facilitar el gobierno explotador de las élites capitalistas y terratenientes. Paralelamente, para poder garantizar derechos, además de contar con un orden legal emancipatorio, habrá que desmontar las políticas neoliberales impuestas por el Consenso de Washington (de la Barra, 2011).
El desafío, por consiguiente, es el establecimiento de estructuras legales que favorezcan a los procesos de transformación y al mismo tiempo incorporen masivamente a los sectores populares en el ejercicio de gobernar (Harnecker, 2007). Asimismo son necesarias nuevas estructuras territoriales descentralizadas para la planificación y toma de decisiones, y el compartir los frutos del desarrollo con equidad. Construir democracias directas y participativas deviene, en consecuencia, en componente fundamental de los esfuerzos por la liberación individual, nacional y de los pueblos del Sur (de la Barra, Dello Buono, 2015).
Un nuevo constitucionalismo para una nueva democracia
Como el camino revolucionario a través de la lucha armada resulta inviable en esta etapa histórica, los movimientos sociales acertadamente vuelcan sus demandas hacia el cambio constitucional y legislativo emancipatorio que abra paso a la verdadera participación social. Las nuevas Constituciones proporcionarán los espacios necesarios para implementar las agendas populares. El triunfo electoral de Hugo Chávez en Venezuela, en 1998, marca el comienzo de esta nueva etapa.
En su discurso de Angostura, en 1819, Simón Bolívar presentó su proyecto de Constitución señalando hechos que bien podían estar describiendo la realidad Latinoamericana a finales del Siglo XX:
Nuestras leyes son funestas reliquias de todos los despotismos antiguos y modernos, que este edificio monstruoso se derribe, caiga y, apartando hasta sus ruinas, elevemos el templo a la justicia y, bajo los auspicios de su santa inspiración, dictemos un Código de leyes venezolanas (Bolívar, 1819)
Más adelante, Bolívar, en comunicación oficial dirigida al Gobierno del Perú reafirmó su fe en la soberanía popular como base del poder político:
Nada es tan conforme con las doctrinas populares como el consultar a la nación en masa sobre los puntos capitales en que se fundan los estados, las leyes fundamentales y el Magistrado Supremo. Todos los particulares están sujetos al error o a la seducción; pero no así el pueblo, que posee en grado eminente la conciencia de su bien y la medida de su independencia. De este modo, su juicio es puro, su voluntad fuerte; y por consiguiente, nadie puede corromperlo, ni menos intimidarlo. Yo tengo pruebas irrefragables del tino del pueblo en las grandes resoluciones; y por eso es que siempre he preferido sus opiniones a las de los sabios (Bolívar, 1826).
“Yo quiero que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”. Son las palabras que expresó Martí en el discurso que pronunció en el Liceo Cubano de Tampa, el 26 de noviembre de 1891, y que están recogidas textualmente en el preámbulo de la Constitución Cubana de 1976. Esta célebre pieza oratoria conocida con el nombre Con Todos y para el Bien de Todos, se inicia con otra frase igualmente histórica del ideario martiano: “Para Cuba que sufre, la primera palabra. De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal para levantarnos sobre ella” (Martí, 1891b).
Para Cuba fue imprescindible elaborar una Constitución que recogiera y ordenara jurídicamente los gigantescos cambios producidos por la Revolución. Por vez primera en la historia, las cubanas y los cubanos mayores de dieciséis años debatieron desde sus organizaciones de vecinos, sindicales, campesinas y estudiantiles el anteproyecto de la nueva Constitución socialista. En referendo realizado para su definitiva aprobación participó voluntariamente el 99,3% de la población cubana mayor de dieciséis años y la nueva Constitución fue aprobada por el 98,6% de los votantes (López, 2017).
Fue reformulado el Estado integrándolo en tres ámbitos de dominación/gobernanza, pero no como separación de poderes a la usanza tradicional de la democracia burguesa. Estos ámbitos son: un sistema asambleario representativo; las organizaciones populares y el gobierno….El sistema asambleario representativo se constituye de abajo hacia arriba y tiene como condición de su funcionamiento, la participación popular. Aquí es donde deben acoplar congruentemente los vínculos entre la ciudadanía, la representación y la participación, con el sistema electoral. (López, 2017).
Hoy Cuba se apronta nuevamente a un proceso constitucional para adecuarse a los enormes cambios producidos en el contexto global en las seis últimas décadas y para responder a la sana auto-critica de lo logrado por la Revolución en un permanente contexto de asedio. El recientemente electo Presidente de la República, Miguel Diaz-Canel, ha decepcionado a los enemigos de la Revolución al asumir el mando diciendo:
Así será como enfrentaremos las amenazas del poderoso vecino imperialista. Aquí no hay espacio para una transición que desconozca o destruya el legado de tantos años de lucha. En Cuba, por decisión del pueblo, sólo cabe darle continuidad a la obra, unidas las generaciones nacidas y educadas en la Revolución y la generación fundadora, sin ceder ante las presiones, sin miedo y sin retrocesos, defendiendo nuestras verdades y razones, sin renunciar a la soberanía e independencia, a los programas de desarrollo y a nuestros sueños... la Revolución Cubana sigue de verde olivo, dispuesta a todos los combates. El primero, para vencer nuestras propias indisciplinas, errores e imperfecciones. Y al mismo tiempo para avanzar, “sin prisa pero sin pausa”, (Diaz-Canel, 2018).
Salvador Allende se había comprometido a llevar el proceso chileno dentro del marco de la constitución vigente a la fecha, diciendo: “Sólo a partir de una perspectiva extraña a la realidad concreta del aparato estatal en estos momentos, puede llegarse a la conclusión de que no hay otro camino para el proceso revolucionario chileno que la quiebra y destrucción del actual régimen institucional y constitucional. Más adelante, ante el asedio que anticipaba al golpe, cambió de parecer y anunció un proceso de cambio constitucional. Ya era demasiado tarde. Los militares entendieron el riesgo y aceleraron el golpe. El pueblo estaba desarmado.
Chávez fue visionario en que era capaz de imaginar un futuro mejor para Venezuela, para América Latina y para la humanidad y una estrategia para lograrlo. Al haber fracasado el intento de toma de poder por la vía armada, surgió en aquellos militares presos, la convicción de la necesidad de un proceso constituyente como alternativa. Dedicaron su tiempo a estudiar a los teóricos constitucionalistas; a analizar en forma crítica las particularidades de la Asamblea Constituyente Colombiana que lamentablemente terminó siendo subordinada al poder constituido; y a desarrollar una propuesta propia. A pesar de ser militar, Chávez creía en la vía pacífica y democrática para hacer la revolución, aunque, a diferencia de Allende en Chile, apoyándose en la unión cívico-militar para defenderla. Por eso comenzó su gobierno con el llamado a una Asamblea Constituyente. Punto de partida para lo que él consideraba como la gran tarea: transformar un Estado contrarrevolucionario en uno revolucionario.
La constitución de la República Bolivariana de Venezuela invoca en su prólogo “el ejemplo histórico del Libertador Simón Bolívar y el heroísmo y sacrificio de nuestros antepasados aborígenes y de los precursores y forjadores de una patria libre y soberana.” Resonando con Bolívar, la Constitución de 1999, en su artículo 299, estipula que el objetivo último es “asegurar el desarrollo humano integral”. Es por esto que la Constitución Bolivariana plantea un nuevo modelo de democracia profundamente participativa, un nuevo modelo económico emancipador, y un nuevo modelo de gobierno con capacidad para intervenir estratégicamente en la economía. Tanto el capitalismo como el neoliberalismo y el individualismo han encontrado en ella su freno. Se han cambiado las reglas del juego.
La nueva Constitución estableció cinco poderes de gobierno: ejecutivo, legislativo, judicial, electoral y ciudadano, municipal y estatal (Gobierno de Venezuela). Al Poder Ejecutivo se le estableció un período presidencial por un término de seis años, con un límite de dos reelecciones. El Poder Legislativo se reorganizó en una Asamblea Nacional unicameral. El Poder Judicial requirió de los jueces la presentación de sus credenciales al escrutinio público. El Poder Electoral estableció el Consejo Nacional Electoral, CNE, como órgano rector, encargado de la organización, realización, y vigilancia independiente de las elecciones a todos los niveles. Finalmente, el Poder Ciudadano fue organizado bajo el Defensor del Pueblo quién junto con el Contralor General y el Fiscal General serían encargados de proteger los intereses de los ciudadanos (Gobierno de Venezuela). La descentralización territorial del Estado se habría constituido por los poderes siguientes: popular (Consejos Comunales), municipal, estatal, y nacional
Participación, protagonismo, y el transformarse a sí mismo en el proceso de transformar a la sociedad con el objeto de lograr el desarrollo humano integral, es el concepto transversal a la totalidad la Carta Magna, y los Consejos Comunales como el marco institucional para lograrlo. Chávez solía decir: “La maravilla de nuestra nueva Constitución es que establece el mecanismo para que el poder constituyente no le sea expropiado al pueblo”. (Chávez, cit. por Harnecker, 2002) Chávez, siempre recurrió a esta cita de Bolívar “Todo el Poder para el pueblo” que ha sido su consigna orientadora (Chávez, 2007).
Efectivamente, la Constitución dice:
“Todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de participar libremente en los asuntos públicos, directamente o por medio de sus representantes elegidos o elegidas. La participación del pueblo en la formación, ejecución y control de la gestión pública es el medio necesario para lograr el protagonismo que garantice su completo desarrollo, tanto individual como colectivo. Es obligación del Estado y deber de la sociedad facilitar la generación de las condiciones más favorables para su práctica” (Art. 62).
“La creación de nuevos sujetos de descentralización a nivel de las parroquias, las comunidades, los barrios y las vecindades a los fines de garantizar el principio de la corresponsabilidad en la gestión pública de los gobiernos locales y estadales y desarrollar procesos autogestionarios y cogestionarios en la administración y control de los servicios públicos estatales y municipales” (Art. 6). (Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, 1999).
Bolivia y Ecuador también comenzaron sus procesos emancipatorios cambiado sus constituciones, no a puertas cerradas como en el pasado, sino por medio de Asambleas Constituyentes ampliamente participativas.
Evo Morales ganó la presidencia boliviana en 2005 en una masiva victoria electoral, recibiendo un mandato popular para cambiar la Constitución con el objetivo de modificar la naturaleza excluyente y elitista del Estado. Su programa gubernamental basado en las demandas populares incluyó la llamada a una Asamblea Constituyente y la renacionalización de los recursos naturales, como los elementos angulares que permitirían la inclusión de aquellos miembros de la sociedad históricamente excluidos, fundamentalmente los pueblos indígenas.
La oposición al proceso constitucional fue tenaz por parte de la oligarquía boliviana por lo que se dilató en el tiempo. A pesar de todas las contradicciones, la naturaleza comunal y el potencial transformativo del proceso es evidente. Las propuestas surgieron y se discutieron y las mayorías propusieron cambios que fueron acogidos por los miembros de la Asamblea Constituyente. Todo esto constituyó una nueva forma de construcción de democracia descolonizadora en la nación más pobre de los Andes. Por una parte, se decidía la construcción del futuro con plena participación de las mayorías indígenas previamente excluidas, y por otra parte, se recuperaban los recursos naturales, previamente en manos de los agentes neo-colonizadores, para revertirlos a la soberanía popular.
El proceso revocatorio propuesto por el Presidente en la nueva Constitución, y al que se sometió voluntariamente, es un considerable adelanto democrático electoral, porque las personas pueden revocar a aquéllos que han dejado de representarlos después de elegidos. Esto también contribuye a desmontar la campaña de las fuerzas de la oposición que reiteradamente manifiestan que Morales es un dictador autoritario, antidemocrático (de la Barra, 2011).
Finalmente, tras arduas luchas y algunas concesiones, la nueva Constitución Política del Estado fue aprobada en referéndum en enero de 2009 por el 62 % de los votos. La nueva Constitución reconoce una condición previa como es la presencia y existencia de 36 naciones originarias que conforman el actual Estado Plurinacional Boliviano. Por ello reconoce la autonomía de los diferentes grupos étnicos, en consonancia con la Declaración de las Naciones Unidas para los Derechos de los Pueblos Indígenas, pero define a Bolivia como una República unitaria, multiétnica y pluricultural. Esto ha implicado la recuperación de la tierra y el territorio y la posibilidad de la autogestión de estas naciones a través de Gobiernos Indígenas Autónomos.
Se reconocen cuatro formas de organización de la economía (estatal, privada, social cooperativa y comunitaria). Garantiza la propiedad privada siempre que opere en interés público y contribuya a fortalecer la soberanía económica. Prohíbe expresamente el latifundio y los monopolios privados u oligopolios. Se establece que el pueblo boliviano es el dueño de los hidrocarburos nacionales y que entregarlos a las transnacionales se consideraría traición a la patria. Se especifica que el Estado puede intervenir en sectores estratégicos de la cadena productiva para garantizar los suministros y las condiciones de vida para todos. Aún más, establece la prioridad pública por sobre la privada en la inversión y en la industrialización de los recursos naturales y la obligación de respetar y proteger el ambiente. Una parte de las rentas por las exportaciones de los hidrocarburos se distribuye a todos los territorios administrativos nacionales, no sólo a aquellos que lo producen. Se define la educación como responsabilidad del Estado. Se establece que los funcionarios elegidos sólo pueden reelegirse una vez y su mandato también puede revocarse (Gaceta Oficial del Estado, 2009).
El proceso de cambio constitucional en Ecuador comenzó efectivamente cuando el Presidente Rafael Correa pronunció su discurso de aceptación el 15 de enero de 2007. Anunció tres grandes metas que fueron compromisos de su campaña: cambiar la Constitución por medio de una Asamblea Constituyente, unirse a la Organización de Países Exportadores de Petróleo, OPEP, y rechazar cualquier Acuerdo de Libre Comercio con los Estados Unidos.
Tres meses después, en un referéndum popular, el 82% del pueblo ecuatoriano votó a favor de cambiar su Constitución a pesar de los esfuerzos de la oposición política derechista para bloquear el proceso. El Presidente Correa llamó a “la madre de todas las batallas”, la de formar una fuerza patriótica y progresista que dominara a la Asamblea Constituyente de 130 miembros para defender el incipiente proyecto emancipatorio. Aseguró, además, que cualquiera fueran los resultados, él pondría su permanencia como Presidente en manos de la Asamblea Constituyente. El Gobierno Ecuatoriano pagó el costo completo de la campaña para garantizar la equidad y transparencia en el uso de los recursos electorales.
Al igual que en los procesos de Venezuela y Bolivia que precedieron al proceso ecuatoriano, los legisladores de los partidos tradicionales se negaron a reconocer las resoluciones aprobadas por el Tribunal Supremo Electoral con lo que el poder constituyente logró prevalecer sobre el poder constituido. A pesar de la constante oposición de la élite atrincherada en sus privilegios, la experiencia ecuatoriana con la Asamblea Constituyente sesionando en Montecristi ha resultado menos tumultuosa y más rápida que la de Bolivia, lográndose su aprobación en plebiscito en septiembre de 2008 por más del 60 por ciento de los votos, estableciéndose un nuevo pacto social que reconoce la plurinacionalidad y que permite la consecución del “buen vivir” (Asamblea Constituyente del Ecuador, 2008).
Alberto Acosta, quien fuera Presidente de la Asamblea Constituyente destaca los siguientes elementos fundamentales de la Constitución de Montecristi (Acosta, 2009a, 2009, b):
- Los derechos de la naturaleza colocan al Ecuador en la vanguardia mundial del reconocimiento del entorno vital, como complemento inseparable de los derechos humanos;
- La motivación de los actos para que la función pública responda a la razonabilidad social de las medidas tomadas antes de que a la razón de estado, detrás de la que, con frecuencia se oculta el interés de los poderosos grupos oligárquicos;
- El reconocimiento de la plurinacionalidad establece un estado que siendo único en su soberanía y territorialidad, reconoce e incorpora a las distintas naciones originarias y ancestrales que forman parte del Ecuador, reafirmando que esa convivencia, sin relaciones coloniales de poder, supone un permanente proceso de interculturalidad;
- El derecho a la resistencia en tanto cláusula que fundamenta el espíritu del nuevo Estado Constitucional de Derechos y Justicia, legitima a la ciudadanía para defender a su Constitución a través de la resistencia, un derecho concebido no para oponerse sino para favorecer la cristalización de los principios transformadores de la nueva Constitución;
En los procesos constitucionales conducentes al Socialismo del Siglo XXI ha habido una combinación eficaz de líderes populares y carismáticos como cabezas de gobierno respondiendo efectivamente a la fuerte presión de las bases populares que han mantenido la habilidad demostrada de unir, organizar y movilizar alrededor de su propia agenda. Un rasgo compartido es la búsqueda de un mayor control popular sobre los recursos naturales y el uso de la política económica como una herramienta indispensable para el cambio y para la defensa frente al sabotaje de las fuerzas reaccionarias de oposición (de la Barra, 2011). Un rasgo imprescindible para lograr el cambio anhelado, es que el poder constituyente prevalezca sobre el poder anteriormente instituido.
Otra forma de gobernar, de hacer política
El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política (Bolívar, 1819). “Discurso de Angostura.”
Tal como lo postulado por el Libertador Simón Bolívar, Fidel nos enseñó que gobernar para mejorar la calidad de la condición humana de los pueblos debe ser el norte de cualquier movimiento revolucionario. Martí daba tanta importancia a la educación popular como al ejército en la defensa de la revolución.
Se han de reclutar soldados para el ejército y maestros para los pobres: debe ser obligatorio el servicio de maestros, como el de soldados: el que no haya enseñado un año, que no tenga el derecho de votar: preparar un pueblo para defenderse, y para vivir con honor, es el mejor modo de defenderlo. (Martí, 1890)
Fiel al pensamiento de José Martí, Fidel se indignó contra la realidad miserable de injusticia que carcomía al pueblo antes de la Revolución. No contento con la indignación, dio paso a la praxis revolucionaria que cumplió durante toda una vida. Más tarde esa enseñanza, ha servido de modelo para liberar de la pobreza y la ignorancia a millones de hombres y mujeres en América Latina y gran parte del mundo. El Che, al explicar porqué el pueblo cubano seguía sin vacilar las directrices de Fidel, afirmaba: “el grado en que él ha ganado esa confianza responde precisamente a la interpretación de los deseos del pueblo, de sus aspiraciones, y a la lucha sincera por el cumplimiento de las promesas hechas” (Guevara, 1965).
Esta nueva forma de gobernar que surge de la Revolución Cubana, tiene además profundos orígenes indígenas. El Subcomandante Marcos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, EZLN, en Chiapas, acuñó el lema: “Hay la necesidad de gobernar, obedeciendo” (al pueblo), para luego ser puesto en práctica ampliamente no solo entre los Zapatistas, sino también en Venezuela en los Consejos Comunales, en Bolivia y en Ecuador. Al decir de Álvaro García Linera, Vicepresidente de Bolivia, “Gobernar obedeciendo es eso: el soberano es el pueblo y el gobernante es simplemente un unificador de ideas, un articulador de necesidades, y nada más” (García Linera, 2012).
Desde el inicio de la Revolución la nueva forma de gobernar de Fidel era innovadora no solo por el contacto con el pueblo y las raíces populares. También lo fue por el hecho de mantener una mirada integral y sistémica del proyecto revolucionario, con sus metas y objetivos. Era un gran estratega y planificador que buscaba alternativas y seleccionaba entre las mejores de ellas, manteniendo reservas para enfrentar imprevistos como las incursiones militares del imperialismo o los desastres naturales, sin dejar ningún cabo suelto. Con Fidel la política deja de ser el arte de lo posible para comenzar a hacer posible lo que había parecido imposible.
Su mirada siempre fue de largo alcance, manteniendo presente el destino de la humanidad. Desde esa perspectiva global fue certero en denunciar los riesgos del neoliberalismo globalizado excluyente, y sus consecuencias en la mercantilización de la vida y en el calentamiento global que compromete el futuro del planeta, desvelando algunos elementos esenciales del capitalismo que llevan a la humanidad al descalabro ecológico. Siempre advirtió sobre las consecuencias de toda acción humana. Abrió las puertas para pensar y hacer un mundo nuevo, porque enseñó con la práctica a superar las ataduras del orden establecido por el capitalismo y planteó un modo de ver el mundo desde la ética revolucionaria.
Cuando el bloque soviético entró en su colapso final durante la última década del siglo XX, muchos asumieron que Cuba rápidamente seguiría el mismo camino. Un esquema de integración comercial estable y de larga data entre la Isla y el antiguo bloque socialista, el Consejo de Ayuda Mutua Económica, CAME, había permitido a Cuba planear su desarrollo económico con un alto nivel de estabilidad y seguridad. Cuando estas relaciones desaparecieron, Washington aprovechó la coyuntura para elevar la hostilidad de siempre, decidido a extirpar la única alternativa socialista en el hemisferio.
La defensa de los logros sociales iniciales de la Revolución, proporcionó la base para la resistencia y la lucha. No se cerró ni una sola escuela, ni un hospital, y la educación y los cuidados de salud gratuitos seguían inalterados y a disposición de la población. La escasez de alimentos y los efectos de la paralización de fábricas y de servicios sociales, fueron sustancialmente mitigados por políticas de distribución diseñadas para asegurar un nivel mínimo aceptable de nutrición para toda la población.
En el mundo occidental, el sector social ha sido siempre la variable de ajuste para enfrentar las crisis. Cuba, fiel a sus raíces martianas ha hecho justamente lo contrario. No solo ha puesto a la economía al servicio de la protección social, sino que además, siempre ha priorizado a los más vulnerables frente a las crisis sucesivas. Cuba seguía siendo una sociedad en la cual el acceso a los servicios sociales básicos estaba garantizado, una sociedad libre de discriminación, donde las personas no fueron abandonadas al hambre o a la mendicidad.
Se contó en todo momento con el respaldo popular. La dimensión moral de esta batalla corresponde a la más completa expresión de los valores de la Revolución, en una sociedad caracterizada por la solidaridad, en la cual el per cápita moral no es medido por el poder de compra sino por la dignidad humana. Cuando la crisis se asentó en la Isla, ésta fue denominada “Período Especial en Tiempos de Paz”, lo que significó que aunque el país no estaba bajo ataque armado, se encontraba en el nivel más alto de emergencia nacional.
Nunca ha habido temor a rectificar y siempre se ajustó la política pública ya sea a los cambios en la economía mundo o a las nuevas formas de agresión del imperialismo. Todo ello sin traicionar los principios de la Revolución y haciendo concesiones solo en áreas no estratégicas. Un ejemplo de ello es que mientras el resto de América Latina, incluso los países del Socialismo del Siglo XXI al día de hoy, se mantiene dependiendo de la exportación de sus recursos naturales, sin mayor valor agregado, la Revolución, por el contrario, en un momento dado decidió abandonar la dependencia del monocultivo de la caña de azúcar, para especializarse en las ciencias biomédicas y en industrias tecnológicamente innovadoras como la biotecnología y la industria farmacéutica. Apoyó a pequeños emprendimientos privados y en momentos de crisis, se abrió a la industria turística de alcance mundial aun conscientes de los riesgos que ello implica.
Gracias a la mezcla de mecanismos capitalistas re-introducidos dentro de la economía socialista, se evitó recurrir al tipo de ajuste estructural neoliberal que muy probablemente habría llevado a la caída del sistema. El Socialismo Cubano, bajo las condiciones más difíciles imaginables, demostró la posibilidad de un camino alternativo al desarrollo capitalista neoliberal (Bell, 2002).
Lo mismo ha ocurrido respecto de las crisis del capitalismo global. Tanto Cuba como Venezuela, Bolivia, Ecuador y otros países miembros del ALBA pudieron emprender juntos acciones revolucionarias para desmontar los mecanismos de dependencia y para poder enfrentar, en condiciones de considerable menor vulnerabilidad, los embates de la crisis global múltiple iniciada en 2008 (de la Barra, 2009).
Al igual que Fidel y Allende, Chávez que había llegado al poder en un proceso electoral victorioso, se dedicó a recorrer el país incansablemente lo que le permitió conocer a fondo las preocupaciones de las personas más necesitadas. Así comenzó un proceso de identificación con el pueblo que le permitió comprometerse profundamente con él, sin ningún intento de demagogia.
Estaba convencido que sólo una revolución es decir, una transformación económico—social profunda podía sacar a Venezuela de la crisis, y sobre este tema no estaba dispuesto a transar (Harnecker, 2002). Chávez rápidamente entendió que había que complementar esta idea fundamental diciendo: “no sólo se trata de convertirse en alternativa real de gobierno y llegar a dirigirlo, sino conservarlo y transformar la forma y el fondo, las estructuras del gobierno y del Estado.” (Chávez, 2011).
Dotado de una arrolladora personalidad, refrescó los modos de gobernanza mostrándose tal cual era, sin adoptar los comportamientos anquilosados de los presidentes tradicionales, donde en casi todas las ocasiones los mandatarios se dedican a leer discursos escritos por otros. Chávez, en cambio, siempre improvisaba y mantenía un particular estilo didáctico que le permitía hacerse entender hasta por los más humildes en las materias más complejas.
Precisamente ha sido en los países que se proponen instaurar el Socialismo del Siglo XXI donde renace la prioridad social y ambiental y donde más se han disminuido tanto la pobreza como las disparidades en una región que se caracteriza por ser la de mayores disparidades en el mundo. Los recursos para esto vienen de un mayor control estatal sobre los recursos naturales y de la adopción de medidas para frenar la sangría de los flujos financieros Sur/Norte.
Siguiendo los pasos de Fidel, que pensaba que el capitalismo conducía a la humanidad a su extinción, el Presidente Morales ha denunciado al capitalismo como la peor causa de la degradación ambiental y ha puesto a disposición de la humanidad los conocimientos indígenas ancestrales para construir un mejor futuro común (Morales, 2006-2009). Ha dicho estar convencido de que “la humanidad es capaz de salvar al planeta si recupera los principios de solidaridad, complementariedad y armonía con la Naturaleza, en contraposición al imperio de la competición, del lucro y del consumismo de los recursos naturales” (Morales 2008).
Ecuador, por su parte, se erige como el primer país del mundo en el cual su reciente Constitución, no sólo consagra los derechos de ciudadanos y visitantes sino que también consagra los Derechos de la Naturaleza y la vinculación de las dimensiones social y ambiental. En consecuencia, basa tanto en los Derechos Humanos como en los Derechos de la Naturaleza.
El objetivo de todo ellos es el Buen Vivir, es decir la vida armónica entre los seres humanos y de estos con la Pachamama, (la Madre Tierra - la Naturaleza) centrada en la autosuficiencia y la autogestión. Esta filosofía que proviene de los pueblos indígenas, marcará la diferencia respecto a la crisis social exacerbada por las disparidades y la crisis ambiental. Este planteamiento se expande fuera de la región y es defendida con pasión en los foros mundiales por el Presidente Boliviano Evo Morales quien aboga por una Declaración Universal de los Derechos de la Naturaleza.
La solidaridad como valor fundamental
Al igual que Bolívar que no entendía la libertad solo como la de Venezuela sino la de toda Sudamérica, Martí que comienza luchando por la liberación de Cuba y elaborando un programa de reformas, rápidamente adquiere consciencia de que muchos de los problemas habrán de resolverse no solo en Cuba sino en toda América Latina. “De América soy hijo: a ella me debo” (Martí, 1881). También anticipa como, con la unión de sus pueblos, se ha de lograr esa segunda independencia por la que él llamaba a luchar, y advirtió: “lo primero que hace un pueblo para llegar a dominar a otro, es separarlo de los demás pueblos” (Martí, 1891c).
Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes (Martí, 1891d).
Todo nuestro anhelo está en poner alma a alma y mano a mano los pueblos de nuestra América Latina (Martí, 1883).
Fidel y el Che, elevaron al internacionalismo al rango de prioridad de Estado. Los tiempos históricos de la Revolución son unos en los que la interrelación entre los países y el mundo es tan definitoria, que la estrategia revolucionaria solo puede pensarse a esa escala.
Solo una amplia visión latinoamericanista, que reconozca la imposibilidad de que nuestros países se desarrollen de forma aislada y sean verdaderamente independientes, será capaz de lograr lo que Bolívar postuló "... ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su libertad y gloria", y que Martí concibiera como la "América Nuestra", para diferenciarla de la otra América, expansionista y de apetitos imperiales.
Ningún pueblo de América Latina es débil, porque forma parte de una familia de 200 millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todos un mismo mejor destino, y cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres honrados del mundo entero (Fidel Castro, 1962a).
En su Mensaje a la Tricontinental el Che sostuvo que:
Si todos fuéramos capaces de unirnos, para que nuestros golpes fueran más sólidos y certeros, para que la ayuda de todo tipo a los pueblos en lucha fuera aún más efectiva, ¡qué grande sería el futuro, y qué cercano! … Es la hora de atemperar nuestras discrepancias y ponerlo todo al servicio de la lucha. (Guevara, 1967).
A pesar de todos sus problemas, Cuba nunca abandonó su solidaridad con los países subdesarrollados en el mundo. Desde los años 60 Cuba ha sido un actor destacado en los foros internacionales y en las campañas por la autodeterminación de los pueblos oprimidos del mundo. Ni el bloqueo que injustamente le imponen los Estados Unidos de Norteamérica, de donde se derivan gran parte de sus limitaciones económicas, ni el Período Especial cuando la cooperación con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, terminó, Cuba dejó de compartir sus modestos recursos con quienes lo necesitan.
Su capacidad militar, fortalecida por su acuerdo de cooperación con la URSS, le permitió desempeñar un papel único en la política del Tercer Mundo. El apoyo a la liberación africana fue sólo uno de los ejemplos de su internacionalismo, incluyendo el emprendimiento extraordinariamente riesgoso del envío de tropas cubanas a Angola para garantizar su independencia, jugando un papel decisivo en el fin del Apartheid en Sud África.
Nelson Mandela poco tiempo después de salir de prisión lanzó al mundo una interrogante: “¿qué otro país tiene una historia de mayor altruismo que la de Cuba en África?”...”Somos conscientes de la gran deuda que hay con el pueblo de Cuba” (Mandela, 1991), reconociendo que el comienzo del fin del apartheid fue la victoria de Cuito Cuanavale y afirmando que el fin del apartheid se le debía a Cuba.
Más allá de en el apoyo militar, Cuba fue también una influencia pionera en el desarrollo de la cooperación Sur-Sur contra la pobreza, la incultura y las enfermedades, proporcionando ayuda técnica a un gran número de países donde la efectividad de sus programas sociales ha sido reconocida ampliamente por las agencias internacionales de cooperación y desarrollo, incluyendo las Naciones Unidas. Se estiman que más de 55 mil cubanos trabajan en más de 70 países del mundo, y que miles de jóvenes becados de las minorías excluidas, se formaron en la Escuela Latinoamericana de Medicina. Muy significativo es también el despliegue a gran escala de doctores cubanos que trabajan en programas salud en algunos de los países más subdesarrollados del mundo. Tras el terremoto de Haití de 2010, mientras el imperialismo, viendo la oportunidad de dominación, enviaba soldados, Cuba llevaba hospitales de campaña y equipos de salud.
No en vano la poetisa nicaragüense, Gioconda Belli, certeramente definió a la solidaridad como la ternura de los pueblos, haciendo eco de la frase del Che:
Todos los días hay que luchar para que este amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos...el internacionalismo proletario es un deber pero también es una necesidad revolucionaria (Guevara, 1965).
José Martí en su memorable artículo en la revista Patria el 11 de junio de 1892 escribió:
A un plan obedece nuestro enemigo: de enconarnos, dispersarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan: enseñarnos en toda nuestra altura, apretarnos, juntarnos, burlarlo, hacer por fin a nuestra patria libre. Plan contra plan (Martí, 1892).
La solidaridad fue una característica que vino a cambiar la lógica por la que se asociaban las élites de los países Latinoamericanos. Tradicionalmente, la integración regional en América Latina ha sido del interés de las burguesías empresariales, con el objetivo de ampliar sus mercados, con o sin el poder hegemónico. Gracias a los ejemplos humanistas de Venezuela y Cuba, la integración regional ya no se trató más de la unión de los mercados. Se trató de la unión de los pueblos para ejercer un rol de vanguardia en la defensa contra el neoliberalismo, el imperialismo y la dependencia financiera. Una integración solidaria sobre la base de la complementariedad entre los países, en oposición a la competitividad entre ellos.
El mecanismo de integración fundado por Fidel y Chávez, el ALBA, junto con derrotar el intento estadounidense de consolidar el Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA, constituye el mayor ejemplo de esa solidaridad. Con la clara consciencia de que la construcción del socialismo en un solo país era imposible, la integración latinoamericana, se transformaba en escudo de defensa colectivo contra los embates del imperialismo. “Este {tratado] que aprobamos hoy es el de Bolívar y Martí “(ALBA, 2005).
En los principios que orientan al ALBA, el comercio y las inversiones no se ven como un fin en sí mismos sino que como herramientas para permitir el desarrollo justo y sustentable. Por lo mismo, con una fuerte orientación de justicia social al proponerse abordar y revertir directamente las asimetrías existentes, se concede tratamiento especial a los países más pequeños y vulnerables, por la vía de arreglos compensatorios explícitos. En este sentido, ALBA representa una total ruptura con la visión clásica, economicista de la integración y de la cooperación al desarrollo. Por el contrario, busca desarrollar una alianza política estratégica, histórica que pueda unir las capacidades y fortalezas de sus miembros para poder así liberar a sus pueblos y construir la Patria Grande soñada por Miranda, Bolívar, Martí y Sandino. Es en este sentido que la integración y cooperación al desarrollo, resultan siendo sinónimos.
Junto con el ALBA, en la lucha por la soberanía, surgen también la Unión de Naciones del Sur, UNASUR, la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe, CELAC. El mandato es claro: liderar la construcción de un futuro en el cual la política prime sobre la economía; donde se recupere el rol del Estado como mecanismo regulador y redistribuidor, rol que el mercado y los servicios públicos privatizados son incapaces de ejercer; donde prime el interés del bien común por sobre los intereses del gran capital nacional y transnacional; donde se recupere la soberanía popular sobre los recursos; y donde el desarrollo social sea compatible en el plano ambiental con el de las generaciones futuras.
La unión bajo el signo de la cooperación y la solidaridad permite emprender la búsqueda de la competitividad sistémica -del conjunto de países- y desde allí contribuir solidariamente a la sustentabilidad planetaria, ahora tan amenazada. Por otra parte, ALBA tiende lazos de complementariedad con países en otras regiones del mundo como Rusia, China e Irán. Además, ALBA es única en que se opone al modelo neoliberal, y en que no firma acuerdos asimétricos con los EE.UU. o con Europa.
Conclusiones
A pesar de que en América Latina se viven serios momentos de regresión política en un buen número de países; se refuerza el ataque imperialista; y hay claros intentos de destruir la integración solidaria para restaurar los antiguos intentos de integración hegemónica, los logros y las lecciones que se han aprendido en el contexto de la construcción del Socialismo del Siglo XXI, siguen siendo válidos y hay países que aún se mantienen incólumes. Los idearios de Martí, Fidel, y el Che, siguen inspirando a los jóvenes, a los movimientos sociales y a los gobiernos de avanzada.
Cuba demostró que un gobierno revolucionario en el poder tiene el potencial para atenuar las tendencias negativas del capitalismo global y para aprovecharse de ciertas contradicciones presentes dentro del sistema global. En virtud del control que mantiene sobre la economía nacional, el Estado cubano tuvo una capacidad única de establecer selectivamente sus relaciones con el capital global de acuerdo con sus intereses nacionales. “La Revolución, mantiene, a pesar de la crisis y las dificultades, la acumulación social postcapitalista que es el principal componente del proyecto socialista y que sigue constituyendo la reserva principal de su socialismo cubano” (Bell, 2004).
También resisten Bolivia y Venezuela y en conjunto algunos otros países ALBA, aunque los peores ataques se concentran en este momento en Venezuela, ahora amenazada de invasión armada. Tanto en Nicaragua como en El Salvador, a pesar de estar gobernados por antiguos movimientos revolucionarios transformados en partidos políticos, aunque se ha avanzado, nunca tuvieron las condiciones objetivas para liberarse del yugo imperialista. La creciente concentración de la industria de los medios masivos de comunicación, lo que Aram Aharonian (2007b) ha calificado como “latifundios mediáticos”, son utilizados como armas en contra de quienes combaten la opresión, o el mandato neoliberal y defienden a los gobiernos progresistas que han elegido.
Frente a la eterna disyuntiva de si reformar el capitalismo o hacer la revolución socialista, podemos decir que ni uno ni otro ha ocurrido, salvo en la Revolución Cubana. Los demás países ALBA mantuvieron un futuro socialista como horizonte, pero dada las condiciones objetivas, suficiente hicieron con frenar las peores lacras del neoliberalismo.
Los logros más significativos han sido el haber comprendido que la lucha es tan monumental que necesitamos apoyarnos entre nosotros mismos y hemos instituido mecanismos de integración alternativa entre nuestros países, basada en la solidaridad y la complementación en lugar de la competencia. Aunque al imperialismo no le faltan recursos estratégicos ni yanaconas que los apoyen en la destrucción de los mecanismos solidarios. Dando bandazos de desesperado por recuperar su hegemonía, EE.UU. primero intentó regresarnos a la época de los Tratados de Libre Comercio con otros aún más dañinos, como lo son el Tratado Transpacífico y el Tratado Transatlántico, que aún están latentes y más recientemente, al más insensato de los proteccionismos.
La unión hemisférica genuina, y la supervivencia misma de la especie humana dependen de que se construya un futuro postneoliberal y postcapitalista como el que ya está posicionado en el imaginario colectivo y ha recibido el nombre de Socialismo del Siglo XXI. Sólo la perspectiva socialista, multicultural, antipatriarcal, en armonía con la naturaleza, y con una visión sistémica, permitirá organizar una economía al servicio de las necesidades populares, con formas de planificación democrática, participativa, que atenúen hasta eliminar las traumáticas turbulencias del ciclo capitalista.
Para esto es imprescindible cambiar la correlación de fuerzas haciendo posible en el futuro lo que aparece como imposible en el presente
Como dice Fidel:
¿Qué es la historia de Cuba sino la historia de América Latina?
¿Y qué enseña la Revolución Cubana? Que la revolución es posible, que los pueblos pueden hacerla, que en el mundo contemporáneo no hay fuerzas capaces de impedir el movimiento de liberación de los pueblos… ¿Qué es lo que desde el comienzo mismo de la lucha de esos primeros núcleos los hace invencibles, independientemente del número, el poder y los recursos de sus enemigos? El apoyo del pueblo. (Castro, 1962a).
Notas:
1) Consenso de Washington: conjunto de políticas públicas impuestas por EE.UU. a una América Latina endeudada y bajo dictaduras
2) Empanadas: comida popular en Chile
3) Robinsoniano: en referencia al pseudónimo utilizado en el exilio por Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar
4) Zamorano: en referencia a Exequiel Zamora, líder llanero, Venezolano del S XIX, a quien Chávez llamó el General del Pueblo Soberano, y de quien surge la idea de la unión del pueblo con las fuerzas armadas para hacer la revolución
5) Democracia Bolivariana: en referencia al discurso de Bolívar en Angostura: “El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política.”
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Ximena de la Barra
Mayo 2018
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