Avión Presidencial
- Opinión
En los anales de la historia de la aviación hay un dato que pocos conocen: Francisco I. Madero fue el primer Presidente en el mundo en subirse a un avión. Más allá de la anécdota, a medida que la aviación se desarrollaba, el uso, por parte de jefes de Estado o de gobierno de aeronaves para transportarse se hizo cada vez más recurrente. Con el uso más cotidiano vino la polémica. En no pocas ocasiones a los aviones presidenciales se les ha relacionado con el despilfarro y el abuso del poder. En otras, se les ha reconocido como una herramienta esencial al servicio del Estado. La seguridad de los gobernantes justifica, en principio, aviones “especiales”, mismos que a diferencia de los comerciales, reciben un acondicionamiento particular, esto a fin de equiparlos con comodidades para que las personas a bordo puedan seguir trabajando mientras llegan a su destino.
Una mirada a los aviones más costosos que emplean los titulares del poder ejecutivo en el mundo en el momento actual abona a este debate. Algunos son empleados por mandatarios de naciones desarrolladas, en tanto otros están al servicio de élites y gobiernos poco democráticos. El más “barato” corresponde a Alemania y requirió un desembolso de 248 millones de dólares. El más “caro” presumiblemente es el Boeing 747 de Arabia Saudita, aunque diversas fuentes insisten en que es el avión presidencial mexicano el más oneroso, dado que se estima que fue necesario pagar entre 400 y 600 millones de dólares por él.
A todas luces, el avión que emplea un mandatario para transportarse es una muestra de poder. En no pocas ocasiones, los jefes de Estado del vecino país del norte han invitado a homólogos de otras naciones a conocer el Airforce One, avión que, por sus características tecnológicas, comodidades, tecnología y otros atributos, conlleva el mensaje de que su principal pasajero es el más poderoso del orbe. Hollywood ha hecho su parte para colocar al Airforce One en el imaginario colectivo como una aeronave icónica, en la que lo mismo Harrison Ford que Donald Pleasence y Jamie Foxx actúan como súper héroes para salvar a su país y el mundo con el avión presidencial como telón de fondo. Por lo tanto, puede resultar tentador para los gobernantes de diversas naciones gestionar la compra de un avión ultramoderno, justamente para emular a los más pudientes, a los que tienen la sartén por el mango. Más allá de ello, hay consideraciones logísticas y de seguridad que hacen necesario en muchos casos, contar con un avión para uso del titular del poder ejecutivo.
Los aviones presidenciales más caros, en millones de dólares (datos a 2018)
Avión/modelo | País | Costo | Uso |
Airbus A340 313 | Alemania | 248 | Con capacidad para 143 pasajeros, es usado por las autoridades gubernamentales y también ha sido empleado en labores de auxilio a la población |
Boeing 777 300 E- R | Bangladesh | 260 | Usado por las autoridades gubernamentales con fines de gestión política y también para reuniones de negocios |
Airbus A340 600 | Jordania | 275 | Considerado uno de los aviones más seguros. Es empleado por las autoridades gubernamentales |
Boeing 747 700 | Japón | 280 | Empleado por las autoridades gubernamentales de Japón. Fue parte de la flota de Japan Airlines |
Boeing 747 200 B
Doomsday Plane | Estados Unidos | 320 | Protegido contra radiaciones y equipado con 67 antenas parabólicas y conexiones satelitales. Puede resistir explosiones nucleares y ataques terroristas |
Boeing VC 25
Airforce One | Estados Unidos | 325 | Este mítico avión, similar al Doomsday Plane, puede albergar a 100 personas y tiene lujosos interiores con salas de juntas, cocina y la más alta tecnología de comunicación. Invulnerable a ataques nucleares y terroristas |
Boeing 767 | Zimbabue | 400 | Pintado con los colores de la bandera nacional ha sido considerado muestra del despilfarro del régimen de Robert Mugabe |
Boeing 787 Dreamliner | México | 400 (algunas fuentes señalan que su costo real fue de 600 millones) | Con capacidad para 80 pasajeros, produce un 60% menos contaminación sonora que otras aeronaves y puede realizar vuelos transatlánticos y transpacíficos sin necesidad de escalas |
Airbus A380 | Arabia Saudita | 500 | Es el avión más grande del mundo, con capacidad para 800 pasajeros, que permite a los dirigentes del país viajar con las mayores comodidades y lujos |
Boeing 747 | Arabia Saudita | 520 | Considerado un palacio aéreo, muestra que las autoridades saudiárabes optaron por comprar este avión al competidor de Airbus como muestra de pujanza y poder (¿para qué tener un solo avión cuando se pueden tener dos?) |
En las sociedades democráticas –y también en las que no lo son– la seguridad de sus gobernantes es un tema nodal. Si algo le ocurriera al gobernante de determinado país, la crisis que podría suscitarse sería de extrema gravedad. Para citar un caso harto conocido: el jet privado en el que viajaba el entonces Presidente de Ruanda, Juvénal Habyarimana, un Falcon 50, fue derribado cerca del aeropuerto internacional de Kigali –aparentemente por órdenes de Paul Kagame, actual mandatario– pereciendo en el atentado el propio Habyarimana, parte de su staff y el
Presidente de Burundi. Este hecho, aunado a las tensiones étnicas entre hutus y tutsis –y las acusaciones mutuas sobre la autoría del magnicidio– desencadenaron un genocidio en el que la sexta parte de la población fue asesinada a machetazos. La moraleja entonces es que la seguridad del Presidente, el que sea, importa e importa mucho. De ahí que existan argumentos para favorecer la existencia de aeronaves para uso exclusivo de los gobernantes. A continuación, los más socorridos para el caso mexicano.
El avión permite al Presidente trasladarse a cualquier lugar del país o del mundo, sin depender de los horarios de las aerolíneas comerciales. ¿Sería deseable que el Presidente se trasladara de un lugar a otro en Viva Aerobus o Volaris? Es difícil imaginar a un mandatario mexicano o de cualquier país, expuesto a las dificultades de las aerolíneas comerciales, incluyendo retrasos, cancelaciones u otros, cuando la agenda del primer magistrado es copiosa y demanda celeridad y fluidez. Cierto, se puede rentar una aeronave comercial, pero el estado de la misma, su mantenimiento, más la dependencia respecto a personas ajenas a las responsables de la seguridad del mandatario, plantean riesgos.
El avión cuenta con pilotos de la Fuerza Aérea Mexicana capacitados para desempeñar con profesionalismo y lealtad las tareas que disponga el Presidente. No es ningún secreto que, en el interior de la Secretaría de la Defensa Nacional, la Fuerza Aérea goza de un enorme prestigio, dada la calificación de sus cuadros. A ello hay que añadir otro plus: los pilotos de la Fuerza Aérea Mexicana han sido formados conforme a los valores de lealtad, protección y cumplimiento de las tareas que les son encomendadas y están preparados para actuar en todo momento y circunstancia por el bien de la nación. Es prioritario para la seguridad personal del Presidente contar con pilotos profesionales a su servicio. Depender de las aerolíneas comerciales expondría al Presidente al riesgo de perder el vuelo por huelgas, problemas sindicales u otros, ello sin dejar de lado la posibilidad de pilotos deprimidos, como Andreas Lubitz, copiloto de aquel vuelo de Germanwings quien ensayó un descenso para estrellar el avión de pasajeros en los Alpes franceses en marzo de 2015, con el saldo fatídico por todos conocido –como se recordará, Lubitz cerró la cabina luego de que el capitán había salido al baño e inició el descenso fatal–. En las cajas negras se supo que Lubitz tenía problemas de depresión.
El Presidente puede trabajar cómodamente con sus asesores y miembros del gabinete a lo largo del vuelo. ¿Cómo haría el Presidente para analizar temas delicados o sensibles con su gabinete a bordo de una aeronave comercial, a la vista del público en general? Asimismo es tradicional que, al menos en México, la fuente de los medios que cubre los viajes presidenciales lo acompañe. Ello es importante para fines de comunicación social, para visibilizar el trabajo del titular del Ejecutivo y para garantizar que la opinión pública esté informada sobre el trabajo que desempeña el mandatario.
El Presidente puede transportarse en cualquier momento para reunirse con colegas de la región, o bien para atender imprevistos, por ejemplo, funerales de Estado en latitudes remotas. Los imprevistos ocurren todo el tiempo y en función de diversas circunstancias puede requerir una reunión de emergencia en algún lugar o con determinado líder. El avión presidencial siempre está listo para ser empleado cuando se le requiera.
El avión Presidencial no sólo puede ser usado por el titular del Ejecutivo, sino también por miembros de su gabinete para el cumplimiento de sus diversas obligaciones en la gestión de los asuntos públicos. Los traslados se pueden llevar a cabo rápidamente y con seguridad.
En situaciones críticas, el avión presidencial se puede utilizar para la evacuación de connacionales o para coadyuvar en ayuda humanitaria. En septiembre de 2015, cuando fuerzas de seguridad de Egipto asesinaron “por error” a ocho turistas mexicanos e hirieron a otros seis, el presidente Enrique Peña Nieto dispuso el envío del avión presidencial al país árabe para llevar a los familiares de los compatriotas afectados y traerlos a todos, de vuelta. La misión fue encabezada por la entonces canciller Claudia Ruiz Massieu. Los mexicanos que sobrevivieron pudieron así viajar cómodamente a casa, a la vez que el gobierno mexicano mostró con esta decisión, su enérgica reprobación a lo sucedido, recordando a las autoridades egipcias el nivel de prioridad que este hecho tenía para el México. Otro ejemplo es el avión Konrad Adenauer, en el que suele trasladarse la canciller alemana Angela Merkel. Dicho avión fue empleado para apoyar la evacuación de ciudadanos libios en 2011 durante la crisis que se suscitó en aquel país y que derivó en el colapso del régimen de Muamar Kadafi.
El Presidente se puede hacer acompañar de empresarios. Cuando los empresarios viajan con el Presidente, ello eleva el perfil de ellos, pero también del mandatario, al mostrarlo como una persona resuelta a cerrar tratos, a aprovechar el tiempo y a ser partícipe de la globalización.
Un avión presidencial no es una compra recurrente –o no debería serlo. El controvertido avión presidencial mexicano -comprado durante la administración de Felipe Calderón y que heredó el gobierno de Enrique Peña Nieto- se estima que tendrá una vida útil de 30 años, esto debido al tipo de aeronave y la tecnología y equipamiento de que dispone. Además es un avión nuevo, no usado. Por lo tanto, no tendría que hacerse otra erogación, al menos en teoría, en los siguientes seis lustros para ese fin.
La mayor parte de los países de América Latina y el Caribe cuentan con un avión u otras aeronaves a disposición del Presidente. Ello es independiente de la orientación política de los gobiernos.
Andrés Manuel López Obrador, virtual Presidente electo de México, estará asumiendo el cargo el próximo 1 de diciembre tras su cumpleaños 65. Será el Presidente de mayor edad en llegar a la primera magistratura en la historia de México –de acuerdo, Victoriano Huerta tenía 67 años cuando llegó al poder, pero lo hizo tras un golpe de Estado, no por la vía de las urnas–. Se sabe que López Obrador duerme poco y que se levanta temprano para iniciar sus jornadas. En todas las campañas desarrolladas a lo largo de su carrera política, ha viajado intensamente sin mayores dificultades, si bien el trabajo que desarrollará como jefe de Estado será mucho más demandante respecto a lo que ha hecho hasta ahora. Garantizar su comodidad y buenas condiciones para sus traslados parece necesario y el avión presidencial, a final de cuentas, es una herramienta, no un lujo. Tampoco pertenece a alguien en particular. Es un avión del Estado mexicano.
Claro que no todo es miel sobre hojuelas. Así como la posesión de un avión a las órdenes del Presidente tiene ventajas, también tiene algunas desventajas. A continuación, algunas de las más recurrentes.
En un país con tantas desigualdades, la compra de un avión presidencial es criticada. No falta quien lo considere un despilfarro o gasto innecesario frente a tantas prioridades que merecen atención. En el gobierno de José López Portillo, cuando el descubrimiento de numerosos yacimientos petroleros propició el ingreso de millones de dólares a las arcas nacionales, se adquirieron varias flotillas de aviones para el uso del Presidente, su gabinete, esposa, hermana y amigos. Se compraron dos aviones a Mexicana de Aviación que fueron bautizados como Quetzalcóatl I y II. Su sucesor, Miguel de la Madrid, quien hubo de encarar la década perdida, la crisis de la deuda y una de las recesiones más profundas de la historia reciente, puso a la venta buena parte de las flotillas adquiridas apenas años atrás, muchas de las cuales ni siquiera eran utilizadas a cabalidad. La idea era obtener recursos por estas ventas en momentos en que el país requería desesperadamente ingresos. Con la venta de los aviones, se perdieron numerosos empleos en gremios como el de los pilotos, los mecánicos, etcétera.
Un avión presidencial es una inversión considerable sea por los costos del combustible, como, por supuesto, por su mantenimiento. Se trata de una erogación ineludible, dado que, por tratarse de una aeronave para transportar al jefe de Estado, debe ser revisado, reparado y probado continuamente para garantizar que opere en las mejores condiciones.
Como es del dominio público, Andrés Manuel López Obrador ha anunciado que, tras asumir el cargo, venderá la flotilla de aviones de la Fuerza Aérea Mexicana más el avión presidencial. Afirmó que mantendrá lo indispensable para tareas de auxilio a la población. Pero una cosa no lleva a la otra. Se puede vender buena parte de la flotilla, la cual, al igual que en otros tiempos, ha estado en el ojo de la tormenta por los usos que se le ha dado por parte de diversos funcionarios. Seguramente el lector recuerda el escándalo que involucró al titular de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) David Konenfeld, cuando el 29 de marzo de 2015 fue fotografiado por un vecino cuando usaba un helicóptero de esa dependencia para fines personales en Huixquilucan. Historias como esa abundan. Konenfeld tuvo que renunciar al cargo. Lo que se puede apuntar es que, si bien este tipo de situaciones se producen, cada vez es más difícil que los funcionarios gocen de impunidad. Una fotografía provocó la dimisión de Konenfeld en medio del enojo de la sociedad. Esto no podría haber ocurrido en los tiempos de José López Portillo, cuando la impunidad, el nepotismo y el despilfarro eran la norma, y además el sistema político era lo suficientemente autoritario como para acallar las críticas –de hecho, José López Portillo llegó a la presidencia tras unas elecciones en que no hubo ningún candidato de oposición.
Los tiempos han cambiado. La democracia en México, con todos sus bemoles, ha ganado espacios contra la impunidad y el nepotismo. Claro, falta mucho por hacer. Pero hay un camino andado. El escrutinio público es ya una realidad y ello ayudará a denunciar las corruptelas y malos manejos de las autoridades. El país, con todo y sus desigualdades y la pobreza que aqueja a tantas decenas de millones de mexicanos, no enfrenta una crisis como la de la década de los ochenta. De hecho, los mercados internacionales han reaccionado positivamente ante los resultados del proceso electoral del 1 de julio. Asimismo, la venta del avión presidencial difícilmente erradicará la pobreza o la desigual distribución de la riqueza en México.
Olga Sánchez Cordero, perfilada como Secretaria de Gobernación por el propio López Obrador a partir del 1 de diciembre, lo ha dicho muy bien. Desde el 1 de julio, el virtual Presidente electo dejó de ser un ciudadano común y corriente. En adelante, su bienestar y seguridad son asuntos de Estado y, por lo mismo, son un tema de seguridad nacional. Para el cabal cumplimiento de sus obligaciones, López Obrador contará con diversos medios, de los que el avión presidencial forma parte.
Antes de decidir la venta del citado avión, más la flotilla de vehículos aéreos de que dispone el Estado mexicano, se impone una valoración, en primer lugar, desde los dominios de la seguridad nacional. Asimismo, es importante que se informe acerca de los recursos que se espera obtener tras estas ventas y el uso que se dará a esos dineros. Igualmente se requiere un análisis de cuánto gastará la administración de López Obrador –incluyendo a su gabinete– en la renta de aviones, o con el uso de líneas comerciales para sus traslados. Con el proyectado traslado de diversas secretarías de Estado al interior de la república, se requerirán muchos viajes de funcionarios de todos los niveles. Una vez hechas estas valoraciones es que debería decidirse, con la cabeza fría, si se está tomando la mejor decisión.
Un personaje muy querido y admirado en América Latina, entre otras razones por su estilo de vida austero, es el ex-Presidente uruguayo José Mujica, condecorado, por cierto, por el gobierno mexicano con la Orden del Águila Azteca. Antes de llegar a la presidencia, Mujica fue senador y se opuso a la compra de un avión presidencial en su natal Uruguay. Sin embargo, tiempo después, ya como mandatario, cambió de opinión. Se sabe que en su gobierno hubo de pedir a sus homólogos Cristina Fernández de Argentina y Evo Morales de Bolivia, “aventón” para trasladarse a diversos destinos. Las incomodidades que esto generó, lo llevaron a declarar que “a veces hay que cometer el disparate de tener que volar con un avión de carga para ir a Brasilia o con el Hércules que es capaz de comer una fortuna para calentar los motores. Es una discusión de una mezquindad tremenda”. De ahí que buscara adquirir un avión presidencial, aunque no lo concretó en su mandato.
Así como José Mujica tuvo la honestidad para reconocer que se había equivocado en el tema del avión presidencial puesto que a final de cuentas era un instrumento necesario para su trabajo, sería deseable que López Obrador pensara con objetividad en torno a este asunto. No sería deseable que tuviera que pedirle un “aventón” a Donald Trump para trasladarse a algún destino ¿cierto?
julio 23, 2018
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