Resistencia en la partidocracia

20/07/2018
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Los resultados del primer domingo de julio que arrojaron la mayor cantidad de votos para un candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, reconfigurarán el sistema de partidos.

 

El mayor porcentaje obtenido se le atribuye a José López Portillo en 1976, pero ni él mismo se lo creía, pues en un momento de la conversación que sostuvo con Arnoldo Martínez Verdugo y Valentín Campa, candidato presidencial sin registro por el Partido Comunista Mexicano, el ya presidente López Portillo le dijo a Campa Salazar: Don Valentín, siéntase usted orgulloso del millón de votos que obtuvo porque los suyos son verdaderos. El testimonio me lo compartió Arnoldo.

 

Ninguno de los ocho partidos, incluso el gran triunfador, el Movimiento Regeneración Nacional, serán iguales en el futuro. Además de que todo indica que Nueva Alianza y Encuentro Social perderán el registro al no obtener 3 por ciento de la votación en ninguna de las tres competencias de carácter nacional.

 

Resulta que a casi tres semanas del histórico domingo, el candidato Ricardo Anaya sigue sin dar la cara a sus compañeros de partido y de sector, ya no digamos a los militantes y menos aún a los votantes. Hoy podría aparecer en la sesión de la Comisión Permanente de Acción Nacional, donde aún tiene mayoría.

 

El partido en el gobierno con Enrique Peña Nieto hasta el 30 de noviembre y el que cosechó el más estrepitoso retroceso al situarse en el quinto lugar, el Revolucionario Institucional, armó el relevo de René Juárez con Claudia Ruiz Salinas, el primero corrió a buscar la coordinación de la bancada priista en San Lázaro, la más pequeña en 80 años.

 

La exsecretaria de Relaciones Exteriores y de Turismo, sobrina del político y magnate Carlos Salinas, asumió la presidencia del PRI con frases voluntariosas y efectistas que poco aportan para escudriñar las causas de la involución tricolor, salvo una que involucra al “tío incómodo” pero harto influyente, salvo una: Las razones que provocaron la debacle “tienen origen en inercias, actitudes y formas de hacer política que venimos arrastrando no desde la pasada elección, sino desde la pasada generación”.

 

Jesús Ortega Martínez fue mano en la autocrítica por la debacle perredista, pero muy rezagado en la reflexión, pues según Proceso (8-VII-18) responsabilizó a Obrador de los resultados que colocaron al partido que administró durante una década por medio de Nueva Izquierda. Su maestro Rafael Aguilar Talamantes, cofundador del Partido Socialista de los Trabajadores, sostenía que Ortega “padrotea a la izquierda”.

 

El que de plano no aprende de la terca realidad y vive de las cuentas alegres (supuestamente también de la venta de candidaturas) es Dante Delgado, dirigente eterno de Convergencia por la Democracia ahora Movimiento Ciudadano –y que no es movimiento ni ciudadano, sino un plagio del nombre de la coalición que postuló a AMLO en 2012–, ya que responsabiliza a Peña Nieto del fracaso del Joven Maravilla y presume que tendrán siete senadores cuando hace seis años tenían una, Layda Sansores quien los abandonó, como anuncia el gobernador electo de Jalisco que lo hará, así como los diputados federales.

 

Total que la partidocracia no acaba de asimilar la nueva realidad que emergió hace menos de tres semanas y no tanto para interpretarla que, ciertamente, es más complejo, sino siquiera para disponerse a leerla con otros espejuelos. Entre más se resistan los dirigentes, mayores costos políticos pagarán sus partidos que actúan como simples franquicias.

 

 

Utopía 1994. 20-VII-18

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