Uruguay: pobreza estructural y violencia funcional al capitalismo

03/07/2018
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Foto: elpolitico.com
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La proximidad electoral ha impregnado de una enorme virulencia a la prédica antigubernamental; en todos los temas, pero en particular, y el tema violencia, que se ha transformado en la vedet de las críticas.

 

La derecha uruguaya es parte de esa llamada “nueva” derecha que ha elaborado un discurso “light”, tratando de conquistar el “centro” político. Seguramente que a esa derecha no le resulta demasiado complicado, ya que el uruguayo en general y el político en particular, tienen tendencia a la mediocridad, a la mesocracia, al “medio”, al “ni tan tan ni muy muy”.

 

Desde la caída de la dictadura, el centro del espectro político es codiciado por la centroderecha y por la centroizquierda; es que hay un “prestigioso centrismo social y político”. Cuando se plantean dos posiciones frente a cualquier problema surgen políticos, periodistas politólogos, opinólogos, planteando que no es bueno la intransigencia, que hay buscar y encontrar el camino del medio.

 

Esta mesocracia, se extiende al conjunto de la sociedad y también se ha instalado en el movimiento obrero; y uno ve a los dirigentes fundamentar que todo conflicto necesariamente termina en una negociación, apuntando al camino del medio. Da la sensación que la lucha de clases se diluye en una equidistancia entre  capital-trabajo.

 

 Es cierto que existe una ultraderecha que apoyo a la dictadura cívico militar y que hoy se sigue viendo (a sí misma) como la salvadora de la Patria, que caía en las garras del comunismo y el tupamaraje. Hay también una derecha económico social que está de acuerdo básicamente con el planteo económico del gobierno frenteamplista y piensa y proclama que hay que profundizar las políticas, y pide más neoliberalismo.

 

Hay también una expresión política de esas derechas que se concreta en (los partidos tradicionales, blanco y colorado) en los clásicos herrerismo y sanguinetismo y ahora también con Novic, el outsider; que por ahora ha “pescado” sólo en la pecera de la derecha y centroderecha.

 

Todo este bloque ha sido vanguardizado por los “grandes medios hegemónicos”. No nos olvidemos que estamos en las sociedades postmodernas; sociedades del espectáculo donde los medios gozan de especial prestigio y no es poca cosa que la prensa sea menos vulnerable, en tanto no tiene que dar cuenta de haber malgobernado con anterioridad. Dos temas han sido y serán los predilectos, de esa derecha: la corrupción y la violencia.

 

En el tema corrupción la estrategia apunta a investigar y denunciar los actos (por desgracia numerosos) de corrupción frenteamplista, apuntando fundamentalmente a contradecir aquel viejo aforismo “si es de izquierda no es corrupto y si es corrupto no es de izquierda”. Se proclama que hay corruptos en todos los partidos y que la corrupción no es de izquierda o derecha; la corrupción es cultural, inevitable y está fuertemente vinculado a la “condición humana”

 

Pero ahora nos queremos remitir a la violencia, en tanto estamos convencidos que hay un profundo error en el enfoque político-ideológico que sostiene el progresismo al valorar el proceso de la violencia en la sociedad capitalista.

 

Causas sociales

 

Hace unos años atrás, el progresismo se enojaba y planteaba que era una “sensación térmica” generada por los medios hegemónicos que dedican horas a difundir hechos delictivos, hasta con regocijo y siempre con un título “catástrofe”. Ahora ya aceptamos que en los últimos años (o meses) se ha incrementado significativamente la violencia.

 

Además, estamos convencidos que las causas son sociales y por lo tanto, la solución es también social: combatir la pobreza, proporcionar vivienda, educar, generar oportunidades y empleos, tratar (a los supuestamente violentos) como personas.

 

Esta forma de pensar se complementa con una forma de sentir ya que en nuestra cultura está el desafío que planteaba el Che Guevara, cuando decía que un revolucionario debe sufrir como propias todas las injusticias de la humanidad.                                                                                                          

 

Hubo un hecho que mostró paradigmáticamente cómo pensamos y cómo sentimos. Se desató un motín en un lugar de reclusión juvenil, allá por el 2005-2006, y ahí aparece Marina Arismendi, (responsable del Ministerio de Desarrollo Social, MIDES) secundada por el senador Eduardo Lorier (Primer Secretario del Partido Comunista ese momento), mediando, ayudando, ofreciéndose como rehenes para el traslado. Todo terminó sin lesionados y con los “menores infractores” escapados.

 

Este análisis no apunta a una crítica, sino simplemente a ejemplificar un pensamiento, una forma de sentir. Una forma de sentir y de pensar que se apoya en una abstracción idealizada de una realidad muy compleja.

 

Desde la izquierda sabemos que la causa de la violencia está en la miseria, la marginación y el desclasamiento y por eso nos preocupamos esencialmente por mejorar esas condiciones. Mientras tanto, la derecha, que no quiere reconocer esta realidad social; lo único que plantea es el camino de la represión.

 

Escudriñemos esos aspectos sociales

 

Allá por los 1950 se había terminado la industria de sustitución y la crisis se precipitaba sobre los gobiernos batllistas (el ala liberal del Partido Colorado). En 1962 el batllismo entró en crisis y los colorados pierden el gobierno luego de 97 años. En esos años 50 se “popularizaron” los cantegriles; (una ironía, al denominar esos asentamientos marginales como al Hotel Cantegril de Punta del Este). “La Suiza de América” babia comenzado su historia de miseria y marginación.

 

En los 80, desde finales de la dictadura, se produjo un salto primero cuantitativo y luego cualitativo, no solo referido a los asentamientos sino a una población del Uruguay que se ha ido conformando en todos estos años:

 

Un núcleo duro de pobreza estructural, que se traduce, se plasma, se concretiza, en marginación y desclasamiento. No es ninguna novedad, se da en múltiples grandes ciudades de nuestra América Latina, que por algo es el continente con más desigualdad social del mundo.

 

Uno de los primeros estudios fue el realizado por el sociólogo estadounidense Oscar Lewis que en los 60 estudió los barrios marginales de la ciudad de México, que ya llegaba, en ese momento a más de seis millones de habitantes. En un análisis muy minucioso, Lewis describe lo que llama “endocultura de la pobreza” (Esas ideas fueron plasmadas en un libro novelado, “Los Hijos de Sánchez” que terminó en una película del mismo nombre, protagonizada por Anthony Quinn y Katy Jurado)

 

Esa cultura refiere a vivir resignadamente la pobreza, que se había transformado en un hecho normal, ya que así vivieron padres y abuelos. Esa cultura implica muy escasa escolaridad, embarazo adolescente, prostitución infantil y adolescente, dificultad para encontrar trabajo y para tener acceso a la educación.

 

El concepto de propiedad se relativiza pero no en sentido de la colectivización, sino en el sentido personal: si tú tienes algo, yo tengo derecho de apoderarme de ello. La vida y la muerte adquieren también otra dimensión. No es raro que una familia soporte, hasta con cierta naturalidad y total resignación, la muerte de uno o más de uno de sus niños más pequeños.

 

Un adolescente herido o muerto en una reyerta callejera es noticia de todos los días. La violencia doméstica no se considera tal; mi abuelo le pego a mi abuela y a mi padre, mi padre le pega a mi madre y a mí, yo les pego a mi mujer y a mis hijos…todo normal. Esa realidad de la Ciudad de México que describe Lewis, se reproduce en todas las grandes ciudades de nuestra región, con mil particularidades y diversa intensidad (desigual y combinado).

 

Cultura de la pobreza

 

No hay dudas de que ya tenemos en la llamada área metropolitana uruguaya, una cultura de la pobreza; una forma peculiar de pensar, de sentir, de valorar la enseñanza, el trabajo, el delito, las relaciones familiares, el embarazo adolescente, la prostitución.

 

Pero a estas condiciones básicas, estructurales, se han sumado diversos factores:

 

-La droga y el narcotráfico. Adicción y dependencia. Regionalización de proveedores, con claros vínculos con el crimen organizado internacional. La pasta base de cocaína se generalizó como droga para pobres. Se expandió sobe todo en los jóvenes, extendiéndose a prácticamente todos los centros educativos del país: lo marcan las estadísticas de consumo.

 

-Se agrega la prostitución y la “trata de blancas” con denunciadas conexiones europeas.

 

 Todo este mundo de pobreza, exclusión, desclasamiento y delito es parte de las grandes ciudades del continente más desigual del mundo. En las favelas de Rio de Janeiro ha adquirido una dimensión gigantesca y desde la cárcel el jefe de la principal banda (PCC Primer Comando Capital), fundamenta “ideológicamente” y predice su triunfo, en tanto a ellos no les importa la vida y la muerte.

 

Para decirlo de otra manera, sobre una base de miseria, marginación y desclasamiento, en los últimos veinte años, se constituyó (lenta y progresivamente al principio y geométricamente en los últimos años), lo que podríamos llamar una “maquina criminal organizada”.

 

La realidad de aquel mundo de los 1950-60-70 ha cambiado radicalmente. Ahora se han constituido bandas de delincuentes que cometen rapiñas, concretan crímenes por sicariato, regentean bocas de pasta base. Desde las cárceles siguen regenteando las organizaciones y montan sistemas de extorsión a otros presos y sus familiares, vendiendo seguridad.

 

Regentean la trata de “blancas” con fuertes conexiones europeas. Copan determinados barrios, se apoderan de casas y establecen pautas de convivencia y funcionamiento. Se han agudizado los ajustes de cuentas, siendo llamativo el poder de fuego que poseen y que utilizan con creciente agresividad.

 

También ha habido un incremento de una violencia delictiva “descentralizada”. El crimen organizado impregna también con el ejempl0: consigo un amigo, una moto, un revolver ¡y a resolver!

 

El gobierno dice y dice bien que es fundamental incidir socialmente en esa realidad. Hay una intervención social que lleva adelante el gobierno; MIDES—CAIF—Ayuda personalizada, social y económica; protección en salud, etc. etc. Nada de esto parece suficiente. Es como que la asistencia social se desarrolla a menor velocidad que la miseria, la exclusión y el delito.

 

Hay “un fantasma que recorre el mundo”, el fantasma del capitalismo. Hace casi tres siglos que lo está recorriendo y arrasando nuestras sociedades. El capitalismo es causante de todo lo bueno y de todo lo malo que nos sucede. ¿Quién si no?

 

Parece irracional plantear que algo que sucede en esta sociedad; esta misma sociedad, nada tenga que ver con esos hechos. Sería como pensar que Roma; en su esplendor, en su crisis y en su desaparición, no tuviera nada que ver el modo de producción esclavista.                         

 

 La ideología dominante nos hace pensar que esta sociedad capitalista es una realidad inmutable, que siempre existió y que siempre va a existir, o a lo sumo que su superación está más allá del horizonte de posibilidades. En definitiva, sería una utopía plantearse la superación del capitalismo: con los pies en la tierra, hay que mejorar la sociedad que tenemos.

 

Nuestro pensamiento apunta en sentido contrario. La violencia se eliminará una vez superado el capitalismo y transcurrido un par de generaciones. Esa tarea, es la única posible; posible e inevitable.

 

Entonces, ¿estamos planteando que nada se puede hacer contra la violencia y el delito? Para nada. Estamos planteando que el combate frontal a esa violencia y a ese delito si es efectiva tendrá solo victorias parciales, avances limitados. Pero además, lo que tenemos que entender es que luchar, y derrotar, o por lo menos controlar y limitar la violencia es parte de la lucha superadora del capitalismo.

 

Todo tipo de violencia es funcional al capitalismo

 

Veamos: Parece fácil entender que hay una violencia generada por el proceso económico que apunta a la reproducción ampliada de capital. Esta violencia es tolerada y promovida desde el capital. Ahí está el lavado de activos, pero también la usura en sus variantes más modernas; las off shore y los paraísos fiscales, que aseguran la evasión fiscal y posibilita el lavado.

 

Allá por los 60, la Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay (AEBU), en una tarjeta de fin de año plasmó “La Banca no comete delitos, la banca es un delito. Desregulación financiera, mercados secundarios, créditos “chatarra”, fondos buitres, burbujas, manipulación fraudulenta del grado inversor, etc.etc.

 

Pero, el otro delito; el narcotráfico con la pasta base como droga del Siglo XXI, las rapiñas en todas sus variantes, las bandas organizadas, con alto poder de fuego, copando barrios, los crímenes por sicariato, etc. etc. Esta violencia también es funcional a la sociedad capitalista.

 

En primer lugar, el dinero acumulado por el narcotráfico y la trata internacional ¿dónde se guarda, por donde pasa y se lava? El sistema financiero internacional medra con esos capitales; el propagandeado combate al lavado no es más que un “saludo a la bandera”, un maquillaje cómplice, que intenta controles sin liquidar las offshore, los paraísos fiscales, los buitres, el secreto bancario, el anonimato, el secretismo, la manipulación y clandestinidad de la economía de las empresas…y ni qué hablar de las multinacionales.

 

Además, la industria de la seguridad está floreciente; desde autos blindados a gas pimienta, pasando por rejas electrificadas, armas legales o clandestinas, alarmas de todo tipo, empresas de seguridad, custodias, patovicas, 222, etc. etc.

 

 Además, es una violencia bastante controlada en la medida que se mantenga medianamente guetizada. Con mano dura se logra erradicar en determinados lugares (del fútbol en Europa, de la ciudad de Nueva York), lo que luego, nos da pie para poner como ejemplo de que la contraviolencia, la represión, la tolerancia cero es la única solución.

 

Además, mientras estemos convencidos de que la violencia se soluciona aumentando la represión, no estamos pensando en las causas. Ni qué decir que si tenemos un gobierno SD lo mostramos como el gran responsable por no ejercer la represión suficiente.

 

Pero, además, mientras la sociedad clama por seguridad no reclama educación, salario, salud y vivienda

 

También se pretende hacer participar a las Fuerzas Armadas en las tareas represivas propias de la policía. Cuando aparecen las críticas, la derecha licúa la propuesta y plantea que el mando será del Ministerio del Interior y que requerirá un adiestramiento previo. Si transformamos al soldado en policía, ¿para qué usar entonces al Ejército?

 

Es que la derecha también tiene sentimientos y se regocija teniendo su aparato militar directamente en la represión. Desde una concepción más clásica y ortodoxa el aparato burocrático-militar hay que reservarlo para los clásicos y trascendentes funciones e protección del Estado burgués y no arriesgarlas en una tarea “sucia” y compleja y a la que unas FFAA “descafeinadas” podrían ser vulnerables.

 

¿Y la violencia contra la mujer?

 

La propia violencia contra la mujer, que se apoya en un machismo ancestral, se ha intensificado en la sociedad capitalista. Más allá de un innegable componente sicopatológico parece que el femicidio seguido del suicidio del victimario se respalda, se sustenta, en un exacerbado y patológico sentido de propiedad. La lucha contra la violencia sobre la mujer tendría, para ser esclarecedora y efectiva, que engarzarse con la lucha por superar la sociedad capitalista.

 

Bien dicen Daniela López y Sofía Brito (feministas marxistas chilenas, que el hacer feminista debería…”mostrar que las luchas concretas, específicas, en distintos ámbitos tienen un hilo conductor y que son expresión de una unidad, de una relación social general: la relación entre capitalismo y patriarcado”.

 

Pero también que “es vital repensarnos como izquierda, entendiendo las herramientas que ofrecen los feminismos para comprender la totalidad de un sistema de explotación dominación y alienación, ante el cual, sin reconocer las dimensiones de la interpelación de género que le subyacen, permaneceríamos miopes”.

 

Luego de citar a Alejandra Castillo -”el cuerpo del capital descansa en la explotación del cuerpo de las mujeres”, concluyen: “¿Qué necesidad se nos presenta a las feministas marxistas en este esquema? Precisamente, pensar un feminismo que no renuncie a la emancipación y que no sea procesado en la forma política y económica del bloque de poder. Necesitamos una izquierda que se interrogue desde una perspectiva de totalidad, que considere la reproducción social ampliada como un marco para comprender la precarización de la vida hoy”.

 

A manera de corolario: para erradicar la violencia hay que superar el capitalismo y generar el hombre nuevo en el correr de dos generaciones. No es una ironía; es la tarea de la humanidad de los próximos 50, 100, 150… no importa cuántos años…

 

Hasta no superar el capitalismo, ¿qué hacer? Debemos combatir el delito y la violencia en el seno de la sociedad capitalista. Sólo tendremos mejoras parciales, pero debemos entender que su combate representa un combate contra el capitalismo mismo.

 

Parece obvio que el desafío es a dos puntas; que hay dos frentes de lucha:     Promoción social; intensa, multimodal. Salud, vivienda, educación, trabajo, cultura, cultura de trabajo. Aquellos barrios copados por el crimen organizado deben recibir la “invasión” solidaria del Estado. Podríamos decir, un “combate” frontal a la que llamamos, endocultura de la pobreza.

 

Y en el otro frente, represión, lo más específica posible, sobre las bocas, sobre las bandas, sobre las estructuras narcas, sobre las cárceles, liquidando las estructuras criminales que las cogobiernan. Estricta vigilancia de fronteras (marítimas y secas), ahí sí con las FFAA, tal vez nucleadas en un cuerpo especial de fronteras. Todo impregnado en un trabajo de inteligencia, que se torna clave en el combate al “crimen organizado internacional”.

 

Desde la izquierda debemos vanguardizar también la represión. Toda esta batalla requiere una enorme inversión: en escuelas y no en cárceles.

 

Daniel Banina

Médico cardiólogo, integrante de la Dirección Nacional de Izquierda en Marcha. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)

 

https://www.alainet.org/es/articulo/193880?language=es
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