Momento clave para el desarrollo económico de México

28/06/2018
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Entrevista con el Dr. Andrés Blancas Neria

 

  • No podemos ser un país desarrollado, sin una democracia fuerte

  • La banca central en México no es autónoma

  • Marx es uno de los grandes economistas de todos los tiempos

 

Andrés Blancas Neria, doctor en economía por la New School University de Nueva York, e investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), considera que frente al entorno proteccionista impulsado por Donald J. Trump, México se encuentra en un momento excepcional para diseñar una política industrial —de la cual carece—, como la vía más idónea hacia el despegue de la economía.

 

Coyuntura que representa, a la vez, una ventana de oportunidad para el desarrollo de América Latina.

 

Blancas Neria recomienda aprender de otras experiencias y apostar también por una estrategia de protección de la industria nacional; con un Estado no intervencionista al extremo, pero sí participativo, que promueva la integración de las cadenas productivas.

 

Entre otros temas, sostiene que la mal llamada “reforma energética”, en lugar de ser un elemento de transformación, “es factor de estancamiento, pobreza y rapiña”.

 

Andrés Blancas Neria, adscrito al pensamiento poskeynesiano y neoestructuralista (que ubica a la industria como el motor de la economía), es profesor en el posgrado de la Facultad de Economía en la UNAM. Ha publicado obras tales como Un modelo de financiamiento público para la economía mexicana (1995) y La fragilidad financiera en México (2010).

 

Con su política proteccionista, ¿Donald J. Trump podría detonar una guerra comercial de alcance global?

 

— En realidad, Donald Trump ya empezó una guerra comercial, en donde todo mundo se protege y aplica aranceles a diversos productos. Esto puede generar reacciones en los precios, el empleo, la producción y obviamente en actividades vinculadas directamente con exportaciones e importaciones. También tendrá efectos, sin duda, en la economía mexicana.

 

¿Cree que la respuesta de México ha estado a la altura de las circunstancias?

 

— Creo que representa una oportunidad histórica para el país. México es un país subdesarrollado. No tiene la infraestructura productiva ni de comunicaciones. Basta ver el abandono del sistema ferroviario, en comparación con las supervías en Europa, Japón o Corea del Sur para el transporte de bienes y servicios. Asimismo, se abandonó la política industrial, cuando tenemos al lado a uno de los principales mercados mundiales.

 

La política arancelaria de Trump es una respuesta a la creciente hegemonía de China. Los chinos están invadiendo el mercado mundial. Se dieron cuenta, tras la implementación del Consenso de Washington en los años 80, que esta opción no los iba a llevar a ningún lado. Por lo que empezaron a proteger sus empresas y promover la producción industrial. Se percataron de lo que hicieron los países industrializados, incluyendo los norteamericanos, en los siglos XVII y XVIII, que el economista sudcoreano, Ha-Joon Chang, denomina “malas políticas”, como las promovidas por Trump, que protegen a través de medidas arancelarias agresivas, el crecimiento de la planta productiva interna.

 

Antes de ser una potencia, los Estados Unidos siempre jugaron entre la protección y el libre mercado. Así desarrollaron sus industrias. No nacieron de repente. Ya cuando habían logrado un importante desarrollo a nivel internacional, promovieron la política del libre comercio. Las política de Reagan y de Margaret Thatcher, se basaron en la liberalización de barreras comerciales y financieras.

 

Para nosotros, como país subdesarrollado, no nos convenía abrir las fronteras. Pero se entró al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con el presidente Carlos Salinas y su secretario de Hacienda, Pedro Aspe. Pensaron que México estaba a un escalón del desarrollo. Empezamos a competir desde una posición de desventaja.

 

¿Entre marcadas asimetrías?

 

— Asimetrías que no hemos podido resolver. La única manera es proteger nuestra industria. Somos un país rico en recursos naturales con una población pobre. Ya Humboldt se sorprendió de esto. Y se genera por la miopía de nuestros políticos, la corrupción, falta de voluntad política y estrategia para hacer las cosas.

 

En este momento urge una política de desarrollo que promueva el crecimiento, la productividad y la innovación en tecnología. ¿Cómo? De la forma que ahora lo hace Estados Unidos. Hay que responder no solo con aranceles en algunos productos. Vamos a proteger la industria. Que México no sea solamente un ensamblador de automóviles; sino un productor, con marcas propias. Ahora todas las firmas son extranjeras. Hay que fomentar el proceso productivo desde el inicio hasta el final. Y cuando hayamos aumentado nuestra capacidad productiva, incluso fabricando bienes de capital, entonces sí podríamos hablar de tú a tú con Estados Unidos.

 

Donald Trump tampoco dirá: “por favor, suban sus salarios”. Es una burla que nuestros trabajadores perciban un ingreso de miseria y que los empresarios digan que el aumento de 87 a 100 pesos va a generar inflación y desempleo, cuando tenemos a los 16 más ricos del mundo. Esto puede cambiar con una estrategia económica diferente, donde el Estado tome la batuta, promueva la inversión privada, la rentabilidad, la educación de alto rendimiento vinculada a la tecnología y evitar la fuga de cerebros.

 

¿Significa que es un momento histórico para terminar con la dependencia económica de EEUU y reorientar la política comercial?

 

— Yo creo que sí. Es un momento clave para el desarrollo económico del país porque lo está promoviendo Trump. Si revisamos la historia económica de Estados Unidos, ellos hicieron lo mismo: cerraron su economía después de intentos liberalizadores. La historia no es lineal, es fluctuante, cíclica, depende de las posiciones políticas, la actitud del gobierno, las instituciones y la participación de la sociedad civil.

 

El mismo Adam Smith advirtió que si Estados Unidos promovía una política arancelaria proteccionista iba a caer, llegaría a la depresión. Lo cual no fue cierto. Con mucho sentido común y práctico, los economistas, empresarios y políticos norteamericanos se dieron cuenta de que el desarrollo era a través de la protección. Muchos países pobres, para salir de esa condición, aplicaron igualmente políticas restrictivas. Varios estudios revelan cómo las políticas arancelarias fueron cruciales para el desarrollo de la industria.

 

En realidad fue el economista alemán Friedrich List, el inventor de la idea de que para fomentar la industria de un país es necesario aplicar una política proteccionista. En la misma línea de otro gran pensador inglés como lo fue William Petty. Y es que, por sentido común, si no protegemos nuestra industria, no podrá sobrevivir en un mundo competitivo. Esto lleva años. Estados Unidos no surge como potencia en un periodo presidencial. Les debemos reconocer a los norteamericanos que, pese a gobiernos republicanos o demócratas, siguen una estrategia de desarrollo.

 

De modo que dichas medidas, como las de Trump, más que económicas, son de orden político.

 

— En esencia es una estrategia política. Lo dijo el propio magnate: son medidas de seguridad nacional al ver que la competencia internacional, en particular, de China, está invadiendo el mercado mundial. A Trump no lo eligen solo por su discurso racista. Los norteamericanos se están dando cuenta que su país está perdiendo hegemonía a nivel internacional. Y pueden terminar con el TLCAN sin problema. No les importa.

 

¿Nos dirigimos entonces a una nueva era, a nivel mundial, en materia comercial?

 

— Creo que sí. Pese a todo, Trump ha sido un parteaguas. No solo por su locuacidad. Ha perdido el valor de la diplomacia. Ya no respeta los medios de comunicación.

 

Y para México ¿hay vida más allá del TLCAN?

 

— Por supuesto que sí. El libre comercio no fue una buena estrategia de política económica. Creo que ahora podríamos responder con una política agresiva. Hacer sentir que México es un país libre, soberano y con instituciones en desarrollo, pero no para pisotearlas. Es el momento histórico adecuado porque los norteamericanos, que son nuestros principales socios políticos, militares y comerciales, están entretenidos con la competencia comercial internacional, en especial con China. Hay que formular una política industrial audaz para aspirar a convertirnos en una economía de primer mundo. Esto no se va a hacer de la noche a la mañana, sino con mucha inteligencia. Con intención política. El nuevo Presidente de la República tiene que ser lo bastante hábil, con visión de futuro para transformar la situación que obliga a nuestros trabajadores emigrar al otro lado. Nosotros tenemos los recursos. Podemos hacerlo con una estrategia de visión diferente. La política industrial es el principal foco de un cambio estructural decisivo.

 

¿Por qué no se tiene una política industrial?

 

— Durante la etapa del desarrollo estabilizador o de sustitución de importaciones, sí existía una política industrial; pero se abandona desde los años 80, con la aceptación del Consenso de Washington y el arribo al gobierno de tecnócratas formados en Estados Unidos o Europa, versados en la teoría neoclásica dominante que defiende el neoliberalismo; es decir, el libre mercado.

 

¿Qué tan viable sería promover acuerdos bilaterales?

 

— En el contexto actual, México no puede estar fuera de la globalización y, si existen actividades productivas en que se pueda competir a nivel internacional, se deben entablar tratados bilaterales. Pero solo en actividades específicas donde tengamos ventajas comparativas, como la producción de aguacate; aunque no en bienes manufacturados o de capital, en los que estamos rezagados.

 

Creo que en este momento histórico se puede jugar con las dos estrategias: construir una política de desarrollo industrial importante y competir con tratados bilaterales. Tiene mucho de sentido común.

 

¿Acaso será la oportunidad para que México pueda fortalecer las relaciones comerciales con América Latina?

 

— México siempre ha sido un referente histórico en términos económicos, culturales, políticos y de amistad con América Latina. Ha habido admiración; pero también competencia comercial. Considero que es el momento de oportunidad para el desarrollo, no sólo para México, sino también para la región latinoamericana. Lo que está haciendo Trump es una política que seguirán hasta el momento en que consideren que volvieron a retomar la hegemonía de la economía mundial. ¿Hasta cuándo? Hasta que se convenzan que han llegado a “America first”.

 

¿Cuál su opinión sobre el futuro de la política energética de México?

 

— El balance es negativo. Con la mal llamada reforma energética, el sector está en la nada. En lugar de ser un elemento de transformación, es factor de estancamiento, pobreza y sobre todo de rapiña. Véase el caso de Odebrecht y las empresas que han participado en las licitaciones. No se han cumplido los objetivos de la “reforma”. A quién se le ocurre ofrecer la explotación de los recursos naturales que se pueden extraer por el propio Estado. El problema de fondo que se identificó fue la corrupción. Se argumentó que Petróleos Mexicanos (Pemex) no tenía los suficientes recursos para hacer exploraciones en aguas profundas e invertir en infraestructura. Con la estrategia de una nueva política industrial se debe continuar el desarrollo del sector energético, con el apoyo a las fuentes alternas de energía. En lugar de continuar, hay que volver a empezar. Que los recursos sean del país. Ser competitivos. Recurrir a las asociaciones público-privadas, las APP que están en boga. Hay que revertir, hasta donde se pueda, las reformas constitucionales al 25, 27 y 28. ¡Hagamos todo lo posible! Hasta donde el Legislativo y las empresas lo permitan. Hacerlo con sentido práctico y hacia el interés de México. Me da mucha tristeza recordar las filas de la población para ir a entregar sus guajolotes y bienes en el Zócalo, cuando se expropió la industria petrolera en 1938... ¿Por qué se abandonó la construcción de refinerías? ¿Quién dijo que no tenemos la capacidad de producir derivados del petróleo, los aceites, gasolinas, plásticos? Estamos importando los derivados de un recurso del que somos productores. Se pueden hacer transformaciones importantes que les pudiéramos llamar, no regresivas, sino cambios de oportunidad. Pensemos en función del interés nacional, no de la inversión extranjera que saquea y se lleva todo. Que los beneficios se derramen hacia el país.

 

¿Cuál sería el papel del Estado?

 

— Al respecto, estaría en sintonía con la Ley de (Adolph) Wagner que estableció: a mayor desarrollo, mayor participación del Estado en la economía. Esto no necesariamente implica que tengamos un Estado intervencionista al extremo. No. En el mundo moderno, con un Estado participativo en la economía proteja, promueva y desarrolle el crecimiento de las manufacturas, sin dejar de lado a la agricultura y los servicios, sino integrarlos. Integrarlos con infraestructura de comunicaciones y transportes. Que se unan el norte con el sur, el oriente y el poniente.

 

¿Cómo vamos en materia de democracia económica?

 

— No podemos ser un país desarrollado sin una democracia establecida y fuerte. ¿Qué significa una democracia fuerte? El desarrollo de las instituciones y la participación de la sociedad para que pueda influir realmente en las decisiones de política económica.

 

No hay democracia en nuestro país como en los países desarrollados. Por ejemplo, la banca central en México no es autónoma. Sus directivos responden a los intereses del gobierno en turno. Necesitamos consolidar la democracia con el fortalecimiento no solo de las instituciones políticas, sino también de las instituciones económicas.

 

En el bicentenario de su natalicio, ¿Marx sigue siendo vigente?

 

— Creo que uno de los grandes economistas de todos los tiempos ha sido Carlos Marx. Muchos de sus postulados dirigidos a analizar el sistema capitalista siguen vigentes.

 

https://www.alainet.org/es/articulo/193795?language=en
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