América Latina: Repunte de la violencia urbana

12/11/1995
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Análisis
desigualdad violencia
-A +A

América Latina es un continente que se urbaniza rápidamente. A finales del milenio, el 80 % de los latinoamericanos estaremos viviendo en ciudades.

 

Y a un ritmo mucho mayor que la urbanización avanzan las distintas formas de violencia y delincuencia afectando a la calidad de vida de sus habitantes.

 

Colombia tiene una de las tasas más altas de criminalidad en el mundo. Cada año mueren, por causas violentas, 30.000 colombianos, 83 por día, tres personas y media por cada treinta minutos. Y de todos los homicidios, el 70% se cometen en las ciudades, en especial en Bogotá, Cali y Medellín, las tres urbes más grandes del país.

 

 En Sao Paulo y Río de Janeiro no se quedan atrás. Los accidentes de tránsito, los homicidios, las operaciones de exterminio y de "limpieza social", y los enfrentamientos entre bandas rivales están a la orden del día.

 

 Lima y Callao, las dos ciudades más grandes del Perú, concentran el 57 % de los delitos contra el patrimonio que se producen en el país.

 

Estos datos fueron expuestos en el Seminario Internacional "Violencia y Medios de Comunicación", organizado por la Universidad Andina Simón Bolívar, subsede Ecuador, y efectuado del 13 al 15 de noviembre de 1995.

 

Analistas de Colombia, Ecuador y Argentina analizaron los elementos que desencadenan la violencia urbana, el papel de los medios masivos y la manera cómo se está enfrentando el fenómeno.

 

 "La violencia se ha convertido en uno de los factores fundamentales de la ciudad, que se suma a los problemas tradicionales del transporte, del agua potable, etc. Pero que no se suma como una expresión obvia, sino que se suma además en el agua potable, en el transporte, etc. La violencia se ha convertido en un problema en sí mismo y en un problema que articula, explica y permite entender los otros problemas que conforman la realidad urbana de América Latina“, sostiene el arquitecto Fernando Carrión, director de la Facultad de Ciencias Sociales, FLACSO.

 

 Por su lado, Jaime Zuloaga, investigador del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Nacional de Colombia, sostiene que "La ciudad moderna es el espacio privilegiado para la construcción de las sociedades democráticas, porque en el espacio urbano se concentra, en un universo profundamente complejo, la expresión de todas las diferencias de la sociedad" y en donde se desarrolla un fuerte mestizaje cultural. Agrega que las ciudades se convierten en un laboratorio de la violencia cuando no somos capaces de convivir o de asimilar positivamente la diferencia y de entender que la diferencia lejos de ser negativa es positiva, y que, en lugar de empobrecer culturalmente, enriquece.

 

 La “violencia de la moneda"

 

 En todas las sociedades dominadas por la economía de mercado ha hecho su aparición la denominada "violencia de la moneda". Esto, según Zuloaga, significa que la moneda es una de las formas fundamentales de expresión del poder. La posesión del dinero nos permite acceder a las riquezas en sus diversas formas de expresión material y espiritual, nos permite ejercer un poder sobre los hombres en la medida en que la riqueza, que es producto del trabajo de los hombres, es apropiable con el dinero.

 

 La relación con el dinero desata en todos los hombres de todos los sectores sociales y de todos los países una pasión especial por su posesión, porque es lo que nos permite afirmarnos en la sociedad, construir identidad y satisfacer necesidades humanas.

 

 "Tanto tienes, tanto vales"

 

 Y así como hay una pasión por el dinero, hay una tendencia hacia el consumo. El ciudadano define y construye su identidad como consumidor. Ahora se ha fortalecido el prejuicio de que valemos más no por lo que somos sino por lo que tenemos. En este sentido, los sistemas de información masivos juegan un papel fundamental en el estímulo y desarrollo de la pasión por el consumo, influencia que se ejerce por igual en las sociedades ricas como en las sociedades pobres, en los espacios rurales como en los urbanos.

 

 "Esa pasión por la propiedad y ese afán desenfrenado por el consumo se constituye pues en una de características de las sociedades modernas, que a su vez permite que se desarrolle de forma eficaz y generalizada el ejercicio de la violencia a través del dinero, a través de la moneda".

 

Varios factores parecen haber favorecido el desarrollo de la delincuencia y el fortalecimiento de comportamientos individuales y colectivos violentos. Entre los más importantes podemos mencionar a la pobreza, a la desintegración social, la aplicación de los programas de ajuste macroeconómico, el crecimiento de la informalidad y el narcotráfico, fenómenos que tienen como trasfondo los procesos de globalización.

 

 Aunque la pobreza por sí misma no produce violencia y delincuencia, según Zuloaga, en determinadas condiciones puede favorecer a su desarrollo. "La pobreza puede articular violencia política cuando los pobres toman conciencia de que su pobreza es fruto de una situación de injusticia social y no de una fatalidad. El empobrecimiento puede generar violencia como parece que la generó en Caracas, en Lima y en otras ciudades".

 

 Las sociedades crean cada vez más expectativas de confort y bienestar en la población que no son satisfechas. Esto genera sentimientos de frustración, que podrían explicar que ciertas capas de la población recurran al delito como una forma de alcanzar aquello que no han podido lograr por las vías legales.

 

 Violencia transnacional

 

 En América Latina, según Carrión, hay mayor violencia que en el resto del mundo. Con una tasa de 7.6 homicidios por cada 100.000 habitantes, América Latina, por ejemplo, supera a Europa en donde la tasa no llega a 5 por cada cien mil habitantes.

 

Si bien la violencia ha crecido significativamente, lo que más llama la atención, según Carrión, es la diversificación de las formas de violencia, pues hay nuevas tecnologías y formas de organización del delito. "Incluso es paradójico ver cómo las grandes organizaciones del delito se movilizan con teléfonos celulares, mientras los policías no tienen mecanismos para comunicarse entre ellos".

 

 La delincuencia tiende a internacionalizarse: los vehículos que se roban en Venezuela pasan a Colombia, y esos mismos vehículos son robados en Colombia y pasan a Ecuador. Lo mismo sucede con el narcotráfico y el lavado de dinero, en donde los tentáculos de las mafias se extienden por los cinco continentes.

 

 Así mismo, según Carrión, hay nuevos valores y nuevos actores en el hecho delictivo. "Los sicarios en Colombia, los maras en El Salvador expresan una segmentación del delito, en donde ciertos sectores empobrecidos juegan un rol y los sectores de mayores recursos juegan otro rol, dentro de la propia organización. Los sicarios, por ejemplo, son gente joven de los sectores populares pero quienes los contratan y organizan, provienen de otros sectores sociales”.

 

 Es interesante también anotar que en muchas ciudades de América Latina los delitos que más han crecido se relacionan con el robo de vehículos, en tanto que decrecen o se mantienen en los mismos niveles los hurtos callejeros. Quienes roban vehículos, asaltan bancos o comercios, por lo general, provienen de sectores medios de la población, y cuentan con cierto nivel de escolaridad, con armamento y recursos. Los protagonistas de los robos callejeros, por el contrario, provienen de sectores marginales de las urbes.

 

 De relatores a actores de la violencia

 

 Como factores desencadenantes de la violencia se encuentran la crisis del sistema escolar, de la familia y de la Iglesia. Un lugar destacado ocupa también los medios de información.

 

 Según el arquitecto Carrión, los medios masivos construyen una percepción distorsionada de la realidad a través de la magnificación de los homicidios y otros hechos violentos.

 

 Los medios, así mismo, dejaron de convertirse en relatores de la violencia para convertirse en actores de la violencia. El periodista que relataba los hechos violentos ha dado paso a un "comunicador" que toma partido y acompaña a las fuerzas policiales, convirtiéndose en actor mismo de la violencia.

 

 Por su lado, Jaime Zuloaga apunta que los medios tienen un “papel fundamental en la reproducción de la violencia, no tanto porque impongan la violencia sino por la seducción que producen, ya que toman como base las referencias del consumidor y en función de él definen su mensaje". En este sentido, refuerzan las ideas predominantes en la sociedad, refuerzan la violencia hasta convertirla en mensaje de la vida cotidiana.

 

 Zuloaga cree que el comunicador debe asumir un compromiso ético en el tratamiento de la violencia. "Los comunicadores podrían hacer un esfuerzo fundamental para pasar de la información al análisis, de la imagen a la confrontación de la imagen... yo no pienso que los comunicadores pudieran contribuir omitiendo las imágenes de la violencia, pero si lo pueden hacer con una actitud positiva y aportando elementos de juicio que permitan comprender la diversidad de los problemas a los que está enfrentado", concluye.

 

 Publicado en el Servicio Informativo Nº 224, ALAI, 11-12-1995, Quito

 

https://www.alainet.org/es/articulo/193649
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS