La disputa por el segundo lugar

15/06/2018
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En el lenguaje llano y directo que le es característico y que tanto irrita a sus detractores, mismo que le permite conectar con millones de ciudadanos de todas las clases sociales, credos religiosos y partidarismos políticos o sin ellos, Andrés Manuel López Obrador le dijo a Javier Jiménez Espriú: “Están desesperados, ya no saben qué hacer”.

 

Esto con motivo de las acusaciones expresadas en el tercer debate entre presidenciables por presuntos actos de corrupción de AMLO y su equipo, en este caso del ingeniero por supuestos vínculos con Odebrecht, el mayor escándalo de corrupción en América Latina y que, además, podría involucrar al presidente Enrique Peña y el entonces director de Petróleos Mexicanos, Emilio Lozoya Austin, sin que aún suceda nada en términos ministeriales, pero José Antonio Meade intentó desviar la atención.

 

Lo mismo hizo Ricardo Anaya en honor al Ricky Riquín Canallín (AMLO dixit), sólo que en relación a los segundos pisos y la asignación directa de los servicios de diseño y cálculo patentados por José María Riobóo, que no de constructor como mencionó el asesorado por Jorge Castañeda y que en un desplante adolescente pretendió cruzar una apuesta sobre la veracidad de sus dichos a cambio de que Obrador renunciara a la candidatura. El dueto de párvulos no contempló que se enfrentan a un experimentado líder.

 

Estos casos más lo que se acumulen no son por la disputa de la Presidencia de la República como podría suponerse, sino por quién ocupará el segundo lugar en la votación, lo cual implica mejores posibilidades de liderazgo opositor frente a AMLO en Palacio Nacional, perspectiva que dogmáticos por convicción y/o comisión niegan bajo el supuesto de no confundir el anhelo con la realidad.

 

Son tantos y disímbolos los actores y analistas políticos, los agentes económicos que pronostican el triunfo de Obrador que el controlador de Citibanamex, en voz de Ernesto Revilla, asegura que “para Citi nuestro escenario central es el triunfo del candidato López Obrador y, lo que ahora se discute, es si la coalición de partidos políticos que lo respalda va a lograr una mayoría en el Congreso”.

 

Es en el terreno de la correlación de fuerzas en el Congreso y las gubernaturas donde está centrado el debate, aunque en el oligopolio mediático y sus “estrellas” la nefasta cargada sexenal comenzó. Algunos rememoran, como Ciro Gómez, que en mayo de 2014 en El Universal avizoró el triunfo de AMLO. Y otros ya saben que le pedirán. Así, México no cambiará.

 

No sólo está en juego quién liderará la oposición a Morena y sus aliados, sino los espacios en el Congreso de la Unión y los estatales, y es sabido que Anaya Cortés y sus asesores dieron muchas candidaturas a los partidos de la Revolución Democrática y Movimiento Ciudadano, así como a Emilio Álvarez, pese a que aportarán pocos votos.

 

Y, además, con el PAN tan dividido que el “amargado” de Ernesto Cordero demandó ante el Ministerio Público federal por lavado de dinero al empresario de bodegas, que en la desesperación por el fracaso que cosecha se traviste en antisistémico. Mas las reformas estructurales de Peña Nieto son impensables sin su decidido papel que revivió al vigoroso PRIAN hoy en serios aprietos, con independencia de quién ganó el debate de Mérida, Yucatán, y el posdebate que transcurre entre los operadores de los candidatos, quienes en grotesco ejercicio de promoción que raya en lambisconería los presentan como únicos e irrepetibles sin que las intenciones del voto cambien.

 

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