TLC Mercosur-UE: “Que veinte años no es nada”
- Opinión
El Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y el MERCOSUR sigue sus negociaciones. Pero las contradicciones en ambos bloques no terminan de saldarse, pese a la disposición manifiesta de varios gobiernos conosureños de aceptar cualquier imposición europea
“Volver”, de Carlos Gardel, permite graficar lo que está sucediendo con el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur. Vuelven las negociaciones, pero ambos bloques enfrentan fuertes tensiones geopolíticas, que impiden encontrar una síntesis entre los intereses en pugna.
La Unión Europea entre los intereses europeos y los globales
El territorio europeo se encuentra en plena disputa entre la Alemania continental y la Francia Global. Una tensión histórica que nos lleva a pensar que estos actores están más interesados en no perder su influencia en el mercado financiero, que en firmar un acuerdo multilateral y mal parido.
El Presidente de Francia Emmanuel Macron, ha intentado tensionar en diversas ocasiones para que este acuerdo no se firme, y no tanto por el lobby de los ganaderos y agricultores franceses –que existe- sino porque Macron pareciera estar respondiendo a los intereses de la banca Rothschild, de la cual fue su gerente durante 4 años.
El actual presidente francés pareciera interesado en fortalecer en su país el desarrollo de una política financiera, asentada en la conformación de París como una de ciudad de importancia financiera, que la banca Rothschild pretende controlar. En relación a la Unión Europea, Macron pretende una Europa débil y subordinada a los intereses globales, y sobre todo cortar la relación de ésta con la Rusia y la China continental.
En el ala alemana, Ángela Merkel conformó en el mes de marzo la “Gran Coalición” de gobierno, expresada en la alianza entre socialdemócratas y conservadores. El tiempo perdido en la conformación de la alianza, significó para Merkel un retroceso en su proyecto de estado continental europeo, como potencia económica, financiera y militar, apuntando a construir un sistema mundial de relaciones multicéntrico, apoyado en la industria estratégica y en el desarrollo de innovación en ciencia y tecnología. La Gran Coalición alemana expresa en 177 páginas su programa de Gobierno, evidenciando su proyecto político bajo el lema “ser más europeos y seguir adelante con el proceso de integración”.
Alemania siempre contó con Francia como su aliado, conduciendo desde Bruselas y Fráncfort al proyecto Continental. Con Macron, Francia dio un giro global y empezó a mirar el tablero mundial con los ojos de Rothschild.
En este sentido la firma del acuerdo con el MERCOSUR sería un éxito para el eje germano-francés con asiento en la Unión Europea, ya que les permitiría ingresar con grandes beneficios comerciales y con gran influencia en el territorio sudamericano.
Con todo esto, la firma del Acuerdo en Europa, se encuentra condicionada entre la intención de Macron de consolidar a París como una potencia financiera global y la conformación en Alemania de un proyecto continental, con asiento en una economía fuerte y una industria estratégica y proyectada en un mundo multipolar.
El Mercosur: apertura comercial para pocos, exclusión para las mayorías
En relación al MERCOSUR, Argentina y Brasil, por su mayor peso geopolítico, impulsan para la región un política económica de libre mercado, apostando al desarrollo de un modelo de regionalismo abierto, que implica “flexibilización” y acercamiento a la Alianza del Pacífico.
La disparidad de condiciones en la firma del acuerdo hace que cada vez sean más los sectores perjudicados.
En el encuentro entre los negociadores del Acuerdo, reunidos en Asunción el pasado mes de febrero, la Coordinación de Sindicatos del Cono Sur (CCSCS) y la Confederación Europea de Sindicatos (CES) expresaron su desacuerdo con los términos sobre los cuales se propone hoy el posible acuerdo entre Mercosur y la Unión Europea.
Ambos entregaron a los jefes negociadores una carta, donde expresan de manera clara y contundente las razones por las cuales no aceptarán el acuerdo: “No se perfila un auténtico acuerdo de asociación justo y equilibrado sino un TLC que perjudica a los países de menor desarrollo a ambos lados del Atlántico en su industria nacional, en la promoción de la producción y del trabajo decente”.
También los presidentes de las centrales industriales de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, reclamaron a los negociadores la inclusión de una “cláusula de desarrollo industrial” y la preservación de diversos instrumentos de protección a la producción y el empleo “fundamentales para el funcionamiento actual y futuro del Mercosur”.
Además, amplios sectores de la producción y el trabajo, así como movimientos sociales, partidos políticos y diversas organizaciones pretenden poner en la agenda parlamentaria, en la opinión pública y en la calle la advertencia sobre los perjuicios de esta política de libre mercado hacia una amplia mayoría de la sociedad.
Los presidentes de los países del MERCOSUR están impulsando un regionalismo abierto, dependiente de la especulación productiva y de los flujos financieros y comerciales mundiales, que, dicho sea de paso, atraviesan ritmos vertiginosos. Una política de libre mercado en una coyuntura como ésta puede resultar una apuesta muy riesgosa.
La apertura comercial y el libre mercado representan una amenaza de desintegración de las cadenas de valor con asiento productivo local o regional, reprimarizando la economía e impulsando el desarrollo de países especializados en la exportación de commodities, en el ensamble tecnológico de segunda calidad y en el circuito de la valorización financiera planetaria que empuja un nuevo auge en el endeudamiento externo regional.
Esto atenta al proceso de integración productiva y al desarrollo de un regionalismo autónomo, con países produciendo en ramas de industrias estratégicas diversificadas, y articuladas vertical y horizontalmente en todo el Mercosur.
Las clases dominantes y cipayas de Sudamérica, están dispuestas – una vez más- a condenar a la inmensa mayoría de sus pueblos a retroceder a condiciones de vida propios del siglo XIX.
Sólo el desarrollo de la conciencia y organización al interior de los sectores populares podrá revertir este proceso.
Paula Giménez
Licenciada y Profesora en Psicología (UNSL), estudiante de la Maestría en Políticas Públicas para el Desarrollo con Inclusión (FLACSO). Redactora-investigadora argentina del CLAE (www.estrategia.la)
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