La Pesadilla del Depredador que quieren imponer las elites

10/04/2018
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La pesadilla de Darwin del francés de Hubert Sauper, es un documental que muestra cómo en los años 60 a manera de experimento se introdujo en el lago tropical victoria en África (el más grande del mundo) un nuevo pez, que resultó ser el más voraz depredador y que en poco tiempo condujo al exterminio de las otras especies y aumentó la miseria de los pobladores empobrecidos, que en adelante tuvieron que disputarse con los chulos los huesos y cabezas del gran pez para tener comida. Los finos filetes del pescado se iban fletados al primer mundo y en la ruta de regreso los gigantes aviones descargaban fusiles y municiones para ejércitos ilegales, creados para mantener una guerra que permitía el despojo de las demás riquezas. Del mismo lugar al que llegaban los filetes, salían las armas, unas legalmente vendidas a los gobernantes y las otras ilegales. Alrededor del pez gigante el comercio global, ministros, congresistas militares y gobernantes ampliaban su poder y fortunas y alrededor del lago crecía hambre, miseria, prostitución forzada y desgracia colectiva.

 

Como en esa realidad, para las próximas elecciones presidenciales de Colombia, las elites hacen maniobras para imponer al pez depredador. Los aviones se preparan para traer armas y llevar de vuelta la riqueza minera, aguas y alimentos de las casi infinitas biodiversidades de la Amazonia y del Chocó, que están en máxima vulnerabilidad y expuestas ante las voraces compañías transnacionales y franquicias locales de grupos políticos y empresariales que esperan impacientes el anuncio para que se active el espíritu de la guerra y se dé comienzo a la fase final de despojo rápido y total. El depredador tiene un origen indiscutible en las casas de gobierno liberal-conservadora, sea CD o CR.

 

Más que la metáfora del depredador, la teoría de Darwin, de que el pez grande se come al chico, lo evidente es la avidez de las elites, que para lograr su cometido mantienen falsamente dividido al país entre votantes de derecha y votantes de izquierda, para garantizar que el depredador llegue al poder sin contratiempos.

 

La tarea de polarizar se acompaña de las tradicionales falsedades y verdades a medias, descalificaciones y negación de los oponentes, pero esta vez incorpora una distorsión social que tiende a modificar la percepción, según puede inferirse de datos con intencionalidad electoral a la sombra de llamarse estudios técnicos, pero claramente en favor del depredador. El Departamento Nacional de Planeación (que entre otros “impulsa la implantación de una visión estratégica del país en los campos social, económico y ambiental, a través del diseño, la orientación y evaluación de las políticas públicas y el manejo y asignación de la inversión pública”) anunció que “es la primera vez que la clase media superó a los pobres” (elespectador.com, 18 de marzo, 2017) a consecuencia de la generación de empleo y el aumento ingresos de los hogares. Es obvio que el país crece todo el tiempo, en todas sus dimensiones, por ser una sociedad viva, pero más no necesariamente significa mejor, ni tener más ingresos relativos y temporales produce un cambio de status social y condiciones de vida.

 

El concepto de clase media se mide con parámetros y condiciones económicas y sociales y ni siquiera con los índices del Banco Mundial que pone un mínimo de ingreso de entre 10 y 50 dólares diarios es sostenible el dato, menos aún comparado con parámetros de otros organismos que incluyen como clase media a quienes reciben ingresos mensuales de hasta 5500 dólares y reciben otras tantas mejoras culturales, políticas, conocimientos, garantías a derechos. ¿Cómo entender que no sea una argucia electoral decir que hay más clase media que pobres, si el salario mínimo inferior a 250 dólares mensuales, el desempleo estructural es cercano al 10% y superior al 50% (incluido el trabajo informal, por horas o temporal), un impagable costo de servicios públicos ya privatizados, una industria nacional destruida por tratados de libre comercio, una altísima dependencia de las exportaciones de petróleo y minería, una cultura del saber y de respeto a los derechos sumamente precaria y unas políticas sociales desfavorables a las mayorías? ¿Y más difícil de creerlo cuando siguen aumentando los 8.6 millones de víctimas del conflicto armado, aumentan los cientos de miles de millones de recursos públicos saqueados por la corrupción y crece la delincuencia cotidiana?

 

Los fines electorales del artificio del DNP para achicar el número de la población expuesta a la depredación, pierden su certeza al compararlos con datos de 2013 del Banco Mundial que indicó con tendencia del comportamiento de la clase media durante los últimos diez años, medida por ingresos, que sí había crecido pero con alta fragilidad y riesgo de volver a caer, pasando del 15% al 28%, llegando a una población de 13.8 millones, mientras los pobres la duplicaban con 16.5 millones y 13.3 millones más en extrema pobreza o indigencia, mientras que los ricos eran 1.3 millones. (finanzaspersonales.co, clase media en Colombia: frágil pero en crecimiento). El objetivo entonces tiene que ser influir en el imaginario colectivo, hacer creer que si hay menos pobres hay menos problemas y que el país va bien y los gobernantes deben ser premiados manteniéndolos en el poder, y además hacer sutilmente hacer creer que les resulta más fácil poner de su lado a la clase media para implantar al pez depredador. Según sus cálculos de poder, con menos pobres menor articulación del inconformismo, la indignación y la fuerza popular que les empieza a mortificar su tranquilidad con las imparables manifestaciones públicas (inexistentes para la gran prensa) decididas a exigir cambios reales y concretos para gentes concretas con necesidades reales, que no son izquierda o derecha, si no de justicia e injusticia, de peces grandes que tragan y peces pequeños que se niegan a ser tragados.

 

Las elites en su capacidad electoral suman para el pez depredador todas las expresiones que van del centro hacia la extrema derecha, incluidos los grandes medios de comunicación, cuyos propietarios hace tiempo tomaron partido y periodistas que no informan si no que participan como actores directos del proceso electoral y las firmas encuestadoras, que viven de sus patrocinadores y están cada vez más cuestionadas. El resto de la población, la de los peces pequeños son la inmensa mayoría, suma políticamente del centro hacia la izquierda, sin ser de izquierda ni de derecha y cuyo principal valor agregado es la capacidad de sus movimientos sociales, étnicos, populares, campesinos, trabajadores, mujeres, estudiantes, ecologistas, en lucha sostenida por la defensa de derechos y bienes materiales para satisfacer las necesidades más elementales como agua, alimento, educación, salud, vivienda y riqueza colectiva para superar sus carencias, es decir defender lo común, lo más humano, la dignidad y el respeto a la vida como la mayor riqueza y que, coloca la grandeza de la nación no en el odio y la guerra así sea victoriosa, si no en un humanismo de justicia y de perdón. El gran pez llegaría para acelerar la velocidad de la depredación en curso porque el tiempo del capitalismo salvaje se acaba y para poner a salvo los sistemas de corrupción, clientelismo, impunidad y cinismo de los poderosos para perpetuar el inagotable mercado de la miseria. Los pobres siguen siendo la mayoría.

https://www.alainet.org/es/articulo/192151?language=es
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