La gran oportunidad

29/03/2018
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En estos momentos (2017-2018), en el Perú estamos viviendo una crisis generalizada de nuestras instituciones; pero, al mismo tiempo, es un gran momento para recuperar la claridad en nuestras ideas y el renacer de un nuevo comportamiento social, económico, político y jurídico.

 

El enfrentamiento por el poder entre los hermanos Fujimori, la vacancia de PPK, y el indulto del asesino y corrupto Fujimori-padre ha abierto todas las compuertas de la inmunda Democracia Representativa, que nos sirve como marco institucional desde la ruptura con la “madre-patria” España. Y en este contexto se ve nuevamente aparecer los que dicen “¡Fuera todo el mundo!” para, en río revuelto, sacar el máximo provecho utilizando las mismas armas de los defenestrados. ¿Cómo salir de esta inmundicia?

 

Lo primero que debemos comprender es, ¿cómo hemos llegado a esta triste situación? En el Perú, la Democracia Representativa nos ha metido en una camisa-fuerza en donde todos estamos obligados a votar por los candidatos políticos en competición. Y los argumentos son imparables: en Democracia, un ciudadano, un voto. Y todo aquel que quiera ser candidato, lo puede ser; la Constitución lo ampara.

 

Lo que no se dice, pero que todo el mundo lo sabe, es que para portarse candidato es necesario contar con una muy buena cantidad de dinero. Por ejemplo, Nadine Heredia nos decía que para hacer campaña política a la presidencia de la República se requiere algo así como unos diez millones de soles. No obstante, el monto es superior si tomamos en consideración que solamente Odebrecht, y en una sola entrega, le facilitó 3 millones de dólares.

 

A este tipo de democracia, en el origen, se le llamó Democracia Censitaria, en donde solamente los que contaban con grandes cantidades de dinero podían pretender a cargos políticos de alto rango. Ese fue el caso en la antigua Grecia o en la elección de los cónsules a inicios de la época romana, en donde sólo un 10 o 15% de la población participaba en el juego electoral. Y quienes tenían mayor probabilidad de ganar eran precisamente los que tenían mayores riquezas.

 

Cuando las polis se convierten en grandes ciudades; cuando por conquistas, el espacio territorial abarca inmensas superficies, en donde las vías de comunicación son rudimentarias; y cuando el centro del Imperio, en donde se toman las decisiones económicas, políticas y judiciales más importantes, se encuentra bien alejado de la mayoría de comarcas y súbditos, se impone la necesidad de elegir “representantes”. Es el inicio de la Democracia Representativa.

 

Pero ahora, con todos los adelantos de la información numérica, digital, que se transmite en tiempo real, ¿tiene sentido seguir eligiendo “representantes”? Más aun sabiendo que la mayoría de ellos son analfabetos, corruptos, asesinos; y que en su casi totalidad son simplemente representantes de quienes financiaron su campaña electoral, o de quienes recibirán prebendas por gestionar leyes con nombre propio, acuerdos comerciales, etc.

 

Pero eso no es todo. En Democracia Representativa, a nuestros representantes, que no son “nuestros”, le hemos delegado partes importantes de nuestra vida personal y la casi totalidad de nuestro ser social. Ellos manejan, a través del Ejecutivo, Legislativo, Poder Judicial y otras instituciones ad hoc como la Contraloría General de la República, los Defensores del Pueblo, la Sunat, etc., la casi totalidad de nuestra vida económica, social, política, etc.

 

Es decir, eligiendo a nuestros Representantes, dentro de una Democracia Representativa, nos hemos convertido, por la decisión de nosotros mismos, en menos que nada. A lo sumo, y con las limitaciones del caso, solamente manejamos en forma directa, y según nuestro albedrío, nuestros ingresos salariales que, como lo sabemos, sirven y alcanzan únicamente para, en términos casi literales, no morirnos de hambre. ¿Cómo salir del atolladero en donde nos hemos metido?

 

La solución existe, y ya ha sido practicada durante miles de años por la Humanidad y, en nuestro caso de América Latina, por los pueblos originarios del Tawantinsuyo, es que la totalidad de las riquezas creadas vuelva sobre todos las personas, sin distinción de raza, religión, o lengua, en partes más o menos iguales. Y la fórmula de ejecución, en tiempos modernos, es bastante simple:

 

(PBI2 – W2) / N = r

 

 En donde PBI2 representa la totalidad de las riquezas creadas por las empresas-país a partir de cero, W2 es la masa de salarios que percibirán todas las personas que trabajen en las empresas-país, N es la totalidad de la población del país y, r, es la Remuneración de Base que recibirá cada persona desde que nazca hasta que muera. El tejido social se habrá recreado, y el ser humano, en plena armonía con la Naturaleza, volverá a ser el objetivo supremo de la actividad económica.

 

Las empresas-país se convertirán en la columna vertebral de la nueva economía y sociedad, puesto están destinadas a crear y desarrollar los rubros los más importantes de la actividad económica del país, en términos de propiedad colectiva o comunitaria. Por su parte, las micro y pequeñas empresas seguirán funcionando con su mismo tipo de repartición y de propiedad.

 

Este es el fundamento, sólido como una roca, y totalmente independiente de la decisión de los políticos, lo que permitirá a cada persona ejercer todo su poder económico, social, y político, sobre una parte alícuota de la totalidad de la riqueza que él, sus coterráneos, y las poblaciones pasadas, han contribuido a generar. Un poder económico, social y político repartido entre todos los habitantes del país, en partes más o menos iguales. A ello se debe agregar que las empresas-país contarán con un financiamiento ilimitado por emisión monetaria.

 

De esta forma dejaremos de tener organizaciones verticales, centralistas; para dar paso a organizaciones horizontales y a un solo nivel de decisión. Decisión que provendrá en un 100% de cada persona, tanto para comprar como para vender, tanto para realizar obras como para pagar los servicios y bienes que se consuman. De esta forma, igualmente, la sociedad estará compuesta de millones de organizaciones simples. Cada una se creará alrededor de un problema concreto, y existirán el tiempo que demore resolver dicho problema.

 

Una sociedad, una economía y una actividad política, manejada directamente por todas y cada una de las personas que constituyen la sociedad. Así, nuestro futuro lo construiremos nosotros mismos, a condición que despertemos de cinco siglos de sumisión y autoflagelamiento.

 

Lima, sjl, 29 de marzo del 2018

 

Dr. Hugo Salinas

salinas_hugo@yahoo.com

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/191908
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