Giro a la derecha en el Departamento de Estado

Trump se rodea de generales, halcones de la guerra y torturadoras

15/03/2018
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Foto: Mandel Ngan/AFP/EBC
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El presidente norteamericano despide por Twitter a ministros y secretarios. Esta vez le tocó a Rex Tillerson, secretario de Estado. Las salidas e ingresos conforman un gobierno más corrido a la derecha, si cabe estar más a la derecha de Trump.

 

El secretario de Estado, Rex Tillerson, tuvo noticias filtradas de algún amigo de que estaban por darle la salida del Departamento de Estado. Y emprendió apurado el regreso desde África, donde estaba de gira. No le sirvió de mucho. Fue echado nomás por Donald Trump, que ni tuvo la decencia de explicarle antes la decisión de apartarlo. El cesante se enteró por un tuit, donde le daban escuetamente las gracias por los servicios prestados sin consignar ningún logro de su gestión.

 

Por supuesto que en la órbita privada empresarial no le van a faltar ofertas a míster Tillerson, quien era el principal directivo de la petrolera Exxon. Él no tendrá los pesares propios de jubilados que ganan la mínima y les recortan los programas de salud…

 

Este recambio en la cancillería va a retrasar los planes que venía trazando para la región latinoamericana, que no reviste tanta importancia para Trump fuera de la atención para alimentar las sanciones y campañas golpistas en Venezuela y el bloqueo a Cuba.

 

Tillerson venía de realizar en febrero una demorada gira por México, Argentina, Perú, Colombia y Jamaica, para embestir mejor contra Caracas, La Habana y La Paz. No es que ahora todo eso se haya ido al tacho, el reemplazante Mike Pompeo puede seguir contando con Enrique Peña Nieto, Mauricio Macri, Pedro Pablo Kuczynski y Juan M. Santos. Son jugadores a disposición del imperio, siempre dóciles y útiles para la injerencia regional que éste quiera hacer. Pero en lo inmediato tendrán que empezar de nuevo con el trato personal con cancilleres y presidentes del “patio trasero”, perdón, latinoamericanos.

 

Crisis

 

Según análisis marxistas, cabe distinguir entre crisis de gabinete, crisis política y crisis directamente revolucionarias.

 

Es obvio que en Estados Unidos no hay un problema tan grave como el de esa tercera categoría, preludio de un cambio profundo por izquierda o por derecha en el país que se trate. Para que se entienda, diciembre de 2001 en Argentina.

 

Eso no pasa en Washington, pero con casi la misma seguridad se puede hablar que sí existe una crisis de gabinete.

 

Es que en apenas un año y menos de dos meses, fueron echados funcionarios como Michael Flynn, consejero de Seguridad; Sally Yates, Fiscal general adjunta; James Comey, director del FBI; Mike Dubke, director de Comunicación de la Casa Blanca; Sean Spicer, secretario de Prensa; Reince Priebus, jefe de Gabinete; Anthony Scaramucci, director de comunicaciones de la Casa Blanca; Steve Bannon, consejero de Trump; Tom Price, Secretario de Salud; Andrew McCabe, vicejefe del FBI; Hope Hicks, directora de Comunicación de la Casa Blanca; Gary Cohn, principal asesor económico del presidente, y ahora Tillerson, el cesante de mayor jerarquía institucional.

 

El dato político es la cantidad de figuras de importante nivel que fueron quedando en el camino, todo un récord para la administración asumida en enero de 2017. También califica la crisis el hecho que esos cesanteados eran políticos y militares de diferentes tendencias, y hubo tarjetas rojas para todos y todas. Fueron apartados halcones y derechistas como el general Flynn y el ideólogo del nacionalismo reaccionario, Bannon. También “globalistas” como Cohn y Tillerson, que no estaban de acuerdo con el seudo proteccionismo de gravar con más aranceles la importación de acero y aluminio, el primero, y que les parecían convenientes los Convenios de Acuerdo Climático de París y el Tratado del “G5+Alemania” con Irán, el segundo.

 

Los muros

 

Cuando se despiden así ministros y secretarios de diferentes matices políticos, se denota imprevisión, arrebato, desesperación, confusión, ineficacia, internas y falta de coherencia.

 

Como mínimo lo de la Casa Blanca es una crisis de gabinete y está la duda si no ingresó ya en el plano de una crisis política, porque hay una serie de fracasos en política interna e internacional que pueden significar eso.

 

El mismo martes 13 que despedía a Tillerson, Trump viajó a San Diego, California, para evaluar los diferentes modelos de “muro del apartheid” que quiere poner en la frontera con México. Y a propósito de esa infame iniciativa, que tensa la contradicción con el vecino y otros países de la región, se trenzó en polémicas con el gobernador de California y autoridades de 200 “ciudades santuarios”. Éstos siguen pensando que es mejor construir puentes en vez de muros como el pensado, que costará 18.000 millones de dólares.

 

Recientemente se llegó a un difícil acuerdo bipartidista, pero hubo un momento en que el gobierno federal quedó parado por falta de fondos, una vez superado el límite para el endeudamiento. Luego aumentaron el tope, pero el endeudamiento y el déficit fiscal es muy grave.

 

Giro militarista

 

Coincidencia entre Trump y Macri: tienen a un Pompeo en funciones jerárquicas de política internacional. El de acá es Fulvio Pompeo, hombre del PRO afín a los negocios y la buena sintonía con el Departamento de Estado. Se ha consolidado como principal consejero presidencial en relaciones internacionales, según la columnista de Clarín y panelista de Intratables, Natasha Niebieskikwiat.

 

El de allá es Mike Pompeo, hasta ahora en la tristemente célebre CIA, que saltará al Departamento de Estado. Más allá de una cuestión personal, en ese ascenso se nota la esencia de la política imperial: el jefe de la inteligencia, agencia asociada históricamente a los golpes de Estado, invasiones y violaciones a los derechos humanos y la soberanía de muchos pueblos, ahora será el encargado de la diplomacia.

 

Es inevitable pensar que diplomacia y misiles, giras y bombas, proyectos en la ONU y cárceles secretas, misiones de embajadores y “madre de todas las bombas”, brindis y bombardeos de F-16, etc, son dos caras de la misma moneda. Los mismos hombres, un rato allá y un rato acá; ora instruyendo a los oficiales de inteligencia cómo torturar mejor en Guantánamo y Abu Ghraib, ora mandando circulares a los embajadores para que boicoteen a Nicolás Maduro y no participe en la VIII Cumbre de las Américas en Lima, en abril.

 

Además de haber promovido a este halcón de la guerra a la jefatura del Departamento de Estado, Trump designó a una mujer en la CIA, Gina Cheri Haspel. Ella tuvo cargos en su contra por supervisar torturas en Guantánamo y otras cárceles secretas de EE UU en el marco de la guerra de George W. Bush contra “el terrorismo”. Ahora es la número 1 de la CIA, sin importar ese prontuario, o mejor dicho, valorándolo.

 

Está muy bien revalorizar todas las cuestiones de género y luchar contra la discriminación de la mujer, oprimida por el patriarcado. A la vez la designación de Haspel en la CIA, como que Ángela Merkel asumirá su cuarto gobierno consecutivo en Alemania y la premier británica Theresa May poniendo al borde de la ruptura las relaciones con Moscú, evidencian que la línea divisoria central en política no pasa por enfrentar a los hombres y las mujeres. Ese eje pasa por las clases sociales, no por el sexo ni la orientación sexual…

 

Giro a la derecha

 

Los cronistas de medios argentinos residentes en EE UU recabaron opiniones coincidentes según las cuales Pompeo está a la derecha de Trump, toda una proeza porque el cronista creía que a la derecha del magnate estaba el abismo.

 

No hay dudas sobre ese sesgo político. El presidente dijo que coincide con el designado en los asuntos importantes, sintonía que parcialmente le faltaba al ex CEO de Exxon.

 

Por eso es una mala noticia para el mundo en general, y en particular para quienes defienden el tratado firmado con Irán, que ahora estará en la picota, porque Trump siempre quiso anularlo. También es una pésima novedad para los palestinos y Medio Oriente, porque la dupla Trump-Pompeo mudará en tres meses la embajada norteamericana a Jerusalén, cuando en principio eso iba a ocurrir a fines de 2019.

 

La guerra de aranceles ahora tendrá más consistencia, sin Cohn ni Tillerson, provocando más conflictos con China y los miembros de la Unión Europea.

 

Si con Tillerson era dudosa pero posible la negociación recientemente anunciada con Corea del Norte, con Pompeo será aún más dudosa, casi imposible llegar a un acuerdo, por el tipo de imposiciones que EE UU querrá imponer, sin la mínima concesión. Y Kim Jong-Un no lo va a aceptar, debiendo volver a probar sus misiles por si acaso…

 

También para América Latina la reconfiguración del gabinete de Trump, más a la derecha y más belicista, tendrá impacto negativo. El Norte demandará que precisa más compromiso para aislar y golpear a Venezuela y Cuba, para ponerlo en el orden de prioridades de hoy.

 

Desde el ángulo argentino y latinoamericano, las novedades de EE UU son un giro a la derecha, perjudicial. Para Macri, que está parado en otro lugar, no hay cambios y todo sigue muy bien con la administración Trump. Luego de tanta política lacayuna, el magnate ni siquiera le dará la limosna de dejar entrar los limones argentinos, sino que impondrá nuevos aranceles al biodiesel, el acero y el aluminio, con carnes y limones en larga penitencia.

 

http://www.laarena.com.ar/opinion-trump-se-rodea-de-generales-halcones-de-la-guerra-y-torturadoras-1201569-111.html

 

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/191621
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