El pensamiento revolucionario en el bicentenario de Carlos Marx
- Análisis
Indice
Presentación
1.- Replanteo del contexto
2.- El modo de pensar revolucionario
3.- Reconfiguraciones del proceso
4.- Formación de las conciencias
5.- Un escenario de cambio
Notas
Bibliografía
Presentación
Hace doscientos años que nació Carlos Marx un 5 de mayo de 1818. Verdad irrefutable es que desde su juventud en las luchas del pueblo alemán echó las bases del pensamiento revolucionario en la crítica al capitalismo. Desde entonces en la carga histórica han corrido procesos por todo el mundo en medio de los cuales están presentes sus ideas, aún en los días más oscuros de la humanidad y los momentos más inexorables de la dominación burguesa.
Por otra parte, nuestras actuales generaciones, tan exprimidas por el capitalismo mundial, con su resistencia siempre rejuvenecida, los movimientos de pueblo, y los deseos de cambio social consecuente con nuestras perspectivas; impulsan y vitalizan el desarrollo del pensar propio de carácter anticapitalista.
Estos dos aspectos en primer lugar constituyen el sello de origen del pensamiento revolucionario, sociedades explotadas y oprimidas que impulsan y renuevan sus acciones por la plena liberación social respecto de las relaciones de opresión.
Con su largo recorrido el pensamiento revolucionario de entre todo el pensamiento social, se empeña como articulador para afrontar las realidades con sentido histórico, con horizonte socio-político de colectividad, de compromiso con los pueblos, sus clases y sectores.
El pensamiento revolucionario convertido en un gran colectivo ausculta el estatus de la mentira imperante, del encubrimiento de realidades terribles que estallan constantemente en las sociedades, de las nuevas y viejas conexiones entre los problemas sociales. Toma nota de las verdades que reclaman sus raíces e historias, de la narrativa que invoca pacientemente un tratamiento desgranado, que se sustente en las formas de pensar de los pueblos con las que se vincula y conjuga por el desarrollo de los movimientos.
Ciertamente el pensamiento revolucionario enfrenta los mayores retos que haya tenido en toda su historia, resolver sus problemáticas implica innumerables tareas y necesidades, desde su articulación universal en las condiciones históricas del ahora, el recambio de los medios para sortear las más complejas situaciones, hasta las formas de accionarse desde abajo.
Replanteo del contexto
Vivimos la afirmación capitalista sobre todo el espacio social. Esto sucede por supuesto en medio de procesos de auge y crisis multidimensionales, donde el sistema mundial estableció un ciclo internacional de reproducción del capital, poder opresivo y de control del tiempo histórico.
Diariamente se nos ilustra con marcada evidencia que también arribamos a procesos planetarios definitorios de cursos económicos, culturales, políticos y sociales. Tales como la formación de extensos mercados re-ordenadores de las hegemonías, la añadidura del desarrollo capitalista en áreas de gran influencia o potencial cambio de parámetros geoestratégicos, la financierización, la monopolización de la economía y otras estructuras, el asentamiento de nuestros países como eslabones de una cadena de dependencias terribles, y con los centros de la economía global en peligrosas disputas.
Como se despeja a diario, asoma igualmente la consumación de las comunicaciones modernas sometidas a las relaciones opresivas influyendo en nuestras vidas, acentuando problemas como la imponente transculturización occidental sobre el mundo.
Pero todo este conjunto, así sea desde su ángulo crítico, no es más que una parte de los hechos, como observancia de la narrativa sistémica. Las juventudes, los obreros, las intelectualidades, el campesinado, las mujeres, profesionales, artesanado, cultores y tantos factores que componen los pueblos desarrollan sus propias maneras de ver la vida social y sus transformaciones, con los que se forjarán nuevas rupturas.
Pensar o ser programados
Con la perspectiva dominante los pueblos somos pensados desde las distintas instancias del orden. Estamos siendo inducidos a que las instancias del poder piensen por nosotros, nuestros pensamientos previamente son inducidos por los entes de la dominación y los sectores reaccionarios que actúan en todos los frentes posibles.
Opinas según lo que el sistema opina de sus amigos y sus enemigos, de lo que éste define como lo bueno o lo malo, de las opciones que te ofrece, de los parámetros creados por sus relaciones dominantes, de los gustos que te fomenta, de las fobias que te cultiva. Hace tiempo, por generaciones estamos siendo sistemáticamente programados para no pensar por conciencia propia.
A tal punto este proceso está tan avanzado que a las generaciones presentes se les quiere separar respecto de los aprendizajes sociales o de interacción para ser formateadas desde vías mediáticas, para que pierdan la fe en el sentido de humanidad solidaria. El factor humano de convivencia, por las vías tradicionales de sociabilidad y formación está siendo sustituido por nuevas tecnologías, existencialismos consumistas y procedimientos de aislamiento del individuo.
Como resultado nuestras generaciones afrontan nuevos problemas de conducta, de orfandad, impregnadas del sentimiento de haber sido abandonadas a nuestra suerte, estando expuestas a las experiencias circunstanciales sin enlaces profundos con la base de comunidad humana.
Tal desconexión conlleva a la destrucción del ser social y por ende, del sujeto social. A su vez en medio de esta tragedia, pese al esfuerzo que deben ejecutar para ganar conciencia, sucede y acontece que las nuevas generaciones tienen la ventaja de carecer de compromisos que las aten a un sistema cien por ciento opresivo. Son arrojadas a una sociedad que se tragó a sus abuelos; te arrebata a padres y hermanos; dispersa a las colectividades; alimentándonos con odios, miedos y resentimientos; inmiscuyéndose en tus rutas de escape; ofreciéndonos esclavización y sueños rotos bajo la destrucción de nuestro único hogar.
No cabe duda, la reorganización internacional de las instituciones, que imponen elevadas cuotas de expoliación, interferencias e influencias sobre las acciones de los otros; agudizan el control sobre las poblaciones, recursos naturales y sistemas sociales. Situación que extrema el fortalecimiento de las clases dominantes para que todo siga bajo este sistema insaciable desenfocando nuestros juicios a efímeras carreras por el bienestar en el malestar.
Pero las condiciones materiales nos devuelven una y otra vez a la inquebrantable marcha de la historia. Como es sabido, por contrapartida florecen modos de encarar la realidad, que la cuestionan de punta a punta, clarificándose que vivimos un estado de transgresión permanente desde un agresivo orden hegemónico contrario a las poblaciones. La radicalidad del pensamiento cuestiona esta situación de destrucción de las naciones, de devastación de los pueblos y sus clases, de agresiones violentas, sicológicas, políticas o económicas; para acentuar a ultranza sus últimas exigencias, sin un mínimo de decoro, sin límites en sus acciones, ni consideraciones con otros intereses u otras necesidades.
Se trata de nuevos modos de pensar surgidos de las entrañas de estas realidades, que remontan el abordaje desde distintos ámbitos a estas cuestiones de la alienación y enajenación sobre las que soportamos un mundo construido sobre la barbarie y deshumanización. Sus batallas son de proporciones mayores e imprevistas, exigiendo tomas de posición que descongelen las combinaciones posibles de una crítica revolucionaria.
Las generaciones actuales padecemos esta confrontación con el pensamiento dominante de última generación. Hablamos de la modernidad y posmodernidad como marcos supra-culturales regidos por principios de supremacía, desclasada y despolitizada en apariencia, operando sobre la vida laboral, las relaciones generales, la música, los deportes, las redes, las artes, tradiciones, la comunicación, la política, el supuesto desvanecimiento de los antagonismos, el imperio del mundo mediático u otras manifestaciones de vida social. Expresiones que reclaman respuestas cada vez más precisas y radicales, pero también mejor definidas en su condición de situaciones recreadas en el sistema.
Deshumanización garantizada
Con el asentamiento del capitalismo en todas sus formas, estas son sus realidades, un colosal despliegue de poder, la extensa y profunda formación de una sociedad cautiva de sus propias estructuras, el naufragio económico neoliberal, desigualdades extremas, violencia desenfrenada, amenazas de guerra global.
Nuevos retos se plantean a la acción y el pensamiento anticapitalista. Como vemos, tal cual queda corroborado, la raíz de la catástrofe del planeta, pesa como una lápida. Es este modo social quien nos conduce a la autodestrucción de las culturas, recursos, seguridad, salud, condiciones de vida y de las sociedades en sí mismas. Sin embargo las clases dirigentes como responsables de primera instancia se niegan a los hechos por cuestiones de jerarquía, riqueza o enfoque.
A las consabidas contradicciones sociales se adjuntan graves contradicciones del hombre frente a la naturaleza. Con todo, se trata como es sabido del arribo al antropoceno como el mayor impacto atmosférico, por contaminación y modificación del clima, del peso muerto y desequilibrios globales de la tecnosfera tal como ha sido concebida por la depredación capitalista, del calentamiento global, la sobreexplotación de los recursos, una sexta extinción masiva de especies por causas humanas, destrucción de ecosistemas, la radiación imparable provocada por el armamentismo u otros usos contaminantes, y pare de contar.
Hechos que en virtud de los antagonismos sociales y las tragedias humanas de la desigualdad no hacen más que acrecentarse como tendencia irreductible en el capital, no obstante fuera de sus criterios e intereses no tiene por qué ser nuestra autodestrucción.
El pensamiento popular como fundamento
En este sentido la crítica social argumenta con solidez el reconstituir las condiciones de un planeta y sociedad sustentables. Un planeta de coexistencia responsable para con todas sus formas de vida, postulando una era de humanidad libertaria encargada de resguardar la vida, el equilibrio social-natural planetario, y la constitución de poderes societarios, que trascienda la barbarie, los peligros y amenazas del capitalismo imperialista.
El sistema nos ideologiza con sus valores burgueses, crea fenómenos y libretos de pensamiento egoísta, adoctrina sobre sus relaciones de sujeción. Por lo que estimular la crítica social hacia la agudeza radical es un desafío articulador de la lucha de clases. La crítica no puede interpretarse como un adorno, es el factor que proporciona cohesión a todo pensamiento con su base social fundamental. Es un desafío de recuperación, pero también de postulación hacia los nuevos panoramas en pos de un vasto horizonte para la lucha por el socialismo. Un proceso que nos lleva al reconocimiento de tantos pensamientos de lucha, de recreación de ejes fundamentales en condiciones y realidades concretas hacia su reconfiguración.
La actitud revolucionaria1 de las generaciones a quienes ahora toca la defensa de la humanidad, con todos los contribuyentes habidos y por haber, es una manifestación de ideas para la búsqueda de la emancipación. Para esta misma lo vital sigue estando en el pensamiento social de los pueblos, desplegado en su ideario de independencia, autodeterminación, soberanía e identidad. Trasmitido por sus intelectos, sus liderazgos, sus batallas, sus historias, sus iniciativas, sus heroísmos, el recuento de sus aportes, sus expresiones de vida social, su constante relacionamiento como creadores de nuevas realidades y de coyunturas.
La perspectiva capitalista consiste en seguir siendo dominadas, sobreexplotadas, quedando atrapadas en una multiforme proletarización en modo de condición paria que declara la muerte de la historia. El aliciente movilizador para su posición es ejercer su rol transformador tras los propios intereses en el proceso vivo de la historia.
Si es así que la historia la hacen los pueblos, puesto que no vivimos en la nada, sino que sustentamos subjetividades e ideas tanto propias (producto de nuestras formas de vida y resistencia), como las que nos inculcan las diversas condiciones del modo de vida dominante; así también en medio de todo esto, los pueblos inspiran, construyen y dan fuerza a las ideas revolucionarias.
Así entonces la retroalimentación con el pensamiento popular, las percepciones de clase, sus enfoques elaborados y su teoría revolucionaria reconstituyen las premisas indispensables del imaginario colectivo revolucionario. Estos ámbitos hacen posible deliberar en una composición multilateral, que aporte solidez a la lucha, que asimile la cultura de cada pueblo por crear otras sociedades socialistas más allá de las experiencias precedentes.
En consecuencia, el pensamiento popular es más que la gran reserva, primeramente resulta ser nuestra fuente inagotable, y en segundo lugar es inspiración fundamental para la fusión de estas expresiones del pensamiento en nuevas relaciones sociales.
Duelo en que, con regularidad atronadora, las ideologías del capitalismo que han logrado penetrar tan hondo en tantos sectores sociales, se aprovechan a su manera del pensamiento popular para descomponerlo e infiltrar sus posturas haciéndolas pasar como propias a los oprimidos. De tal manera que consiguen inyectar el modo de pensar dominante y la llamada cultura de masas en el torrente de la vida social.
El modo de pensar revolucionario
Día tras día las panorámicas del pensamiento social se distinguen por su diversidad y entrecruce confluyendo en el rechazo de los derroteros capitalistas. Aun así insistimos en la importancia de que coincidan en el desarrollo de enfoques revolucionarios sobre la base de sus contenidos y su escalamiento en el interés de las transformaciones sociales pertinentes a nuestros pueblos.
Si la ideología burguesa encontró los medios de trascender al pensamiento burgués dominante de nuestra época, insertándose en el torrente social; en la misma exigencia, pero por conciencia, el pensamiento revolucionario debiera hacerse carne y sangre de los pueblos. Hemos recurrido a este recurso de definición como pensamiento emancipador revolucionario, no por una toma de distancia, sino por subrayar su condición de visión integral en la medida que nos es posible advertirla.
Se trata del énfasis en su línea de trascendencia, no de subvertir los nombres del marxismo, marxismo-leninismo u otros ismos e istas surgidos en la historia de sus procesos como medios de percepción en distintas situaciones. Ni intentamos desmarcarnos, desdecirnos o negar el valor de esta trascendental experiencia de incuantificable vigencia.
Hablar de pensamiento revolucionario es reivindicar el sentido emancipador de dicha teoría, de paso en contraste de ciertas modas de pensamiento, en resistencia ante variadas corrientes evolucionistas en su interior. Interesa esencialmente apuntar su esencia imborrable. Es la significación que adquiere más allá de sus “fronteras” postulantes, para explotados y oprimidos del mundo, hasta alcanzar su condición de pensamiento colectivo integrador y emancipador.
Otras tendencias críticas, bastante reconocidas, con notables roles en el desarrollo teórico-social, asumen distanciamientos y deslindes explícitos o implícitos por consideraciones de diversa índole. No es nuestro caso, pero igualmente arrojan una estela propositiva tan importante como necesaria de valorar, asimilable para el desarrollo del pensamiento crítico-revolucionario, tal como abrevan de este proceso.
A su vez destacamos el periodismo crítico (impreso, digital, radiofónico y audiovisual), constituido en un gigantesco expediente histórico, una fuente viva colmada de acusaciones fundadas contra la sociedad capitalista de un valor incalculable. Ni cabe duda que la inconmensurable labor intelectual popular, progresista, demócrata, humanista y de incontables socialistas resultó también una reserva de conocimiento para un proceso mayor.
Tomando en cuenta todo lo que le toca asimilar en sus procesos y su historia de formación, este es un proyecto resistente tanto en los graves momentos bajo asedio como en los grandes movimientos emprendidos, sus epopeyas, sus extravíos, derrotas, sus innovaciones de lucha y sus esfuerzos cotidianos. No se reduce a leyes, categorías, tesis, teorías, inclinaciones, traslado mecánico de fórmulas, ortodoxias, desestructuraciones, tradiciones, experiencias históricas, ni de cientificismos, el pensamiento revolucionario se nos abre a la vida social del presente como factor de lucha en movimiento y transformación.
La revolución teórica en circunstancias cambiantes
Como estamos viendo, el factor pueblo y sus modos de pensar juegan un mayor papel en este proceso, tanto como que la compenetración de esta teoría en el espacio social marca nuevas tendencias en su comportamiento para internalizarse e impregnarse de tan abundantes experiencias. Indudablemente que al momento de su constitución el marxismo enfatiza y se planta como una teoría social en tres direcciones integrantes, tan centrales como la crítica de la economía política, la filosofía materialista-dialéctica y el socialismo científico, que constituyen sus cimientos.
El pensamiento emancipador articulado sobre estas partes, avanzó en un proceso expansivo sobre la ideología, la cuestión del Estado, la teoría política, la lucha de clases y la historia. Mismas que se proponen sujetas a la dinámica de las relaciones sociales centrales, el juego de los fenómenos objetivos y la conciencia social que de estos se tiene.
Esta ha sido una síntesis nodal en el estudio del desarrollo capitalista y la lucha socialista comunista, permitió al conjunto de sus movimientos un avance profundo con el que se han acumulado nuevos vehículos de acción y análisis. Evidentemente tal ordenamiento del marxismo está conectado e influido por el panorama socio-cultural de su época del cual desprende sus síntesis, al igual que ahora bajo el aporte de su propio acumulado histórico a cuestas. Es decir, estas tres partes integrantes están sujetas a los grandes movimientos de la sociedad contemporánea, expresando una constante configuración de sus marcos de apoyo lejos de los antojos destructivos anti, pos y neo marxistas.
Dicha estructuración nos ha demostrado que aquí como en cualquier formulación es indispensable incorporar una postura históricamente exigente, de conocimiento organizado a los fines. Lógicamente en algún punto dicha clasificación e inducción a la penetración temática desde esta centralidad llega a ser empujada como una contención tanto para tal penetración como para la reconfiguración de nuestro pensamiento en el eje de su transformación permanente.
Esa síntesis subrayó la percepción de la totalidad social para su transformación libertaria, y a eso se apega, sus formas varían de acuerdo a este principio aun cuando ya exigen su propio reacomodo y recambio. La revolución teórica del marxismo reclama continuamente su propia realización interior, incluso revalorando estas tres partes en un nuevo conjunto de elementos.
Su revolución teórica incluye el desenvolvimiento de sus ejes centrales bajo nuevas síntesis de la realidad actual, tanto como la vuelta de atención en temas que, estando ahí depositados, en realidad subsistían desenfocados y subordinados, reclamando un enfoque multidimensional, de otro modo dejaría de ser marxista reduciéndose a la dogmática.
El quiebre del esquematismo
Asumiendo cierto intelectualismo se dice que bajo estos lineamientos del conocimiento revolucionario hubo de sufrirse el endose esquemático, particularmente del determinismo económico. Según nos refieren algunas percepciones, ello debido al supuesto de que varias de las obras importantes de Marx, en esta cuestión permanecieran traspapeladas durante largo tiempo o que los continuadores no eran tan estudiados, sabrá Dios, aunque se pueda reconocer un tanto de credibilidad, suene como suene.
Sin embargo aludir al simple desconocimiento de tal o cual texto tampoco solventa la razón de las problemáticas surgidas, menos si se obscurecen los contextos y condiciones peculiares de los problemas revolucionarios que afronta continuamente la historia.
Podríamos decir que uno de tantos problemas está en el movimiento del marxismo entre las generalizaciones y las particularidades. Ambos procesos al realizarse plantean cambios arriba y abajo, que de no darse prevalecerá la tendencia al reduccionismo esquemático.
Hay que decir que las acusaciones de esquematismo son añejas, datan de la época de Marx y Engels, pero se expandieron particularmente en el siglo XX donde la mirada del pasado cuenta como recurso de acusación, que impone criterios no aparecidos, complejidades no desdobladas, y subjetividades todavía vistas restringidamente. Ello no exime de ninguna manera los desatinos esquemáticos.
Entonces, ajustándonos a sus hechos, la parte cierta contenida en el esquematismo, distinguiendo las acusaciones externas; se asentó como conservadurismo al no asumir las nuevas condiciones que se presentaban al pensamiento marxista y al conducir los análisis subordinados a emergencias de las circunstancias y sus razones pragmáticas.
Las luchas de clases bajo posturas revolucionarias centraban los problemas de su supervivencia fuera de esquematismo alguno. El caso ejemplar ha sido la revolución de octubre y la construcción del socialismo como parteaguas de la historia, cuya esencia transformadora ratifica un proyecto histórico (polémicas al margen). Incitante permanente de su innovación como creación heroica de los pueblos y sus circunstancias (campesinos, soldados, clase obrera, mujeres, juventudes e intelectuales).
La revolución de octubre y la construcción del socialismo se dieron en torno a consignas esenciales de paz, emancipación, socialización de los medios de producción, desarrollo de las fuerzas productivas, monopolio estatal del comercio y poder de los consejos. Hechos que jalonaron una forma de concebir y aplicar nuestra teoría por las fuerzas directamente organizadas para ello, frente a regímenes reaccionarios y estructuras opresivas sumamente atrasadas.
Ahora las circunstancias son diferentes, aunque las tareas apunten a una misma dirección fundamental, necesitan otras formas y banderas concretas frente a las democracias de los financieros (extrema plutocracia financiera). Entran en el ruedo otras problemáticas que sacan a la palestra la dignidad de los pueblos, la democracia popular, el ejercicio pleno de amplios derechos sociales, la transformación del conjunto de relaciones sociales, la identidad colectiva, la teoría de la revolución en la acción social de los pueblos para la conjugación de sus formas de lucha, y la humanización de la vida social.
Sin esquematismo, pero sin pérdida de la perspectiva, el pueblo renace en sus diversas identidades. Su ejemplo integrador se observa en momentos claves como los del pueblo soviético en la guerra patriótica, el vietnamita enfrentándose al invasor yanqui, el bolivariano con la dignidad recuperada de las tinieblas, el cubano en el compromiso histórico, el mayo francés de 1968, los pueblos árabes en el combate antiimperialista y antiterrorista, y así por esos caminos también los pueblos-nación originarios en América resistiendo a tantos ultrajes.
Así pues los pueblos pueden variar infinitamente en su composición social, en su narrativa de lucha, el factor común a esa diversificación se encuentra en su condición del ser despojados, que el pensamiento emancipador define como proletarización en su aspecto genético.
Dimensionar el proceso
Surgen otros aspectos del análisis que van más allá de las acostumbradas propensiones a la búsqueda de la culpa y fobias que ya no permiten evaluar con entereza y profundidad los problemas de la perspectiva socialista. Las tendencias en la historia del pensamiento marxista, tienen responsabilidad ante los hechos que vivieron. Obviamente algunas cuestiones les rebasan en la medida que obedecen a condiciones estructurales e históricas.
El socialismo realmente existente trata de un proceso que estaba lejos de haber cambiado por completo los problemas de la dominación. Proceso del que hasta ahora sólo se suele cuestionar ciertas formas y a veces al precio de su distorsión para acusar unas cuantas trayectorias prejuzgadas.
Uno de los grandes problemas ha sido convertir al marxismo en una ramificación de tendencias cuando su fuerza y consistencia están en su profusión general, su permeabilidad en el espíritu de los pueblos. En la sinergia de sus enfoques con la lógica revolucionaria para la radicalización de los factores de libertad, pueblo-nación, clase explotada, con el concurso de sus formas de vida comunitaria, contra los estilos de vida burguesa.
A pesar de los pesares, el pensamiento emancipador ahí está con unas líneas universales en parte atendidas en el trascurso del tiempo y todavía por abordar infinitamente. A pesar de sus detractores y las maniobras del sistema por entorpecer su vuelta a escena, está asumiendo sus deberes frente al desarrollo de muchas líneas o fuentes de que ahora se puede nutrir.2
Bien a bien dentro de ello cada especificidad de interpretación es arrojada para echar mano de ella, pero ninguna, por buena o defectuosa que sea, encierra toda la exuberancia del planteamiento emancipador, ni se anula absolutamente por más tenacidad de que hagan gala sus detractores. Lo fundamental que nos interesa es el trasfondo revolucionario con sus desarrollos en tantas experiencias o formulaciones, lo mismo de personalidades que de colectividades, de reflexiones que de propuestas, entre sus virtudes y polémicas de la lucha por los modos de hacer y pensar.
No obstante sus tendencias se vean implicadas en posturas, interpretaciones y catequizaciones que a veces se conducen a descentrarse del planteamiento social y la naturaleza del propósito (que no pretendemos debatir aquí porque sus diversas motivaciones y razones lo exigen en las complicadas luchas que protagonizan). O bien que son llevadas a su liquidación en los escenarios de la feroz agresión del capital y su particular corrosión interna. La cuestión es la siguiente, a estas alturas no se puede medir una perspectiva tan amplia históricamente, tan profunda en sus dimensiones; por el racero de grupo, la interpretación unilateral, reduccionista o de tendencia, ni menos por el ajuste de cualquier camisa de fuerza sobre hechos cada vez más dinámicos e interconectados.
Cada vertiente tiene su razón de ser, así como encuentra sus debilidades en su proceso interno, obedece a rutas en el devenir, inconciliables unas con otras, con todo lo que haya de cuestionable. Está fuera de tiempo y lugar enfocar el todo por las virtudes o extravíos de alguna de estas, dicho sea para no envenenar el pozo, sin demeritar sus esfuerzos en aportar a la historia, ni por hacer una consideración retocada de su paso por la historia.
Sus polémicas y negaciones son una especie de patrimonio de los avatares del largo y tortuoso proceso revolucionario, pero en tanto se circunscriban a sus ejes particulares, encuentran serias limitaciones, como sucede hasta ahora, para enfrentar esta tarea que demanda tantas fuerzas y conciencias por una renovación permanente. Claro está, su parte contribuyente se asienta en el movimiento de esta historia sin que haya fuerza capaz de borrarlo, su proliferación fue por lo menos ineludible ante la diversificación de la complejidad social y de sus confrontaciones, aunque cada vez les resulte más complicado avanzar por sus senderos y líneas defensivas particulares.
El planteamiento transformador
La historia del pensamiento marxista no es una línea inequívoca de todos los tiempos del capitalismo, está sujeta a estas realidades, siempre reconstituyéndose, diversificándose y sintetizándose sobre condiciones cambiantes; suscitando un desenvolvimiento convergente en sus esfuerzos.
Por ello, con pensamiento revolucionario marxista no decimos nada más que la recuperación congruente, apetecida por todos y todas quienes aspiran al cambio social que trascienda la sociedad capitalista en una tendencia general a la articulación en recursos, planteamientos y propósitos hacia tal transformación.
Dicho proceso exige redoblar sus capacidades de aprender de las realidades en toda su forma. Recuperar el instinto de nuestros pueblos para regenerar los ideales centrales comprometidos con su perspectiva. Asimilar el conjunto de sus componentes clásicas y las que paulatinamente se acumulan por la experiencia de lucha e ideas de los pueblos.
El modo de pensar revolucionario como sentido y parte consustancial del proceso de cambio social, se constituye en un fundamento articulador, consecuente por obra y reflexión, para reconstituir la energía y planteamiento revolucionario por la libertad verdadera sin dominación ni miserias.
Es en la medida que se funde y compenetra con el pensamiento social de nuestros pueblos y el particular modo de ver de los oprimidos, como logra ser de clase revolucionaria, efectivamente transformador real y no solo ideal. Ante lo cual se reserva esta demarcación distintiva y profunda: Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo, capturando el papel de este pensamiento y su praxis como toda la actividad humana, incluida la construcción, fundamento, crítica y fin del conocimiento.
Configuraciones en proceso
El pensamiento emancipador enfrenta un complejo panorama, en este cambiante acontecer, bajo la feroz cólera del capital, de las clases y sectores reaccionarios, y el pensamiento afín en cualquiera de sus presentaciones de tanta influencia sobre nuestras sociedades. Tendrán que florecer sus producciones bajo multiplicidad de escenarios, presentando inmensas oportunidades para que amplifique sus elementos.
Se desprende de su realidad que la movilización de sus fuerzas debe arrimarse todos los recursos que lo afirmen en su integridad. Para eso cuenta con un acumulado a lo largo del proceso de su historia y sus luchas, a lo que debe sumar cuanto le sea útil apropiarse.
Sus debates vienen dando vueltas a estas cuestiones por reafirmarse en el proceso asumiendo un rol proactivo. Aunque sigan sustentándose debates respecto de sus estructuraciones (o los que fueren), tendrá que despegar recomponiendo sus fuerzas, con instrumentos y bagajes para la época que corre.
De ahí que avanza como pensamiento emancipador de los pueblos, a la asunción de su posición humanista, fundamentándose en la crítica de la economía política, con su base filosófica dialéctica, de perspectiva socialista, cimentado en las ciencias y humanidades. En todo ello impregnado de tendencias formativas de la conciencia revolucionaria, con su apropiación cultural del mundo, enfocándose a su transformación permanente.
La cuestión humanística
El ser humano (obrero, indígena, migrante, grupo étnico, campesinado, profesionista, género) pasó a ser un objeto condicionado por el capitalismo salvaje, su aplicación de la tecnología y de las relaciones de dominación.
Frente a ello se debe enfatizar la revolución humanística en todo cuanto constituye la sociedad, sus relaciones, sus acumulados, cultura, civilizaciones, el ser social, la institucionalidad, y el hombre nuevo, que nos visibiliza otros aspectos de la barbarie sistémica; en tanto la causa humana está ligada al socialismo revolucionario.
Visiblemente es base de la formación y experiencia de vida de los fundadores del marxismo, reconocidos por su consecuente carácter humanista. Se trata de una de sus grandes razones implícita ya en Carlos Marx desde los Manuscritos económico-filosóficos, y en Federico Engels destacada ya en su juventud3 con su obra colosal La situación de la clase obrera en Inglaterra, sobre el calvario del nuevo sujeto histórico visualizado a través de los avatares del capitalismo industrial.
Siguió un tratamiento regular tácito en la obra de estos fundadores por la recuperación del sujeto social humano, contra el fundamento burgués que tiende a la cosificación del ser. El Capital, por ejemplo así como se reitera su trama económica, metodológica e ideológica ya desde el tratamiento del fetichismo de la mercancía, no puede ser entendido sin su fuerte componente humanístico frente a la explotación del proletariado, el despojo del campesinado, del artesanado y de los pueblos del mundo. En tanto los diseños económicos neoliberales por rigor son contra-humanistas.
Posteriormente la cuestión se trasladaba a segundos planos, desgloses éticos, ramas marxistas, subordinaciones políticas, oportunismos o manipulaciones que hoy son asuntos discutibles. Como resultado, esta cuestión al ser abandonada en parte, encontró otros medios de proyección, incluso de una corriente significativa, con grandísimas contribuciones, conocida como marxismo humanista.
Tomamos este punto de partida, pero obviamente antes y después hay una historia del humanismo (ya prefigurado en las grandes religiones antiguas). Es sabido que se remonta a las anteriores formaciones sociales y los anhelos de esclavos o siervos. Que incluye el paso de las burguesías en pugna contra las antiguas clases que la dominaron en otros tiempos, expresándose en las exigencias sociales, a través del renacentismo, el iluminismo, el independentismo o la cultura laica. Existen pronunciamientos contribuyentes en esta acción y temática, con todo y las limitaciones que se les pueda reclamar, hilvanándose constantemente la connotación humanista.
En esto cabe subrayar la recuperación de Bartolomé de las Casas, Bolívar, Martí, junto a muchos más defensores de la libertad y dignidad humana, cuyo humanismo aparece ligado directamente a la narrativa de sus luchas sociales.
En su conjunto esta premisa fue sumergida en corrientes desenvueltas en el siglo XX y lo que va de este, desde todas las posiciones sociales, sobre ideologías humanistas, algunas sin proponerse cambiar los trasfondos de la sociedad. Otras incluso se convirtieron en caballo de batalla de las fuerzas sociales más retrógradas sin inmutarse porque su praxis discurría en dirección opuesta deshumanizante.
Vienen a esta historia de humanismo consecuente Rosa Luxemburgo, Ho Chi Minh, Patricio Lumumba, Mandela. Por lo que respecta a nuestra América Latina, sus corrientes más prominentes estuvieron ligadas al socialismo, en la figura de Ernesto Che Guevara, Aníbal Ponce, Mariátegui, Sandino, Fidel Castro, Celia Sánchez, Frida Kahlo, Paulo Freire, de muchos y muchas más que con su esfuerzo cultivaron y cultivan una actitud resuelta desde sus personalidades, esferas de acción4 o corrientes sociales5.
Por otra parte se impulsa un verdadero humanismo revolucionario frente a las atrocidades del capitalismo y la deshumanización del poder, que supere muchas de las incongruencias del camino. Humanismo que reconfigura al ser humano para asumir su responsabilidad ante el planeta, su naturaleza y la vida en general, descentrando al hombre depredador para colocarlo en su rol de elemento consciente del universo del que forma parte y del cual depende.
La cuestión humana en esta forma se afirma ante la propia historia del capitalismo frente a nuestros pueblos, en particular con la tragedia de las guerras mundiales, el desencadenamiento del fascismo, los regímenes dictatoriales, los vacíos y errores del proceso soviético en este ámbito, las modernas agresiones imperiales, sus humillaciones a los pueblos, su violencia estructural, el etnocidio, sus violaciones a los derechos humanos, sus constantes amenazas a la seguridad, la paz, la dignidad y a la humanidad en sí misma.
Frente a la deshumanización imperante, se reconstituye el humanismo transformador, de una línea fundamental que subraya un cúmulo de luchas históricas a lo largo del siglo XX y lo que va corriendo de este. Línea abierta por la realización del ser social, sus derechos, la solidaridad concreta, la felicidad, el amor, la dignificación, la inclusión, la fraternidad, el internacionalismo, la liberación colectiva, con influjos éticos y morales. Que por la comprensión de su propia historia y la naturaleza de sus procesos, es conminada a una convicción tolerante de las diferencias, integradora de otros saberes, respetuosa de las cosmovisiones u otras interpretaciones desde el seno de los factores populares.
Esta humanística es un rasgo que recorre el pensamiento revolucionario en todas las direcciones donde enfoca sus esfuerzos, con una decisiva fe en la humanidad, “más amo a mi hermano el hombre, que diría Nezahualcóyotl.” Que apuesta a los sujetos sociales generadores de cambio, realista, que no se ciega, ni permanece indolente ante las contradicciones sociales.
La piedra angular
La crítica de la economía política, este amplísimo cuerpo estructurado en la teoría marxista continúa despejando la naturaleza y gravedad del capitalismo, para encarar sus problemas actuales. Es referencia teórica del análisis devastador sobre la esencia y carácter del capitalismo, con la obra cumbre El Capital que resulta tan imprescindible como incomparable, todo se remonta a Carlos Marx.
Se trata de una cuestión de larga data y tradición en nuestra teoría que revela el fondo de las relaciones sociales económicas del capitalismo, la teoría del valor y el secreto de la plusvalía. Que concreta y desentraña la naturaleza de los antagonismos capital-trabajo, entre las clases explotadoras y las clases explotadas.
Enfocándose a la lucha por la solución de las necesidades como un aspecto relevante, a la superación de la realidad relacionante en un mejor vivir, que pugne por darle a la vida amplitud de posibilidades ante las falacias del esquema de Estado de bienestar y de la hoy llamada sociedad de mercado.
Podemos hablar de un pleno consenso en que su centro de gravedad gira en torno al trabajo de Marx para desentrañar los fundamentos del capital. Esta teoría es quizá de las que más han recibido atención y contribuciones en el estudio del capitalismo en sus diferentes etapas, así como en sus múltiples temáticas. Ninguna de ellas está exenta de polémicas, pero en su conjunto dialogante permiten arribar a análisis reafirmantes de una postura radicalmente crítica anticapitalista.
Las transformaciones del capitalismo relativizan o reubican importantes aspectos de su argumento, no obstante es un campo en que las críticas fortalecen tanto su médula espinal como su método de evidenciar de raíz la naturaleza rapaz del capital.
Digamos de paso a este respecto que las relaciones sociales económicas han llevado a cabo una poderosa transformación de la realidad tanto como de sí mismas. Si bien Marx apuntó a las relaciones de producción nunca dejó de enunciar el conjunto de las relaciones económicas (producción, intercambio, comerciales, consumo, financieras). Hoy no cabe duda de que dicho conjunto, en su acentuada modificación, tiene un radio de influencia determinante para todo el proceso económico y social capitalista, al tiempo que apunta el sentido opuesto e importancia que deberán tomar tales relaciones para su profunda socialización junto a sus medios, con el desarrollo de métodos revolucionarios específicos en el abordaje de sus procesos.
De otro lado, el nombre de economía política que fuera tan rechazado por las fuerzas intelectuales del sistema bajo el supuesto de la esterilización de la economía para obtener su mejor rendimiento, hace alusión por excelencia a esa indisoluble coexistencia de intereses y relaciones sociales conjugadas para que el capital de la mano de la política asegure su supremacía. De manera que la “economía a secas” discurre como política predilecta de las plutocracias y sus aparatos.
Evidentemente Marx mostró la unión economía-política en sus interiores a nivel orgánico, en tanto Lenin lo reveló a un nivel sistémico. Insospechadamente esto ha tenido un impulso estratosférico al crearse las condiciones de un poder estatal indispensable en la activación del capital en su conjunto. Velando por los intereses capitalistas como norma a la vez que el gran capital sigue redefiniendo su gran política por las cuestiones de su exclusivo interés y ventaja.
Así en un campo de análisis que atiende y compete a la economía y la política en conjunto, insurrecciona en nuestras vidas para el estudio del poder político-económico y sus términos, o en temas que involucran otros factores como sucede con el sistema de industrialismo militar global, el intervencionismo imperialista, las guerras imperialistas por los recursos, el carácter de partido en la economía burguesa, o los conflictos por el control del mercado mundial.
Con todo lo que le siga por cuestionarse, de replantearse temáticas, de retomar las contribuciones y exposiciones de diversas realidades; si algo demuestra sobradamente el estudio de la economía política, en medio de relatividades u otros agregados, son su frescura, su profundidad, su centralidad, y su capacidad de penetrar en la naturaleza del antagonismo económico de nuestras sociedades, para revelar su verdadera historia y hechura.
Articular nuestro modo de pensar
En medio de tantas crisis y reveses, sus profundizaciones no han parado de aportar al pensamiento dialéctico de base materialista. Pero merece un serio reconocimiento el hecho de que sobresalen otras escuelas filosóficas que emprendieron enormes esfuerzos por abordar los problemas filosóficos, ante lo cual la filosofía marxista (salvo excepciones eminentes) venía rezagada en la defensión y lo contestatario.
Pero ahora mismo se desarrollan inusitados aportes en el tratamiento multidisciplinario de los procesos objetivo-subjetivos en el campo sicosocial. Aunque la clave está en que no es un puro contenido a ser vaciado, sino que debe cocrearse en la espiritualidad y tradiciones filosóficas de los pueblos.
A estas alturas, sin retroalimentarse de estos cambios y la ramificación de sus caudales, la filosofía revolucionaria no puede dar pasos adelante, ni concretar sus desafíos; por lo que incorporar críticamente tales procesos es una necesidad intrínseca a su propia razón dialéctica.
Por otra parte, la filosofía como otros campos del saber tal como no es la única fuente de método, tampoco es únicamente cuestión de método. A su vez, sus ámbitos se extienden y sus perspectivas se relativizan en el abordaje de cada tema que tiende a acusar el involucramiento de otros campos, historias y saberes. También nos da contenidos, ideas, reflexiones y visualizaciones de nuestra humanidad en el desarrollo de los modos de pensar.
De acuerdo con su propio principio de movimiento y cambio, el método dialéctico tiene ante sí nuevos procesos de transferencias entre las ciencias y los distintos desarrollos filosóficos de los cuales debe no simplemente “alimentarse”, sino además, redimensionar sus distintos aspectos en la comprensión del mundo que nos rodea y los tantos quehaceres que nos arroja.
En estas nuevas conexiones destacan importantes procesos que superan el viejo contexto ideológico para arribar como instrumentos de enfoque de primer orden en el análisis, así como en el modo en que se desenvuelven muchos aspectos de la vida social. Subrayando que las sociedades no son inaprehensibles, sino que pueden ser vislumbradas en el entramado de fondo como se construyen sus relaciones.
Bajo esta labor impulsora también nos referimos a la amplificación del campo que liga el fetichismo económico, la cosificación del ser social, la enajenación de nuestra condición social humana, la alienación al sistema imperante y la invisibilización de los sujetos sociales.
Todos los procesos sociales pueden contemplarse ya sea por los criterios dominantes que crean la impresión de que la humanidad marcha como debiera, bien o mal, pero que esta es su alternativa y el pensamiento acomodaticio su mejor sustentación. Los criterios de la crítica filosófica dialéctica descubren y redescubren esos velos, afianzan la reflexión colectiva, pero además son capaces de clarificar el complejo panorama en que la sociedad llegó a su problematización y debe confrontar las salidas más pertinentes a esta situación.
Finalmente en el inmenso ámbito del método, desde las posiciones marxistas se desarrollan no solo subdivisiones, sino un poderoso cause que permea en todos los terrenos de actividad reclamando nuevas síntesis. Asimismo cobran relevancia estas necesidades para su potenciación: a) palancas de reflexión filosófica sobre los métodos, b) la experimentación metodológica necesaria al marxismo, c) apropiación crítica de la experiencia metodológica general, tanto como cultivarse en el reconocimiento de sus importantes aciertos, d) lograr expresiones eficaces en el cuidado de los múltiples temas sociales.
Particularmente aquí el puente tendido entre la filosofía y todas las ciencias es cardinal para la otra manera de enfocar las complejas sociedades en que vivimos, tanto como nuestras relaciones sociales, la praxis general, y los fundamentos de las ideas en disputa.
El socialismo es libertario o no será
El socialismo nunca deja de replantearse, tal cual ya hicimos referencia en sentido de su movimiento renovador tanto propositivamente como en el interior de sus formulaciones. Oxigenando sus procesos, particularizando, diversificando y combinando con más celo sus formas de socialización, teniendo en cuenta las circunstancias de las generaciones presentes antes que los dogmas.
Es un problema para las nuevas generaciones, los sujetos sociales, las clases y sectores mayoritarios que son los desencadenantes de los cambios. En ellos está el reconocimiento de los logros y la confrontación de los errores como ilustraron sus experiencias generales, en particular las del socialismo soviético entre el poder del burocratismo, las relaciones de poder, las libertades político-sociales, los problemas de la democracia, el autogobierno y prosperidad de los pueblos.
Nuestros pueblos aspiran a un entorno societal de nuevo tipo, articulado desde todas sus expresiones, tanto cívicas como públicas, bajo una cosmovisión emancipatoria, en una gama de experiencias de poder de clase, poder obrero, poder campesino, contrapoder, poder popular, poder comunal, control del estado por las clases populares, poderes de autogobierno y democratización de las sociedades. Ello debiese construirse para proporcionar nuevas relaciones, donde lo sustancial se recupere al sentido de cada acto social, para que la acción humana de solidaridad, comunidad y fraternidad en toda su diversidad emprenda integralmente la solución de sus problemas.
La perspectiva ha estado siempre en el curso de las luchas que toman las sociedades, los pueblos, sus movimientos, sus conciencias, sus clases y sectores oprimidos, sus intelectualidades, su industriosidad, sus organizaciones, sus fuerzas activas, sus vanguardias, su sentido de supervivencia colectiva e iniciativa de cambio. Para lograr las transiciones necesarias hacia un tipo de poder de igualdad, de protesta, de lucha consecuente, libertario, de rebelión que rechaza el estado de cosas. Que abunde en una sociedad responsable con sus componentes, cualesquiera que sean los diseños que haya de requerir y la diversificación de fuerzas que haya de alimentar, que replantee la responsabilidad individual bajo este nuevo compromiso social.
Otra historia es posible, aunque ciertamente las cadenas son más fuertes complicándose las salidas al poder absolutizado, tanto como es imposible superarlo de tajo, pero nuevas fuerzas y formulaciones se suman. A las problemáticas tradicionales suceden otras más, acumulándose infinitamente, por esta razón y porque la vida sigue recreándose, nada está dicho a futuro, menos resuelto definitivamente.
El sentido de lucha, de sobreponerse a las miserias en lo más turbulento del proceso, cuando se hace conciencia activa; convoca a ver y actuar mejor por dónde vamos, con más medios, desde aspectos insospechados, desde todos los sectores, creencias, grupos y clases populares que demandamos cambios y una presencia participativa en torno al poder.
La emancipación se enmarca en un proceso histórico combinado de movimientos y posiciones, al decir de Gramsci, que busca superar las formas de la dominación. La lucha emancipadora y su derecho son el cuestionamiento de nuestros pueblos sobre la vida social y sus premisas, sobre la opresión y la explotación; que pretende recomponer la situación para sentar condiciones de libertad.
El problema de la emancipación y la libertad está latente en esta sociedad de contradicciones, porque impide su acceso, excepto en las formas sucedáneas de libertad para satisfacer los imperativos del sistema. Las clases y sectores democráticos y revolucionarios, plantean sus alternativas frente a este mundo inviable.
Tan justo es que cada cual asuma las cualidades socialistas del conjunto, como indispensable que en sus tendencias puedan articular estas perspectivas comunes por nuevos procesos de lucha, más consecuencia y posición entre los sujetos sociales.
El socialismo liberador es el umbral hacia un poder de la colectividad, pero tendrá que ser una apuesta abierta, por la construcción de un mundo acorde con los logros y necesidades de la humanidad.
Cuenta con una premisa de democracia protagónica clasista hecha por y para los pueblos, de una sociedad solidaria, justa, igualitaria, ética, moral, resolutiva, de amplios derechos y libertades sociales, de honor a la verdad, de fundamento en las clases y sectores sociales integrantes del pueblo, de fe en la humanidad, y del mejor vivir humano posible.
La fuerza motriz de la ciencia y la tecnología
Sus luces son aportes necesarios de enfocar a las causas proletarias, populares, progresistas y humanistas, en la base de la construcción de otras relaciones que sustenten nuestro paso por el planeta, sin embargo no se debe olvidar que las ciencias y tecnologías están asidas al sistema dominante estructural e ideológicamente.
El marxismo entraña un afianzamiento en las ciencias y su desarrollo, al tiempo que para las ciencias en general el método de análisis marxista es una herramienta contextual de orientación sobre el valor y aplicación social de los resultados científico-técnicos, y una penetración necesaria que contribuye a neutralizar los aislacionismos deshumanizantes que amenazan a las ciencias y las tecnologías.
Las ciencias y tecnologías ocupan un lugar destacado en nuestras relaciones sociales y con la naturaleza, participan de un papel relevante en la edificación de las sociedades, el aprovechamiento de los recursos, el mejoramiento de la vida, el sostenimiento de la cultura, y la oportunidad de superar incontables necesidades, máxime si se enfocan en la sociabilización de sus conocimientos y acciones.
El desarrollo y revoluciones de las ciencias y las tecnologías constituyen un sistema circulatorio ya apreciado por Engels, en que el marxismo se alimenta y participa de importantes definiciones de método, ciencia, filosofía de las ciencias y cohesión necesaria de sus conceptualizaciones fragmentarias.
No existe un marxismo que subsista sin referirse a las ciencias porque simple y sencillamente este se apoya en ellas, se retroalimenta de ellas, y en buena medida se debe a ellas, como poderosas fuerzas productivas de la humanidad. Sus conocimientos y prácticas le resultan indispensables para orientarse en la apreciación y construcción multifacética de la realidad. Es en las ciencias y tecnologías como patrimonios de la humanidad en que nos apoyamos para examinar, describir e integrar la realidad o las experiencias.
Las ciencias como parte de las fuerzas reveladas en el desarrollo de las sociedades, son un terreno bajo conflicto, juegan en las luchas sociales y de clases de maneras especiales. Si bien son subordinadas por el interés capitalista o distorsionadas por las clases reaccionarias, sus resultados seguirán trascendiendo porque proporcionan razones y conocimientos valiosos sin los cuales no se podría sostener la sociedad en las actuales condiciones, lo mismo en la medicina que en las comunicaciones, en las ciencias naturales que en la física teórica.
Sirven de potenciación del método dialéctico, identificado en sí mismo como método científico-filosófico del contenido interior de la naturaleza y los fenómenos sociales. Sirven de extensión de nuestros sentidos y capacidades de comprensión del mundo, sus formas, particularidades y del universo, además ofrecen elementos activos para la transformación social.
De ahí que se nos demanda modificar nuestro entendimiento de su lugar en el marxismo, destacarles en su grado actual de fuentes inagotables y composición integral de nuestro modo de pensar.
Merece atención el arribo desde hace décadas a una situación de reconversión tecno-científica regular con su agregado de cambios en la actividad humana. Esta tiene a bien enfrentarnos al despliegue de las fuerzas humanas, el acrecentamiento drástico de resultados palpables en conocimientos, tecnologías, ingenierías, comunicaciones, productos y nuevas nociones de aplicación.
Lo más llamativo de este proceso en su aceleración es que viene creando cambios en el papel de la ciencia y la tecnología dentro de las sociedades elevando su importancia y dependencias. Al igual que acusa los cambios de la mentalidad colectiva en el empleo de la ciencia y la tecnología, y del conjunto de experiencias de la especie. En estas el compromiso del marxismo se encuentra en priorizar su humanización y empleo para la felicidad general como plena expresión de las capacidades creativas de hombres y mujeres; rechazando el uso agresivo, lucrativo, ideológico, de redención por sí mismas, de control social y de razón instrumental, que el poder burgués hace de las ciencias, sus tecnologías y contingentes involucrados. En una mejor perspectiva el propósito de las ciencias y tecnologías está en ser complemento y aporte a la conciencia, la realización humana, de las sociedades, y la conservación del planeta.
La fundamentación en saberes, humanidades y ciencias sociales
En estas agitaciones de elementos circulatorios, correlacionantes y proactivos, otro factor reconfigurador se presenta a través de las ciencias sociales, las humanidades, los saberes, pasiones y sensibilidades de los pueblos, la cuestión política, sus relaciones y sus ciencias, la ciencia y arte de la organización.
Sus provisiones esclarecen un sin número de problemáticas sociales surgidas con el establecimiento del capitalismo mundial. En este sentido, en medio de sus avatares, el marxismo bajo los procesos de lucha, con acento en las academias y universidades; logró conformar importantes frentes de lucha de clases y batallas ideológicas de destacado papel en la historia contemporánea.
Esta constelación alberga teorías de interpretación de la realidad social, tales como la lucha de clases o la teoría del Estado que se renuevan y exponen como aspectos sustentables para los procesos sociales y los cambios de época contra el capitalismo imperialista, contra la dominación, contra la explotación social y sus poderes.
Siguiendo su método histórico-dialéctico, queda claro que el marxismo no contiene las ciencias sociales, las ciencias políticas y humanidades, aunque una de ellas (la economía política) sí constituye uno de sus fundamentos. Pero éste se armó con sus propios medios junto a la asimilación de tantas contribuciones y correcciones para concebir un sistema totalizador de las múltiples relaciones y realidades sociales que se abordan desde las humanidades y las ciencias sociales que siguen requiriendo de dicha cohesión general.
Cabe un paréntesis. Tal forma de sustentar una ciencia de economía política en tanto otras constituyen más bien campos para su expresión, nos habla de un proceso de la teoría marxista enfocado a conjugar esfuerzos de lucha revolucionaria desentrañando la naturaleza de la explotación y acumulación de capital. La importancia de la economía política en la definición de las relaciones dominantes tiene mucho que ver con ello, pero por supuesto que otras circunstancias reclaman nuevas estructuraciones del pensamiento donde ya se presentan limitantes. Sin disminuir su importancia, marchamos a asentamientos teóricos que reclaman la expresión del rol de conjunto de las relaciones sociales de dominación y poder en la arquitectura del capitalismo.
Este es un andamiaje en el cual desbroza sus métodos y multiplica sus planteamientos sobre la consistencia de la lucha de clases, las relaciones sociales generales, la vida social, la cuestión política cual programa que recorre toda la arquitectura social, la complejidad de la estructura social y las particularidades en que cada tema se revierte y universaliza en sus ámbitos para tratar sus respectivas cuestiones. A su vez introduce en el seno de estas ciencias su particular enfoque crítico.
Bajo sus modernas exposiciones no debe eludirlas, sino que ha de emplearlas a fondo para acceder a mejores resultados y comprensiones de sus trabajos sociológicos, pedagógicos, sicológicos, políticos, étnicos, antropológicos, culturales o históricos. Porque todo esto rasga el velo en las diversas áreas que el sistema utiliza, lo que es más, amplía su base de análisis, en lugar de trasladar simplemente el procedimiento económico, el cual sin duda abona y se asienta en dichos estudios. En ellas se gesta una lucha de posiciones entre todas las corrientes de pensamiento.
La teoría de Marx retomó desde el principio el estudio de la sociedad en su conjunto, la masa acumulada de las ciencias sociales, políticas, de las humanidades y las teorías de organización; expone por todas partes las evidencias, alcances y desarrollos para la teoría social transformadora.
El leninismo entre las diversas renovaciones que agregó al marxismo clásico, ocupa el papel de eje del proceso organizador como una ciencia y un arte, a las líneas generales desbrozó un sentido de organización social y de clase sumamente elaborado, cuyos fundamentos remiten a Marx. No obstante que los tiempos exijan adecuaciones, contribuciones democráticas y revolucionarias, replanteos u otras tantas incorporaciones; ha sido el eje sobre el cual los pueblos y sus clases explotadas pueden constituirse en fuerzas revolucionarias decisivas y de peso.
A este se han agregado teorías de los grupos y agrupaciones humanas, consideraciones sociológicas, formas específicas y alternativas de organización popular consecuente, variaciones contextuales, procesos y corrientes de instalación de principios organizativos consecuentes en el seno de sectores y clases populares. A lo que se suman otros planteos de movimientos que redimensionan al pensamiento en cuestiones de espiritualidad, de felicidad, de unidad social, sensibilidad social, cuestiones étnicas, cosmovisivas, culturales, para hacer frente al capital y la opresión.
Formación de las conciencias
La formación de las conciencias es una preocupación que recorre todos los procesos del marxismo, el pensamiento social popular y de las propuestas sociales. Se proyecta cada vez con más recursos y creatividades, en afirmación de la subjetividad de nuestros pueblos. Es la búsqueda de su autoconciencia, de lo nuestro, de lo que nos define e identifica apoyándose en las propias fuerzas y todos los medios posibles, enfrentando sus circunstancias y contingencias. Es una exigencia general, por así decirlo, un reclamo humanista para con la creación de otras sociedades.
En nuestro criterio abona el sentido revolucionario en el reconocimiento de la condición social, cultural y sicológica de la batalla ideológica contra el problema de la alienación, en que las clases, sectores, nacionalidades, culturas u otras formaciones responden mejor a su condición propia para avanzar en su posicionamiento socio-político de ruptura con tendencias ideologizantes o místicas.
Bajo las situaciones actuales, la disposición de estos detonantes de aprehensión de las realidades objetivas y subjetivas para el reimpulso de la teoría y la praxis brinda nuevas oportunidades pedagógicas, experienciales, sicológicas, neurocientíficas, políticas, filosóficas, culturales, artísticas, informáticas, comunicacionales, o sociológicas.
Liberación de las mentes
Así la formación de las conciencias tal como recorre la estructura del planteamiento revolucionario, sus componentes, también se postula como un universo de planteamientos de lucha por la liberación de las mentes. Abre nuevos campos de batalla por la conciencia concreta frente a cada perjuicio que nos infringen, en la más difícil de las confrontaciones con el capitalismo y sus modos de pensar.
Particularmente desde abajo, de la acción social y política hacia la construcción del poder libertario en sus múltiples campos, por la superación de las contradicciones sociales, con el impulso vital de sus tendencias en todos los ámbitos de la vida social; resultan de gran importancia sus teorías y experiencias del conocimiento para la concienciación.
La conciencia tiene distintas formas de manifestarse en el escenario, así como medios de los que se vale para despertar, sea por sucesos sobresalientes, por las experiencias constantes con las realidades de la sociedad, o por la perseverancia de la formación y autoformación política. Sea como sea el orden en que se manifieste, consiste en el posicionamiento del ser social en su perspectiva de cambio de sus condiciones sociales y las relaciones a que se enfrenta.
La batalla por la conciencia
Como hemos indicado la formación de la conciencia, esto reafirma que las condiciones “naturales” del capitalismo no arrojan en sí mismas una visión revolucionaria inmediata de las cosas, sino que hace falta estimular el factor subjetivo que las analice, que agrupe su elemento consciente para la autoemancipación.
Lo cual no está necesariamente enfocado a la demarcación entre intelectuales y clases, sino entre la espontaneidad de la conciencia de clase en sí y la organicidad de la conciencia de clase revolucionaria para sí, que nos afectan a todas y todos en este mundo.
En consecuencia las luchas de grupos, de gremios, de gestión y funciones públicas tienen un importante lugar para la lucha de clases, pero si se constriñe la conciencia al simple aprendizaje y cuidado de estas: la lucha estrictamente sindical, sectorial o administrativa se sabe que conduce al reformismo, el burocratismo, el sectarismo, y un par de relaciones de control y poder.
Será entonces cuando la teoría revolucionaria, aunada a la praxis que con tanto esfuerzo ponen en marcha las clases populares, las agrupaciones revolucionarias y otros sectores en lucha de todas las edades y condiciones; rompan con viejas prácticas de relaciones de poder de dominación, destacando la importancia de la tarea colectiva, el fortalecimiento de la conciencia y disquisición de los pueblos, bajo la extensión de su política por todos los medios y recursos.
Son diversos los campos desde donde se quiere trabajar por nuestra concienciación. Ninguno es de subvalorar, todo esfuerzo es tan necesario como importante, el que se ve y el que no se ve, máxime si consideramos nuestras posibilidades, fortalezas y debilidades, toca laborar porque logren colocarse en un nuevo plano para el desarrollo de la conciencia colectiva-individual. Pues como vemos, la fuerza del pensamiento revolucionario emana del asentamiento de sus bases dispuestas de frente a las realidades, constituyéndose en sustancia de las luchas.
El sujeto social, arriba a una posición que le permite darse cuenta de su condición de explotado, oprimido, dominado, para actuar en consecuencia contra el poder, las formas de sujeción y los controles con que hasta ahora le han sometido material e ideológicamente. Siendo aquí donde el pensamiento social, popular y revolucionario pasa al intercambio de saberes, la batalla ideológica, el proceso de cambio; conjugándose para que los pueblos se armen de respuestas y direccionalidades a sus reclamos, afirmando su particular conciencia revolucionaria.
Tal batalla por las conciencias es entonces un elemento constituyente y correlacionante del pensamiento revolucionario, fundado en la realización del ser social sobre aspectos que involucran el conocimiento, la experiencia social e individual, la acción política, las subjetividades, la espiritualidad popular, la filosofía, la ideología, el desmadejamiento de los fundamentos del capitalismo con sus crecientes brechas de desigualdades e injusticias, los procesos de adquisición de la conciencia, el humanismo, el rol de clase y la acción social.
Restitución del ser y sujeto social
La asunción de la conciencia se manifiesta en que en la percepción del pensamiento, la acción y el contexto se toma como punto de referencia la visión transformadora, así la radicalidad frente a la dominación integra su ser de clase. El obrero contra el modo de producción, el estudiante y la maestra frente a la actual raigambre de clase y privatizadora de la educación, el campesino y el indígena frente a la posesión de la tierra y el espacio político-cultural, el empleado ante las relaciones de poder opresivas, el pequeño productor y la artesana ante los dilemas de las relaciones mercantiles capitalistas, la mujer y grupos subalternos contra el sistema patriarcal, los pueblos en general enfrentando la construcción sociopolítica e ideológica burguesa contra-comunitaria.
La conciencia social está en conflicto con pretendidas imposiciones de ésta, con medios de compra de conciencia, con las presiones sobre ésta y el chantaje político venga de donde venga, por ello en cuanto esto se enclava, la conciencia se nos escapa como posibilidad real.
Por otra parte, debido a las desigualdades de los procesos sociales, la conciencia en sus primeros aspectos, tentativamente de manera fragmentaria, aparece en los sitios menos esperados, “menos próximos” al centro de dominación capitalista (territorial, étnica, temática o sectorialmente hablando). Con ella nuevos sectores irrumpen en la arena política y de la lucha de clases, lo que potencia a quienes se encuentran en la lucha a la vez que conduce nuevos destacamentos y formas de combate innovadas por sus protagonistas.
Las conciencias tienen sus procesos de maduración, siendo primordial observarlos, advertirlos en sus características, para que se les aliente y se contribuya a revolucionarlos antes que ser parte de los factores de su propio estancamiento. No se trata de ensambles de conciencias, sino de asimilar las conciencias populares para contribuir a su propia revolución clasista.
De forma que la conciencia irrumpe frente a la enajenación económica despejando sus realidades, replantea las condiciones de la alienación de las clases pudientes y la erección de su supremacía a través de mediáticas, la predisposición ideológica que nos incuban, la sumisión inducida, la erección de la pos-verdad de los vencedores, o de toda la carga embrutecedora del sistema. La formación de la conciencia restituye al sujeto social contra las invisibilizaciones del sistema, despejando las tendencias de ruptura.
El pensamiento emancipador es, entre tantas cosas, competencia de los pueblos, proyección de la conciencia humana de sí, de sus circunstancias y su paso por la historia, de la trascendencia de rehacer colectivamente las relaciones sociales y con el planeta.
Un escenario de cambio
Con tal de cortar tus sueños la tiranía capitalista lo empeña todo, aunque resulta imposible borrar un mundo lleno de posibilidades. La realidad social es regenerativa del pensamiento, abre escenarios infinitos para el despliegue de su sentido metodológico, analítico, crítico, sintético, alternativo, esperanzador y radical.
El pensamiento revolucionario de los pueblos tiene una amplia agenda por retomar, tomando en cuenta que existen valiosas contribuciones que despejan los caminos, debiendo centrar esfuerzos anticapitalistas en el delineamiento de sus contenidos y teorías.
Tal es así en los temas de amplio consenso a ser atendidos, los cuales nos permiten acceder a concepciones y acciones más firmes como las siguientes: la cuestión feminista y de género; la Política; la ecología y el ambientalismo; las relaciones con la naturaleza; los controles a través de la ciencia y tecnología; las tecnologías imperialistas; la mediatización y sociedad de consumo; la salud; la concepción de dominación; la cuestión de las clases medias; los nuevos sujetos sociales; el papel de los pueblos originarios; las múltiples formas de organización; movimientos y vínculos sociales; la cultura como unión, identidad, aprendizaje, esperanza y orgullo; la academia; el estudio del poder en las nuevas condiciones; el estudio del sistema patriarcal; la sociedad capitalista contemporánea; los procesos democráticos y revolucionarios; las reconfiguraciones de los pueblos, sus clases y sectores; la diversificación e innovación de formas de la explotación6; las nuevas especificidades de la lucha de clases; las ideologías y las subjetividades; el destacado papel de distintos pensadores y actores revolucionarios u otros temas que se escapan a esta consideración.
Se trata de algunos temas enormemente adelantados en sus campos, corroborando muchas veces la esencia del marxismo. Resaltan los estudios que toca asimilar sobre las actuales condiciones del imperialismo, la figura de la potencia hegemónica, la geopolítica, las corporaciones mundiales, las nuevas formas y condiciones de la proletarización, los movimientos migratorios, la inducción de condiciones, el antropoceno, las crisis de todo tipo, la globalización e ideologización neoliberal, la plutocratización financiera y el desenvolvimiento de las grandes potencias como mayores amenazas a la humanidad.
En todo esto se concentran otras batallas sobre si esta teoría debe desmantelarse, disgregar sus partes y otros elementos, o si es capaz de armarse de medios y fuerzas suficientes para emprender nuevos impulsos.
A nuestra consideración, dada la inminente efervescencia temática, merecen más exámenes marxistas los problemas actuales en torno al sistema de corrupción, el terrorismo, la violencia estructural y social, los fenómenos y movimientos religiosos, los roles del nacionalismo y patriotismo, las formas organizativas, la civilización burguesa, o los derechos sociales y humanos. Abordajes que vistos en su dimensión histórica subrayan que la trayectoria seguida por el capitalismo es la problematización, la corrosión social y deshumanización, cuestiones que por su parte requieren tratamiento serio, sin desdén ni abstracción de sus hechos.
Integralidad del pensamiento
Así entonces pugnamos por la integralidad de la teoría frente a las posturas disolventes, lo cual exige descuadrar doctrinarismos haciendo frente a los hechos y realidades que han transformado el panorama general, haciendo de este un sistema social resistente a los desafíos que hasta ahora han protagonizado los oprimidos. Un sistema que al combatírsele, requiere persistencias, reelaboraciones críticas, autocríticas y catarsis en las historias de sus procesos, nuevas disposiciones de fuerzas y capacidades de los pueblos.
Esto como se sabe, no es obra de una teoría elaborada de convencimientos, de astucia política o de pura fuerza; congrega un universo de planteamientos prácticos y teóricos armonizados que hagan frente en todos los terrenos y procesos. Para un propósito superior, teorías aisladas son disfuncionales, acciones aisladas también.
El empleo de nuevos recursos y elementos materiales son una exigencia claro está, pero a menudo resultan anulados cuando no se combinan y articulan con los procesos del imaginario. Esto a modo de reivindicar o proyectar los enfoques populares y revolucionarios sobre la fuerza que adquirieron las ideologías que ahora penetraron en todas las áreas de la vida social.
La efervescencia ideológica
Basta echar un vistazo de estas transfusiones al observar la posición de la libertad unilateral norteamericana apoyada en el principio de egoísmo nacional e individualista de “sociedad elegida”, cimentando nación e ideología de una potencia que se declara en guerra contra la ideología y los nacionalismos.
Condensando así su particular liberalismo que todo lo mide según su ángulo, lo que le beneficia es tal, lo que cree le perjudica es dictatorial. De acuerdo al patrón normativo del liberalismo de la sujeción, sustentado en la libertad de explotar compensado con la libertad de dejarse explotar; ideología y realidad objetiva se recombinan dando lugar a un sistema recargado, y su combate no puede eludirse, más bien debe escalarse hasta sus últimas consecuencias.
Tomemos en cuenta la emisión de dólares sin valor ni respaldo, la formación de empresas y negocios sin capital en lo que tiene que ver con estos términos. No se trata exclusivamente de fenómenos de tipo hegemónico, especulativo, o sólo chanchullos, aunque también lo son en su objetividad. Son fenómenos donde además se desenvuelve la carga energética de un conjunto de parámetros de la subjetividad del relacionamiento tras los modos de pensar dominantes, es decir, la racionalidad se convierte en una fuerza aliciente para empujar las tendencias del capital aun careciendo muchas veces de medios materiales.
Así mismo en el filme “Todos los Hombres del Rey” gravitando en juicios liberales sobre el poder, el idealismo, la corrupción, las tramas políticas o las relaciones humanas, en que lo verdaderamente instructivo no es únicamente lo que se critica, sino la perspectiva desde donde se critica. En este caso el liberalismo cae siempre en el mesianismo de sus intereses, para eso nos mercantiliza, excluye, sustrae nuestra dignidad humana, golpea con todos sus medios y adoctrina en las conductas de la resignación a la “marcha natural de las cosas”, al “dejar hacer” de su racionalización.
Indiscutiblemente no es que el filme deje de revelar situaciones graves del proceso político característico norteamericano, eso queda brillantemente asentado; tanto como que la estructuración del pensamiento a través del filme induce la construcción de símbolos y esquemas mentales de inclinación liberal, como lo trascendente en el enfoque del relato.
En general la ideología liberal (más todavía la neoliberal) es razón-acción de la sociedad dominante cuyo significado hay que descifrar para resistir sus transgresiones oponiendo teorías y medios alternativos concretos en el tema, pues no es una simple referencia de un estilo de vida imperante, sino un arma de asedio intransigente de colonialismo cultural, anticomunismo y doctrinas antipopulares filtradas en todos los campos.
En fin, dicha compenetración ideológica sucedió de cara a nuestra mayor domesticación y sujeción como el otro orden invisible superpuesto en el orden visible. Asentando la alienación como la sustancia subliminal con la que se completa la adhesión a las relaciones sociales generales fijadas por la enajenación de la necesidad. Ambos aspectos (enajenación-alienación) se estimulan e interactúan a fin de lograr un ensamble estructural y orgánico del capitalismo.
Derrotar las tendencias del pensamiento reaccionario en su propia cocción ideológica es el reto de la teoría marxista. Por tanto el manejo de las condiciones impuestas y de las tendencias dominantes para desenmascararlas y desmantelar sus razones se constituye en un requerimiento a conciencia de la inmensa tarea para el cambio social contra la dominación, el control, el orden y el poder que impera.
Los pueblos, sus luchadores y luchadoras tienen el reto de asumir resueltamente sus errores, llevar su crítica y autocrítica a fondo, romper límites y esquemas, proponerse la superación para desempeñar el trabajo que se requiere.
Diálogo y polémica permanentes
Para estos menesteres el pensamiento social de los pueblos y las conexiones mutuas con el pensamiento emancipador sin unilateralismos es un reclamo pendiente. Si bien a diario nos topamos con esta condicionante, necesitamos abrirnos a una actitud dialógica que ligue fuertemente para una mejor transferencia de sus planteamientos expresándose mejor en las actuales expresiones de sus problemáticas, su desarrollo y las formas de dirimirse.
El pensamiento revolucionario se desarrolla deliberando sobre sus realidades al aire libre, en la interacción social, en la práctica sociopolítica, cultural y de la vida social, en el seno mismo de los pueblos en lucha, en la continuidad de sus procesos, en la combinación, condensación y progresión de sus ideas.
En esto toma cuerpo una firme ampliación de sus concepciones de revolución social, de sus procesos sociopolíticos, culturales. Y del gran problema de la revolución en sí, que de todo cuanto siga aportándose al tema corresponde como siempre a los pueblos encararlo ineludiblemente según sus condiciones y decisiones.
Por tales razones y motivos el pensamiento revolucionario es más que una teoría radical sobre el camino común, es más que un iluminismo, es el sentido de cambio social desde nosotras y nosotros mismos, es la mirada que se tiende hacia la dignificación humana de los pueblos, y la base de un accionar sea laboral, social, cultural, educativo u otro, contra todas las formas de dominación y los poderosos. Haciendo frente en la comprensión de las corrosiones del sistema, es un planteamiento subversivo para no doblegarse, por tanto es la actitud irrenunciable contra las deformaciones de la vida.
Es un diálogo proletario y popular, democrático y antiimperialista, la revolución une pensamiento y acción. Para vencer no toma a rajatabla el acervo de la teoría revolucionaria, no limita el concepto de vigencia alegando que nada debe ser modificado, porque su vigencia es “cambiar todo lo que tiene que ser cambiado” Fidel Castro (discurso del 1 de mayo de 2000).
Hoy está claro que la realidad humana es socialmente producida, sujeta a sus propios procesos, aunque en dependencia fundamental con el mundo en que estamos. En estas circunstancias ocurre un retorno al pensamiento dialógico y la afirmación en lo autocrítico. La cuestión del diálogo abierto desde la perspectiva social con una crítica solidaria son factores asentados, sin embargo, la autocrítica de la cual muchas veces depende el consolidar los procesos, es una de las mayores dificultades. No hay que desviar la mirada ante los hechos desfavorables, las críticas externas, los problemas o las contradicciones que surgen en el seno de los procesos de lucha de corte humanista, democrático y revolucionario, porque las consecuencias de las inconsecuencias se pagan.
Nos encontramos frente a nuevos escenarios de la dialéctica, estos precisamente reclaman el diálogo, la crítica y autocrítica para el pensamiento revolucionario que subraye las dimensiones de la realidad socialmente producida, sobre sus marcas materiales y subjetivas. Se configura el escenario de un todo integrante, que reordena el planteamiento en que lo objetivo-subjetivo se fusiona, para brindarnos mejores apreciaciones que canalicen justamente la riqueza argumentativa de lo particular y la riqueza sintética en lo general.
Marchamos a enfoques multidimensionales que se concentran en: perspectivas y fondos; realidades y subjetividades; lo estructural y sistémico; lo procesual y coyuntural; lo confluyente y divergente; las contradicciones centrales y periféricas sujetas a interdependencias; los problemas, conflictos y antagonismos; lo relacional y lo circunstancial; los intereses y objetivos; los resultados y escalamientos; las realidades, las expresiones del combate antiimperialista y anticapitalista.
En vista de esto, a través de lo subjetivo y sus articulaciones, frecuentemente la sociedad expresa mejor sus necesidades, movimientos, pretensiones y objetivos, no se trata de una deriva en la subjetivación, sino de su asentamiento en los procesos. Esta es una de las grandes razones para penetrar en ello, otras son las nuevas bases de lucha por las conciencias y corazones, la comprensión de nuevas dinámicas, la interconectividad lograda con los nuevos fenómenos de comunicación de la era digital, o el enclave en las estructuras y procesos del pensamiento, hasta el accionar reflexivo de los sujetos.
De la mano de esto y de los amplísimos procesos de lucha de nuestros pueblos cobra fuerza el desarrollo de la propuesta social y los marcos de noción del proceso humano, en que la perspectiva socialista y comunista, fundiéndose en las identidades de los pueblos; tiene que ser empujada más allá de sus fronteras históricas, especialmente en el capítulo de la forma de vida social que la libertad y la igualdad ameritan para estos tiempos.
Así pues, el pensamiento marxista es la crítica revolucionaria total de los trasfondos y las relaciones generales de dominación, sujeción y poder. Con su proyección humanista sustentada en los saberes y conocimientos de las sociedades se concretan en su horizonte las posibilidades de batalla consciente, tenaz y precisa contra la explotación, opresión y depredación planetaria del capitalismo. Con las herramientas que les va surtiendo la vida a nuestros pueblos, para adquirir además perspectiva de lo que las realidades reclaman; su pensamiento revolucionario está en el umbral del desarrollo de nuevos movimientos.
Bibliografía
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1 En su juventud Marx y Engels, en la prefiguración de su pensamiento revolucionario ascendieron de la mano de su integración con los intereses populares en la Gaceta Renana de 1842-1843, desenmascarando la criminal acción hambreadora y despótica de las clases dominantes, tomando contacto con la lucha económica, política y social del pueblo alemán. Para no citar la cuantiosa literatura al respecto, ganando en las impresiones de la imagen el filme el joven Marx brinda una aproximación a esos hechos lejanos, https://m.ok.ru/video/362585721478
2 Tales como las ciencias naturales, el replanteo filosófico-científico, el desarrollo y concreción de las metodologías, las teorías organizacionales, los posicionamientos de las ciencias sociales, la experiencia de sus nuevos movimientos, la dinamización de las relaciones sociales por viejos y nuevos medios, los estudios y disciplinas críticas pormenorizadas, las representaciones estratégicas bajo otros contextos, las problemáticas reales del proceso de formación en las alternativas sociales, la subjetividad en la individualidad y colectividad, al igual que el desarrollo de antagonismos o de otras relaciones humanas válidas para la lucha social.
3 Federico Engels, como adelantándose a las ridículas acusaciones posmodernas que le atribuyen el desconocimiento del sujeto social, acompañado de su primer gran amor recorrió los barrios obreros de Manchester; supo ver en ellos las realidades, los hechos y el sujeto de cambio que subyacía en medio de la miseria.
4 Aunque es imposible enumerarlos individualmente o en sus campos, humanistas consecuentes los hay en las religiones como el padre Camilo Torres Restrepo; en las ciencias como es el caso de Albert Einstein; en las luchas de derechos humanos como Berta Cáceres, también en la literatura como José Saramago, Pablo Neruda, John Steinbeck, Simone de Beauvoir o Jorge Amado, en la pintura como Pablo Picasso, Diego Rivera, Oswaldo Guayasamín, o José Revueltas, los cantautores Víctor Jara, Alí Primera, Silvio Rodríguez, Joan Manuel Serrat y tantas(os) impulsoras(es) del arte de compromiso con los anhelos populares.
5 Tan diversos como los movimientos de defensa de los derechos sociales y humanos, la teología de la liberación, la pedagogía crítica, las madres de Plaza de Mayo, las llamadas “Patronas” y las redes que socorren a migrantes, o el ambientalismo.
6 A las clásicas modalidades de explotación del trabajo se agregaron otras que se conjugan en la flexibilización laboral, robotización, producción de software, productos del entorno digital, o negocios tipo crowdsourcing (de externalización de tareas en línea a una masa joven dispersa por todo el planeta), con incentivos en la simplicidad, lo lúdico y la interacción como cebos. Bajo estas modalidades la fuerza de trabajo tiende a constreñirse desde las labores mecánicas rutinarias, maquilización productiva, la nula contratación, bajos salarios, trabajo esclavo o gratuito y ausencia de derechos; hasta consistir, como en el trabajo de la web 2.0, en el consumo productivo de inteligencia colectiva e individual, en labores virtuales de invenciones, diseños, encuestas, enseñanza, comercialización, auditar llamadas, subcontratación de servicios, o recolección de información útil a empresas y gobiernos.
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