Autoeducación desde el pensamiento de El Che
- Opinión
La dimensión educativa es fundamental en la constitución del hombre y mujer revolucionarios desde el pensamiento de El Che. Un revolucionario educa al pueblo con su ejemplo.
En la actividad revolucionaria, el hombre como individuo concreto, con nombre y apellido, es un factor fundamental. Así lo considera El Che en su ensayo titulado “El socialismo y el hombre nuevo en Cuba”, donde menciona el primer intento de sublevación contra el colonialismo norteamericano en ese país, en julio de 1953, con el ataque al cuartel Moncada.
Aunque esta batalla terminó en desastre, la valentía de aquellos que protagonizaron ese osado acto, casi todos muertos en aquel, quedó en la memoria colectiva como un ejemplo de sacrificio que era necesario realizar para la liberación.
La muerte de los combatientes en el asalto al cuartel Moncada no fue en vano, más aún cuando se dio continuidad a su lucha. Surgieron nuevos ejemplos a seguir, otras personas excepcionales se sumaron al comandante Fidel Castro, que había decidido persistir en materializar sus ideales de ver a su patria libre del colonialismo. Entre ellos, uno de los que más destacó, El Che.
Esta primera actitud aleccionadora es la que debe mantenerse en el tiempo más allá de la guerra, una vez alcanzado el poder, una vez tomadas las estructuras del Estado, una vez constituidas las nuevas estructuras estatales y sociales que pueden denominarse socialistas, comunistas, comunitarias, plurinacionales, etc. En resumen, esta actitud debe perdurar una vez tomado el Estado para sí, porque “en esa actitud se vislumbra el hombre del futuro”, como bien lo afirma El Che.
La dimensión educativa es fundamental en la constitución del hombre y mujer revolucionarios desde el pensamiento de El Che. Un revolucionario educa al pueblo con su ejemplo. Esto significa que tiene que haber coherencia entre sus actos y sus discursos. No puede hablar de honradez, ni pedir sacrificios al pueblo, si él no es honrado en su conducta y se acomoda a una posición privilegiada huyendo de cualquier sacrificio que esté en condiciones de hacer en beneficio del pueblo. De esto depende también el grado de confianza que el pueblo le otorgue como su dirigente o su autoridad.
Si no es coherente con lo que predica, la gente poco a poco irá desconfiando de él, hasta darle la espalda definitivamente. Ante la corrupción con la que actúan los líderes, las esperanzas de volver a creer en las personas en general se desvanece, la sociedad no cambia y se envuelve de mayor corrupción. Así, al final cada uno va por su lado tratando de sacar el mejor provecho de la situación y a costa del prójimo.
El revolucionario, de acuerdo a El Che, debe reconocerse en “su cualidad de no hecho, de producto no acabado”. Es decir, debe someterse constantemente hacia una autoevaluación, hacia una reflexión de sus actos y de los resultados de estos en el pueblo, y superarlos si son insuficientes; debe continuar en el mismo camino si siente que sus actos están satisfaciendo las necesidades populares, y de rectificarlos si observa que se está equivocando. Debe autoeducarse. Justamente porque el revolucionario educa a la sociedad con su ejemplo, debe hacer un esfuerzo constante por educarse a sí mismo.
Pero este esfuerzo de autoeducación estaría incompleto, si no se escucha al pueblo, peor aún si no se es capaz de interpretar lo que en verdad necesita o aspira éste. Por eso este escuchar debe realizarse en un ambiente de diálogo. Algunos sectores pueden estar equivocados y exigir lo que aún no se puede realizar desde el Estado. Esto debe explicarse con sabiduría. Se puede pedir, tal vez, algo de sacrificio popular, y la gente estará dispuesta a sacrificarse si ve que su líder se está sacrificando por la causa.
Esta experiencia de diálogo, que debe ser constante y con todos los sectores, grupos o clases populares, nutre de conocimiento al revolucionario acerca de la realidad que se vive, y lo ayuda a actuar de mejor manera, y ser mejor ejemplo para la sociedad, la cual lo seguirá y apoyará.
Si el revolucionario a sí mismo se considera un producto no acabado, también debe considerarlo así al sistema político-social y económico que ha constituido en sus esfuerzos por transformar la realidad. Si bien, se ha expulsado al imperialismo y arrebatado el poder a la burguesía, se debe apuntar a avanzar hacia una nueva meta. No puede concebirse un fin escatológico como lo hacía la izquierda ortodoxa en el pasado, cuando señalaba el paraíso socialista y comunista como el último escalón a alcanzar.
El pueblo tiene que saber que la lucha no ha terminado, que nuevas dificultades se presentan, o que existen nuevos peligros que amenazan los logros que se ha alcanzado, o, simplemente, que la construcción del nuevo orden ha quedado inconclusa, y que se debe continuar realizando cambios o transformaciones. Esto alimenta el espíritu revolucionario y promueve la unidad del pueblo. Lo hace inexpugnable ante toda dominación.
“En momentos de peligro extremo es fácil potenciar los estímulos morales”, escribió El Che. Los estímulos morales no deben bajar de tono, puesto que estos fortalecen la cohesión popular. El pueblo actúa como un solo hombre ante el peligro, como muchas veces lo ha demostrado en Cuba ante las agresiones estadounidenses.
De esta manera, la voluntad colectiva de lucha, se genera a partir de la voluntad heroica individual de los líderes revolucionarios. Así, es posible que baste uno o un par de hombres o mujeres para iniciar la revolución, quienes hayan tomado la firme decisión de llevar una vida conforme a los esfuerzos, los sacrificios y las renuncias que debe hacer un combatiente cuyo fin es transformar la realidad contra toda forma de dominación. De esos dos seguirán su ejemplo tal vez cuatro, y de estos, medio millón, y posteriormente se hará realidad lo que dijo hace más de dos siglos Tupac Katari, “volveré y seré millones”. Hoy en Bolivia somos millones, aunque en cuestiones de ejemplo creo que algunos de nuestros líderes tienen actitudes por rectificar, si no se quiere retroceder en la Revolución Democrática y Cultural.
Emilio Hurtado Guzmán
Escritor y periodista cruceño (Bolivia). Autor de: “Orígenes del Estado republicano colonial (un aporte desde la historia del Oriente boliviano)”, 2009.
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