Trepadores, arribistas y vividores

29/08/2017
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Análisis
draculafotograma_small.jpg
-A +A

La cultura del esfuerzo ajeno

 

Es muy viejo el oficio de escalar montañas ajenas apoyado en logros de otros. Es añejo el “arte” de vividores entrenados para viajar en el “sidecar” de la historia. (Jorge Falcone dixit). Hay mil metáforas ejemplificadoras de esa manía perversa que consiste en “chupar la sangre” de alguien que, por bondad o por idiotez, lo permite. Lo vio bien claro, según parece, Bram Stoker con su Drácula desde en 1897. Quizá una suerte de crítica a la cultura dominante.

 

Está plagada la Historia con episodios terribles producto del cálculo frio, del acomodo de ocasión, del saber estar parado en el lugar y el momento correcto para disfrutar las mieles del esfuerzo que hacen otros y (no pocas veces) sepultarlo en el olvido para calzarse glorias espurias. Trepadores, arribistas y vividores cultivan el arte del merodeo. Se acomodan o agazapan en lugares estratégicos para ir recogiendo lo que escurre del trabajo ajeno y, poco a poco, adueñarse de porciones más grandes del “pastel”. Está en el corazón del psicoanálisis dice Alfredo Salmón.

 

Son expresión en miniatura del capitalismo que en su conducta condensan, en clave de individualismo, lo que la burguesía hace en clave de masas: vivir del trabajo ajeno. Son encarnación de cierta moral carroñera que sólo celebra cuando encuentra presas enormes a cambio de no hacer esfuerzos. Son sabandijas que medran en todos los rincones de la vida diaria acurrucados en la esperanza de encontrar alguien que trabaje mucho para exprimirlo con poco esfuerzo.  

 

En su lógica, los trepadores, arribistas y vividores se muerden la cola porque su único destino es ser mediocres. No hacen esfuerzos mayores ni para asegurarse más “beneficios” de los que su comodidad y miseria les permite. Garrapatas esparcidas en todos los ámbitos sociales (desde las ciencias hasta las artes) sin omitir la política donde suelen florecer cada vez que nacen liderazgos nuevos capaces de refrescar la confianza de los pueblos.

 

Manosean todo lo que pueden, hacen malabares con lo ajeno hasta que imponen la idea de que lo de otros les es propio y, para eso, fertilizan su campo de acción con dosis generosas de ambigüedad e indefinición. Suelen decir que “nada es de nadie”, les gusta el relato de “las ideas son de todos” (especialmente si la larga o a la corta pueden quedárselas). Tienen discursos conmovedores en materia de “hacer comunes todas las cosas” y desde luego son campeones en retóricas proclives al poco esfuerzo para grandes dividendos.

 

Aportan su moral de sanguijuela en esos mundillos gerenciales que la burguesía llama “política” y es su cualidad el ir y venir de una fuente a otra, acarreando a su madriguera ideológica las prendas usurpadas mientras se disfrazan de “progres”. Eso se debe a que el conservadurismo les incomoda no por su base conceptual sino por el esfuerzo que reclama mantener vivas sus momias ideológicas. Suelen ser campeones del eclecticismo.

 

La post-modernidad los ha hecho cínicos y hoy creen que son una “tendencia” ejemplificadora del “ser vivo” y “sagaz” para vivir más fácil en un mundo lleno de complicaciones. Así, hay diseñadores de moda, publicistas, filósofos, periodistas, ideólogos y clérigos… pontificando a los cuatro vientos las ventajas de crear lo “nuevo” gracias a “tomar lo mejor de cada cosa”, incluso si hubiere que borrar de la historia al creador de la cosa “tomada”. Chinches, tal cual.

 

Pero también los trepadores, arribistas y vividores se atacan entre sí. Es el colmo. Por ejemplo, un “reportero” (que se dice periodista) incapaz de redactar una nota, por simple que sea, encuentra la manera de hacerse visible entrevistando a otro arribista que, a su vez, es incapaz de diseñar un florero pero que ha mezclado, de aquí y allá, lo que usurpó de una tendencia estética dominante. Enjambre de mediocridades que tiene “gran audiencia” entre sus miles de pares en el caldo de cultivo neoliberal donde es mejor “invertir a plazos” que invertir en producir. Vividores financieros. Abundan en el planeta entero. Estafa disfrazada de ayuda.

 

De su “pelea” interna los trepadores, arribistas y vividores extraen moralejas que allanan la comprensión de la vida fácil. Las convierten en “slogan” y las venden en libros, cátedras, cursos de “autoayuda” o manuales de publicidad zángana. Hacen de su pensar elemental un corpus de filosofía barata “al alcance de todos”. Son ellos los divulgadores principales del facilismo que tiene más llegada en los pueblos, es decir, que los pueblos sólo entienden lo fácil. Se levantan de su tumba las civilizaciones Maya y Azteca. Un gran arribista, trepador o vividor, conquista admiración entre los suyos cuando, a la sombra de una obra excepcional consigue beneficios enormes para sí y para los de su “estirpe”. Verbigracia Pinochet. Y tantos así.    

 

No hay límites para los trepadores, arribistas y vividores. Todo es posible si es fácil. Todo es susceptible de ser infectado con su moral de mosquito para entregarse a las delicias de los éxitos logrados por otros. No es una épica, no puede serlo porque exige esfuerzo, es –dicho de otro modo- el lirismo de la codicia agazapada en un individualismo mezquino y espeluznante. La patología social y personal de los que son incapaces de inventar su gesta propia o colectiva. Por conveniencias o por miedos, por mediocres o por cómodos, por “listos” o por traidores. Suelen ser, ellos o ellas, meticulosos en arrimar a sus madrigueras “alimento” suficiente mientras hibernan en el trabajo de otros, suelen ser especuladores, calculadores, comedidos y ofrecidos hasta ganar la confianza donde medrarán por sistema. Suelen ser muy “calladitos”. Defiéndete y denúncialos.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=153807

 

En el mapa ideológico complejo que el capitalismo ha desarrollado, se registran híbridos y mutaciones de trepadores, arribistas y vividores que envuelven y penetran a los pueblos -y a los individuos- para cumplir las ambiciones supremas del mercado. El capitalismo ha creado sus propias plagas y parásitos -de bajo costo- para acelerar el transito ideológico de los valores burgueses convertidos en resignación, derrota, miedos y consumismo en las cabezas de los pueblos. Son formas de la anti-política, del anti-comunitarismo, del anti-socialismo, del anti-esfuerzo… metamorfosis del abuso sobre el trabajo de otros y de la cultura del despojo… por todos los medios. Y nos hacen perder demasiado tiempo.

 

Fernando Buen Abad Domínguez

Rebelión/Instituto de Cultura y Comunicación UNLa

 

https://www.alainet.org/es/articulo/187697?language=en
Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS