Buscadoras de justicia
- Opinión
Hace algunos años escribía que me era imposible pensar en una persona amada desaparecida. Sí entiendo la muerte. Eso es algo definitivo. Ni hablar. Pero la desaparición es como una forma de tortura. En México las mujeres buscan a sus hijas, a sus hijos, a sus maridos, a compañeros y compañeras de trabajo y son las mujeres las que andan arañando en las sierras y montañas descubriendo enterramientos clandestinos. En esas miles y miles de fosas que empezamos a considerar como algo natural en el paisaje.
La Comisión Independiente de Derechos Humanos de Morelos (CIDHM), lanzará esta semana una campaña para hacer visibles a esas mujeres y a otras, las que hacen solamente su trabajo informativo, que son periodistas que se las ha confundido con defensoras, ellas solamente cuentan lo que pasa, o igual que Antígona, les dan voz y siguen sus casos.
Esta comisión denomina la campaña como Defensoras somos Todas. Hizo un análisis, como otras muchas organizaciones, de las cuentas de los hechos reportados públicamente. Pero también entrevistó a 28 mujeres que han decidido trabajar en la defensa de los derechos humanos violados. Esas que sí han adquirido como oficio, averiguar, hacer expedientes, laborar por la aparición de los y las desparecidas; hallar cuerpos y dar seguimiento a casos.
Pero las madres, si leemos lo que dice Diana Iris García, confirma claramente porque se ha desatado un mecanismo para atemorizarlas, para perseguirlas, para ofenderlas. Las mujeres que hacen esta labor, una prolongación de su condición de mujer, no tienen miedo, se enfrentan e invierten todo su esfuerzo, su sentimiento, a veces su vida, para salvar a otras y otros. De eso se vale el Estado.
Así lo dice claramente Diana Iris García: “El impacto de la desaparición es muy fuerte porque no sabes entenderla, simplemente, es difícil vencer el miedo que a veces te invade y no quedarte inmovilizada, es fuerte vencer los sentimientos de culpa que te asaltan; también el Estado se encarga de hacerte responsable de la desaparición de tu hijo, decirte que no lo educaste bien, son palabras que te calan y te llegas a sentir culpable, hasta que analizas y vez que realmente el culpable es el Estado, porque es su obligación dar derecho al libre tránsito”.
Eso me recuerda a doña Rosario Ibarra, a las mujeres de Plaza de Mayo a las que protagonizaron el horror del fascismo y fueron asesinadas en los campos de concentración. Me recuerda a las mujeres que sacaron de sus roperos el oro para los independentistas de 1810, me recuerda a Margarita Maza Parada viajando con sus 12 hijos e hijas. Son esa clase de mujeres que sacan la fuerza de su corazón.
Pero no solamente. El documento que pronto estará en circulación señala que en el Informe Defender los Derechos Humanos en México, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, se afirma que en México si hay represión sistemática; ésta, dice ese informe, es una práctica generalizada. Del 1 de junio de 2014 al 31 de mayo de 2015 se registraron: “330 casos que constituyen 488 eventos violatorios de los derechos humanos (agresiones, ataques) que afectaron a 248 personas, 47 organizaciones y 35 comunidades”. Esta cifra resulta alarmante, si consideramos que representa un aumento del 161.7 por ciento en comparación con los 204 actos violatorios registrados de junio de 2013 a mayo de 2014.
En la presentación del cuadernillo que se distribuirá en todo el país, la periodista Rosa Rojas dice: “existe una campaña a nivel nacional para desacreditar y criminalizar la tarea que realizan día con día las Defensoras y Defensores de los Derechos Humanos (DDHs) y periodistas…ello se constata con sólo escuchar y leer las declaraciones de funcionarios federales, estatales y municipales, pero también de organizaciones sociales proclives a los gobiernos, criticando o criminalizando a quienes denuncian los atropellos, abusos, atrocidades incluso, que cometen tanto las autoridades como grupos criminales de los que, desgraciadamente, abundan en México. Esta situación nos obliga, tanto a periodistas como a las y los DDHs, a denunciar dicha campaña que sirve lo mismo para justificar la creciente violencia que se ejerce en su contra como para justificar a quienes la cometen…”.
Agrega que esta campaña de desprestigio también busca “legitimar la represión a movimientos sociales que defienden, por ejemplo, los derechos de los pueblos -indígenas y mestizos- a su tierra, a un medio ambiente limpio, a la salud, a la justicia, a la consulta, a la libertad de expresión, contra la tortura, los tratos crueles, inhumanos y degradantes...
Rosa Rojas, la mejor periodista de este país en el tiempo de la guerra en Chiapas, analiza el resultado de la investigación y señala: Los datos, las historias de vida, las encuestas contenidas en este libro editado por la Comisión Independiente de Defensa de los Derechos Humanos de Morelos, ponen la atención en el creciente número de agresiones que sufren las mujeres DDHs y periodistas críticas en el desarrollo de sus tareas de defensa y de denuncia, lo que a su vez refleja nuestra cada vez más activa -y muchas veces invisibilizada- participación en las organizaciones sociales y en la difusión de sus actividades.
El libro pone en la mesa los datos desnudos. En marzo de 2013, la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en México registró 109 agresiones a mujeres defensoras de derechos humanos durante 2012, y 26 asesinatos de defensoras en el periodo 2009-2012, más los acumulados.
El mensaje de la CIDHM es claro: parece urgente difundir, como dice Rosa Rojas, en forma masiva esta información entre la población para ir creando conciencia de la urgencia de defender a las DDHs tanto como a sus propias vidas y derechos, incorporando a las acciones de las organizaciones, la exigencia de respetar a las DDHs, castigo y fin a la impunidad de quienes, al atacarlas, buscan debilitar a los movimientos sociales que asesoran y apoyan estas DDHs y las causas que defienden.
Sin duda la violencia contra las Defensoras tiene su origen y fundamento en un sistema de dominación jerárquico patriarcal y misógino, un sistema que justifica igualmente la dominación de todas y todos; un sistema que se debe modificar estructuralmente.
Las mujeres somos la mitad de a quienes afecta esta situación. La violencia sexual, el feminicidio, los ataques y el hostigamiento sexual forman parte de esa violencia estructural donde el poder es de los hombres.
Los que están en mayoría como directivos, supervisores, integrantes del crimen organizado, la corrupción y la colusión de las autoridades, considerados por esta investigación, son algunos de los múltiples factores que obstaculizan la labor de las organizaciones de la sociedad civil y de las personas defensoras de derechos humanos.
Esta semana habrá que dar seguimiento a tan trascendente acción. Para que la gente lo sepa, como es su derecho a informarse clara, amplia, plural y profesionalmente.
SemMéxico, 19 de junio de 2017
saraloveralopez@gmail.com http://www.semmexico.com/nota.php?idnota=2123
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