Francia : Le billot ou la guillotine?

26/04/2017
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Opción nº 1: Le billot

 

 

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Opción nº 2: La guillotine
 

En buen romance, el título quiere decir que tienes ante ti una importante decisión: escoger entre el tarugo y la guillotina. O bien el tronco en el que pones la cabeza esperando el hachazo del verdugo, o bien la sofisticación mecánica del invento de Monsieur Guillotin.

 

¿Macron o Le Pen? El fuego o las brasas. La prensa francesa, al servicio de los nueve multimillonarios que la controlan, solo conoce esa pregunta: ¿por quién votará en la segunda vuelta, Le Pen o Macron? Confieso que ninguna de las dos opciones me tienta.

 

Ya te conté que Macron, rodeado de un patchwork de nulidades políticas que va de Robert Hue, ex primer secretario del partido comunista francés, a una larga lista de ex ministros de Chirac, pasando por una nube de oportunistas que traicionaron a sus respectivos partidos (PSF, LR, UDI….), para no mencionar a la élite neoliberal, habla para no decir nada. Lo suyo es panorámico: el sol tiene que alumbrar, Francia debe ser feliz, todo irá bien por los siglos de los siglos.

 

François Lenglet, periodista especializado en economía, poco sospechoso de rebelión contra el sistema, resume el programa de Macron: “Es muy cercano al de François Fillon, favorable al libre mercado y los empresarios”. Macron desea que los asalariados trabajen de lunes a domingo –y aun por las noches– para “mejorar la competitividad”. Fillon proponía que la jornada de trabajo no tuviese límites. Como lo lees. En la Unión Europea la semana laboral está limitada a 48 horas. Fillon estima que hay que eliminar ese freno a la ‘competitividad’. Macron se propone deshacer la legislación laboral que costó siglos de luchas sociales. Macron es “progresista”. Su ideal es el modelo Uber. Privatizar la Seguridad Social. Euforia de los mercados.

 

Le Pen, ya sabes: una versión posmoderna del neofascismo, desea consolidar la “identidad francesa” imponiendo el juris sanguinus, expulsando a millones de franceses de adopción, cerrando las fronteras, y consagrando la “preferencia nacional”. Para ella “La nacionalidad francesa o se hereda o se merece. Suprimiré el carácter automático de la adquisición de la nacionalidad gracias al derecho del suelo, declara. El simple hecho de nacer en el territorio y tener un cierto tiempo de residencia en Francia otorga automáticamente la nacionalidad. Yo quiero suprimir eso.”

 

Una verdadera fábrica de apátridas la Marine Le Pen. Su visión étnica de la nación, –contra la visión cívica, republicana e integradora–, designa a millones de ciudadanos a la vindicta pública: los males de Francia se deben a los metecos, a los inmigrados, a los musulmanes, a los “otros”. Y propone cerrarle las puertas de la escuela pública, laica y gratuita a los hijos de extranjeros. Negarles los cuidados médicos. Le Pen es “nacionalista”.

 

Entonces: Le billot ou la guillotine?

 

Desde Chile, Michelle Bachelet –socialista que no saludó al candidato del socialismo francés– se suma al “progresista”: “Felicito a Emmanuel Macron y le deseo éxito el 7 de mayo.” twitteó.

 

En Chile, Bachelet gobierna con la democracia cristiana. En Francia, Christine Boutin, presidente de la democracia cristiana gala, llama a votar por… Le Pen.

 

Boutin fue ministro de Sarkozy, y es fundadora del partido demócrata cristiano francés. “Mi decisión es clara, no es Macron. Emmanuel Macron es la encarnación de todo lo que no me gusta, es lo opuesto a los valores que han marcado mi vida política. Es el liberalismo, es la mundialización, es el dinero, la banca”, declara en Le Figaro, El Mercurio parisino.

 

Con aliados tan coherentes, –a los que hay que sumar al partido comunista– uno comprende el desorden que reina en el gobierno de Bachelet.

 

Lo cierto es que después de la segunda vuelta vienen las elecciones legislativas, que determina una mayoría parlamentaria de gobierno. Macron dejó caer la guillotina: “si un diputado socialista desea nuestro apoyo, debe renunciar al PSF.” El pobre Jean-Christophe Cambadélis, primer secretario del partido socialista francés, exclama: “Es claro que Macron quiere destruir el socialismo francés”.

 

Que se lo diga a los numerosos “barones” socialistas que, traicionando al candidato de su propio partido, corrieron a sumarse al progresista Macron, entre ellos Manuel Valls que fue primer ministro de Hollande, el propio Hollande, y Gérard Collomb, alcalde de Lyon, segunda ciudad de Francia. Y que se lo cuente a Michelle Bachelet, socialista chilena que no se entera ni por la prensa. Coherencia…

 

La derecha francesa, la de Sarkozy, Ciotti, Estrosi, Fillon y otros eminentes reaccionarios, también llama a votar por Macron: no les gusta que la extrema derecha les quite el pan de la boca. Después de todo, el programa de Macron les va como un guante y cuentan negociar su participación en la mayoría de gobierno si el “progresista” gana en la segunda vuelta.

 

La pregunta se hace lancinante, lacerante, desgarradora: Le billot ou la guillotine?

 

Cuando un francés no está convencido por las opciones que se ofrecen a su elección, suele decir: “Ese día iré a pescar”. Forma metafórica para decir que se abstendrá, que ya se verá más tarde. Porque queda el recurso de las legislativas, el expediente de la lucha en la calle, el derecho a manifestar contra lo que vaya contra sus propios intereses. La lucha continúa.

 

Personalmente me compré una caña de fibra de vidrio multivalente, con un carrete de última generación: ríos, lagos, mares y océanos son mi programa para el domingo 7 de abril.

 

Porque desde el lunes 8, nos ponemos en campaña para pesar en las legislativas.

 

Ni billot, ni guillotine… No está muerto quién pelea.

 

 

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