Trump, el poder divino
- Análisis
Hace muchos años que los especialistas, los intelectuales y el hombre de la calle se han ido integrando a las nuevas tecnologías y eso ha conseguido la adopción de muchos nuevos términos referidos a esas tecnologías. También han aparecido otros términos que reemplazaron a unos más conocidos, como populismo por demagogia por ejemplo. Hay otros que resurgen del pasado remoto y quien los hace brillar como centellearon desde la Edad Media hasta la revolución socialista de 1917 es Donald Trump.
Uno de esos términos es autocracia. Palabra que la comunidad tenía casi olvidada, salvo cuando se lee algo de historia, especialmente la de los zares de Rusia. Autocracia es una palabra de origen griego que la Real Academia define como “Forma de gobierno en la cual la voluntad de una sola persona es la suprema ley”. De esa definición consideramos que es un régimen social y político sujeto a la voluntad de una sola persona que gobierna. Es importante analizar a este personaje en esa perspectiva.
Escribo esto porque entiendo importante el papel de la historia en la vida diaria. Esa realidad históricamente contingente que se ha generado por medio de procesos sociales, económicos y políticos.
El camino sigiloso
Calculadoramente durante la campaña electoral se fueron dando los primeros pasos que pudieran hacerle llegar al poder. Se despertaron todas las viejas pasiones escondidas en lo más profundo de muchos norteamericanos. Se recordaron momentos culminantes en que “América” era el libertador del mundo, en que USA era el “Guardián” de la paz, la seguridad y la felicidad de Occidente. Hacía a muchos soñar con el regreso al pasado glorioso. Proponía concretamente volver a hacer “Grande a América”. Así se obtuvo que el pueblo norteamericano sintiera que era “considerable e inconmensurable” lo que hoy faltaba y lo que se podía conseguir.
En columnas anteriores he recordado muchos actos del pasado de minorías yanquis que marcaron profundamente sus valores sociales y que Donald supo revitalizar. El camino era muy difícil y las posibilidades remotas, pero se ganó.
Entonces en su mente se debe haber repetido una carta que el Káiser Guillermo de Alemania escribiera a Nicolás II de Rusia por allá por los años 1894 o 95 en la que le decía “…nosotros los reyes y emperadores cristianos, tenemos sólo un deber que nos ha impuesto el cielo: mantener el principio de que estamos aquí por la Gracia de Dios”.
Perdió en el voto popular, en el voto directo, pero la Gracia de Dios le dio el triunfo porque permitió que ganara los electores.
La Gran Avenida del poder
Ahora estaba abierta la Gran Avenida que le permitirá realizar sus sueños personales de revivir la Vieja América, ésa de las conquistas y del garrote. Aquella que fue quien decidió el futuro del mundo después de Hiroshima y Nagasaki.
Para ello necesitaba ser quien dirigiera el proceso. Entonces hizo realidad sus afirmaciones sobre la clase política, ese hatajo de incapaces o sinvergüenzas. Mostró que sus palabras no tienen mucha diferencia con sus actos. Que sus acciones y decretos están destinados a cohesionar la nación y descartar y reprimir a las minorías extranjeras. Es él quien hace marchar hacia el futuro. Es quien posee fuerza, astucia y dominio.
Ya en el poder se inició la ruta que conduciría a la autocracia. Sus colaboradores fueron elegidos entre quienes, si bien pueden ser prestigiosos empresarios o ejecutivos, son personajes opacos que junto a él tienen todo para brillar y ganar.
Las condiciones del mundo se prestan para el renacer de la autocracia y para que renazca donde no existió antes, en el Gigante del Norte.
En Rusia hay un autócrata, Putín. Ex agente de la KGB, cuyo abuelo fue cocinero de Rasputín, Lenin y Stalin y que gobierna en un país de cultura autocrática. Su interés fundamental es mantenerse en el poder hasta el fin de sus días. Una vez en el Palacio de Novo-Ogaryovo, donde reside en Moscú, conversando con sus colaboradores dijo que “Los criminales más grandes de nuestra historia fueron esos peleles que tiraron el poder al suelo, Nicolás II y Mikaíl Gorbachov…” y dicen que afirmó “Yo no abdicaré nunca”.
Para eso el autócrata de USA será un gran respaldo. Siria es solo un pretexto que incluso sirve para “mostrar” que no son cómplices en nada.
Europa entiende comprensible el bombardeo a Siria. No le interesa disgustarse con el Tío Sam.
China hoy necesita de Estados Unidos para su propia confirmación como potencia, así que Trump tranquilamente le informa a su invitado que estaba enviando los misiles sobre el país del medio oriente. “Estaba sentado a la mesa, habíamos terminado de cenar y en ese momento estábamos tomando el postre, el más bonito trozo de pastel de chocolate que hayas visto jamás” dijo en su entrevista a la cadena Fox y, agregó: “El presidente Xi lo estaba disfrutando”. Por eso él no quiso que se fuera a su hotel y se enterara por las noticias del bombardeo y le dijo: “Señor Presidente permítame explicarle algo. Acabamos de disparar 59 misiles hacia Siria”. El dirigente chino, después de hacer que su intérprete le tradujera dos veces lo que dijo el mandatario norteamericano le respondió: “Cualquiera que sea tan brutal y utilice gases para hacer eso a niños y bebes… Está bien”
Corea del Norte hace juegos misilísticos que asustan al mundo. Objetivamente es una amenaza a los 30 mil soldados estadounidenses desplegados en territorio surcoreano sin posibilidad de defensa, igual que para Japón o para las bases yanquis en el Pacífico. Pero China juega al juego de Trump. En febrero suspendió las compras de carbón en Corea del Norte y ahora ha sumado a esta presión el bloqueo a la venta de petróleo y la suspensión, hace sólo unos días, de los vuelos de Air China a Pyongyang.
El mensaje es claro, para que USA deje en el pasado las acusaciones a China de manipulador monetario o la reunificación coreana, ésta debe colaborar seriamente frente a un régimen que a los chinos les resulta políticamente incómodo y cuya caída hasta sería conveniente para ellos.
Para que no nos quepan dudas de cuáles son sus preferencias, cuando más de la mitad del mundo tiene dudas sobre el plebiscito, él no las tiene y felicita al gobernante de Turquía que reforma la constitución para implantar una autocracia.
Para cerrar estas afirmaciones qué mejor que lo que dice el vicepresidente Mike Pence, “Estas dos últimas semanas, el mundo ha sido testigo de la potencia y determinación de nuestro nuevo Presidente durante operaciones llevadas a cabo en Siria y Afganistán”
Es un acontecimiento raro. Para muchos les resultará muy novelesco lo que estoy afirmando. ¿Quién podría esperar una autocracia de USA? ¿Cómo en la sociedad norteamericana puede surgir algo así?
El mandatario de USA es un empresario que siempre manejó sus millonarios negocios. Su mundo son sus empresas dirigidas por él y su familia. Ésta –la familia- hoy participa activamente en el Gobierno.
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Entonces ¿qué de raro es que sea un autócrata?
Lo que no puedo estimar es hasta dónde logrará llegar.
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