Caminar la ciudad

21/02/2017
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Los ojos sí ven pero el corazón no siente. Sucede con la peligrosa rutina, de tanto ver ya no ves, todo se vuelve parte del paisaje. ¡El bosque no deja ver los árboles! Caminar las calles de Medellín como las de Bogotá o Cali reflejan el paisaje colombiano de la inequidad, de las grandes desigualdades entre los pocos que tienen mucho y los muchos que poco tienen. Comprensible que la capital antioqueña sea la ciudad más inequitativa de Colombia entera. Además durante varios cuatrienios ocupa los peores lugares en las pruebas que dan cuenta de la calidad educativa, esto pese a que los mandatarios la declarasen como su prioridad.


Caminar las calles de la ciudad es presenciar miles de venteros ambulantes informales que se toman las aceras y las calles, muchos de ellos son puestos allí como recompensa política, sus permisos son de ley, esto equivale a la privatización del espacio público por parte de los mismos hombres de Poder, en contravía del deber ser de los bienes comunes, del espacio público que debería resguardarse para el disfrute de todos, para la libre circulación.

 

Pero decía del caminar por aquí y por allá es encontrarse con la licuadora loca del mundo de la exclusión, pobres y más pobres, ladrones y más ladrones que quieren arrebatar lo ajeno para asegurar una miga de pan. Pillos aquí y allá que despliegan su gran empresa criminal con sus millonarias cobranzas semanales a los pequeños, medianos y grandes negocios a cambio de protegerlos de los atracos, del hampa. Y quien no paga, los pillos mismos mandan a robarlos. Y como último recurso sobreviene el asesinato, es parte del negocio, business is business. Sabido es que la muerte violenta produce escarmiento, pues el miedo producido mantiene el respeto requerido para el ejercicio criminal.


Es una metodología ya muy usada que es de gran rentabilidad y de eficaz propagación, que advierte del miedo que se le debe guardar al verdugo. Por toda la ciudad pululan bandas criminales en disputa de los territorios que controlan sus plazas o negocios del vicio o del micro tráfico, hace tiempo hablan de más de doscientos grupos, que se incrementan día tras día con miles de muchachos que esperan parados en las esquinas de los barrios la más mínima seña para emplearse en su única oferta laboral que tienen en sus vidas.


Caminar y caminar, pasas del cuchillo a la bala asesina, a las calles de las bacanales, del sexo y las drogas. Hombres en chanclas y bermudas, muchos de ellos malolientes y con un español atropellado van en busca de los excesos de la vida, van apresurados como vergas andantes en busca de una sonrisa vertical, todo lo que puedan permitirse con la conversión del dólar. Es maravilla esa proporción de uno a tres mil, allá, allá en sus países de origen simples peones ordinarios, acá hechos todos unos príncipes, ello explica esa afluencia en masa de rancheros gringos en busca del paraíso perdido, en busca de la gran vida de Reyes, como en el ajedrez un peón puede alcanzar el valor de un rey.

 

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La ciudad celebra su renglón de turismo. El comercio sexual se posiciona fuerte en la Medellín primaveral, variados portales en la web ofrecen el cuerpo deseado, las adolescentes son cada vez seducidas por las pagas generosas que no tienen cuando alcanzar en otro espacio laboral. Es toda una cadena productiva que las autoridades celebran como ciudad turística, claro, sólo resaltan las sucias ganancias pero nada dicen del saldo de miseria: niños prostituidos, adolescentes inducidos al consumo de estupefacientes y usados sexualmente como depósitos de semen de turistas lujuriosos. Y las ganancias no circulan, quedan en los grandes inversores de los paquetes turísticos, en la ciudad sólo queda la suciedad en las calles, los jóvenes prostituidos y la cultura del consumo de alucinógenos, jóvenes que después de su vida útil están a un paso de la indigencia. Es el lado perverso del irreglado turismo.


Pero aconsejable es no caminar mucho, pues además del puñal que puedas topar al doblar la esquina, la gran contaminación atmosférica te puede mandar de cama. Los reportes en Medellín hablan del aumento de las enfermedades respiratorias. Hay momentos en que el sol no puede romper las nubes mugrosas de hollín. Explicable el éxodo que los ricos hacen hacia territorios más limpios y tranquilos como viene sucediendo con el territorio Llano Grande, lejos de la miseria y las bacanales escandalosos y lujuriosos del  ranchero turista.


El paisaje pintado es de creciente inequidad social, de polución y deterioro ambiental, de la toma de la ciudad por el mundo criminal. Y a todas estas ¿qué dicen los hombres de Poder? Nada pertinente, pasan de agache ante las problemáticas, importa más tener contentos a los empresarios que financian sus ambiciones de poder. Nada se dice de la industria automotriz y las fábricas que contaminan a todo dar. El mandatario le preocupa más la encuesta de turno, su imagen de chico alternativo para la próxima toma de la pantalla chica, le afana más acertar en el sólo eslogan que venderá la vanidad de una ciudad de ensueño y progreso, la ciudad de la eterna primavera. Preocupa más cómo asegurar la imagen de gobernante, cómo estar en el recordatorio de la gente para que en el día de mañana lo voten en las urnas. Recordemos que todos estos mandatarios quieren ser presidentes de Colombia, recordemos también que el poder es adictivo, todos quieren ser vanagloriados, todos quieren buscar los grandes contratos, todos quieren ser hombres de riqueza.


Importa mucho el marketing político y por supuesto asegurar que las cajas registradoras no paren de sonar, así los negociantes estarán sonrientes y complacientes. Por eso cuando vayas caminando por las calles de la ciudad y veas toda esa inequidad, todo ese contra sentido de ciudad, puedes entender por qué no se dice nada, porque se guarda silencio.


Si culminas la caminata y posas en el sillón… encendida la televisión, el canal local rueda pura propaganda, el mandatario habla sin parar con tono de delicadeza nasal y con exceso de adjetivos de gentes maravillosas, absolutamente precioso, hermosos niños, ciudad verraca. El alcalde mostrando, inaugurando obras, es la figura formateada que afana en agradar a su audiencia. Así la ciudad real vaya por el despeñadero de la inequidad.

 

Mauricio Castaño H.

Historiador

Colombia Kritica

 

https://www.alainet.org/es/articulo/183693

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