365 días juntos
- Opinión
Macri llegó a cumplir su primer año. No tuvo catástrofes políticas, ni grandes conflictos sociales. Logró un acuerdo con diversas organizaciones para lograr una (provisoria) pax social. No padeció el mítico rigor del universo peronista, sino que parte de éste colaboró con la gobernabilidad. Entabló una alianza importante con sus gobernadores. Pese al reconocimiento de emergencia social – que implicó un acuerdo con diversas organizaciones-, mantiene núcleos de legitimidad importante en varios sectores sociales.
Los datos de estas últimas semanas son interesantes. Macri baja su aprobación desde que asumió la presidencia (71%), pero la conserva en un valor significativo (55%, Encuestadora Poliarquía, 3 al 8/12).
Una gestión deslucida y con gran capacidad para hacer acuerdos precarios es sostenida por una relativa confianza en el futuro. Con indicadores sociales preocupantes (aumento del desempleo, cierre o crisis en algunas pequeñas y medias empresas, reducción del presupuesto científico, etc.) no recibe cuestionamientos severos. Un gobierno que no despliega todas las capacidades estatales, que subejecuta su presupuesto, que prescinde de las divisas que ingresan por las exportaciones de productos agrícolas, que se endeuda con el argumento de no conseguir inversiones, que debe negociar a dos bandas con gobernadores y senadores peronistas, pero que –pese a todo, repetimos- suscita una confianza a futuro. ¿Confianza? ¿Creencia? ¿Desinterés? ¿Amor? ¿Horror al pasado, a la política?
Hay algo atractivo, sociológicamente hablando. Una parte importante de la población confía en alguien que desconfía de la política como herramienta de transformación. No solo eso, que hace de la presidencia un trabajo de horarios laborales. Que puede indicar que no está al tanto sobre diversos acontecimientos, contrariando liderazgos como el de Cristina, que deseaba comunicar y transmitir lo que sabía. Este, un interesante rasgo de época, es aprovechado por el macrismo. Un retiro cotidiano de los asuntos estatales. Cambiemos, tuvo una victoria simbólica que por ahora tiene cierto rédito: “liberó” a los ciudadanos de la política. “Nosotros la hacemos. Ustedes tranquilos, sigan con su vida privada. La polis es un estorbo para la vida individual”.
Los ciudadanos y ciudadanas no son interpelados a entablar debates, a posicionarse, a reconocer adversarios. Son arrojados a su libertad individual de desatender los temas que, finalmente, condicionarán –o determinarán- sus posibilidades materiales de ejercer dicha libertad. No quieren ser parte de un supuesto héroe colectivo, ni anónimo. No quieren ser llamados. Cambiemos –el espacio de Macri- va hacia ellos, va hacia su vida privada, proponiéndoles el aislamiento de lo que tenga que ver con lo social y lo político. Podrá hacerlo hasta que la vida privada no implosione y ese malestar se articule con reclamos sindicales, sociales o culturales. Luego, tendrá que enfrentarse con la calle, con lo público. Su gran temor y preocupación.
El macrismo hace todo lo posible, no solo para que no se tome la calle, sino para que lo público emerja. Dan cuenta de este pasaje una suerte de ensayo y error al que somete las diversas decisiones gubernamentales. El humor de clases medias y de los gobernadores se ha vuelto un termómetro del macrismo. En estos días, el tema del impuesto a las “ganancias” ha impulsado al gobierno a recrear alianzas con los gobernadores peronistas para frenar el proyecto presentado por la oposición.
Lo público y la calle. Un problema de Macri. Veamos esta foto. El presidente con una hojita que dice: 1 año juntos: el tipo celebra su cumpleaños solo. Feliz pero sin nadie alrededor. Un aguafiestas con su fotógrafo/a. Un festejo algo extraño, por fuera de cualquier rictus de conmemoración conocido. Se puso una nota sobre su gestión (un 8) y se fue a su casa. El macrismo es la gran metáfora de una acción política que se retira de la calle y del afecto de sus adherentes.
El macrismo resiste. Recrea un lenguaje que articula “sinceramiento” y propuestas anti-populistas. Una filosofía del orden pensada desde la subjetividad misma del individuo. Allí linkea con el mundo cultural posmoderno. “Antes nos excedimos, vivíamos de fiesta, ahora hay que volver a lo real. Jodernos por lo que hicimos en el pasado.” La responsabilidad, entonces, siempre recala en el individuo y en una política “equivocada”.
El macrismo, in presente, se desenvuelve eficientemente en el ambiente fragmentado de la política argentina. Por ahora, y pese a magros resultados, ha logrado desestructurar a un adversario con capacidades de erosionarlo. Eso, por el momento, es poder. Veremos si logra conservarlo en 2017.
Twitter: @edegori
Fuente: http://www.celag.org/365-dias-juntos/
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