Vulnerabilidad, refugio y resistencia

14/12/2016
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La vulnerabilidad es inherente a cada ser sintiente, siguiendo a Judith Butler. Sin embargo, el grado en que se presenta está vinculado con relaciones de dominación. Por ejemplo, los agentes viejos y/o nuevos que perpetúan la acumulación por diferentes tecnologías de desposesión son responsables del mayor grado de vulnerabilidad de los “despojados”, sean estos humanos o no. Y mientras mayor es el grado de vulnerabilidad, menor es el acceso a la alimentación, al cobijo y a las redes de afecto.

 

En el desafiante tiempo presente, ensamblado de pasados disputables de una Guatemala históricamente desigual, las comunidades indígenas, campesinas y empobrecidas encarnan en sus mundos de vida las consecuencias de la implementación de los monocultivos de gran extensión, de proyectos de minería, de las hidroeléctricas, del agotamiento de ríos y lagos, así como de los usos perversos (re-usos intencionados) de los mismos. Estos proyectos, además de la acumulación de tóxicos, ejercen prácticas de desalojo en la cotidianidad de la vida de los seres sintientes; tales políticas cargan sobre sí historias pesadamente pobladas de violencias sociales, simbólicas, políticas y, económicas. En suma, son historias de producción de muerte. En este sentido, las prácticas del desalojo –con o sin orden judicial– se convierten en tecnologías de extinción del refugio y, como tal, en experiencias de “fines del mundo”.

 

Dichas prácticas arrastran, por parte de sus agentes, una clara potencia de extinción para humanos y no humanos. Al conllevar una política de acumulación por desposesiones múltiples –propia del vampirismo extractor– sus agentes y patrocinadores reducen la “natura” –con humanos o sin ellos– a un vasto campo de recursos a explotar. De esta manera, se consolida una práctica en la que emergen condiciones donde la muerte adquiere materialidad, y con ella, el cese de las potencialidades de actuar y de tomar parte en la gestión y la gestación de cómo se quiere vivir y morir en la Tierra.

 

Ante estas prácticas de extinción de refugios, las resistencias de las comunidades a través de la defensa del territorio y de la vida, son indiscutibles. Estas experiencias de resistencia comparten contingencias históricas con las recurrentes prácticas de desposesiones desde casi medio milenio, del mismo modo que los despojos adquieren actualizaciones históricamente violentas. En este sentido, los agentes de la protección y reconfiguración de los refugios son testigos potentes en gestionar estrategias de sobrevivencia –a pesar de las condiciones en las que estas se producen–. Los defensores de la vida y del territorio se convierten en agentes creativos para gestar modos de vida y de muerte aún posibles en la Tierra, corroyendo la sedimentación de las políticas de extinción.

 

En términos globales podemos pensar que la tecnología de producción de muerte no es solo una metáfora. Al comprender el aquí y el ahora de la vida y de la muerte en la Tierra como un punto de inflexión entre un antes y un ahora, siguiendo a Anna Tsing, entonces es posible caracterizarlo como un escenario donde la eliminación de la mayor parte de los refugios en la Tierra es material y simbólicamente vulnerable para miles de refugiados –humanos y no humanos. Para el caso de Guatemala, el refugio se convierte en una figura potente al concebirlo como aquel espacio garante de la alimentación, los cobijos y la colectivización de relaciones entre especies –urgencias básicas de cada ser sintiente–. Es decir, el refugio es un espacio de gestión de la vulnerabilidad con la energía de producir dignamente la vida y la muerte de cada conviviente en la Tierra.

 

Pensar las prácticas de desalojo como extirpación de los refugios invita a pensarlos como escenas en las que se ponen de manifiesto los fines del mundo para los convivientes en/de la Tierra. Y, no estoy hablando de los fines del mundo desde una ansiedad new edge, ni mucho menos, los concibo con una impronta bíblicamente apocalíptica. Me resulta más significativo pensarlos como prácticas de exterminación de aquello que es garante de la satisfacción de las necesidades básicas de cada ser sintiente en quien la muerte, en tanto efecto potencial de los procesos de des-refugio, se convierte material y simbólicamente en fines del mundo. Los refugios considerados como extinción para fines de acumulación extractiva los convierte en amplios campos de experimentación de la muerte intencionada, una práctica catastrófica en la vida de quienes son agentes de la protección y la reconstitución de los refugios.

 

Por la sobrevivencia de esta aún-posible-Tierra, ¡defensa y reconfiguración de refugios!

 

Guatemala, 12 de diciembre del 2016.

 

Marco Chivalán-Carrillo

Área de Estudios sobre Imaginarios Sociales

Asociación para el Avance de las Ciencias Sociales en Guatemala

http://avancso.codigosur.net

 

https://www.alainet.org/es/articulo/182373
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