La naturaleza viva, amenazada por las transnacionales

27/09/2016
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En México, así como en otros países, la principal preocupación es cómo aumentar la producción de alimentos lo suficiente para satisfacer el consumo interno, que es el mismo objetivo en cada uno de los países, que vaya de acuerdo al crecimiento de las poblaciones y a la necesidad del abastecimiento externo, es decir, abrir el comercio justo con aquellos países con los que se firmen acuerdos comerciales, respondiendo a la ineludible interdependencia comercial en los alimentos; complementándose unos a otros; buscando el modo de poder resolver los problemas del hambre y la desnutrición de manera global; esto hace que tratándose de la subsistencia humana o para la vida, los acuerdos comerciales de los comestibles sean de especial importancia.

 

En este asunto de los alimentos, hay varios puntos que afrontar o abordar con el fin de obtener abundantes y buenas cosechas de hortalizas, oleaginosas, cereales y frutos que reúnan la calidad nutricional, de forma natural, es decir, sin depender del uso de agrotóxicos que envenenan y matan los nutrientes que posee la tierra, maltratando y envenenando también el suelo y el agua de irrigación.

 

El crecimiento de la mancha urbana, hace que los espacios para la siembra se reduzca cada vez más, desarraigando a los agricultores, haciendo que cambien de giro por la falta de apoyo y de tierras de cultivo; la experiencia muestra que los tratados comerciales no han funcionado de manera inteligente, debido a que sólo persiguen como fin la máxima ganancia y mayor lucro; todo ello trae una situación contradictoria: desplazamiento, desocupación, bloqueo o guerra comercial entre países así también como un acentuado desequilibrio entre las importaciones y exportaciones.

 

El caso mexicano debe ser revisado y ordenado con toda veracidad, pues los gobiernos neoliberales dicen de manera errónea o equivocada que con el TLC, Tratado de Libre Comercio, firmado en 1992, “ha traído múltiples beneficios” sin mencionar cuáles, la realidad en la vida del campo mexicano es otra, contraria a lo que ellos argumentan; están discutiéndose otros tratados comerciales de mayores dimensiones: el TPP, Acuerdo de Libre Comercio Transpacífico, que de antemano tienen amplias ventajas para los monopolios y transnacionales de los EEUU, es decir, para una pequeña oligarquía, no para el grueso de la población estadounidense; éstos socavan las soberanías de los Estados y el fin es geopolítico, es decir, detener el avance de China como potencia comercial, entre otras razones.

 

Mientras en otros países hay un rechazo contundente a estos tratados (TLC, TPP, TISA, TTIP), negociadores del gobierno mexicano se doblegan ante las presiones del Presidente Obama para que ratifiquen sin condicionamientos el TPP, aunque en el propio Congreso de los EE.UU todavía no se haya aprobado. El gobierno mexicano antes que ceder a las presiones debe analizar objetivamente, que a nuestro país le falta desarrollo industrial y agropecuario fuertes para poder competir con países desarrollados y que subsidian a la producción agropecuaria de manera significativa. Por ejemplo, “los EE.UU subsidian a su sector agrícola con 956 mil millones de dólares” (La Jornada 18/09/16), mientras que en México sólo se apoya de manera mínima y selectiva a una minoría de campesinos y, en el peor de los casos, se les ha dejado a la deriva. La pobreza en el campo abunda así como en las ciudades, debido a un salario mínimo raquítico, incapaz de levantar la economía interna de México.

 

Lo conveniente para México es la diversificación de su comercio exterior y, exigir al gobierno de los EEUU una relación respetuosa en la vida política y económica, una relación diplomática de altura, sin injerencia en la vida interna de nuestro país, esto conduciría a buen término la convivencia como países vecinos.

 

Otro problema más que se suma a las megafusiones, es decir, a los tratados comerciales internacionales y éste es todavía peor, el papel preponderante que juega Monsanto en la producción agrícola, con semillas transgénicas, haciéndose extensiva, es decir, globalizada, aumentando las tensiones en sectores agrícolas e industriales. Monsanto fue adquirida por la transnacional alemana Bayer por 66 mil millones de dólares, ahora se sabe que ésta no se dedicaba solo a las medicinas, sino también a los cultivos, pesticidas, semillas, abonos, etc.

 

La repartición de las transnacionales que se dedican a cultivos transgénicos así han quedado: Monsanto, Dow Chemical, Du Pont, de los EE.UU; Bayer y BASF de Alemania y Syngenta de Suiza, éstas tienen entre sus objetivos controlar el 63% del mercado internacional, esto sería la peor pesadilla para la humanidad, para los defensores del medio ambiente y para la vida de nuestro planeta.

 

Se pretende que la compra de Monsanto por Bayer, desaparezca el nombre de la marca o su mala imagen por el rechazo que recibe en la mayoría de los países por gobiernos progresistas y organizaciones políticas y sociales, en legítima defensa de la soberanía alimentaria y, por la defensa de la naturaleza y la vida del planeta, que estaría seriamente amenazada por el uso del glifosato, la monopolización y oligopolización de las semillas para producción agrícola- alimentaria e industrial, como el algodón, etc.

 

México se encuentra inserto tentativamente para suscribir el TTP y el TISA (acuerdo relacionado con la prestación de servicios). Estos acuerdos deben ser rechazados categóricamente, porque los Estados, -en este caso el mexicano- no podrían ejercer ninguna autoridad ni regulación alguna, pues éstos acuerdos estarían bajo un régimen internacional de inversiones extranjeras rígido, es decir bajo un régimen jurídico con protección ilimitado hacia los inversionistas, ¿En qué posición quedarían las funciones y la regulación del Estado o los Estados?

 

Si creen que con las megafusiones, es decir las corporaciones transnacionales, acelerarían la producción de alimentos, con utilización de agrotóxicos , aún sabiendo que esto representa un peligro para la humanidad; sería un crimen y un grave error apostar en ellas la producción de alimentos, más rápido sería el agotamiento o desgaste de la tierra, más rápido seria la muerte de los nutrientes que hay en ella y en poco tiempo quedaría estéril, por los monocultivos y el forzamiento a que produzca a marchas forzadas. Si bien se cree que para dentro de 30 años el crecimiento poblacional en el mundo aumentaría a 3 mil millones de personas, los países tendrían la capacidad de producir lo necesario para satisfacer el consumo de la población y todavía para la demanda externa.

 

Universidades, tecnológicos y centros de investigación de México, pueden contribuir acertadamente al progreso de México, haciendo trabajo de campo con los campesinos y comunidades indígenas estableciendo vínculos científicos que lleven a mejorar y aumentar la producción y aprovechamiento de los recursos naturales, creando bancos de germosplasma de las diferentes razas de maíz, haciendo un registro estratégico de seguridad nacional.

 

¿Se podrá cambiar las formas de dirigir la agricultura a tiempo? Sí, cambiando lo más pronto posible el modelo económico neoliberal, protegiendo la madre tierra y que lleva implícito la biodiversidad ecológica.

 

Frankling Pierce, presidente de los EE.UU en el año 1854, le propuso al jefe Seattle de las tribus amerindias suquamish y duwamish comprar sus tierras y llevarlos a una reservación, el jefe piel roja dirigió un magnífico discurso, conocido como “la carta apache”, cuyo mensaje es en defensa de la vida y el territorio. Seattle dijo al final de su discurso, ante el inminente despojo: “termina la vida, empieza la supervivencia”

 

Esto no debe alcanzarnos, el presente y el futuro tiene que ser otro.

https://www.alainet.org/es/articulo/180551
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