Evangelio de Rutilio Grande

24/08/2016
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Recientemente conocimos la noticia de que la etapa diocesana que busca la beatificación y canonización del padre Rutilio Grande llegó a su fin. Ahora el proceso entra a una nueva fase, que inicia con el envío al Vaticano de los archivos que dan testimonio de la excepcional vida del padre Grande, asesinado en marzo de 1977 junto a dos campesinos: Nelson Rutilio Lemus, de 16 años, y Manuel Solórzano, de 72. En el libro del padre Salvador Carranza, Romero-Rutilio, vidas encontradas, se habla del “pequeño evangelio de Rutilio Grande”, que nos parece oportuno destacar en este contexto en el que se reflexiona sobre la ejemplaridad de este “hombre de Dios”, como lo ha llamado el papa Francisco. De Rutilio se dice que su vida y muerte martirial fueron y siguen siendo una buena noticia de Dios para los pobres, y eso es, precisamente, lo que significa “evangelio”. Veamos algunos de sus pasajes emblemáticos, pero antes recordemos el contexto en el que fueron proclamados.

 

Un punto de referencia importante para esto último lo constituye el mensaje del 5 de marzo de 1977 de la Conferencia Episcopal de El Salvador, en el que los obispos se muestran preocupados por lo que acontecía en el país; especialmente, por el aumento de la represión a los campesinos y todos aquellos que los acompañaban en su justa toma de conciencia, el incremento del número de personas muertas y desaparecidas, el aumento de la aplicación de torturas como medio de intimidación, la campaña publicitaria contra la Iglesia por parte de los terratenientes y la empresa privada —aglutinada en la ANEP—, la expulsión de sacerdotes extranjeros sin una debida explicación ni diálogo previo. Para la Conferencia, esos hechos mostraban un claro irrespeto a los derechos humanos de los salvadoreños y a los de los sacerdotes nacidos fuera del país que se identificaban con las mayorías pobres.

 

Frente a esa realidad, Rutilio exhortó a seguir con fe al hombre de Nazaret. Seguir a ese peregrino que iba por cantones y caseríos anunciando el Reino de Dios. Pero muchos prefieren, afirmó, “un Cristo mudo […] Un Cristo con bozal, fabricado a nuestro antojo y según nuestros mezquinos intereses. Ese no es el Cristo del Evangelio”. Y en seguida, propuso un desafío: “Volvamos al Evangelio, volvamos al pobre pueblo, allí se nos aclara cuando se mira turbio el horizonte de nuestro caminar”.

 

También hablaba de no subir el Evangelio a las nubes. “Dios no está en las nubes acostado en una hamaca. Allí donde hay un cristiano, ¡aunque no sea bautizado!, está el Espíritu del Padre y de nuestro hermano Jesús, el Señor, que actúan y nos invitan a construir el Reino aquí y ahora, con los pies bien en la tierra”. Luego, al estilo de los Evangelios, Rutilio anuncia con metáforas la llegada del Reino: “Jesús mentaba mucho el Reino del Padre Dios… Y le gustaba compararlo a una gran cena en una mesona con manteles largos, que alcanzara para todos por igual. Y que nadie se quedara por fuera sin su taburete y su conqué”.

 

Al comentar, en el contexto de la religiosidad popular, el canto que la tradición cristiana consagró como el Magnífica, aclaró:

 

La Magnífica que venden por ahí, a las puertas de los templos, no es para encontrar una vaca o para quitar la mujer al Juan […] Es el canto de María, la mujer tipa por humilde y servidora, que ante las alabanzas de la Chabela, su prima, se le desata la lengua: “¡Un momento, Chabela… No a mí, cantemos a Dios, nuestro Salvador, que trepa a los humildes de corazón bueno y desbarranca a los cacicones que lo quieren todo para ellos!”.

 

Ante la pregunta por la primordial contribución que los cristianos deben aportar a la vida del país, señaló:

 

No somos políticos ni caciques… Somos misioneros, o sea, enviados del Señor. Limpia y sencillamente, anunciadores del Evangelio del Reino que tiene que ver con toda nuestra vida […] Para unos será Buena Noticia; para otros, puño de sal que arde en gangrena abierta, pero que les puede sanar. [Dicen algunos:] Padre, nos están cambiando la religión. [Respondo]: No queremos cambiarles ni menos quitarles la religión y ¡ay de aquel que lo haga! El pobre solo tiene la religión y la cuma. ¡No podemos dejarles más pobres, solo con la cuma! Buscamos chapodar todo aquello que no es de Dios y nos tiene derrotados.

 

Estas son algunas de las semillas de Buena Noticia proclamadas por Rutilio Grande, sembradas en un ambiente hostil, de rechazo y persecución. Esa realidad que ponía en conflicto Reino y antirreino fue muy bien captada en un volante de la Vicaría de Quezaltepeque, distribuido en la peregrinación del 19 de marzo de 1977, donde se describía de forma dramatizada el atardecer del sábado 12 de marzo de ese año, el día en que Rutilio y sus acompañantes fueron asesinados. En la primera parte de la hoja se lee lo siguientes:

 

[Habla Jesús]: Rutilio, ¿qué haces aquí, yo aún no te había llamado?

[Responde Rutilio]: ¡Señor mío y Dios mío!, los hombres egoístas me expulsaron de la tierra. Mira mis 12 heridas de bala; ve también las 8 de la espalda de Manuel y las 4 de Nelson.

[Jesús]: ¿Qué hiciste para que despertaras tanto odio en esos hombres?

[Rutilio]: Repetir tus palabras, Señor, de acuerdo a los signos de los tiempos. No comprendieron los poderosos; de nuevo confundieron maliciosamente tus palabras de amor y justicia con subversión. Me llamaron peligroso, me calumniaron, me acusaron y gritaron: “¡Ametrállale, ametrállale!”. Recuerda cuando a ti te gritaban: “¡Crucifícale!”.

 

23/08/2016

 

https://www.alainet.org/es/articulo/179690
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