Miranda en el corazón de la patria

03/08/2016
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 miranda venezuela
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Francisco de Miranda ha sido uno de los personajes históricos que más tardíamente ha sido incorporado al imaginario colectivo venezolano. Diversas razones, entre otras, explican este hecho. Por una parte, su entrada a la historia bajo el peso de una Capitulación que fue apresuradamente juzgada y equivocadamente atribuida como traición, y en la que Bolívar jugó un papel no fácil de explicar. Por la otra, el extravío por más de un siglo de sus papeles infinitos, lo que contribuyó a sellar con el olvido sus ingentes esfuerzos por la causa de la libertad de Nuestra América; y, finalmente, la inmortalización que de sus últimos días hiciera magistralmente Arturo Michelena en su famoso cuadro “Miranda en La Carraca”, que si bien se convirtió en un icono de la plástica nacional, ligó en adelante a Miranda con la derrota y el castigo; elementos que difícilmente pueden conformar la imagen de un héroe popular.

 

La otra imagen conocida de Miranda está ligada a la Bandera Nacional. Desde niños, todos y todas aprendemos en la escuela que Miranda trajo la bandera y que Bolívar la condujo con gloria. Sólo eso. Se ignora de dónde la trajo, y mucho más el por qué y el para qué la trajo. De hecho, durante muchos años hemos estado celebrando el día de la bandera, esa que un día trajo Miranda, pero que pudo haber sido traída por cualquier otro. Es decir, hemos estado celebrando el símbolo mas no el proyecto de libertad que esa bandera representó y que Miranda quiso siguiera representando, cuando en 1811 logra imponerla de hecho como bandera de la I República de Venezuela y, potencialmente, como la bandera de la futura nación continental libre y unida, que surgiría una vez derrotado y expulsado el imperio español de América; en otras palabras, su Colombia. Esa cuya idea logró también que estuviera contenida en la primera Constitución que se dio la república, la primera en la América Meridional, y para cuya concreción eran invitados a unirse todos los pueblos libres del continente. Nada de esto, sin embargo, se tenía presente cuando se celebraba el Día de la Bandera, por lo que la relación de Miranda con el tricolor nacional terminó siendo casi una relación circunstancial.

 

Que esto fuera así durante mucho tiempo, lo prueba su casi total ausencia del imaginario popular y el hecho de que en sus escasas representaciones, fuera casi siempre la figura reclinada en el catre de La Carraca la que concitara el interés de los creadores, tanto populares como académicos, a pesar de existir otras representaciones iconográficas de Miranda que lo presentan en un papel más cercano a lo que fue la realidad de su vida y de sus ideas. 

 

De allí que no podamos sino reconocer hoy con alegría que gracias al Comandante Hugo Chávez que nos hizo reencontrarnos con nuestra historia, estemos ahora en presencia de un Miranda realmente vivo, un Miranda impregnado y a su vez impregnando los afanes cotidianos de los hombres y mujeres de esta tierra, y lo que es más interesante todavía, desde una pluralidad de situaciones y lugares geográficos que indican claramente que algo ha cambiado cualitativamente respecto a la presencia de este primer libertador en el imaginario venezolano.

 

Hoy, en un nuevo aniversario de su épica Expedición Libertadora, la figura de Francisco de Miranda parece haber entrado, ahora sí, de manera perdurable en el corazón del pueblo venezolano, y más que eso, parece haber entrado desde una dimensión actuante e identificada con el propio presente individual y colectivo. Es decir, ha entrado desde el amor y la vida, no desde la derrota y la muerte.  

 

Es así, como encontramos a un Miranda que se multiplica cual imagen caleidoscópica en notas musicales, en proclamas libertarias, en sueños tricolores de una patria única, en búsquedas sin reposo del equilibrio del mundo y de la justicia, en viajes de maravilla y de conocimiento del otro, en defensas apasionadas de la igualdad de todas y de todos los americanos, en líricas recreaciones de la naturaleza, en el reconocimiento de su lucha firme por la independencia definitiva del yugo español, a la que tantas páginas dedicó en su archivo llamado por él mismo Colombeia, y en tantas otras expresiones de su vida que de mágica manera son recogidas en las muestras expositivas que hoy se exhiben en la Casa Amarilla, en la Casa del Bicentenario, en el Museo Bolivariano, en el Archivo General de la Nación, en la Biblioteca Nacional, en el Banco Central, en el Tribunal Supremo de Justicia, en La Estancia y en quién sabe cuántos lugares más de Caracas y otras regiones del país. Decimos mágica porque no creemos se pueda explicar racionalmente esta inédita y afortunada apropiación de la figura de Miranda, hecha con tanta maestría desde tantos rincones del alma y de la geografía nacional. Sólo podemos constatarla y, más que eso, sentirla y alegrarnos de ello, porque de hecho significa que hay un nuevo encuentro del pueblo con su historia, no en términos de relato estéril, sino de ejemplo fecundante para la lucha presente por un mundo de verdadera justicia, de real independencia y de bienestar para todos y todas; sueño al que Miranda consagró la mayor parte de su vida.

 

En estos 210 años de su expedición libertadora, la alegría y la fuerza vital de este acercamiento a Miranda nos hacen pensar que esta vez el Leander no tendrá que desandar el camino; y la mirada amorosa con la que está siendo recogida la vida del Precursor, nos alienta a pensar que esta vez ha anclado para siempre en el corazón y en la mente de todos los venezolanos y de todas las venezolanas, así como en los de todas y todos los suramericanos amantes y constructores de la libertad.  

 

 

Caracas, 03 de Agosto de 2016

 

http://www.sietealacarga.com.ve/?p=3264

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/179263
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