Rostro joven de la misericordia
- Opinión
Se estima que en la actualidad hay unos 1,800 millones de jóvenes, en una población mundial de aproximadamente 7,300 millones de personas. Más del 80% de ellos vive en los países llamados “en desarrollo” o, mejor dicho, empobrecidos. Estudios de las Naciones Unidas revelan que decenas de millones no asisten a la escuela o si lo hacen, no alcanzan siquiera unos indicadores mínimos de aprendizaje. Sus perspectivas de empleo son con frecuencia funestas, por no haber trabajo disponible o ser de poca calidad. Hasta el 60% de los jóvenes de las regiones empobrecidas no trabaja ni va a la escuela, o solo accede a empleos irregulares. Más de 500 millones tratan de sobrevivir con menos de dos dólares diarios. Además, una enorme brecha digital priva a los que viven en los países pobres del acceso a la tecnología, imprescindible en la economía moderna.
Estos datos desnudan algunos de los principales obstáculos con los que se topan millones de jóvenes; obstáculos que han estado presentes como desafíos en la XXXI edición de la Jornada Mundial de la Juventud, realizada en Cracovia, Polonia. Como se sabe, estas jornadas fueron promovidas por Juan Pablo II. La primera se realizó en 1985, concebida como un instrumento de evangelización para incentivar el compromiso juvenil en la construcción de un nuevo mundo y una nueva humanidad. La reciente jornada, convocada y presidida por el papa Francisco, tuvo como lema "Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán la misericordia". El objetivo, inspirar a los jóvenes a ser una fuerza social misericordiosa. El presupuesto que subyace a este propósito es que no hay progreso humano, no hay política progresista, no hay religión verdadera, no hay desarrollo auténtico si no es acercándonos, con la acción de la misericordia, a los excluidos. Según el papa, la séptima bienaventuranza constituye un verdadero programa de vida, que nos lleva a abrir los ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hombres y mujeres privados de dignidad.
Ahora bien, suele definirse a la juventud por la edad (la ONU define a este grupo etario como personas de entre 15 y 24 años). Pero la juventud es más que eso; es una forma de ser, un modo de pensar, sentir, percibir y actuar. Estos aspectos han sido enfatizados en los discursos del papa en Cracovia. Veamos algunos de los principales fragmentos de su mensaje.
En la primera ceremonia de encuentro con los jóvenes, Francisco agradeció y reconoció las ganas, la entrega, la pasión y la energía con la que muchos de ellos viven la vida. De ahí su sentencia de que “la misericordia tiene rostro de joven”. Y en seguida explica las razones.
Porque un corazón misericordioso [presente en muchos jóvenes] anima a salir de la comodidad, sabe ir al encuentro de los demás. Un corazón misericordioso sabe ser refugio para los que nunca tuvieron casa o la han perdido; sabe construir hogar y familia para aquellos que han tenido que emigrar, sabe de ternura y compasión. Sabe compartir el pan con el que tiene hambre. Misericordia es compromiso.
Pero, por otro lado, junto a esa misericordia que se constituye en una fuerza de bien, el papa lamenta encontrar a jóvenes que parecen haberse “jubilado” antes de tiempo. Expresa que le preocupa ver a jóvenes que “tiraron la toalla” antes de empezar el partido. Que están “entregados” sin haber comenzado a jugar. Que caminan con rostros tristes, como si su vida no valiera. Le preocupa también ver “cómo hay jóvenes que pierden hermosos años de su vida y sus energías corriendo detrás de vendedores de falsas ilusiones”. Y desde el seno de este mundo, donde coexisten fuerzas de vida y de muerte, el papa pide “lanzarse a la aventura de la misericordia. Lanzarse a la aventura de construir puentes y derribar muros (cercos y alambres), lanzarse a la aventura de socorrer al pobre, al que se siente solo y abandonado, al que ya no le encuentra sentido a su vida”.
Luego, durante la vigilia que congregó a más de un millón de jóvenes, el papa cuestionó el tipo de cultura que tiende a frenar o distorsionar los ideales juveniles. Habló de los “adormecidos, muñecos, embobados” que dejan que los más vivos —no los más buenos— decidan su futuro. Aclaró que no venimos al mundo a “vegetar”, a pasarla cómodamente, a hacer de la vida un sofá que nos adormezca, sino a dejar huella. En este sentido, exhortó a ir por los caminos siguiendo la “locura” de nuestro Dios, que nos enseña a encontrarlo en el hambriento, en el sediento, en el desnudo, en el enfermo, en el amigo caído en desgracia, en el que está preso, en el prófugo y el emigrante, en el vecino que está solo. Ir por los caminos de nuestro Dios que nos invita a ser actores políticos, pensadores, movilizadores sociales.
Finalmente, en la misa de clausura, el papa hizo un llamado a no dejarse anestesiar el alma y a decir un “no fuerte al doping del éxito a cualquier precio y a la droga de pensar solo en sí mismo y en la propia comodidad”. En definitiva, en la Jornada Mundial de la Juventud 2016, Francisco ha pedido seguir creyendo en una nueva humanidad que no acepta el odio entre los pueblos ni ve las fronteras de los países como una barrera, una humanidad guiada y animada por la misericordia.
- Carlos Ayala Ramírez es director de radio YSUCA, El Salvador.
Del mismo autor
- Rutilio, Nelson, Manuel y Cosme en camino a la ejemplaridad universal cristiana 01/09/2021
- Necesidad de construir una ciudadanía ecológica 17/08/2021
- Con la vista puesta en la democracia 10/05/2021
- A 41 años del martirio de san Óscar Romero 23/03/2021
- Mirada creyente del papa Francisco ante el Covid-19 y otras pandemias 12/03/2021
- Llamados a ser testigos de la verdad 02/02/2021
- ¡Cuidado con la perniciosa “levadura” de Trump! 19/01/2021
- Actuar para humanizar 14/01/2021
- Saber discernir y elegir 11/01/2021
- Profetas y testigos de la cultura del cuidado 05/01/2021