Comunicando la deshistorizada paz de los vencidos

01/07/2016
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¿Si se construye dentro de, o en consenso con la zona capitalista ¿sucederá la paz?

 

Ante el avance del proceso de negociaciones entre las FAR-EP y el gobierno de Juan Manuel Santos para lograr el fin de la beligerancia militar y la paz en Colombia, que sesiona en la Habana.

 

 Después de más de un año de iniciado el de normalización de las relaciones bilaterales entre los EEUU y Cuba sin que las demandas fundamentales por parte del gobierno revolucionario en la isla hayan sido ni siquiera iniciadas (seguimos del lado de adentro de la zona bloqueada, desde hace más de medio siglo, por los gobiernos estadounidenses).

 

 Tras las peligrosas perturbaciones que la política angloestadounidense y la OTAN-UE perpetran en su persistencia por desguazar al Medio Oriente a través de una “guerra contra el terrorismo” que la misma hegemonía angloestadounidense engendró.

 

Sumándole a ello la escalada de la guerra de cuarta generación contra el gobierno bolivariano  y chavista (legítimo) de Venezuela, no queda otra alternativa que discernir la intensión imperialista de introyectar, culturizar un modo de paz que asista a la eternización del sistema capitalista en crisis.

 

En principio.

 

Existe una acumulación histórica que soporta a la vida cotidiana. Y es necesario aprenderla en su contexto histórico. Dos personas comentan un problema privado y en esa conversación cada una sabe de lo que está hablando la otra. Eso se denomina saber mutuo; y va conformado una memoria común que permite la comunicación entre las personas. Se conversa (dialoga, debate, consensa) para procesar información hacia conocimiento históricamente contextualizado, para confirmar o actualizar el conocimiento que se posee del otro, o los otros de su propia cotidianidad, o de la cotidianidad de los otros. Cualquier evento con posibilidades de actualizar nuestra capacidad de procesar información hacia conocimiento históricamente en contexto, forma parte de la historia cultural.

 

Cuando dos o más personas poseen la capacidad cualificada de poder conversar –con independencia del medio que se utilice-, y entenderse mutuamente, se puede decir que existe una memoria común entre ellas, que comparten y actualizan continuamente; aún si desde culturas diferentes.

 

Sin esa memoria común, actualizada, no hay posibilidad de acceso a la memoria histórica que guarda una familia, una cuadra, una ciudad, una comarca o un país.

 

Los sistemas de enseñanza pública de un país transmiten información mediante procesos de aprendizaje intelectivo a fin de que las personas puedan discernir la porción de esa enorme e inabarcable acumulación histórica vigente en ese momento. Es decir, un resumen de esa memoria en contexto histórico.

 

Es poco o nada lo que se puede comunicar sin la información –procesada hacia conocimiento en contexto histórico determinado-, pertinente de esa memoria histórica o memoria cultural convertida en conocimiento, a través del saber mutuo.

 

Siendo la lengua o el idioma, la base esencial que sustenta a una cultura (equivalente a modelo de sociedad), el dominio de ella, es decir, hablar bien o entender bien lo que se nos dice más allá de una elemental alfabetización, tiene hoy en día una importancia vital.

 

De ahí que la hegemonía imperialista angloestadounidense incluya, mediante su supremacía codicial (la emergencia hegemónica del inglés en su versión estadounidense como la lengua franca globalizada) el control y manipulación sobre los idiomas, las culturas y políticas que se manifiesta en la propiedad transnacional y control intrusivo sobre las redes digitales para un modo de procesamiento de la información sometido a su predominio comunicacional.

 

La hegemonía global es, esencialmente, comunicativa –para dominar culturas-, porque la norteamericana no es la Cultura del mundo, como pretende. La semiosis que sostenga a una hegemonía como la angloestadounidense, estará obligada a devenir sistémica, mediante interacciones que legitimen a una relación de dominio, e incluya solo a quienes hagan la norma del canon impuesto. El resto deberá subordinarse a esa reproducción comunicativa. La tensión cultural que caracteriza a las crisis capitalistas, y refuerza a la rigidez en la dominación comunicativa se dilucida como sistémica, a partir de que esa tensión es manipulada para deshistorizar al ejercicio del poder hegemónico. Lo que se intercambia en esa tensión a través de sistemas comunicativos debe inferirse “eterno”, que existirá siempre.

 

Limitar la complicación del análisis crítico sobre la comunicación, solo a procesos dentro de la cultura masiva o cultura de masas, mueve a una semantización política pasiva lo que la hegemonía comunicativa angloestadounidense, promotora de la cultura capitalista a escala global nos impone, por un lado; y a una paupérrima perspectiva teórico analítica que mutile a la acción de la comunicación con equidad, por el otro.

 

Deshistorizar al discernimiento crítico anticapitalista posible a comunicar, borrando cualquier rastro semántico de dicha acumulación sustituida por la reiteración semiósica de un presentismo amnésico…, (se ha advertido) deshistorizando al presente, los ideólogos de las clases dominantes nos inducen a las nuevas generaciones a no mirar hacia atrás (“pasar la página”). Sin historia detrás de nosotros quedaría el vacío, el desierto helado de la memoria, empezaríamos de cero. Este horror imperialista cotidiano se volvería eterno.

 

Los errores del proceso revolucionario bolivariano, agudizados decisivamente por medio de una guerra política y económica cuya culminación llevó a la ultraderecha genocida local a alcanzar una mayoría circunstancial, ha permitido que el intento de derrocamiento a través de un llamado (irónicamente) “golpe blando” del gobierno constitucional de Maduro Moros; donde el intento de amnesia histórica a imponer sobre las mayorías resulta imprescindible.  

 

Si bien es cierto que fue durante el segundo mandato del gobierno de Barack Hussein Obama que acaeció el 17D-2014, a partir de cual comenzó ese proceso de normalización de las relaciones bilaterales entre los EEUU y Cuba; y de que formalmente Obama ha pedido al Congreso estadounidense que desmantele al bloqueo, que no a la Base (ilegal) de Guantánamo, ni a la actividad subversiva radioelectrónica contra la isla. También lo es que su arenga de marzo en la Habana fue realmente explícito al advertir en su estilo “smart power” que  resultaría indispensable una respuesta de parte del gobierno revolucionario de la isla; e insistió en la necesidad de “pasar la página” de la Historia (aún no ha aclarado a cuál “libro” de Historia se refiere).

 

Se evidencia una pasividad social sórdida en cierta porción de la población local de la isla. Los procesos de malversación cuando ya cada vez mucho menos va siendo la insuficiencia salarial su detonante; la haraganería expresa en el compromiso político, o su manifestación “light” que se soporta en la simulación. El analfabetismo funcional que cerca agresivamente al grado pertinente de cultura política equivalente al de cultura general. La pandemia del éxito a cualquier precio proveniente de una semantización enfermiza de los referentes que permanentemente y de manera indiscriminada nos “bombardea” la hegemonía angloestadounidense; ahora (“que la están peinando”) que ya están abiertas las embajadas en las capitales políticas de ambos países –solo restan por visitar a la isla Mickey Mouse y el Pato Donald. Aún se interpreta a la tecnología como el sumun (“despolitizado”) del nivel de cultura a alcanzar por una sociedad; la tecnofilización de la memoria en busca de la pacificación mental de las mayorías. Un grave peligro latente para Cuba durante ese proceso de normalización…, que pone en riesgo a la indispensable unidad del país que garantice los avances del socialismo en un contexto político y cultural soberano.

 

La paz es indispensable para Colombia y para toda la región, pero ¿cuál paz?

 

Apenas va quedando duda alguna de que se gesta la eternización de una paz burguesa; el retorno a lo mismo mientras el sistema capitalista en crisis dilucida dónde nos coloca. A través de un modo de dominación “pacifica” que: "constituye una producción de relaciones como resultado de la victoria en la confrontación. Un punto de alcance de una nueva etapa en el proceso posterior al triunfo [del dominador imperialista], o sea: la construcción de un dominio estable. En otras palabras: la paz, momento estratégico de la confrontación y al mismo tiempo resultado de la victoria previa en el enfrentamiento. Si la derrota es tal que no se visualiza en el campo de los «observables» ninguna posibilidad de revertirla, los sujetos sociales dominados y vencidos empiezan a otorgar consenso al vencedor y a «olvidar» el turbio origen de la paz, autorrepresentándose imaginariamente la situación posvictoria como una relación eterna, sin origen y sin futuro. Deshistorizar el ejercicio del poder, he ahí la clave para su reproducción [imperialista].”[1](1)

 

Debemos reflexionar y actuar críticamente antes de poner la punta del primer pie en zona de paz burguesa. Todo es política; esencialmente la deshistorización del poder hegemónico imperialista, dueño de la paz que se “comunica”.

 

 

 

[1] (1)Néstor Kohan. Gramsci y Marx. Hegemonía y poder en la teoría marxista. Libros Libres. Rebelión. http://www.rebelion.org.  Págs. 18-120.

https://www.alainet.org/es/articulo/178496
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