Retos de alta montaña

27/06/2016
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 pobreza peru
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El uso del charqui como herramienta para combatir la anemia es una alternativa que no solo intenta recuperar los conocimientos ancestrales sino que incorpora a los miembros de las comunidades como agentes activos y decisivos en la tarea del cambio social.

 

La anemia y la desnutrición siguen siendo dos grandes amenazas para la salud y el futuro de las nuevas generaciones. En la zona andina del Perú, miles de niños menores de tres años la padecen. A pesar de los esfuerzos desde varios frentes, sigue siendo una tarea pendiente  del gobierno y una preocupación permanente para las familias.

 

A tan solo diez minutos del centro de la ciudad del Cusco, Ruth Castillo (23), joven madre de dos niños, ha perdido la cuenta de las veces que intentó combatir a un enemigo invisible. Visita semanalmente  el centro de Salud del distrito periurbano de San Gerónimo con su hijo Diego Eloy en brazos. El niño, de un año y dos meses de edad, es  evaluado y recibe tratamiento para revertir la anemia severa que padece. Si ser madre es ya un desafío,  en la región andina del Perú  es una doble hazaña.

 

Frente a la escasez de recursos, más que una opción, la lactancia materna es la solución más cercana y eficiente para mantener a sus hijos con buen peso durante los primeros meses de vida.

 

Diego sufre de anemia por ferropenia (deficiencia de hierro en el organismo). Su madre aún lo alimenta con leche materna, con lo que la familia produce en su pequeña parcela de tierra y con lo que alcanza a comprar en el mercado local. La carne no es una opción habitual para la gran mayoría de bolsillos, incluido el de Ruth, y es precisamente esa la mayor fuente del mineral ausente en la sangre del niño.

 

Condiciones como estas son las que han venido dibujando en los últimos años un panorama previsible: en algunas zonas de la sierra peruana la anemia afecta a más de la mitad de los niños menores de 36 meses: 53.7%, el promedio en zonas rurales de la región andina y en algunas poblaciones de Puno y Ayacucho, la cifra  bordea el 74%.

 

 

Dos madres en Auquibamba recurren al centro salud para recibir asesoría sobre nutrición complementaria. Para las madres de la región andina, la lactancia materna exclusiva es una práctica generalizada.

 

Algunas medidas del gobierno han intentado revertir el problema. Hace casi un quinquenio que empezó a aplicar en las zonas de mayor incidencia, un programa de distribución de suplementos nutricionales: un compuesto de micronutrientes en polvo que contiene hierro, vitaminas A y C, zinc y ácido fólico, y se añade directamente a las comidas de los bebés y niños entre 6 y 36 meses. El sobre- al que las madres conocen como “Chispitas”- es, según las disposiciones sectoriales, un suplemento preventivo que se administra por periodos de seis meses durante los tres primeros años de vida del niño. Ruth no tuvo acceso a este suplemento con su hijo mayor, de 4 años. Y con Diego, que ha pasado del riesgo a la realidad de la anemia, el compuesto no está dando resultado.

 

 

Vicenta, madre de siete hijos, vive en Karkatera, Apurímac, uno de los poblados anexos a la ciudad. Es quechua hablante y la información necesaria para cuidar la alimentación de sus hijas más pequeñas de 3 y 7 años llega a duras penas a través de las promotoras de salud de la zona.

 

Ruth luce angustiada.  Diego es pequeño y frágil. A simple vista su peso está muy por debajo del que le corresponde a un niño de su edad. Ella no sabe darme razón de la brecha que lo separa de la normalidad. No recuerda números. Solo sabe que su niño no está bien. Le pregunto si recuerda las indicaciones del médico, si además de la anemia hay también un diagnóstico de desnutrición que amenaza un poco más el futuro de Diego. Me mira y guarda silencio.

 

En enero de 2015, el Ministerio de Salud del Perú estableció una nueva guía de acción, adquirió 235 millones de sobres de micronutrientes y determinó la necesidad de aumentar la distribución entre las madres a través de los centro de salud de todas las regiones. Para el 2016 se tiene prevista la adquisición de 300 millones de sobres y mejorar la cobertura a nivel nacional.  El tratamiento, que era  preventivo,  ahora intenta detener una situación de urgencia.

 

Aunque la anemia en gestantes tiene en el Perú una prevalencia de alrededor del 30%, la calidad de la leche aún garantiza reservas nutricionales importantes.

 

Aunque los esfuerzos conjuntos de autoridades y organismos no gubernamentales han logrado disminuir algunos puntos porcentuales, si las cifras se mantienen sin cambios radicales, el destino de más de la mitad de los casi 1 700 000 niños que forman la población infantil menor de tres años estará marcado para siempre: el aporte de hierro que, en términos generales es importante, en el infante es  fundamental, sobre todo, para el adecuado desarrollo neuronal y, por ende, cognitivo. La falta de ese mineral puede generar además de alteraciones motoras y de conducta,  daños a nivel auditivo y visual. Si bien una vez remontado el cuadro, un niño puede recuperar sus capacidades en atención y memoria, las consecuencias de la ferropenia son irreversibles en cuanto a la capacidad de adquirir nuevos conocimientos. Esta es una verdad que establecen los estudios científicos y que reconocen los documentos oficiales del gobierno peruano sobre la materia. Entre estos, el Plan de salud 2014- 2016.

 

 

Ruth y su hijo Diego asisten al centro médico de San Gerónimo para recibir asistencia terapéutica y asesoría nutricional. La anemia de niño es persistente. Ya ha afectado su crecimiento y empieza a hacer mella en su conducta.

 

El monitoreo mensual del crecimiento y desarrollo de los niños menores de 36 meses  y la consejería sobre nutrición son algunas de las medidas que más  han calado en las comunidades alejadas de la ciudad. La participación de los miembros de las propias comunidades como promotores de salud ha facilitado este acierto. En el centro de salud de Anta, provincia ubicada a 30 kilómetros de la ciudad de Cusco, se atienden 600 niños. Carmen Vargas, es la promotora de salud de este establecimiento y señala que de estos casi un 60% presenta  cuadros de anemia leve o moderada. A ellos se les está dando tratamiento con las “Chispitas”.

 

Uno recorre las zonas aledañas y el panorama sigue dibujando la misma figura. En Markjo, una comunidad campesina cercana a Anta, el centro comunitario de atención a la madre y el niño es la base de control e información. Dos carteles de grandes dimensiones ocupan dos de las paredes del local comunal. En uno, el listado de las madres gestantes y los datos de seguimiento de atenciones. En el otro, el de los niños menores de tres años.  Elizabeth Cansaya Auca, la promotora de salud del lugar comenta que hasta noviembre de 2015 había 30 niños en ese rango de edad. De estos hay tres en observación por baja hemoglobina y dos con diagnóstico de anemia.

 

Las cifras de la región Cusco y de otras como Huancavelica, Ayacucho o Apurímac aún llaman a alarma.

 

 

La calidad de los servicios públicos, especialmente la provisión de agua, es una de las causas de la parasitosis y las infecciones intestinales en niños, dos condiciones que aumentan el riesgo de anemia y desnutrición.

 

A cuatro horas por carretera, desde Cusco, vamos bajando casi mil metros de altura bordeando montañas y mirando un abanico de tonalidades verde hasta llegar a Abancay, capital de la región Apurímac. Seguimos en el corazón de los Andes, a 2378 metros sobre el nivel del mar. Allí también hay anemia. La cifra oficial de la última estadística oficial, el 2014, es de 53% en la población de niños entre 6 y 36 meses con cuadros de anemia leve o moderada.

 

Las situaciones más riesgosas son las de los centros poblados aledaños a la ciudad. Casas dispersas, poca disponibilidad de transporte, largas esperas y muchos kilómetros por caminar. Ese es el día a día para una madre andina. Leslie Alarcón es la técnica de enfermería a cargo del puesto de salud de Huayllabamba, un centro poblado rural, a diez minutos del centro de la capital de la provincia. Hay  tan solo 13 niños menores de tres años registrados en su padrón. La dispersión de las viviendas y las dificultades para movilizarse provoca dificultades en la participación y adherencia a los programas de salud. Muchas veces es ella quien debe caminar unos cuantos kilómetros para  las visitas periódicas de evaluación del crecimiento y desarrollo infantil (CRED).

 

Revertir la situación sigue siendo uno de los mayores retos que enfrentan los programas de protección a la infancia que ponen en marcha diferentes organizaciones no gubernamentales en convenio con gobiernos locales. En zonas como Huanta y Vilcashuamán, pequeños poblados rurales en Ayacucho, donde la cifra ha alcanzado al 74% de niños con anemia, la Fundación Acción Contra el Hambre (ACF) puso en marcha un estudio con interesantes perspectivas y resultados. Se trata del uso de técnicas ancestrales para procesar alimentos ricos en hierro y reforzar la alimentación de los niños. La meta era reducir la prevalencia de la anemia en niños entre 6-36 meses en las zonas de intervención. Los resultados arrojaron una disminución de 12 puntos porcentuales en las cifras: de 74% a 62%.

 

En algunas zonas de la sierra peruana la anemia afecta a más de la mitad de los niños menores de 36 meses: 53.7%.

 

El gran protagonista del estudio es el charqui (ch’arki, en quechua), una tradición andina milenaria  que ahora  contribuye a  resolver el problema de la anemia infantil, en especial entre los niños y niñas de las poblaciones rurales andinas. En el marco de su Programa de Prevención y Control de la Anemia, Acción contra el Hambre impulsó como proyecto modelo la preparación y consumo de este viejo conocido de la cocina peruana: la carne salada secada al sol o la sangre cocida y posteriormente sometida a ese mismo proceso. El proceso permite una  mejor conservación y un mayor aprovechamiento de esta valiosa fuente de hierro. En su documento final Procesamiento y Utilización de Alimentos Ricos en Hierro para la Prevención de Anemia en Niños y Niñas menores de tres años en la Zona Andina, se incluye,  además del balance de acción en la zona, recomendaciones y recetas gastronómicas incorporando estos productos en la dieta infantil.

 

“De los estudios que realizamos en el marco de la intervención se obtuvo que  los niños entre 6 y 8 meses  están consumiendo 1.1 mg de hierro diariamente, cuando su requerimiento nutricional es de 11 mg. Un niño entre 9 y 11 meses está consumiendo 2.3 mg. cuando debería estar consumiendo 11mg. Y son cifras que coinciden con los reportes del Centro Nacional de Nutrición y Alimentación”, explica Alejandro Vargas Vásquez, coordinador de programas y proyectos de Acción contra el Hambre. La alta demanda de hierro de los primeros años de vida del niño contrasta con su limitada  capacidad gástrica. De ahí la importancia de cubrir los requerimientos  nutricionales con alimentos de alta concentración. El charqui responde a esas necesidades.

 

El promedio en zonas rurales de la región andina y en algunas poblaciones de Puno y Ayacucho, la cifra  bordea el 74%.

 

El avance sostenido del problema  obedece también a otros factores.  “Hasta hace algunos años los establecimientos de salud no estaban adecuadamente equipados ni capacitados para el diagnóstico”, comenta Vargas, representante de ACF. También se ha tenido que incidir en aspectos como el momento adecuado de corte del cordón umbilical: durante el parto, del cordón se debe dejar dos o tres minutos antes de proceder a  cortarlo. Eso puede asegurar que el niño tenga una reserva de hierro de tres o cuatro meses. Si se corta apresuradamente esa provisión de hierro, se pierde. Por ello, la  nueva Guía Técnica del Ministerio de Salud para el diagnóstico y tratamiento de la anemia incluye una adecuada capacitación del personal de los centros de salud y hospitales regionales.

 

La prevención y el tratamiento de la anemia no es solo una cuestión de desarrollo humano y respeto a los derechos básicos de los niños. El costo económico para el país es alto: las cifras muestran que si no se aborda el problema, cada año se pierde un equivalente al 0.62 del PBI,  alrededor de 2,777 millones de soles. Una conclusión importante de este resultado es que la pérdida mayor se concentra en la menor productividad de una persona cuyas capacidades de aprender se han visto mermadas a causa de la anemia. Actuar es urgente.

 

Link del reportaje: http://goo.gl/YWxUE5

 

Fuente: Gran Angular

www.elgranangular.com

https://www.alainet.org/es/articulo/178405

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