Las encuestas de opinión y las percepciones ciudadanas

13/06/2016
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1. Introducción

 

Es inevitable que las encuestas de opinión pública serias inviten a una reflexión en torno a sus resultados más relevantes. Es el caso de las encuestas que se realizan periódicamente en la UCA, de las cuales siempre se pueden extraer lecciones importantes.  No hay nada que objetar, por tanto, ni al rigor ni a la ética de la institución. En cambio, hay que hacerse cargo de las evidencias que apuntan en torno a las percepciones de los salvadoreños y salvadoreñas en unos momentos ciertamente complicados, en los que se han acumulado (y han hecho eclosión) problemas heredados del pasado –fracaso del modelo económico terciarizado, deuda de pensiones, violencia social y criminal, deterioro ambiental, entre otros— y en los cuales se comienza a atacar frontalmente esos problemas y, en consecuencia, apenas se comienzan a vislumbrar las señales de que las cosas están mejorando.

 

2. La formación de las percepciones

 

Un asunto digno examinar –y al cual no se le suele prestar la debida atención— tiene que ver con los factores involucrados, directa e indirectamente, en las formación de las percepciones (creencias, valoraciones y opiniones) de los ciudadanos. Una opinión inmediata –y quizás superficial— sostiene que esas percepciones están determinadas por la realidad en la que viven las personas, de tal suerte que la visión que se recoge en una encuesta vendría a ser una especie de reflejo de la situación real en la que vive la gente.

 

Sin que se niegue que la realidad efectiva influya en las percepciones ciudadanas, no está claro que estas últimas sean un reflejo fiel de aquélla. Como saben los expertos en ciencias sociales, las percepciones de la gente, más que la realidad efectiva, lo que reflejan es la subjetividad de las personas. Y, cuando se trata de percepciones recabadas y sistematizadas a partir de una encuesta de opinión, también se hacen presentes los motivos, intereses y subjetividades de quienes realizan el sondeo. Determinadas preguntas sugieren (marcan la pauta e inducen) determinadas respuestas, o, lo que es lo mismo, con las preguntas que se hacen en un sondeo de opinión se ofrece un marco de posibilidades de respuesta, lo cual es inevitable, dado el artificio analítico propio de las investigaciones sociales en materia de opinión pública.   

 

Otra cosa que se sabe bien en las ciencias sociales es que las percepciones son una elaboración simbólica, que se construye a partir de diversas fuentes, entre las cuales, además de la propia vida en los contextos en que la misma se realiza –y el significado que cada cual le otorga a esos contextos—, son sumamente relevantes las instancias culturales, las instancias educativas y, hoy por hoy, las instancias mediáticas en toda su diversidad (gráfica, textual y virtual). Es decir, las percepciones no sólo se nutren de la vida efectiva de las personas, sino también de los recursos simbólicos que ellas interiorizan a lo largo de aquélla. Aceptar lo contrario, supondría asumir que la gente se enfrenta a la realidad directamente, sin mediaciones simbólicas (sin lenguaje) y sin supuestos subjetivos previos.   

 

3. Las grandes empresas mediáticas y las percepciones

 

¿Por qué las personas tienen las percepciones que tienen? Esta pregunta sólo puede responderse afirmando lo siguiente: por las influencias culturales y simbólicas a las que se ven expuestos (y que han interiorizado a lo largo de su vida), además de por las condiciones reales en las que se desenvuelven. De hecho, estas condiciones reales de vida están teñidas (muchas veces opacadas y distorsionadas), por aquél simbolismo que es el que alimenta los valores, las creencias, las actitudes y los hábitos de la gente.

 

En el caso concreto de El Salvador, es indudable el impacto subjetivo que tienen las grandes empresas mediáticas con sus elaboraciones sobre el tema de la inseguridad. Los dos matutinos nacionales ilustran bien el tipo de elaboraciones que llegan a la gente desde esas empresas. Por ejemplo, en plena época navideña no cejaron en sus esfuerzos por mantener presente en la gente las cifras de homicidios y el 7 de enero de 2016 –en una primera plana digna de la peor bajeza ética y periodística— La Prensa Gráfica anota lo siguiente: “26 homicidios cada día durante 2016”.

 

Lo bajo no consiste en informar de los homicidios durante los primeros días del año, sino en dejar en el imaginario social la idea de que “durante 2016” se han tenido 26 homicidios cada día. Se hace un juicio sobre todo el año (el cual apenas comienza), dejando en el ambiente la sensación –de la cual se nutren las percepciones de la gente— de que en 2016 la muerte rondará por doquier.

 

No hay manera más efectiva de generar pánico colectivo, incertidumbre y desesperanza que crear escenarios (simbólicos) que anuncian muertes violentas en cualquier lugar y en cualquier momento del día. Las grandes empresas mediáticas están trabajando en esa dirección con un empeño fuera de toda proporción, lo cual es ciertamente nocivo para la generación de una cultura cívica acorde con los valores y principios de la democracia.

 

4. Sondeos de opinión y percepciones  

 

Cuando se indagan las percepciones de un grupo social determinado lo que se está examinando no es la dinámica real (económica, política, cultural, ambiental) de una sociedad, sino cómo las personas viven subjetivamente esos dinamismos y cómo se comportan (o se pueden comportar) en consecuencia. Este es el sentido profundo de investigaciones de esa naturaleza.

 

No lo es asumir las percepciones de la gente como “verdades” acerca de la realidad. Es interesante y obligado hacer el cruce entre los dinamismos de la realidad –que requieren instrumentos de investigación distintos de los sondeos de percepción— y las percepciones ciudadanas. Las  percepciones de la gente son, pues, un claroscuro; una imagen de su realidad efectiva, pero no una copia, sino una elaboración simbólica, que puede alejarse o acercarse más a la realidad, según sea la calidad de las fuentes que la nutren.

 

Esta visión y ese compromiso investigativo estuvieron presentes en los esfuerzos de quienes hace dos o tres décadas querían no sólo conocer la realidad nacional, sino incidir en las percepciones de las personas para alentar otros comportamientos. El supuesto era que esas percepciones estaban distorsionadas y que las investigaciones (académicas) de opinión pública ayudarían a conocer mejor el grado de distorsión (ideológica) vigente. A nadie se le ocurría entonces que en esas percepciones se encontraría una descripción fiel de la realidad. Esto último sigue siendo sigue siendo válido en el presente; sin embargo, es algo que ha sido abandonado, junto con el espíritu crítico de la investigación social y del estudio de las ideologías que estuvo en el origen de los estudios de opinión pública en el país.

 

En lugar de ese espíritu crítico se ha impuesto la moda –una moda mal intencionada— de hacer de los sondeos de opinión –dando por descontado que las percepciones que ahí se recogen son un reflejo de la realidad— un instrumento para responsabilizar a los gobiernos del FMLN –la moda comenzó con Mauricio Funes y continua con el Presidente Sánchez Cerén— de los problemas (sociales, económicos, políticos) existentes en el país y que, de una u otra forma, se detectan en las percepciones ciudadanas.

 

5. La evaluación de dos gestiones presidenciales: Armando Calderón Sol y Salvador Sánchez Cerén

 

La forma de proceder descrita arriba no era la predominante antes de 2009, por no decir que era inexistente. Para ilustrar esta afirmación, basta con hacer referencia al gobierno de Armando Calderón Sol (1994-1999). Hay bastantes elementos de juicio para sostener que el suyo no fue un mal gobierno; incluso quizás se trató del mejor de los cuatro gobiernos de ARENA. Pero en su mandato, se generaron graves problemas de violencia y de inseguridad. El estudio de la UCA y el BID de 1997 así lo confirma[1]. Nadie lo acusó de ser el responsable de la escalada de violencia criminal que en 1994 dejó un saldo de 9,135 homicidios y en 1995 de 8,485 homicidios[2].

 

Los esfuerzos en esos años y los siguientes, hasta 2009, se centraron en examinar las raíces sociales, económicas, culturales e institucionales de la violencia social y la violencia criminal, no en buscar argumentos para responsabilizar a los gobiernos de esos fenómenos. En el caso de Calderón Sol, nunca se la acusó de ser el culpable de la violencia y la inseguridad. La crítica que se le hizo fue la de haber pretendido restarle importancia al problema, lo cual se reflejó en el empeño de su gobierno por impedir que se divulgara el estudio magnitud y costos de la violencia en El Salvador. El gobierno  estaba empeñado en vender la imagen de un país en el que imperaba una “cultura de paz”, y el estudio de la UCA y el BID empañaban esa imagen.

 

Los gobiernos de ARENA, que siguieron al de Calderón Sol, tampoco se vieron sometidos a ese esquema acusatorio. Ni Francisco Flores ni Antonio Saca fueron declarados culpables de la inseguridad y de la violencia. La crítica se centró en el uso político que hicieron de la persecución de las pandillas, en su falta de determinación para combatir el crimen organizado y la impunidad (crítica que iba dirigida en igual medida a la Fiscalía General de la  República y Órgano judicial) y en lo equivocado de haber criminalizado a las pandillas[3]. A nadie se la hubiera ocurrido decir que la inseguridad –o la difícil situación económica, que ya era un tema recurrente entonces— era culpa de cualquiera de esos gobiernos y de los presidentes. A nadie se la hubiera ocurrido, porque sostener tal cosa era poco serio desde un punto de vista analítico y teórico.

 

En el presente, se ha olvidado el rigor y, por ejemplo, en la última encuesta de la UCA –salvo en el apartado en el que indaga por el papel de la Fiscalía (que por cierto no sale bien evaluada por la población entrevistada) el objetivo del estudio parece ser evaluar al gobierno desde la percepción ciudadana, y no evaluar la situación del país, pese que es el objetivo que se enuncia expresamente[4]. Así, el esquema del Boletín de prensa y el sentido de las preguntas que se hacen apuntan a relacionar los problemas del país –en materia de inseguridad y de economía— con el gobierno y con el Presidente Sánchez Cerén. Es justamente eso lo que de estaca en el texto de análisis y se remarca en las conclusiones:

 

“Sin embargo –se concluye—, la base de las apreciaciones negativas sobre el estado actual del país no se circunscribe a las percepciones ciudadanas sobre la marcha de la economía y la seguridad. Uno de los aspectos que cobra mayor peso [son] los juicios negativos sobre la valoración del Gobierno y el desencanto ciudadano respecto de las expectativas de cambio que generó el Gobierno a su llegada al poder… el descontento de la población respecto al actual gobierno y su capacidad para responder a las demandas más apremiantes de la población, se está traduciendo en un progresivo deterioro de los índices de aprobación gubernamental y en una clara erosión  de la imagen del partido en el poder”[5].

 

Las apreciaciones ciudadanas recogidas por la encuesta son lo que se obtuvo de haber preguntado lo que se preguntó, lo cual es legítimo. En cambio, afirmar que el descontento de la población es por la incapacidad del gobierno para responder a sus demandas más apremiantes es un asunto de interpretación de quienes elaboraron el estudio.

 

Es legítimo interpretar, pero hay que hacerlo de manera explícita, de forma que quede claro que se trata de valoraciones y no de hechos. Está bien que los autores suscriban la tesis de que el gobierno no está respondiendo a las demandas más apremiantes de la población, pero eso no se sigue de la percepción ciudadana ni de los males (inseguridad y economía) de los que la población se queja. Ni tampoco se sigue de la calificación otorgada el Presidente por los encuestados. Que la gente haga ese amarre –que haga responsable al gobierno de los problemas de inseguridad y económicos que le aquejan— es también un asunto de interpretación (una interpretación fuertemente inducida por las grandes empresas mediáticas).

 

Está demás decirlo, pero en la percepción inmediata de las cosas (por graves, dramáticas o trágicas que estas sean) no se dan las causas de las mismas[6]; estas deben ser investigadas con otros recursos analíticos. La percepción de la gente (en el caso de la encuesta de la UCA) constata males prevalecientes, no los explica (o en todo caso, la “explicación” que se ofrece debe ser revisada críticamente, no asumida como correcta). De hecho, es grave que el 82.5% de los entrevistados crea que la delincuencia ha aumentado o que el 24.5% admita haber sido víctima de la delincuencia.

 

Pero esos datos son algo a explicar científicamente, no son una explicación de nada, sino una constatación de cómo las personas perciben la realidad. Y, definitivamente, no es una explicación decir que “las opiniones que sostienen que el crimen ha aumentado son las más elevadas que se hayan registrado en encuestas realizadas por el Iudop en las últimas décadas” o afirmar que “este nivel de victimización es también el más alto reportado por el Iudop desde el año 2000”[7].  De nuevo, eso es nada más una constatación, no una explicación. 

 

O sea, en la ciencia no basta con constatar; hay que explicar. Y, por su parte, las “explicaciones”[8] que da la gente deben ser sometidas a un examen crítico, pues cabe la sospecha que hayan sido inducidas por sectores interesados precisamente en que se imponga en el imaginario colectivo un esquema de “descontento de la población respecto al actual gobierno y su capacidad para responder a las demandas más apremiantes de la población” que se traduzca en “un progresivo deterioro de los índices de aprobación gubernamental y en una clara erosión  de la imagen del partido en el poder”.

 

No hay que ser demasiado lúcido para darse cuenta que ese esquema está siendo propiciado por la derecha empresarial y mediática, usando para tal fin todos los recursos a su disposición. La trampa no está en que la gente perciba que hay inseguridad o que la situación económica es difícil –esto, por lo demás ha sido constante desde 1994—, sino en buscar que sectores amplios de la población responsabilicen de ello al gobierno y al Presidente Sánchez Cerén.

 

La trampa es se hace más sofisticada cuando, además de lo anterior, se pretende vincular las percepciones negativas de la población con el futuro del proyecto efemelenista. Este es el esquema por el que se está trabajando desde la derecha mediática, empresarial y política:

 

Gestión del gobierno y del Presidente Sánchez Cerénàsituación de inseguridad y dificultades económicasàpercepciones ciudadanas negativasàerosión de la imagen del FMLNàcierre de perspectivas electorales en 2019 para el FMLN.   

 

Volviendo al gobierno de Calderón Sol, en términos de gestión, se dio vida a iniciativas importantes, como el Plan de Nación y la reforma educativa. Con sus limitaciones –que fueron analizadas en su momento[9]—, ambos propósitos no eran malos para la sociedad. No obstante, la percepción ciudadana sobre la gestión de Calderón Sol –y sobre su imagen como presidente— no refleja esos esfuerzos. De hecho, a lo largo de su mandato fue evaluado, salvo en sus primeros cien días –que obtuvo una calificación de 6.04—, con notas abajo de 6: 1995: 4.96; 1996: 5.12; 1997: 4.96; 1998: 5.14; y 1999: 5.89[10].  Hay que anotar varias cosas, a propósito de las evaluaciones que se hicieron, desde la UCA, del gobierno de Calderón Sol y sus resultados, y lo que se viene haciendo desde 2009 con los gobiernos del FMLN.

 

Ante todo, se trató de evaluaciones de final de cada año de gobierno (salvo la de los primeros cien días) y de final de mandato, no de evaluaciones de cada fin de año calendario. En cada diciembre, o en cada enero, eran otros los análisis, más referidos a la dinámica del país, pues la percepción ciudadana en torno al gobierno se dejaba para cada cierre de año de gestión. Las calificaciones citadas arriba se refieren, justamente, a ese tipo de ejercicio de análisis.

 

Además, esas calificaciones no eran interpretadas con dramatismo, haciendo depender de ellas el futuro del partido en el gobierno. En efecto, ARENA –pese a las notas obtenidas por Calderón Sol— mantuvo el control del Ejecutivo por dos periodos más (con Francisco Flores y con Antonio Saca). En la interpretación que se hizo en aquel momento de esos datos, se sostuvo que

 

“La opinión de los salvadoreños sobre el segundo gobierno arenero parece moverse entre la calificación de ‘regular’ y buena como producto de un sensible esfuerzo por promocionar su imagen pública, a través de la presentación pública de grandes obras y de discursos de eficiencia. Sin embargo, el mayor defecto del gobierno… parecer haber sido su incapacidad para establecer comunicación y atender las demandas de la población”[11].

 

Impecable argumentación, especialmente porque en la misma se deja constancia de intención interpretativa que busca amarrar la percepción ciudadana de entonces con la gestión del gobierno. La hipótesis es que la percepción “regular” que la gente tiene del gobierno de Calderón Sol es su “incapacidad para establecer comunicación y atender las demandas de la población”.

 

Este rigor pareciera haberse abandonado en el presente; y también la lectura moderada y prudente de los datos de las encuestas. Así, la calificación obtenida por el Presidente Sánchez Cerén (5.18) se lee con un dramatismo fuera de toda prudencia analítica y, además, se la conecta automáticamente con el futuro político del FMLN. Asimismo, se compara esa calificación con otras dos –una de noviembre de 2014 (5.59) y otra de febrero de 2015 (5.68)[12]—  y se concluye que es la más baja de todas, con lo cual no se hace ningún aporte al conocimiento de la realidad nacional, salvo reiterar lo que esos números indican.

 

Y posteriormente se hace el amarre siguiente: “la evaluación crítica que domina sobre la situación general del país está basada principalmente en las percepciones sobre el trabajo del gobierno y la situación de seguridad”[13]. Se trata de una afirmación contundente, pero no por ello menos discutible y de la que cabe sospechar una cierta ligereza, que desdice de la prudencia que se espera de quienes leen e interpretan datos de opinión pública. 

 

El espíritu crítico obliga a comparar esos datos –teniendo como trasfondo los problemas que se generaron en el periodo de gobierno de Calderón Sol y dado que esos problemas se han venido complejizando desde 1994— con los obtenidos por el segundo gobernante por ARENA. En sus primeros cien días, como ya se dijo, éste obtuvo una calificación de 6.04, mientras que el Presidente Sánchez Cerén obtuvo en noviembre de 2014 (lo más cercano a sus primeros cien días) una nota de 5.59.

 

Por otro lado, en su primer año, Calderón Sol obtuvo 4.96. Esta nota se puede comparar con la obtenida por el Presidente Sánchez Cerén en febrero de 2015: 5.68. Y en su segundo año el presidente arenero consiguió un 5.12. Por su parte, en noviembre-diciembre de 2015 (lo más cercano al segundo año de Sánchez Cerén) el actual presidente de la República fue calificado con un 5.18. Como quiera que sea, las diferencias entre los números de ambos no son abismales. E incluso, salvo en los primeros cien días, en las dos evaluaciones posteriores el Presidente Sánchez Cerén aventaja a Calderón Sol en la nota que las fue otorgada por la población encuestada.

 

Pese a lo anterior, las unas fueron interpretadas como “regulares” o buenas, mientras que las otras están siendo interpretadas como una confirmación del fracaso del gobierno para responder a las demandas de la sociedad y como un signo de la erosión de la imagen del FMLN. Es oportuno citar aquí otras de las conclusiones relevantes de la evaluación que se hizo de la gestión de Calderón Sol:

 

“Calderón Sol no se va ovacionado como se fue Cristiani en su momento y ARENA, aunque sigue siendo sin discusión la primera fuerza política del país, debe lidiar con una población que en definitiva prefiere trabajar o hacer cualquier cosa antes de pensar en política. Sin embargo, el segundo gobierno de ARENA tampoco se va vilipendiado, se va más bien dejando interrogantes en los ciudadanos antes que irritación y, sobre todo, se va dejando profunda dudas acerca de su legado”[14].

 

De nuevo, impecable argumentación. Nítida separación en el análisis de la dinámica real del país –con sus problemas económicos, sociales y culturales—, la dinámica partidaria propia de ARENA, la gestión de gobierno, la figura presidencial y su imagen, y las percepciones ciudadanas y su fragua. Este rigor académico –que lamentablemente se ha perdido, quizás para nunca más volver— se recoge en el objetivo del trabajo de evaluación que estamos reseñando:

 

“El presente artículo es un intento por describir el estado de la opinión pública al finalizar el mandato de Calderón Sol. Para ello se concentra en presentar y analizar resultados de la quinta encuesta de la serie de evaluación del gobierno de Calderón Sol, serie que fue inaugurada en los primeros cien días de gobierno, contra la cual se contrastan algunos de los resultados que se presentan a continuación. Lo que sigue a continuación no pretender ser el veredicto final sobre la gestión calderonista, constituye más bien la documentación de las imágenes, sentimientos y valoraciones de los salvadoreños sobre su primer gobierno de la postguerra”[15].

 

Es de esas imágenes, sentimientos y valoraciones que tratan las encuestas. No de la realidad ni de la verdad que se pueda encontrar en lo que la gente opina. Asimismo, la percepción ciudadana sobre la gestión calderonista –con los números que refleja la encuesta citada (“regular” o buena)[16]— no fue conectada –ni por las personas ni por las grandes empresa mediáticas— con la dinámica real del país y con las posibilidades del partido ARENA, lo cual se refleja en los dos éxitos políticos de este partido en 1999 y en 2004.

 

6. Las dos dinámicas en el presente       

 

Como quiera que sea, al reflexionar sobre la más reciente encuesta de la UCA –o sobre otras encuestas igualmente serias— es casi imposible no reconocer la existencia, en El Salvador, de dos grandes tendencias en una fuerte tensión: por un lado, una oleada de problemas históricos-estructurales (o casi estructurales) que se han complejizado desde el fin de la guerra civil y que en la actualidad se hacen sentir con toda su contundencia; y, por otro, una dinámica aún incipiente encaminada a hacerles frente a partir de un posicionamiento distinto del Estado ante la sociedad y el mercado. Este posicionamiento estatal lo abandera el Ejecutivo, con un apoyo parcial, aunque significativo, de la Asamblea Legislativa y con un escaso o nulo respaldo del Órgano Judicial.

 

Es evidente que la marejada de problemas histórico-estructurales (o casi estructurales) –entre los que cobran una singular fuerza la inseguridad y la crítica situación económica que viene afectando a la mayor parte de la población al menos desde 1998-1999— podría ser contrarrestada de mejor forma si el Estado salvadoreño en su conjunto se hiciera cargo del desafío de hacerle frente con determinación. Lo mismo que la tendencia en contra de esas dinámicas negativas sería mucho más significativa si sectores empresariales y sociales amplios sumaran sus energías para revertirlas.

 

Lamentablemente, la situación es muy distinta. El Gobierno de la República, prácticamente, está solo en el esfuerzo, lo cual explica que, aunque realice sus mejores esfuerzos, el impacto global (en la atención integral del problema de la inseguridad y del problema económico)  no sea todo lo decisivo que sería de desear. Y es que, visto con objetividad, ni lo ni lo otro son de exclusiva responsabilidad del gobierno; ni tampoco está en sus manos, de manera exclusiva, resolver ambas problemáticas.

 

Una evaluación no de percepciones, sino de procesos reales, debería enfocarse en si el gobierno está haciendo lo que le corresponde hacer para revertir las dinámicas negativas (desde el punto de vista de la sociedad) en las áreas de seguridad y de economía; y así se debería proceder con el resto de instancias  estatales que tienen también una responsabilidad en esos y otros temas críticos[17].

 

Pero no se trata sólo de centrarse en el gobierno y el Estado, sino que hay que examinar el papel de otros sectores. Por ejemplo, en temas económicos es importante evaluar críticamente el desempeño de los empresarios salvadoreños (especialmente de los más poderosos) en su  capacidad de generar apuestas productivas y de cumplir con sus obligaciones tributarias. El comportamiento económico está fuertemente determinado por el papel que juegan los empresarios, de tal suerte que el fracaso o el éxito económico es también su responsabilidad[18].

 

También es importante evaluar el papel de las grandes empresas mediáticas en la formación de las percepciones de los salvadoreños y las salvadoreñas. Hay que preguntarse si su empeño en generar una cultura del pesimismo y el miedo es favorable para encarar los problemas que aquejan a la gente y si, en definitiva, ese miedo y ese pesimismo no son un caldo de cultivo para la generación de valores violentos y de sumisión  religiosa. 

 

Es llamativa, a este respecto, la fuerte confianza religiosa –Iglesia Católica (32.9%) e Iglesias Evangélicas (29.3%)-- que detecta la encuesta de la UCA en las personas entrevistadas. Pareciera ser que, ante el bombardeo sistemático acerca de los mal que está el país en los ámbitos de seguridad, económico e institucional-político, lo religioso se convierte un buen refugio para buena parte de la población; lo cual no excluye una valoración positiva de lo coercitivo --como lo refleja la confianza en la Fuerza Armada (28.4%) y en la Policía Nacional Civil (19.4%). La confianza en las iglesias y aceptación de lo coercitivo va de la mano con la confianza en quienes generan temores colectivos, valores conservadores, pesimismo y consumismo: los medios de comunicación (25%).

 

En definitiva, es urgente el análisis más amplio de los actores y sectores que configuran la realidad nacional. La no existencia de ese esfuerzo analítico está permitiendo que en país se imponga la visión –elaborada mediáticamente— de que el gobierno –y más en concreto, el Presidente Salvador Sánchez Cerén— es el responsable de la seguridad y de la economía. Y, en ese sentido, automáticamente se piensa que si ambas cosas van mal (o no van todo lo que bueno que quisiéramos) la culpa es del gobierno y del Presidente de la República. Hay un trabajo mediático sostenido y firme encaminado a alimentar esa percepción. También hay un trabajo mediático sistemático y persistente orientado, por un lado, a destacar las situaciones críticas de inseguridad y de dificultades económicas; y, por otro, a restar mérito u opacar los esfuerzos gubernamentales (o de otros sectores) encaminados a hacerles frente.

 

7. A modo de conclusión

 

El análisis anterior permite plantear las siguientes conclusiones.  En primer lugar, las percepciones ciudadanas tienen distintas fuentes, entre ellas la vida real de las personas, las tradiciones culturales (religión, arte popular, celebraciones comunitarias), la educación y el quehacer mediático.

 

En segundo lugar, las percepciones son una elaboración simbólica (subjetiva) que la gente hace de la realidad que le rodea, no son una imagen directa y fiel de la misma. De hecho, las percepciones suelen ser una distorsión de los hechos reales, sobre todo de la conexión que hay entre ellos, de su dimensión real y de sus factores causales (explicativos).

 

En tercer lugar, en la percepción no se da, automáticamente, una explicación de sus causas o factores generadores. Esa explicación debe ser elaborada siguiendo criterios lógicos, razonables y empíricos. Las “explicaciones” comunes de los fenómenos suelen elaboradas por instancias ajenas a los ciudadanos que, inconscientemente, las incorporan a su forma de ver y entender las cosas.

 

 En cuarto lugar, los medios de comunicación son un instrumento de gran impacto no sólo en creación de determinadas percepciones (no de los fenómenos que las alimentan), sino de las “explicaciones” que la gente da a los mismos.

 

En quinto lugar, las encuestas de opinión son instrumentos para evaluar percepciones, lo cual obliga a relacionar esas percepciones con la realidad para determinar los niveles de aproximación o lejanía que hay entre ambas dinámicas. Eso supone conocer bien los dinamismos de la realidad, cuya investigación no se realiza con encuestas de opinión. También una encuesta de opinión (científica) debe permitir indagar por las razones que hacen que una población tenga determinadas percepciones en un momento determinado.

 

En sexto lugar, en el presente, no se puede dejar de lado el esfuerzo sistemático, permanente y concienzudo que realizan las grandes empresas mediáticas del país por generar determinadas percepciones en la población y particularmente por inducir en la gente un esquema explicativo de fenómenos complejos y graves como la inseguridad y la difícil situación económica.

 

En séptimo lugar, la estrategia consiste, ante todo, en posicionar en el imaginario colectivo la inseguridad y las dificultades económicas como determinantes de todos los aspectos de la vida de la gente (“estamos en guerra”, “aquí nadie está a salvo”, “En El Salvador no se puede vivir”); después, en convertir al gobierno y el Presidente de la República en causantes-responsables de esos problemas; y, por último, generar las percepción de que el FMLN no tiene ninguna perspectiva favorable de cara a 2019.

 

Para terminar, en esa estrategia no intervienen sólo las grandes empresas mediáticas; al esfuerzo se suman espacios virtuales-digitales… y también casas encuestadoras, no necesariamente asociadas a los medios. Y es que las encuestas de percepción y sus resultados son también un factor generador de percepciones. Lo hacen ayudando a crear, precisamente, las percepciones que son objeto de su análisis. De donde se sigue que es un instrumento delicado, que debe der manejado con la mayor prudencia y seriedad.

 

Como se supo durante la guerra civil (1981-1992) las encuestas de opinión son parte de la batalla por las percepciones y opiniones de la gente. Creer que su tarea se agota en describir lo que las personas opinan ante situaciones que las afectan es no entender el papel político e ideológico de las encuestas. Lo cual comienza con sus objetivos, sigue con sus preguntas, continúa en la interpretación y finaliza con la divulgación de sus resultados (de esos que se decide divulgar para que incidan en la  opinión pública).

 

San Salvador, 16 de enero de 2016

 

[1] Cfr. La violencia en El Salvador en los años noventa. Magnitud, costos y factores posibilitadores. Washington, BID, 1998.

[2] L. A. González, “Las cifras de homicidios (1994-2014)”. Contrapunto,  mayo de 2014; L. A. González, “La violencia como problema nacional”. CoLatino, 27 de noviembre y 4 de diciembre de 2015.

[3] Cfr., L. A. González, Violencia, prevención de la violencia  y escuela. San Salvador, UDB, 2012.

[4] El sondeo fue  “realizado con el propósito de conocer las percepciones ciudadanas  sobre la situación del país”, p. 1.

[5] Iudop, “Los salvadoreños y salvadoreñas evalúan la situación del país a finales de 2015”. Boletín de Prensa, año XXX, No. 1, p. 6.

[6] Sin ánimo de parecer exquisitos, baste con recordar aquí el nombre de David Hume y su postura ente el tema de la causalidad.

[7] Ibíd., p. 2.

[8] Explicar es establecer causalidades o, en un sentido socio-político, responsabilidades.

[9] CIDAI, “Evaluación crítica de las Bases para el Plan de Nación”. En http://www.uca.edu.sv/publica/eca/594art1.html. L. A. González, A. Sermeño, “Análisis sociológico de la propuesta de la Comisión  Nacional de Educación, Ciencia y Desarrollo”. ECA, junio-agosto de 1995, pp. 635-656.

[10]Iudop, “El gobierno de Calderón Sol. La evaluación de los salvadoreños”. ECA, mayo-junio de 1999, p. 503.

[11] Ibíd., p. 505.

[12] Parece que una de las tareas académicas más importantes es pedir a la gente que ponga una nota al presidente Sánchez Cerén al margen de las evaluaciones de gestión anual, como se hizo con Calderón Sol y con otros presidentes areneros.

[13] Iudop, “Los salvadoreños y salvadoreñas evalúan la situación del país a finales de 2015”, p. 4.

[14] Ibíd., p. 492.

[15] Ibíd.

[16] Desde los criterios de ahora, se la tendría que calificar como “pésima”.

[17] Esta fue la tónica de los esfuerzos investigativos de la UCA en lo que el poeta Francisco Andrés Escobar calificó como la “etapa heroica” de esa prestigiosa casa de estudios. 

[18] Es llamativo cómo los sectores empresariales han dejado de estar en la mira de los análisis sobre la realidad nacional y sus problemas. Las baterías  se enfilan ahora, casi exclusivamente, hacia los actores políticos, con lo cual los empresarios, su voracidad, abusos y prácticas explotadoras, quedan fuera del análisis y del escrutinio público.

https://www.alainet.org/es/articulo/178112
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