Lo inútil de Macri

04/05/2016
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Todos los 1º de mayo se conmemora el Día del Trabajador. A partir del gobierno del empresario neoliberal Mauricio Macri, que asumió hace casi 5 meses, ya se produjeron en el país más de 120 mil despidos de trabajadores (inclusive, algunos estudios de centros especializados hablan de 140 mil). El 29 de abril se concretó una multitudinaria movilización sindical para protestar contra la enorme pérdida de puestos de trabajo y brindar apoyo a la sanción de una ley antidespidos (para proteger el empleo), acerca de la cual el gobierno amenazó que la vetaría en caso de ser aprobada.

 

El 1º de mayo, el presidente Macri decidió compartir un almuerzo con un reducido sector sindical, que encarna las posiciones de derecha más recalcitrantes, que formaron parte del devastador proyecto menemista y, a la vez, con conexiones diversas con la dictadura cívico-militar de 1976 que asoló al país. Con este sector, el presidente Macri se sintió cómodo para compartir la ingesta dominical, junto a su esposa Juliana Awada (exitosa empresaria de cuestionados talleres textiles), su ministro de Trabajo Jorge Triaca (hijo), que el mismo 29 asistió a una misa en memoria del represor de la dictadura Miguel Ángel Egea, involucrado en reducir los bienes que robaban a los secuestrados en la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), y Marcos Peña, su Jefe de Gabinete.

 

En la ocasión, el presidente Macri puso en evidencia -una vez más- su densidad intelectual, expresando que “Hace cinco años que no se genera trabajo de calidad, porque ocultaron el desempleo con trabajo público inútil” (destacado nuestro). “La primera víctima es la persona, cuando se da cuenta que no cumple una tarea útil para la sociedad. La suma de los empleos inútiles es una ruta descuidada donde los argentinos pierden la vida”.

 

El gobierno, conducido en áreas estratégicas por una gran cantidad de empresarios y CEOs de empresas nacionales e internacionales, viene desplegando una arrasadora tarea antiestatal que se manifiesta en los despidos de trabajadores (aunque a muchos los reemplaza por los militantes propios del partido PRO) y en el cierre, desmantelamiento, suspensión, o reducción de planes y programas diversos, tales como Arsat 3, Atucha 3, Conectar Igualdad, Fines, Progresar, Orquestas Infantiles, Centros Culturales, Qunitas, Argentina Sonríe, Televisión Digital Abierta, entre muchos otros. Todo ello acompañado de una enorme campaña de estigmatización, difamación e insultos plasmados en las difundidas expresiones de “ñoquis” y “grasa militante”.

 

En la folletería oficial de la campaña presidencial de la Alianza Cambiemos, el entonces candidato Mauricio Macri exponía sus “sueños y compromisos”. Afirmaba: “Mi primer desafío como presidente será POBREZA CERO. Vamos a ayudarte para que tengas más oportunidades, porque es inaceptable que haya tantas personas sin trabajo y muchas otras que ven que su esfuerzo no alcanza para crecer”. Y “Es hora de UNIR A LOS ARGENTINOS y mejorar nuestra convivencia. No te vas a sentir agredido si pensás distinto; una justicia independiente se ocupará de defenderte a vos y no al poder”.

 

Hoy, ya como presidente, el trabajo público le parece inútil a Mauricio Macri y los incesantes despidos se suman de a miles. Es probable que le parezcan más útiles las designaciones actuales de otros empleados y funcionarios públicos, muchos de ellos parientes directos de los dirigentes de la Alianza PRO-Cambiemos en el poder, y algunos hasta sin reunir los “requisitos mínimos” para la función. Veamos, por ejemplo, algunos de los tantos casos: Inés Zorreguieta Cerruti, hermana de Máxima la Reina de Holanda, en el ministerio de Desarrollo Social; Beatriz Orlowski, esposa del diputado y dirigente del PRO Eduardo Amadeo, también en el ministerio de Desarrollo Social; Carla Piccolomini, esposa del ministro de Modernización, Andrés Ibarra, en Radio y Televisión Argentina; María Cecilia Loccisano, esposa del ministro de Trabajo, Jorge Triaca (h), en el ministerio de Salud; Josefina Rouillet, esposa del presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, en el Fondo Nacional de las Artes; Mario Frigerio, tío del ministro del Interior, Rogelio Frigerio, en la AFTIC (Autoridad Federal de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones); Rodrigo de Loredo, yerno del ministro de Telecomunicaciones, Oscar Aguad, en ARSAT; Amadeo Nicora, primo del ministro de Agricultura, Ricardo Buryaile, en el INTA; Matías Santos Crocsel, hijo del ministro de Turismo, Gustavo Santos, en el mismo ministerio; María Alejandra Illia, prima de la vicepresidenta Gabriela Michetti, en el Senado de la Nación; Enrique Pinedo, hermano del senador Federico Pinedo, en el mismo Senado nacional; Marina Klemensiewicz, esposa del Vocero presidencial, Iván Pavlovsky, en la subsecretaría de Hábitat; Iván Kerr, primo del presidente de la ANSES, Emilio Basavilbaso, en la subsecretaría de Vivienda; entre los de mayor trascendencia pública en el corto tiempo que lleva “Cambiemos” en el gobierno.

 

Mariana Mazzucato es una economista italiana, docente de la Universidad de Sussex (Inglaterra) y autora del libro “El Estado emprendedor”. Recientemente estuvo en Santiago de Chile, invitada a dictar la Cátedra Prebisch en la CEPAL. Al pasar por Buenos Aires fue entrevistada por el periodista Tomás Lukin, quien publicó el reportaje en el suplemento “Cash” del diario “Página 12”, del 30 de abril pasado. En sus declaraciones formula significativas apreciaciones sobre el papel del Estado:

 

“En países como Estados Unidos, China y Alemania, el crecimiento fue el resultado de un Estado muy activo en la innovación”. “La pregunta entonces es quién se beneficia de esa visión estúpida donde el Estado queda relegado al rol de porrista en lugar de ser un jugador relevante”. “Sin el Estado liderando los procesos de innovación es imposible lograr el desarrollo. Como dice Bill Gates: ‘el sector privado es inepto, el Estado debe liderarnos y nosotros lo seguimos’”.

 

Lo políticamente “picante” de este reportaje surge de lo que escribió en su cuenta de twitter, la profesora Mazzucato: “Ayer hablé con el presidente de Argentina Macri. Charlamos sobre el rol del Estado en la innovación y por qué las políticas económicas neoliberales fallan. No estoy segura que lo haya entendido” (destacado nuestro). La experta italiana habrá viajado de regreso con esa duda, pero a una enorme cantidad de argentinos nos queda la certeza, para nuestra desgracia, de que Macri no entendió o no quiere entender el perjuicio que le está ocasionando al país.

 

En el mes de noviembre de 2014 se llevó a cabo, en Buenos Aires, un encuentro organizado por un denominado Foro de Convergencia Empresarial. En ese evento, en el que participaron los directivos de las principales compañías del país, intervino el representante de la importante empresa argentina Techint (que tiene fijado su domicilio en Luxemburgo), la cual, presidida por el ítalo-argentino Paolo Rocca, se dedica a la fabricación de caños sin costura, destinados a la industria petrolera.

 

Con brutal sinceridad, el representante del Grupo Techint expresó que “El mercado le va a ganar al Estado”. Fantástica convicción que revela el posicionamiento ideológico-político de este tipo de empresarios que, a la par de lucrar con el Estado, simultáneamente se proponen debilitar y “derrotar” al Estado, si éste no se somete de manera dócil y cómplice para garantizarles sus enormes ganancias.

 

Seguramente, esos empresarios tenían en el 2014 añoranzas de otros períodos, de otros gobiernos y de otros funcionarios que servían más puntualmente a los intereses de las empresas “argentinas”. Debían extrañar al Dr. Juan Alemann, quien fue secretario de Hacienda del dictador militar Jorge Rafael Videla y del dictador civil José Alfredo Martínez de Hoz, cuando afirmaba con convicción que “… en definitiva, el Estado es el socio oculto de todas las empresas privadas”. En algunos momentos de la historia, el Estado opera como el “socio oculto” de las empresas privadas y en otros como el “socio desfachatado” que ya no necesita disimular, momentos en los cuales los sectores del gran capital despliegan obscenamente sus enormes privilegios, con toda soberbia y hasta como si se tratara de un hecho “lógico y normal”. Muchos empresarios “nacionales” se enriquecieron de manera exponencial e inimaginable con los negocios que encararon con el Estado o con la protección del Estado, especialmente durante la dictadura cívico-militar y luego con el menemismo (aunque también en otros períodos). Sería muy ilustrativo constatar, por ejemplo, la cantidad de empresas y de capital acumulado por parte del Grupo Techint o del Grupo Macri, antes y después de la dictadura (1976-1983).

 

Estos sectores, hoy fuertemente encarnados en la conducción del gobierno nacional, no soportan la existencia de un Estado que tienda siquiera a regular los intereses no idénticos entre el capital y el trabajo. Quieren un Estado que sólo exprese y defienda sus intereses, al cual puedan condicionar y hasta conducir para imponer con impudicia las reglas y los intereses del mercado. De ahí se desprende su desmedido y sistemático afán de debilitar a todo aquel Estado que intente ponerle límites a su voracidad.

 

Hoy, a escasos cinco meses de la restauración de un proyecto conservador, en los argentinos se va acrecentando la marcada desazón acerca de la probidad y la inteligencia de los gobernantes actuales, corroborándose con esta degradada caracterización de “lo inútil” en el discurso y en el accionar del presidente Mauricio Macri.

 

Buenos Aires, 4 de mayo de 2016

 

Prof. Norberto Alayón

Facultad de Ciencias Sociales (UBA)

Correo: nalayon@sociales.uba.ar

Blog: http://norbertoalayon.blogspot.com.ar

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