Desaparecer la protesta
- Opinión
Ella, chica bien de familia con interminable cantidad de apellidos, que jugó a ser guerrillera sin combatir ni ponerse en riesgo, que se subió al buque inglés en el Puerto de Montevideo, irrumpiendo y violando leyes internacionales para flamear la bandera argentina; juegos de joven de clase alta rebelde, que más tarde deploró a sus propios compañeros, que mandó en cana gente, que buchoneó…Importantes pliegos de presentación para la hoy Ministra Bullrich, que la han devuelto a su propio bando, al de su familia.
Barrilete cósmico fue la metáfora que Víctor Hugo Morales eligió para nombrar la infinita gambeta de Maradona a los ingleses, pero conociendo el derrotero político de La Piba, nadie mejor que ella para detentar el mote de “barrilete”: barrilete sin cola, por lo imprevisible.
Había que ajustar porque así lo dictaba el Consenso de Washington en los 90, y a ella le pareció oportuno ajustar bajando las jubilaciones y los salarios estatales. Fue parte del gobierno de la Alianza, que detenta tristemente el record de fusilamientos fatales en protestas sociales.
En base a tareas de inteligencia que ningún juez ordenó sino que desarrollaron por motu propio, violando obviamente la ley de inteligencia nacional, o por indicación del gobernador Morales, las fuerzas de inteligencia jujeñas determinaron que era necesaria la presencia preventiva de un cuerpo de gendarmes en esa provincia. Y ahí predispuesta y solícita La Piba envío en un colectivo sin frenos a la muerte a 40 muchachos. La urgencia y la improvisación golpearon su propia tropa.
En vísperas de las pasadas fiestas llegaron en carros hidrantes a disparar a mansalva y sin ninguna mediación fuerzas represivas contra los trabajadores de Cresta Roja. Más tarde la emprendieron con trabajadores cooperativistas de la Municipalidad de La Plata. De pronto las promesas de diálogo que esgrimieron en campaña se convirtieron en certeza de palos.
La Asociación de Trabajadores del Estado en diciembre, y a semanas de haber asumido la Ministra de Seguridad denuncia interrogatorios paraformales sobre filiación política e ideología de cada trabajador. Poco después aparecen los despidos masivos para, a partir de allí, analizar caso por caso.
La ministra tuvo su momento de gloriosa sombra con la saga ridícula de poner todas las fuerzas federales a perseguir tres prófugos que parecían burlarse deliberadamente de la piba ahora señora mayor. Terminaron siendo capturados por una patrulla de policía de pueblo que los sorprendió cuando pedían un vaso de agua a los vecinos.
La señora ahora intenta sus cinco minutos de gloria que borren tanto pifie con el anuncio de que va a terminar con los piquetes. Los diarios de la derecha festejan lo que titularon como “el fin de la patria piquetera”.
La señora expone un protocolo y anuncia que prohíbe palos, capuchas, gomas quemadas; lo hace mientras los principales accesos a Ciudad de Buenos Aires y en las principales ciudades del país se levantan columnas de humo negro de por los menos 200 piquetes reclamando la libertad de Milagro Sala. Lo hace cuando sabe que el 24 de febrero superando todas las divisiones los trabajadores estatales en su conjunto, van al paro nacional repudiando los despidos por el derecho al trabajo y al salario digno y van a marchar, y van a cortar las rutas. El primer paro contra Macri.
Semanas antes en una barriada de la Ciudad de Buenos Aires, sus fuerzas acribillaron a una murga que estaba ensayando, mujeres, menores, jóvenes. Al mismo tiempo cansaban sus brazos apaleando vendedores ambulantes. Y antes habían dictado la emergencia en seguridad que habilita a las fuerzas a cargo de la ministra a allanarte la casa de oficio, a detenerte por averiguación de antecedentes, a pedirte documentos por merodeador.
Los argentinos ya vivimos esa época, y sabemos cuál es la matriz cultural que propone “ordenar” y “vigilar”.
Propone entonces prohibir palos y capuchas, y en esa alocada carrera de prohibiciones va por la prohibición a las clavas de los pibes que hacen malabares en las esquinas, por los baldes y secadores de los limpiavidrios, por las franelas de los “trapitos”, por los bombos y platillos de las murgas. Porque no sólo les preocupan y deploran las formas de protesta de los sectores populares sino que también desprecian y deploran los “rebusques”, el trabajo informal que ellos son incapaces de formalizar, las celebraciones de lo popular; todo lo desprecian, porque gobiernan contra el Pueblo.
Ahí la señora ministra abriga la siniestra ilusión de poder “desaparecer” la protesta. No están pensando en cambiar las causas que producen la protesta sino simplemente desaparecer la protesta.
Los primeros que intentaron la proscripción de lo popular fueron los de la Revolución Fusiladora con resultados inequívocamente malos. Ya lo quiso hacer Corach en su momento, luego la Alianza fusilando piqueteros, más tarde Aníbal Fernández y Sergio Berni. No se puede contener la protesta, no se pueden acallar los reclamos del Pueblo.
Los apaleamientos y persecuciones lo único que pueden provocar es disparar más rebelión, más bronca y desatar una espiral de violencia. El único camino es cambiar la política y en todo caso buscar genuinamente el diálogo y la interlocución.
Hay que comprender que los repertorios disruptivos surgen precisamente ante la desidia y el desdén de lo oficial cuando es interpelado por lo popular. Uno no puede ir con un pliego de peticiones a un ministerio porque no lo reciben; únicamente le prestan atención mediante la protesta.
Pergeñan estos protocolos porque están trabajando con una hipótesis de conflicto que prevé altos niveles de conflictividad social, de protesta callejera y de desbordes, directamente proporcionales a las políticas antipopulares que pretenden imponer.
De eso se trata. Es el gobierno de los CEOs que gobierna para las grandes empresas y en contra del Pueblo.
Es una restauración noventista y como claramente desde el marxismo se afirma, la historia se da primero como tragedia y se repite como farsa. Y nos toca atravesar estos tiempos de caricaturas de políticas estructurales. Vuelven los noventa, vuelven las gomas quemadas.
En esta vocación prohibitiva seguramente en la desesperación terminarán prohibiendo los helicópteros, suponiendo así que podrán evitar la intempestiva salida que fatalmente se les anuncia en la medida de que sigan minando las bases de consenso y gobernabilidad aplicando políticas bestialmente agresivas a la vida cotidiana de nuestro Pueblo.
Hay quienes sostienen que esta no es una derecha boba, que no se trata de un gobierno de CEOs depredadores irresponsables, sino que vienen con un proyecto de largo plazo. De ser así, la ministra expresa una corriente grotesca y bruta que atenta contra esos planes de largo aliento.
- Fernando Esteche es Secretario Político del MPR Quebracho, Dr. en Comunicación Social y Profesor de Relaciones Internacionales UNLP.
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