Y esta… ¿quién la vio venir?
- Opinión
Ni siquiera las ondas gravitacionales, para no hablar de los neutrinos o el bosón de Higgs, tuvieron nunca tantos “expertos” observando minuciosamente el devenir, el futuro inmediato, el próximo capítulo, el pa’onde va la lancha, el ¿y ahora qué?, el jodido minuto siguiente.
Cómodamente instalados en sus think tanks financiados por las transnacionales, en sus fundaciones pagadas a precio de futuro presidenciable, en sus eminentes instituciones cuya única razón de ser consiste en escrutar incansablemente el horizonte, en sus bancos saturados de peritos en riesgos y volatilidades diversas y variadas, en sus observatorios de la tan execrada incertidumbre, en sus polvorientas y cacareantes academias, los economistas, – sin embargo –, no ven más allá de sus narices.
Los pánicos y las crisis se suceden con regularidad de metrónomo, y cada vez los “expertos” se caen de la silla de la sorpresa, como si fuese la primera.
Uno de estos gurús, Martin Wolf, columnista de Financial Times, convocado por La Tercera, declara doctamente: “Los mercados pueden generar sus propias crisis.”
¿Ah, sí? Quién lo hubiese dicho…
La Tercera – o bien su dueño, el Sr. Saieh – se pregunta ansiosamente: “¿Qué les pasa a los mercados? ¿Hacia dónde va la economía global? ¿El mundo se acerca a una crisis como la de 2009?”
Acojonado, el Sr. Saieh, – o La Tercera que para el caso da igual –, llamó al “experto” ya citado, que se rajó con esa frase para el bronce: “Los mercados pueden generar sus propias crisis”.
Un periodista le pregunta: “¿Cómo describiría el comportamiento de los mercados?”, y el menda ofrece una deslumbrante respuesta: “Obviamente, han estado increíblemente volátiles y muy, muy nerviosos.”
Obviamente.
¿Llueve, maestro? Que se las pela. ¿Y cómo lo sabe? Joer… porque me estoy mojando hasta los huevos… ¿Y según su eminencia, amainará? Bueh… pudiese amainar, o seguir lloviendo, las probabilidades son 50-50.
Para ser justos, la cagalera es universal, casi tanto como el cretinismo. El diario madrileño El País, bajo el título “Por qué los mercados sufren otra tormenta”, ofrece una explicación que despeina:
“Los mercados están rotos. Nadie sabe el valor de los activos y por eso las caídas son bruscas”, dice un experto del Citibank. Otro experto, que pide el anonimato, va más lejos: “En las pantallas aparecen precios de activos que, en realidad, sabemos que no existen.”
Recapitulemos. Los expertos no saben nada. Es algo que te vengo diciendo desde hace décadas, pero ahora son ellos mismos los que lo confiesan: “Nadie sabe el valor de los activos…”
Mejor aún, te dicen que en las pantallas que siguen segundo a segundo la evolución de los mercados de valores “aparecen activos que, en realidad, sabemos que no existen”. Apaga y vámonos…
Acojonante, ¿no? Nadie sabe el valor de los activos… los mercados no saben, los “expertos” no saben, los compradores no saben, los vendedores no saben, los activos cotizados no existen, lo que no quita que los mercados siguen enviando señales que los “expertos”, –como el muy progresista Paul Krugman, pseudo premio Nobel de economía 2008 –, observan con una atención sostenida y creciente.
En una columna publicada en el día hoy (14 de febrero), Paul Krugman se interroga con relación a la gravedad de la situación, y se responde él mismo: “Nadie sabe a ciencia cierta lo grave que será, pero los mercados financieros lanzan señales de advertencia.”
Dicho de otro modo, no tenemos una pijotera idea de lo que pasa, pero por si acaso llamamos a los bomberos…
No saben lo que pasa, ni siquiera saben si lo que ocurre es grave, pero se curan en salud lanzando advertencias. Puede que sea esa lucidez intermitente la que le sugirió a Paul Krugman titular su columna: “Sobre la estupidez económica”.
Se ve que él mismo se auto excluye del mundo de los estúpidos.
Krugman no dice nada que no supiésemos pero abunda en banalidades. Tardíamente, declara que la micro alza de las tasas de la FED fue una memez. Y concluye, – afírmate Catalina que vamos a galopear –, que “no se ha logrado que los riesgos económicos desaparezcan del mundo, ni mucho menos.”
Si el menda no fuese premio Nobel de economía, cualquier profe de primer año de gestión le sugeriría cambiar de carrera. No obstante, este es el tipo de “experto” que finge saber de qué va el tema, al punto que la prensa internacional se pelea sus análisis. No La Tercera, desde luego, que haciéndole honor a su nombre convoca un “experto” de Cuarta.
Lo cierto es que Krugman lamenta que la campaña presidencial en los EEUU no sirva ni siquiera para abordar estos temas. Como es “progresista”, carga contra los republicanos. Confrontados a la amenaza de una recesión permanente, asegura, “por el lado republicano, la respuesta es, básicamente, que Dios nos ampare.”
No lo digo yo, lo dice Paul Krugman. Amén.
¿Y del lado de los demócratas? Eso ya es otra cosa, visto que Krugman se inclina – me lo dice mi dedo meñique – por Hillary Clinton. De ahí que escriba: “Sanders sostiene que el sector financiero tiene demasiada influencia sobre la Reserva (el banco central de los EEUU), lo que sin duda es cierto. Pero su solución consiste en que haya más supervisión por parte del Congreso”.
Y a Krugman no le gustan los controles. En particular en este caso. Adivina por qué. Porque, dice Krugman, el Congreso – que reúne a la representación popular – está lleno de rufianes.
En fin, él lo dice de otro modo, utiliza otras palabras, por algo es un respetado columnista del New York Times. Pero su prosa no es menos cautivante que la mía. Dice Krugman: “una ley así (de control de la FED por el Congreso) serviría, en el fondo, para dar más poder a los chiflados…”
Rufianes, chiflados… ya me dirás tú cual sería el mal menor, teniendo en cuenta que en el Congreso de los EEUU hay parlamentarios de ambas categorías, y que Donald Trump, el favorito de los republicanos, es a la vez un rufián y un chiflado.
Tu me perdonas estas disquisiciones. Para rufianes y chiflados, para “expertos” y otros ignorantes que fardan de enteraos, me dirás tú, los que tenemos en casa.
Lo siento. Lo mío era contarte, una vez más, que los “expertos” son como la chinita en el bosque. Tú ya sabes… “En un bosque, de la China, una china se perdió…”
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