Las crisis son puntuales

21/01/2016
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 petroleo a la baja
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¿Qué puedo decirte a estas alturas que no te haya dicho ya, una y mil veces? Sin haber salido, cabalmente salido, de las precedentes, henos aquí bien avanzados en la crisis de ahora, esperando entrar en la que viene.

 

Hay quién se inquieta de saber si alguien había previsto esta recaída, esta reincidencia, este perpetuo deambular de un pánico a otro – cuestión que por lo demás no presenta el más mínimo interés – con la cándida curiosidad del que necesita saber que tal o cual “experto” imbuido de su ciencia infusa, leyendo en las tripas de un conejo o en el vuelo de las aves, había anticipado lo que nos iba a caer encima. Tú ya sabes, hay quienes no pueden vivir sin la trascendencia de las divinidades.

 

Lo cierto es que si no le cambias nada a las condiciones que generan desorden e inestabilidad y facilitan la especulación, el pillaje y la cosa filibustera, no es sorprendente que vuelvan a producirse exactamente las mismas consecuencias.

 

No hace mucho te contaba que las medidas anunciadas por las incompetentes autoridades financieras para salir de la crisis de los subprimes se asemejaban a una reunión de los Alcohólicos Anónimos en la cual hubiesen ofrecido un último traguito, el del estribo.

 

Habida cuenta que el relajo monetario produjo una borrachera de lucro mal habido, de prácticas bancarias propias de rufianes, de burbujas varias y de desórdenes monetarios rayanos en la cueca en cutis, he aquí que durante casi una década los EEUU, Japón, Europa y ahora China, se han sucedido en la producción de moneda falsa, sin respaldo, trucha e irresponsable, esperando relanzar una máquina económica gripada sin conseguirlo. ¿Te gustó el QE1? Vas a adorar el QE2, el QE3 y los que vengan.

 

Mantener las tasas de interés en cero durante 14 años no produjo los resultados esperados, poniendo la teoría económica en el muladar donde debe estar: aparte estimular la especulación financiera, no hubo reacción. La actividad industrial cae, la inflación desapareció en combate, el desempleo se agudiza, la miseria crece que es un primor y el consumo se reduce al ritmo de tus escuálidos ahorros.

 

Allí donde antes de ayer el precio – juzgado excesivo – del petróleo y la energía amenazaba recortar las tasas de crecimiento, nos encontramos con una nueva recesión causada por la caída – juzgada excesiva – de los precios de la energía y el petróleo.

 

La ley de la oferta y la demanda, ¿te dice algo? Tú ya sabes: si el precio sube, sube la oferta y baja la demanda; si el precio baja, baja la oferta y sube la demanda. Pues bien, en el caso del petróleo – y porqué no decirlo del cobre y otras materias primas – la jodida ley funciona al revés.

 

Mientras más baja el precio del petróleo, más sube la oferta, y más baja la demanda. Es como si la ley de la gravitación universal de Newton hiciese subir la manzana del suelo al árbol, o la mantuviese levitando a dos metros de la copa.

 

Como suele ocurrir cuando suenan las sirenas que anuncian un bombardeo, todo el mundo corre a los abrigos. Aquellos que manejan la guita venden sus activos y se protegen comprando oro y/o alguna pijotera moneda que aún – a pesar de todo – les inspira un poquillo de confianza.

 

Aquellos que saben, o creen saber, reducen su exposición en los activos de renta variable y se precipitan a comprar bonos de renta fija, preferentemente los del Tesoro de los EEUU, lo que, adivina buen adivinador, hace subir aún más un dólar que no vale un cuesco.

 

Los expertos constatan – sorprendidos – que sube el precio de los “valores refugio”, y que la pinche moneda nacional se desploma ante divisas (algo más) “serias”.

 

En el pánico subsiguiente hay más vendedores que compradores de acciones, explotan las burbujas bursátiles y los índices bajan cosa mala. Los expertos – siempre dispuestos a hacer un comentario de subnormal – decretan que hay “una fuga hacia la calidad”.

 

¿Alguna novedad? La ley de la oferta y la demanda, la confianza y los miriñaques. Cuando a Milton Friedman le hacían la pregunta ¿Qué hay de nuevo?, Friedman respondía: “Adam Smith”, y se cagaba de la risa.

 

Las agencias de calificación de deuda rebajan, mantienen o mejoran el “riesgo país” de algún Estado de cuarto orden situado en el quinto coño, y todo el mundo aprieta las nalgas hasta que algún experto – o alguna presidenta vernácula que no se entera – decreta que ve aparecer “brotes verdes”.

 

En ese momento, justo en ese momento, tú sabes que estamos entrando en la crisis siguiente.

 

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https://www.alainet.org/es/articulo/174902?language=en

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