El debate popular en Venezuela

El tiempo-estado, el tiempo-mediático, el tiempo-natura y el tiempo de organizar

05/01/2016
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  • Opinión
Foto: Gustavo Legarde asambleas gustavo lagarde small custom
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En Venezuela, si para algo ha servido el 6D del 2015 es para repensar y debatir. Del debate popular salen ideas, se sudan dolores, se monitorean las acciones, se vislumbran estrategias, se cantan las verdades y se fortalece el nosotros.

 

Luego de un momento importante de organización en múltiples formas, en especial y casi inéditamente en los últimos 15 años desde arriba, el tránsito de la organización, a la luz de la amenaza del neoliberalismo siempre presente e incansable, ha desatado un proceso de discusión y debate intenso. Este proceso es consecuencia de la re-politización importante del Poder Popular en Venezuela que hoy más que nunca declara antagónico lo no evidente: el abuso del poder para la reconfiguración de estrategias para la desposesión, el uso de la comunicación como forma de dominación y el impedimento de la reproducción y el cuido de la vida.

 

Las conquistas populares en la Revolución Bolivariana han estado marcadas por un discurso, por lo menos con el liderazgo de Hugo Chávez, épico, heroico y latinoamericanista que confluye en la idea de la unidad. Esta unidad enunciada desde el poder del Estado, reconoció en el territorio latinoamericano la existencia de un conjunto de luchas y actores, que siendo invisibilizados, dominados y desaparecidos desde el poder mundial del capital, tienen en común la defensa de la vida y sus condiciones para materializarla. Algunos de ellos reconocieron en ese poder – el del Estado -  la forma de un poder compartido, trazando un horizonte nacional-popular (en el sentido planteado por Raquel Gutiérrez Aguilar) en donde, parte del Poder Popular (1) es expresión concreta, en el caso venezolano.

 

La reivindicación de la existencia misma de este entramado de subjetividades, no contempla la posibilidad de la  compensación inmediata para el cese del conflicto porque su consigna definitoria es compleja, gritan de más en más y desde discursos diversos implícita y explícitamente “cambiemos el sistema”. Por lo tanto, no puede ser el sistema mismo quien compense este grito polifónico. Sin embargo, por polifónico, el movimiento popular tiene en este momento un reto estructurante, la ruptura misma de lo homogeneizante.

 

La diversidad de las luchas y apuestas populares es ahora el punto clave de la diversificación de las estrategias populares. Si la toma del poder sigue siendo parte del horizonte popular hay que hacer que este horizonte confluya con el horizonte de las construcciones comunes. Hacer que no se confundan pero que se encuentren es un reto mayor, en Venezuela necesario. Igualmente, en el marco de este reto, el tiempo que marca la lucha y la organización popular no es único ni homogéneo, y más allá, diverge y confluye con otros tiempos que fundamentalmente imponen nuevas formas de pensar la organización.

 

Ahora con el pueblo en debates y en asambleas en plena ebullición en Venezuela, y en la búsqueda del golpe certero al timón, es necesario poner en la voz la forma de relacionarnos con los tiempos.

 

¿Cuánto y cómo es el tiempo que nos damos en la construcción del nosotros? Desde los movimientos, desde las comunidades en organización, desde los grupos de trabajo común  y, sobre todo, ¿Quién nos marca ese tiempo?

 

Ciertamente, el diálogo, la negociación, la disputa por el poder con el gobierno lleva impreso el tiempo del Estado, el ya pa ya, la desplanificación por coyunturas, la imposición legitimada por la última voz sobre la decisión sobre lo público,  y lo más riesgoso, la homogenización de la voces populares.  Es hora de la divergencia, de la tensión, de la indisciplina (2) – requerida para salir de la zona de control - y de replantear con claridad lo que se sabe no funciona para lo colectivo.

 

No porque se desconozcan a aliados ideológicos que ejercen la lucha como gobierno, inmersos en la lógica frustrante del Estado; no porque se desconozca la inclusión como bandera y acción del Gobierno Bolivariano, no. Este giro de acción común se necesita porque el tiempo del Estado, el ejercicio del Gobierno (del Poder Popular para) subsumido a este tiempo-estado, no ha dejado el suficiente tiempo y sobre todo el suficiente espacio (el calendario y la geografía de la que hablan los zapatistas) a las organizaciones sociales para hacerse de las condiciones necesarias para iniciar proyectos territorializados y propios de las revoluciones sociales,  que viabilicen y fortalezcan la lucha contra algo más poderoso y bárbaro: el capitalismo. Hay que diversificar la lucha explicitándole al tiempo político el tiempo de lo común. Pasar y volver, con una visión más estratégica, del tiempo-estado al tiempo que requiera la organización popular.

 

Este punto de giro en la acción estratégica de la organización social no implica la desconexión sobre la gestión que como nunca debe ser co-asumida, no implica el descuido de la función contralora, ni el apagado de las alertas ante las arremetidas neoliberales contra las luchas y conquistas populares. Más sí implica iniciar o consolidar una agenda, un programa de colectivización y articulación no homogeneizante de las luchas de los movimientos sociales, propia, auto-decidida y fundamental y profundamente viable, como ruta para quienes la quieran agarrar como camino y una estrategia que permita a ambos tiempos - el tiempo-estado y el tiempo para la organización - correlatarse. Ello no de manera lineal, sino a través de estrategias diversificadas y de acuerdo a objetivos políticos principalmente autodefinidos.

 

Si se lucha desde adentro y desde afuera del Estado junto a  un gobierno que permite la discusión, la divergencia y sobre todo llama a la organización, es hora de no depender del mismo para hacerla. Se trata de buscar el camino a no depender de ese poder o el tiempo-estado relentecerá, paradójicamente a través la aceleración de las tareas y acciones demandadas al Poder Popular,  un proceso que desde abajo se fragua desde hace años, y cambia día a día.

 

Hay otros tiempos que marcan y se ligan al tiempo-estado.  Aun cuando lo mejor sería consolidarse a fuego lento, de asamblea en asamblea, en sumadas ocasiones la organización popular es un proceso que se cocina a fuego acelerado por la mediática.

 

Como el del Estado, el tiempo mediático es el del ya pa ya, lo comunicacional - lo tecnológico - también acelera. Como esta signado por el límite de los caracteres y la política-velocidad, bajo el tiempo-mediático no puede decirse todo lo que se fragua en la organización desde abajo, no se pueden representar todas las voces y se opta por la imagen más espectacular. La búsqueda del acontecimiento, no es otra que la búsqueda del accidente y la ruptura, en una estética intemporal y poco profunda que carece de dimensión histórica (3). 

 

Sin embargo, ¿cómo desconocer su eficacia en el establecimiento de redes? ¿Cómo desconocer su importante función para la construcción del lazo social? ¿Cómo no luchar por este poder impactante basado en un bien público? (el espacio radioeléctrico). Sin embargo, la configuración de representaciones propias lleva un tiempo de debate trascendental en este momento de cambio de estrategia popular. La estrategia no puede estar preestablecida con un fin cortoplacista y, sin embargo ¿cómo no perder de vista lo contingente?.

 

La red puede llevar, es deseable, el tiempo de la organización: en cada debate, tanto la necesidad del silencio para la reflexión como el mensaje inmediato a comunicar. Esto no debe ser una dicotomía, debe ser el inicio de una forma nueva de generación de mensajes colectivos con estrategias de múltiples tiempos y sobre todo múltiples espacios (y modalidades). La estética de lo común diversa y pluriforme en multiplicación permanente de mensajes de variada expresión y  prácticas periodísticas y de comunicación al servicio de y desde lo colectivo. Igualmente necesaria, la explicatura del placer de la comunalización (Omaña, 2015), del disfrute del tiempo de la organización en los espacios y de los cuerpos en los territorios, generando una estética de la liberación que supere la del miedo. 

 

Por otra parte hay un tiempo más coincidente con la organización para la transformación social: el tiempo de la naturaleza. Este tiempo, como plantea Boaventura de Sousa, en más lento que el del Estado, y este último ineficiente para su gestión, en especial los estados corporativizados. Esto es evidente en la aceleración de los ciclos naturales para el incremento de la productividad y sus nefastas consecuencias para el planeta.

 

Sin embargo, en el encuentro con las posibilidades de la reproducción y cuido de la vida, la organización popular requiere reencontrarse con este tiempo, el tiempo del planeta, el tiempo-natura. El encuentro con las formas naturales de reproducción de las condiciones materiales y espirituales para la vida desde la organización popular es posible en la medida que su tiempo – el de la organización - se armonice al tiempo en el que la tierra puede proveerlas, sin una racionalidad productivista. Para esta tarea vital, revertir la lógica del desarrollo infinito y el consumo exacerbado es clave.

 

De tiempo en tiempo nos hacemos y el tiempo constituye libertad para pensarnos. Aunque haya un tiempo- estado con una noción lineal del tiempo, con los conceptos de progreso, modernización y desarrollo y globalización implícitos; un tiempo-mediático ruptura, en donde predomina la espectacularidad; y un tiempo-natura que implica la visión cíclica no lineal de la producción y reproducción de la vida, considerando al hombre y la mujer como parte de la naturaleza; la lucha popular debe hacerse con-temporánea a estos tres, sin deslegitimación en el encuentro. El tiempo campesino diferente al del periodista pero no por eso inferior (4), el tiempo de una mujer que da teta diferente al de un ministro y no por eso inferior,  el tiempo de un consejo presidencial diferente al de una asamblea autoconvocada y no por eso inferior.

 

A lo interno, en el debate popular, no hay lucha en el tiempo ni tiempo de lucha por la liberación y la emancipación que no puedan y deban encontrarse y reconocerse,  tomemos los tiempos.

 

Notas

 

(1)        Para Isabel Rauber el concepto de revolución social concibe al poder como interrelación social de fuerzas (políticas, económicas, culturales,, morales, sociales) dinámica, en movimiento y regulación inter-clases, donde la relación de fuerzas existentes marca el predominio hegemónico de una de las fuerzas, que esta siempre “en jaque” en las luchas sociales que son las que marcan la dinámica del movimiento social y político en los momentos históricos concretos. Esta dinámica produce modalidades y nodos determinados de poder. El Poder Popular, o la construcción de un poder propio que nace y desarrolla desde abajo, es un  poder resultante del proceso de deconstrucción de la ideología y las culturas dominantes y de dominación siendo en simultaneo un proceso de construcción de nuevas formas de saberes, capacidades organizativas, de decisión, gobierno propio y empoderamientos locales-territoriales. Su producción, reproducción y expresión se da en el modo de vida cotidiana individual, comunitaria y social. En Venezuela, con la Revolución Bolivariana, parte de ese Poder ha sido estimulado desde arriba, o por lo menos se han institucionalizado formas de organización populares con marco normativos preestablecidos para su conformación. No obstante, el saldo organizativo -  orgánico y territorializado - sobre estas formas de organización se encuentra en levantamiento y más allá en prueba de resistencia ante la arremetida neoliberal constante sobre las mismas, quedando claro, que en gran parte, de ellas depende en el proceso de cambio y transformación social por el que atraviesa Venezuela. En palabras de Rauber “La organización de los pueblos en comunas es una propuesta estratégica, no de transición. Es la fundación de la nueva sociedad, del nuevo mundo”

 

(2)        La sociedad disciplinaria fue tema central de las investigaciones de Foucault y en este sentido Gilles Deleuze plantea que la sociedad disciplinaria se encuentra en decadencia y ha sido reemplazada por formas de control más abiertas, la “sociedad de control” que entre sus principales consecuencia conlleva a la desterritorialización como forma de control, utilizando los psico-fármacos, el consumo televisivo, el marketing, el endeudamiento privado, el consumo, entre otras modalidades caracterizadas por la fluctuación y el movimiento acelerado. También este análisis de formas ultrarrápidas y abiertas del control son analizadas por Paul Virilio.

 

(3)        Paul Virilio plantea en su obra una estética del accidente y la catástrofe universal caracterizando a la lógica mediática como signada por la aceleración del tiempo como arma de la infowar.

 

(4)        Inferior, en el sentido planteado por Boaventura De Sousa (2006), de la monocultura de la naturalización de las diferencias que oculta las jeraquías y que tiene como forma de producción de la inexistencia - de la ausencia - la inferiorización. Esta forma de ausencia producida por la racionalidad perezosa occidental que en palabras del autor “no sabe pensar diferencias con igualdad; las diferencias son siempre desiguales… inferiorizar es una manera descalificada de la alternativa a lo hegemónico, precisamente por ser inferior” p.24

 

Fuentes consultadas

 

Alba Ciudad (2015). La clave comunal: Entrevista con Isabel Rauber. Recuperado el 1 de diciembre 2015, de http://albaciudad.org/wp/index.php/2015/05/la-clave-comunal-entrevista-con-isabel-rauber/

 

Boaventura, D. S. (2006). Renovar la teoría crítica y reinventar la emancipación social. Buenos Aires. CLACSO.

 

Deleuze, G. (2006). Post-scriptum sobre las sociedades de control. Polis. Revista Latinoamericana, (13).

 

Gutiérrez, A (2015). Horizonte comunitario-popular. Antagonismo y producción de lo común en América Latina. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

 

Omaña, J (2015). Conferencia central del Laboratorio Creativo. Códigos Libres

 

Rauber, I., & Mészáros, I. (2010). Dos pasos adelante, uno atrás: lógicas de ruptura y superación del dominio del capital. Vadell Hermanos Editores.

 

Virilio, P. (2008). Ciudad Pánico: el afuera comienza aquí. Monteávila.

 

Liliana Buitrago es investigadora del Instituto de Estudios Avanzados IDEA  y forma parte del Movimiento Popular por la Nueva Ley de Semillas en Venezuela.

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https://www.alainet.org/es/articulo/174536
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